Capitulo 10

Paz. Absoluta paz.
Los dos días han pasado muy deprisa, aunque afortunadamente para mi, algo retuvo al Amo y se quedará lejos unos pocos días más.

Una de las chicas de palacio, se ha convertido en mi confidente.
Ella tampoco está aquí por voluntad propia, pero la han degradado a la categoría de sirviente, por lo que no tiene que tratar al Amo del mismo modo que yo.

Ella fue quien me contó lo que había averiguado gracias a los otros sirvientes.

El Amo estuvo tras de mi durante muchos meses después de que escapase de él la primera vez.

Conocí al Amo un par de meses después de terminar mi relación con Owen.
Él no buscaba nada serio y para ser sincera, yo tampoco.

Como siempre he sido una aventurera, me metí internet y busqué acerca de emociones fuertes.
Así fue como di con The jail, un club de BDSM.

Contacté a través del e-mail que había como contacto y una semana después recibí una invitación.

Ahora sé que jamás debí acudir.

Armada con el vestido más sexy que encontré en mi fondo de armario y unos tacones de dieciocho centímetros, me subí a un taxi y di la dirección que figuraba en el e-mail que me mandaron.

The jail, tal y como su nombre indicaba, parecía más una cárcel que un club, pero eso no me detuvo.

En el e-mail, adjuntaron también un código que debía introducir en el teclado de la puerta de metal.
Una vez la puerta se abrió, caminé casi por diez minutos hasta otra puerta, custodiada por dos enormes gorilas.

—Nombre. —preguntó el simio de la derecha.
—Elle Harrington.
Comprobó que estaba en su lista de admisiones e hizo un gesto a su compañero para que abriese la puerta para mi.
Entonces fue el simio número dos quien habló.

—Tiene que dejar su ropa, zapatos y objetos personales en esa taquilla de allí—señaló al fondo de la habitación.
Lo que yo decía. Una cárcel.
Me pregunté si también me cachearían.

Siguiendo las instrucciones, quité mis zapatos, vestido y la escasa ropa interior y lo guardé junto a mi bolso.  Colgué la llave que colgaba de la cerradura alrededor de mi cuello gracias a la cuerda de color a la que estaba enganchada.

—Camine hacia la puerta del fondo, cabeza baja y no hable a menos que alguien le hable antes. Está de suerte, el Amo está esta noche en el club. Quizá sea usted su próxima mascota.

Seguí las instrucciones una vez más, emocionada por lo que me deparaba el futuro.
Nunca me planteé una relación D/S, pero nunca se sabe. Quizá ese gran Amo del que hablaba King Kong, me haría cambiar de opinión.

Al cruzar la puerta, un fuerte olor a incienso me hizo parpadear para evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas.

Seguí adelante, mirada al suelo, escuchando susurros a mi alrededor, gemidos y otros sonidos que no podía identificar, pero que al mismo tiempo, me excitaban.

Sentí miradas sobre mi, incluso hubo quien me acarició en brazo, un leve roce en un pecho al pasar junto a mi, y todo eso solo hacía despertar mi cuerpo aun más.

Nunca he sido tímida.
No estaba cohibida.
Quería experimentar.

Estaba tan distraída pensando en todo lo que quería probar, que no me fijé en que había alguien frente a mi hasta que mi nariz golpeó su pecho.
Su enorme y duro pecho.

Me apresuré a levantar la mirada para disculparme, pero su voz me lo impidió.

—Mirada al suelo, mascota.
Obedecí instantáneamente.
—No te había visto antes por aquí. Te recordaría.
—N... No...
—¡Silencio! No tienes permiso para hablar. Te lo diré cuando quiera que lo hagas.
Mordí mis labios para no replicar, aun cuando su voz me ponía excesivamente caliente.

Sus manos me tocaron.
Un leve roce. Algo que ni siquiera debería sentir, pero que sentí en cada parte de mi cuerpo.

—¿Como te llamas, mascota? Puedes responder.
—Elle, señor.
—¿Quieres jugar, Elle?
Asentí, desesperada por sentir sus manos sobre mi de nuevo.
—Sigueme.

Caminé detrás suyo hasta una habitación apartada.
Seguí cada instrucción que me dio, hasta el punto de que estaba tan excitada que apenas podía contener un gemido.

—No tienes permitido correrte hasta que yo te lo ordene.
No creí que fuese incapaz de impedirlo, pero esa noche descubrí, que él siempre lograba lo que quería.
Y dejó muy claro que me quería a mi.

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