Capítulo 17

John

Estoy confiando en que lo que ocurrió hace un par de días no cambie nada.
Si, la besé, pero ella no correspondió al beso.

Durante estos dos días he tratado de actuar como si no tuviese ninguna importancia, pero la tiene.

Estoy de nuevo esperando fuera de la habitación mientras la enfermera hace su trabajo.
Me han dicho que le darán el alta después de comer.
Tengo un poco de miedo acerca de lo que pasará cuando salgamos de aquí y volvamos a mi casa, porque esa es mi intención.

—¿John?—me vuelvo hacia Owen quien se ha sentado a mi lado y me pasa una taza de café de Starbucks, lo que agradezco porque el del hospital parece agua sucia.
—Gracias.
—Parece que lo necesitas. ¿Por qué no vas a casa, te duchas y afeitas? Yo puedo esperar y llevarla allí cuando le den el alta.
Nunca me he considerado un hombre celoso, pero sabiendo que tuvieron una relación sexual en el pasado y recordando como ella se aferró a él cuando la sacamos de aquel horrible lugar...
No quiero dejarles a solas.
Soy muy consciente de que Owen está loco por Thea, su mujer. Y que vive solamente para ella y su hijo, pero no puedo evitar apretar los dientes hasta el punto de dolor.

—No me voy a ningún lado. He estado aquí unos días, unas horas más no supondrán ninguna diferencia.
—Ella estará a salvo conmigo, John. Sabes eso.
—No me iré.
—Quizá deberías entrar y decirle que es importante para ti.
—Creeme, ella es lo más importante de mi vida, y encontraré el modo de hacérselo entender. Por ahora me conformo con que no se encoja de terror cada vez que me acerco a ella.

*****

Elle es libre para irse.
Tengo en mi mano los papeles de alta y sus recetas. Pasaremos por una farmacia de camino a casa.

Contengo una maldición cuando subo a mi camioneta y ella se pega a la puerta para que nuestros cuerpos ni siquiera se rocen.

Tomo aire un par de veces e intento poner mi mejor sonrisa a ver si de este modo se relaja.

—Se que el médico y la enfermera que te atendieron ya lo comentaron contigo y antes de irnos, me pidieron que hablase contigo, que tratase de convencerte para que hablases con alguien sobre lo que te ocurrió.
Parece que se encoge aun más en el asiento y me golpeo mentalmente por no haber esperado al menos a que llegásemos a casa.

—Entiendo si ahora mismo no lo consideras, pero ella es una gran profesional.
—¿Ella te gusta?
Me sorprende su pregunta, y cuando miro hacia ella veo que tiene los ojos fijos en mi.
—Si. Me gusta. Me ayudó bastante cuando yo no podía andar. Fue un gran apoyo, pero sus maridos acabarían conmigo si pensase en Audrey como en algo más.
Un jadeo sale de sus labios.
—¿Maridos?
—Si. Dos. Y ambos besan el suelo que pisa. No todos los hombres son unos desgraciados como Mihail Dantés. Espero poder demostrarte que yo no soy así.
—Sé que no lo eres. Es por eso que sigo en el coche contigo, pero no puedo evitarlo. Mi cuerpo recuerda todo lo que me hizo y la sola idea de que otro hombre me ponga una mano encima, me enferma.
—Espero que con algo de tiempo, me dejes acercarme a ti.
—Veré a esa tal Audrey, porque quiero ser capaz de aceptar su toque y más allá de eso, quiero poder tocarte.

Esta vez, mi sonrisa es sincera.

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