A primera vista


Conoces a miles de personas y no causan ningún efecto en ti,

conoces a una sola persona y te cambia la vida...




Capitulo único.

Hay quien dice que existe la pareja perfecta, esa que se acoplara, se amoldara de una manera tan maravillosa a ti que hasta ese momento comprenderás lo que significa estar vivo, lo que es amar.

¿Pero qué pasa con aquellos que nunca encuentran a su otra mitad, a esa persona que los complementara?

¿Acaso están destinados a solo amar a medias, a nunca conocer la verdadera felicidad?

Estas y muchas otras preguntas respecto a las relaciones se apiñaban dentro de la cabeza de Viktor Nikiforov, el empresario más prominente de Rusia y parte de Europa mientras caminaba tranquilamente por una de las avenidas principales con rumbo a la Plaza Roja.

La gente iba y venía, metidos en su propio mundo sin reparar en él, algunas mujeres le sonreían coquetamente sin animarse del todo a cercarse, cuanto menos cuando alevosamente les sonreía galante.

La verdad es que Viktor no hubiera prestado real interés en el tema, a pesar de sus 28 años, pues nunca antes lo considero necesario y todo seguiría igual de no ser porque su mejor amigo de toda la vida Chris, estaba por contraer nupcias.

A principio del año Christophe Giacometti, el hombre más libertino que conocía, el que Viktor consideraba el soltero más empedernido de Rusia, porque sus conquistas jamás pasaron de halagos pasajeros y una noche candente para luego ser historia, así sin más; ese mismo sujeto lo miro a los ojos y dijo.

—Me casare en diciembre y tu serás el padrino.

Al principio Viktor lo considero una mala broma, de hecho escupió el café que acaba de llevase a la boca y sonrió de lado. Meneo la cabeza esperando a que Chris se soltara a reír, cuando nunca ocurrió se mordió el labio y su cerebro formulo una respuesta sarcástica que Chris interrumpió simplemente colocando una mano en su hombro.

—Es enserio —afirmo el suizo mirándolo con aplomo y algo más.

Una mirada que Viktor jamás le conoció, era brillante como el mismo sol, feliz y pasional. Una amalgama de tantas emociones poderosas que desplazo toda duda.

Los ojos azules de Viktro recorrieron la pequeña y discreta cafetería en que se habían citado, como si buscara inconscientemente una forma de escapar a lo que vendría. Los bellos de su piel se erizaron de pies a cabeza, la boca se le seco y en un vano intento de huida se puso en piel.

—Quizá ya es hora de pensar en nuestro futuro —menciono Christophe con inocencia sin saber que destruyo una parte importante, fundamental de la vida de Viktor.

Porque pensar en el futuro significaba que ya no era un niño, un adolecente, ni siquiera un joven. La madurez al fin lo estaba alcanzando y detrás de ella, la amenaza de la vejez se escuchaba con mayor claridad.

Viktor dio un suspiro, desde esa fecha al presente Christ no había hecho otra cosa que intentar presentarlo con su novio.

Hablaba maravillas sin fin de él, describía sus increíbles mañanas a su lado, lo afortunado que se sentía al saber que un ser tan maravilloso lo amaba de manera tan profunda y desinteresada.

Y por mayores señas físicas Viktor solo había conseguido saber que tenía un cuerpo de Dios griego y un trasero de infarto.

—¿Podrías darme una seña menos... menos rijosa? —pregunto Viktor.

—Es de cabello oscuro y ojos muy expresivos —respondió Chris sonriendo al ver como su amigo comenzaba a irritarse con tan pocas señas. —No te diré como es, porque entonces menos querrás conocerlo.

Y ese era el punto, cada que quedaba con la pareja para ir o verse Viktor encontraba una excusa para desembarazarse del compromiso. Hasta ahora.

Otro suspiro se dejó escuchar. Detuvo su andar y pateo una lata que algún inconsciente tiro en plena vía publica.

No es que odiara a la pareja de su amigo y futuro esposo, porque en primer lugar no tenía las bases para decir si era o no agradable, el problema radicaba en qué verse de frente solo terminaría por confirmar que Christophe Giacometti se casaba y lo dejaba atrás.

¿Ahora con quien compartiría noche de borrachera? porque seguramente su esposo no lo dejaría ir por ahí de bar en bar buscando compañía. Las fiesta de fin de semana también desaparecerían y solo quedarían los buenos recuerdos.

¡Maldición! aún era joven y no tenía por qué recurrir a los recuerdos como un anciano decrepito que solo puede rememorar lo mejor de su vida. Todo era culpa de Chris... ¡NO! todo era culpa de ese chiquillo idiota que enamoro a su amigo y lo engatuso vendiéndole la idea de que el matrimonio era un excelente plan de vida.

Porque el matrimonio era una farsa, una mentira basada en el miedo a la soledad.

Con un gruñido reanudo su marcha, estaba a escasas cuadras de Yuko's una tienda de diseño exclusiva en la que Chris mando a hacer los trajes.

Estaba a dos meses de la boda y ya no tenía forma de negarse a conocer al que sería su otro ahijado. Lo que es más, debía recordarse cambiar de cara, no podía presentarse frente al futuro novio con la cara larga como si fuera a asistir a un funeral en vez de a una boda.

Tomo aire y ahí iba de nuevo, a suspirar de cansancio y fastidio.

La tienda estaba en una esquina privilegiada una cuadra antes de llegar a la plaza roja. Su fachada ídem a los edificios aledaños tenía ese tiente color ladrillo oscuro que hacia honor al nombre de su ubicación, además del discreto y elegante nombre de la tienda en letras cursivas que daban al lugar un aire de sofisticación que pocos locales lograban.

