Capítulo 6
Thranduil intentó ignorar los golpes en su puerta, pero al final cedió al escuchar el tono de voz urgente de su hijo.
"Pasa, Keldarion."
El príncipe heredero entró, con una expresión que estaba entre el pánico y el horror.
"Padre, yo... -se detuvo al ver las lágrimas en el rostro del rey-. ¿Padre?"
"Le pegué. No puedo creer que le pegara a tu hermano –seguía mirando su mano temblorosa, avergonzado-. Nunca había golpeado a uno de vosotros. ¡Nunca! Pero ahora..." –hundió la cara en las manos, intentando calmarse.
Keldarion se arrodilló al lado de su padre y le apretó el brazo para reconfortarlo.
"Padre, no he venido con la intención de hacerte sentir peor, pero creo que Legolas decía la verdad."
Thranduil alzó la vista, estupefacto.
"¿Qué has dicho?"
"Legolas es inocente y puedo demostrártelo" –Keldarion le contó lo que había visto.
Al principio, Thranduil no podía creérselo, y luego empezó a enfurecerse... hasta que le temblaban las manos por el esfuerzo de contener su ira.
"¡¿Quieres decir que castigué a mi hijo por culpa... de esa maldita perra?!" –exclamó, levantándose de golpe y paseándose de un lado a otro, agitado.
"¿Qué debemos hacer?" –preguntó Keldarion, sin casi poder contenerse de ir y estrangular a Arulin con sus propias manos.
El rey miró a su hijo, con el rostro rígido.
"Debemos alertar a la guardia real. Aumenta la seguridad. Creo que no nos enfrentamos a una elfa ordinaria –dijo, masajeándose la cabeza con los dedos-. Es hora de que le hagamos frente."
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Arulin alzó la vista y frunció el ceño al ver el aumento de la actividad de los guardias del Bosque Negro. Había aumentado su número y se posicionaron en cada puerta y ventana. Todos estaban alerta, como si se prepararan para algo.
De repente entrecerró los ojos. Así que ese mocoso había encontrado la forma de convencer a su familia. Estás intentando frustrar mis planes, ¿verdad? Puedes intentarlo. No he venido sin un plan B. ¡Ya veremos si lográis detenerme, Thranduilions!
Le hizo una señal a Berthana, su dama. O más bien su leal soldado, que asintió y abandonó la galería...
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Mientras tanto, Legolas estaba detrás de los establos, donde tenían a las águilas y halcones. El príncipe se había despertado de repente, con sus sentidos en alerta y el terrible presentimiento que tenía desde hacía días aún más fuerte. No sabía el qué, pero estaba seguro de que iba a pasar algo horrible, así que como nadie le creía, decidió tomar cartas en el asunto.
Se acercó a la magnífica águila real llamada Emas.
"Hola, amigo –canturreó Legolas, murmurando palabras sin sentido. El águila chilló, feliz de ver al príncipe que le entrenaba desde hacía tiempo-. Necesito tu ayuda, Emas –Legolas sacó un pergamino en el que había escrito un mensaje antes de salir de su habitación y se lo ató a la pata-. Quiero que encuentres a Mithrandir. Entrégale este mensaje."
Legolas salió al aire libre, con Emas posado en el protector que llevaba en la muñeca.
"¡Ve y date prisa! Creo que nuestro reino está en grave peligro."
Emas chilló otra vez y alzó el vuelo en medio de la noche. Legolas se quedó mirando hasta que lo perdió de vista, rezando para que Emas encontrara al mago a tiempo. Las tropas de Rivendel y Lothlórien llegarían el día de la boda, pero ahí ya sería demasiado tarde. El Bosque Negro estaría bajo el control de Arulin para ese entonces y él estaría muerto en alguna parte de los calabozos.
De repente se puso rígido cuando sintió algo malvado, una terrible amenaza. Se ocultó en las sombras en cuclillas y se movió sigilosamente en busca de la fuente. Se adentró en el bosque, alejándose del palacio, hacia donde sentía el mal con mayor intensidad y abrió los ojos como platos con lo que vio. ¡Una tropa de retorcidas y feas criaturas avanzaba hacia el palacio!
