El imperio seguía con su misión, despertar a Gat'ar, según contaban las leyendas, era una bestia que existía desde el inicio mismo de los tiempos, que alguna vez gobernó sobre aquel pueblo que le adoraba, los Ga'rack.

Lo poco que encontraban eran tan solo restos de aquella criatura, coincidiendo con el final relatado, siendo este ser derrotado por las llamadas Artes del Bien, maestros del Lumen, el Canto de Lira y el Estilo del Dragón se encargaron de separar su alma de su cuerpo físico.

Ciertamente, los Ga'rack no tenían una buena relación con tales maestros, y ahora con su reciente derrota, claramente retornarían por su venganza. Poco a poco, lo lograban.

—Señor, hemos detectado señales de las naves derribadas, y tenemos resultados que revelan que están acompañados por la Reina Alateia— decía un simple soldado.

—Que bien, ellos llevarán nuestra declaración de guerra a la tierra, sólo espero que nuestros aliados hagan su parte— respondió con una seguridad el General Alix.

De repente este último volteó a todos lados, su mirada solo se pegaba contra los muros metálicos del vehículo volador, alzó su voz para enunciar:

—¡Revélate! Sé que me observas

—Dime, ¿quienes son tus aliados?— preguntaba un espectro que tenía la apariencia de un hombre con traje.

—Eso no es de tu interés— contestó con cierto enojo el General y lanzó un potente ataque de energía contra la silueta.

Aquella presencia esquivó el ataque, y tan sólo respondió:

—Ya no es necesario que esperes por el recibimiento de tu mensaje— y se marchó.

Mientras tanto, la situación se evaluaba dentro de la Federación y las fuerzas de la Alianza Terrestre, aunque querían ganar la guerra y reponer el mandato de Alateia, la opción más conveniente era llamar a la Alianza Universal para acabar con el conflicto.

Así, esto se tornaba tedioso...