Capitulo 09
Despierto sobresaltada al notar que alguien me observa.
A los pies de la cama encuentro a tres mujeres de rodillas, cabeza baja y cubierta.
—El médico llegará enseguida, mi señora.
Una de ellas, la del medio, habla.
Parece ser la que está a cargo de las otras dos.
Asiento todavía algo confundida.
Hace más de una semana que todo el mundo que entra en mi dormitorio me llama así.
Incluso el Amo.
También ha dejado de atarme a la cama.
Hace una semana que no me toca.
Por primera vez en mi vida, celebro que mi período sea tan duradero y tan exagerado.
Siempre he tenido ese problema, y pensé que ponerme un DIU lo regularía. No ha sido así.
Las mujeres me ayudan a lavarme, lo que me incomoda, pero siguen órdenes y yo no quiero que nadie sea castigado por mi culpa.
Después de un delicioso y aromatizado baño, me visten con una túnica y un pañuelo al igual que el suyo.
Un desayuno abundante sigue en mi rutina diaria.
El médico no es lo que esperaba.
Es un hombre mayor, de costumbres y me trata con respeto pero con cierta frialdad.
—Las marcas han cicatrizado bien. La rojez desaparecerá en un par de días.
—Gracias.
—¿Ha tenido alguna infección o enfermedad que pueda afectar a su capacidad para concebir?
Niego con la cabeza.
Me extraña que no sepan que llevo puesto un DIU. Parece que lo saben todo sobre mi.
Sé que no es un método eficaz al 100%, pero desde luego, algo hace.
—Bien. Vendré en un par de días para comprobar que las marcas han desaparecido del todo. Que tenga un buen día, mi señora.
*****
Libertad. O al menos una ligera libertad.
Es la primera vez en casi cuatro meses que salgo de mi dormitorio.
Mi vestimenta consiste siempre en las túnicas de la más fina seda y pañuelos que cubren mi pelo.
Cada día soy bañada, peinada y maquillada.
El Amo se comunica conmigo a través de su personal. También lo hace a través de una nota que suelo encontrar sobre la mesita junto a mi cama.
Eso me pone nerviosa, porque lo imagino de pie, mirándome en la oscuridad.
No entiendo como no lo siento o me despierto.
Respiro hondo mientras me maravillo con las vistas.
Estoy en una especie de palacio con amplias ventanas, puertas, y columnas.
El palacio está rodeado de un enorme desierto.
Millas y millas de arena.
Me hace pensar en los cuentos de Las mil y una noches.
Lo siento a mi espalda.
Me tenso de inmediato y espero sus gritos, sus golpes... Nada de eso llega.
Sus manos acarician mis brazos y ascienden hasta llegar a mis hombros.
Deja un tierno beso en mi cuello, y aspira hondo mi perfume.
—Estás tan hermosa, mi señora. Siempre lo estás, pero verte con la ropa que elegí para ti...
—Es una ropa muy bonita. Gracias. —espero que eso le complazca, porque estoy muerta de miedo.
—Quiero comentarte algo, mi señora.
Asiento porque sinceramente tengo un nudo en la garganta que me impide hablar.
—Voy a estar fuera un par de días. Debo resolver algunos negocios, entre ellos, pedir tu mano a tu padre. Sé que no es necesario, pero soy un hombre de costumbres y es lo que espero que haga el hombre que quiera casarse con nuestra futura hija si Dios nos da esa bendición.
Me estremezco ante la idea de darle un hijo.
—El doctor Pattel me dijo que es posible que no quedes encinta a causa de todo el estrés por traerte aquí y las heridas... Dijo que si era algo más considerado y tenía cuidado, seguramente eso haría las cosas más fáciles para concebir.
La sola idea de que vuelva a tocarme me enferma, pero ahora, en este momento, me recuerda al hombre que conocí hace dos años.
El Amo al que creí que amaba.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top