"¡Orcos!" –murmuró Legolas entre dientes, consternado. ¿Cómo han llegado hasta aquí? ¿Dónde están los guardias del bosque? Supo la respuesta cuando vio a los guardias atados y heridos al final del grupo.
Legolas permaneció en las sombras y se retiró en silencio. ¡Debo avisarle al rey! Se dio la vuelta y se sobresaltó al encontrarse con Berthana, flanqueada por otros cinco elfos de Garmadris, los cuales sostenían dagas y espadas.
"¿Vas a alguna parte, su alteza?"
Legolas miró a la dama de Arulin. Cuanto más lo hacía, mejor podía ver la transformación que tenía lugar en ella, al igual que la que había visto en el reflejo de Arulin. Lo mismo pasaba con sus compañeros. Su piel se volvía cetrina y arrugada, con los ojos rojos brillando en la oscuridad. Aterrorizado, Legolas tropezó hacia atrás. ¿Qué es este mal?
"¡Cogedlo!" –gritó Berthana.
Sus compañeros rodearon al príncipe, el cual intentaba buscar una ruta de escape. Usar sus flechas estaba fuera de cuestión, pues los enemigos estaban demasiado cerca. Y entonces todos se lanzaron sobre él a la vez.
Desenfundó sus hojas gemelas, empuñándolas con rapidez y gran habilidad. Era terriblemente rápido, girando y bloqueando los ataques, y haciendo su propia ofensiva. Apuñaló a uno de sus enemigos, se alejó de otro de un salto e hirió al tercero, pero uno de ellos consiguió alcanzarlo.
Lo siguiente que supo es que cayó al suelo, con un cuerpo sobre él, inmovilizándolo. Le quitaron sus armas y lanzaron su arco a los arbustos. Legolas golpeó al enemigo en la cara con todas sus fuerzas, satisfecho al hacerlo sangrar. Pero antes de que pudiera levantarse, otros dos cayeron sobre él. Uno le dio una patada en la espalda, el pecho y el hombro, mientras que Legolas intentaba esquivar sus armas.
Se las había arreglado para desarmar a uno de ellos cuando un objeto contundente lo golpeó con fuerza en la sien. Vio un montón de luces cegadoras. Y luego todo se oscureció...
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Thranduil y Keldarion entraron en la galería seguidos por los guardias de palacio y encontraron a Arulin, que todavía conversaba con los otros elfos. Entonces Keldarion se detuvo.
"Esto no me gusta nada, padre."
Thranduil se volvió hacia su hijo.
"Sé lo que quieres decir. Estos elfos de Garmadris son extraños, están relajados... como si no pasara nada malo."
Los elfos de Garmadris, ahora conscientes de la presencia del rey, le prestaron toda su atención.
"Mi señor Thranduil, su galería es impresionante. Estas obras no pueden competir con nada que hayamos visto antes" –dijo uno de ellos.
Inexpresivo, Thranduil asintió.
"Me alegro de que la apruebes –dijo mirando a Arulin directamente-. ¿Nos acompañas, mi señora? Creo que tenemos un asunto que resolver."
"Oh, ¿es sobre la boda?" –Arulin se hizo la tonta, sonrojándose.
Keldarion se dio cuenta de algo.
"¿Dónde está tu dama?"
"¿Quién? ¿Berthana? Le pedí que hiciera algo por mí. Regresará en breve" –declaró Arulin, tomando nota de la forma en la que Keldarion apretó los puños y Thranduil su mandíbula.
Así que ya lo saben. Ahora os enfrentáis a mí, ¿no? ¿Creéis que estoy sola? ¡Conseguiré lo que quiero! Ya veréis.
Entonces los siguió dócilmente, con los demás elfos detrás de ellos.
¡Gracias por todos los comentarios, votos y lecturas! *.* Los quiero a todos jejeje Esto va a ponerse feo de verdad en nada :)
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