Empujo la puerta de cristal y penetro.

La estancia lo recibió con un sutil aroma a sándalo que de inmediato relajo a Viktor, lo suficiente para prestar atención a los detalles, como que las ventanas estaban enmarcadas con cortinas de terciopelo gris oscuro mientras que las paredes blancas sostenían espejos de cuerpo completo. De hecho si uno no supiera que se trababa una boutique cualquiera lo confundiría con el vestíbulo de un hotel o restaurante de lujo.

—Buenas tardes, bienvenido a Yuko's en que le puedo servir —ofreció una muchacha de bonita sonrisa saliendo por entre un par de cortinajes.

—Buenas tardes señorita, mi nombre es Viktor Nikiforov y esto aquí para medirme un traje formal para la boda de señor Giacometti.

—¡Oh! Usted debe ser el padrino, Chris esta en este momento con la modista —sonrió más ampliamente ella mientras hacia un ademan con la mano señalando el pasillo por el que había llegado. —Sígame por favor, un traje de su talla ya está en el probador, si es de su agrado bajo ese modelo se le confeccionara el suyo, si no, tomaremos notas de los ajustes que considere necesarios.

Cuando Vikro por fin quedo solo en uno de los cubículos no pudo menos que volver a respirar. La chica era toda una parlanchina.

Despacio se fue desnudando, luego con la misma calma que pondría en comerse los horribles pimientos que tanto odiaba de niño, se calzo el traje y salió al área de espejos.

Su reflejo le agradable, aún tenía la piel lisa y su cabello platinado lo hacía resaltar, además de sus ojos azules. Sí, Viktor era muy consciente del arrebatador sexapil que poseía y se sentía orgulloso del impecable manejo de la sensualidad.

Estudio el traje a fondo, anotando mentalmente la reducción del área del abdomen y un poco de los brazos. El ancho de la espalda estaba bien, pero el pantalón era otro cantar, necesitaba que alargaran las piernas y ampliaran la zona de la ingle y glúteos, Además...

Y en eso estaba cuando por entre la cortina apareció un ángel.

Era como estar presenciando la llegada del apocalipsis, porque Viktor sentía que su mundo se estaba haciendo añicos y al mismo tiempo ser partícipe del génesis pues reconstruía cada pedazo con ilusiones nuevas, renovadas y brillantes. Su imaginación estaba ya creando un futuro en donde esa visión celestial era el pilar.

¿Quién era ese joven de apariencia impecable y adorable mirar? Ese que sin haberle dedicado ni una sola mirada lo tenía embrujado.

Era un ser de perfección devastadora.

¿Cómo describirlo? ¿Cómo retener aquella imagen sin perder detalle?

Empezaría por la cabeza donde sus cabellos azabaches peinados hacia atrás coronaba con una majestuosidad más grande que cualquier aureola, se notaban suaves, maleables y sedosos. Una frente de medidas exactas antecedían a dos cejas generosas y delineadas que parecían haber sido creadas con el solo propósito de resaltar los hermosos, bellísimos ojos de color caoba cubiertos por pestañas largas que revoloteaban cual mariposas al vuelo.

Su nariz... obra de gracia envidiable hasta para el mismo Miguel Ángel que en su escultura el David indignamente intento replicar. Y esos labios... Viktor no sabía que el pecado podía tomar forma tan tentadora hasta que poso sus ojos en esos labios... en esa boca que gritaba por un beso, por una obscena intrusión de su lengua ávida de saborear cuanto pudiera.

Por último y para ensalzar tales cualidades tan sublimes, la piel del muchacho destellaba bajo el sol resaltando el color marmoleo de su tez. Un blanco tan inmaculado que incluso el pulcro traje blanqueado que portaba no podía superar.

Excelso...

Y entonces Viktor al fin noto que el traje del otro era... blanco.

—Es el novio... —murmuro para sí.

Todo él, su cuerpo, corazón y alma se trozaron en mil pedazos.

—Es el novio... —repitió como si buscar confirmar lo que sus ojos veían y no deseaban admitir. Que su amor a primera vista era el próximo esposo de su mejor amigo.

Con la cabeza gacha y sin desear contemplar un segundo más lo que estaba lejos de su alcance, corrió al vestidor, se retiró el traje para ponerse su ropa y tomar sus cosas.

—¿Supongo que el traje le ha quedado bien? —pregunto la chica parlanchina que le atendió al verlo surgir del pasillo con paso presuroso.

Viktor asintió con la cabeza sin mirarla y salió de ahí a trote.

Ahora lo entendía, la razón por la que Chris parecía tan feliz, por lo que deseaba casarse. Con un hermoso ángel como aquel era imposible no desear compartir la vida entera. Anhelar despertar cada mañana contemplando su dulce faz, saber que es tuyo, que tú eres de él.

Viktor enjugo una traicionera lágrima.

—Seré el padrino y luego... до свидания(adiós)

Porque Viktor quería a su amigo y no deseaba interponerse en su felicidad y amaba a su ángel como para hacerlo llorar por implantar dudas o inmiscuirse en el amor que jura sentir.

No Viktor no sería una piedra en el camino de ninguno porque los quería a los dos.

¿Fin?





N. A.

Buen día Ladys y Lords, es para mí un placer presentarles esta historia que aún no sé si continuar o dejar como esta.

Lo dejare en una incógnita mientras espero por sus comentarios acerca de la misma.

Mil gracias por leer y aún más por su preferencia.

Atte: Taylor Espurious.

Posdata: La imagen de la portada es de suma importancia porque de ahi surgio esta idea.

Quedo de vos.

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