Capítulo 11

Legolas no paró de maldecir a Arulin ni siquiera cuando ésta se fue. Estaba histérico, insultándola en idiomas que Thranduil no sabía que conocía.

"¡Legolas! ¡Cálmate! ¡Deja de moverte o te harás más daño!"

Keldarion y Thranduil lo observaban, asustados. El príncipe acababa de empezar a llorar desconsoladamente y luego empezó a maldecir a Arulin otra vez. Keldarion temía que hubiera perdido la cordura.

Sin saber qué otra cosa hacer para aplacar a su hermano, Keldarion empezó a cantar. Era otra canción de cuna que solía cantarle a Legolas cuando era un bebé y con ella se calmó poco a poco. Legolas se quedó en silencio y por su respiración supieron que había vuelto a perder el conocimiento.

"¡No puedo soportarlo más! ¡Legolas está destrozado! –Keldarion golpeó el puño contra la pared, frustrado-. ¡Tenemos que hacer algo!"

Thranduil asintió.

"Sí. Tenemos que escapar de esta celda y bajarlo de ahí. ¿Sabes forzar la cerradura?"

Keldarion sacudió la cabeza con pesar.

"Ya me gustaría, padre –miró al exterior de la celda, entrecerrando los ojos para ver mejor en la oscuridad y entonces los abrió como platos al ver el juego de llaves olvidado en una esquina. Se había caído allí cuando Legolas le había dado una patada al orco-. ¡Padre, no vas a creértelo, pero he encontrado las llaves de la celda!"

Thranduil también las vio.

"¿Cómo podemos cogerlas? Están fuera de nuestro alcance, casi a quince pies de distancia."

Keldarion ya estaba intentando alcanzarlas a través de los barrotes, pero sabía que era inútil.

"Si tuviéramos algo largo para cogerlas..."

De repente dos pequeñas criaturas peludas entraron en la mazmorra, saltando y chillando cerca de los pies de Legolas.

"¡Ay! ¡Son esos malditos hurones!" –exclamó Thranduil.

"¿Qué demonios...? ¡Eh, vosotros dos! –gritó Keldarion-. Ayudadnos a coger las llaves, ¿me oís?"

"¡Ayudadnos, malditas criaturas!" –intervino Thranduil. Las 'malditas criaturas' solo lo miraron, parpadeando.

"Tonto. Idiota" –dijo Legolas débilmente.

Sorprendido por oír a Legolas de repente, Keldarion le preguntó:

"¿Qué has dicho?"

"Sus nombres –Legolas levantó la cabeza lentamente y sonrió-. El negro es Tonto... el marrón es Idiota."

Keldarion se quedó perplejo.

"¿Qué clase de nombres son esos?"

"¡Tonto, Idiota, venid aquí! ¡Haced lo que os digo u os expulso de este reino! Traed las llaves, ¿me oís? –Thranduil estaba casi gritando, señalando las llaves desesperadamente. Entonces se pasó la mano por la cara-. ¡Valar! ¡No me puedo creer que esté hablándole a estas malditas criaturas!"

Como si comprendieran lo que había dicho, Tonto e Idiota se precipitaron hacia las llaves. Usando la nariz, las empujaron hacia ellos. Les tomó varios intentos, pero por fin las pusieron al alcance de Keldarion, que las cogió y abrió la puerta de la celda. La cerradura estaba oxidada, pero la llave encajaba perfectamente, así que desde que se abrió, Keldarion y su padre tropezaron apresuradamente hacia Legolas.

Thranduil lo sujetó, aliviando la tensión de sus brazos y Keldarion desató la cadena y bajó a su hermano. Legolas se desplomó en brazos de su padre, temblando de dolor y de frío. Sin nada de energía, su espíritu estaba cada vez más lejos. El brillo de su cuerpo empezaba a desvanecerse y sintió que estaba a punto de volver a perder la conciencia.

"No, no nos dejes. Quédate. Vamos, Legolas. Puedes hacerlo" –lo convenció Thranduil, envolviendo a su hijo desnudo con su capa caliente.

Keldarion estaba ocupado liberando las muñecas ensangrentadas de Legolas de la cadena y luego se detuvo al ver la daga todavía enterrada en el muslo de su hermano. Legolas hizo un esfuerzo para mantener los ojos abiertos y también miró hacia allí.

"Sácala."

Keldarion vaciló.

"¿Estás seguro?"

Legolas asintió débilmente, apoyándose contra su padre. Mordiéndose los labios, Keldarion sacó la hoja y Legolas enterró el rostro en el pecho de su padre, intentando amortiguar el grito de agonía que se le escapó.

Keldarion miró la daga y se preparó para lanzarla a la otra punta de la mazmorra, pero el rey dijo:

"Espera. Puede que la necesitemos –entonces se levantó con cuidado, con Legolas en brazos-. Salgamos de aquí."

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Los orcos llegaron al claro con Arulin, pero estalló de ira al no ver ninguna señal de los elfos que habían detectado.

"¿Dónde diablos están?"

Los orcos le devolvieron la mirada, sin habla.

"Bueno, estaban aquí hace un rato..."

"Pero, ¡¿dónde están ahora?! –gritó Arulin, indignada-. ¿Ni siquiera sois capaces de vigilarlos? ¡¡Estúpidos orcos!! –entonces giró su caballo hacia el palacio-. ¡Recorred la zona! ¡Y matad todo lo que se mueva!"

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Elladan miró a su hermano. Elrohir seguía mirando a la elfa con la boca abierta.

"¿No es esa...?"

Elladan asintió.

"Arulin de Garmadris, la prometida de Keldarion."

"¿Qué está pasando? ¿Por qué se ha aliado con los orcos?"

"No solo es una aliada, hijo. Los está controlando. Están bajo sus órdenes –dijo Elrond en voz baja. Los elfos de Rivendel estaban en las ramas más altas de un árbol enorme, escondidos entre las ramas y la oscuridad. Habían soltado a sus caballos, sabiendo que volverían desde que los llamaran-. Algo terrible ha ocurrido en el reino del Bosque Negro."

"¿Eso quiere decir que la boda se ha cancelado?" –comentó Elrohir.

"La boda es lo menos importante ahora. Lo que importa es la seguridad de Thranduil y sus hijos" –dijo Elrond, moviéndose hacia adelante.

"Espero que estén bien. ¡Elbereth! ¡Espero que sigan vivos! –Elladan abrió muchos los ojos, preocupado por el destino de sus amigos. Entonces vio que Elrohir abría la boca para decir algo-. ¡Ni se te ocurra!" –le avisó.

Elrohir cerró la boca. Su hermano lo conocía demasiado bien, aunque tampoco es que tuviera ganas de seguir apostando. Al igual que los demás, empezó a seguir a su padre.

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Un batallón de soldados de Lothlórien se acercaba, a pocas leguas de distancia. Un elfo de pelo rubio iba en cabeza, con Mithrandir a su lado. Cabalgaban a toda velocidad, sabiendo que el Bosque Negro dependía de ellos.

¡Bravo! ¡Por fin escaparon de la celda y se llevaron a Legolas! :) 

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