Epílogo
Alain
El herrero termina de forjar la daga, da el último golpe con su martillo y me la entrega.
—No sé qué vas a hacer con esto, niño, pero es un peligro.
—Es mi problema —gruño, la guardo en mi mochila, entonces me largo.
Salgo de la carpa, hay mucha gente avanzando en este pueblo. Esquivo algunos entre la multitud, pero sé que alguien me sigue detrás. Avanzo en tranquilidad, entonces llego hasta la casa de mi madre. Muevo la cerca, y camino entre el pasto crecido. Visualizo a mamá pasar un trapo en una mesa mientras las gallinas corretean sin supervisión. Ignoro todo, entonces voy al patio, sin siquiera saludarla. Me mintió, quería generar odio, ni merece la pena cruzar palabra con ella.
Llego al patio, la daga palpita, siento el retumbar en mi mochila, así que observo la tumba de mi padre. No tengo idea de por qué terminé mandando a forjar esta daga. Antes era para asesinar a Erkin, pero ahora sé la verdad. Darey, mi padre, era un monstruo, uno con sangre humana, un asesino despiadado en busca de poder. Él tenía la energía del Hellroad, hasta que la madre de mi hermano lo asesinó. Casi pasa la maldad a ella, pero la destruyó. La oscuridad quedó en la antigua daga, pero, ¿por qué esta palpita?
—Lo sabía. —Oigo detrás—. Has sido atraído por el Gran Señor.
Me giro, visualizando a Astamir.
—Así que eras tú el que me seguía —afirmo.
—No puedes detenerte ahora, te está llamando.
—¿Por qué no vuelves al palacio de Hellroad? —Refunfuño.
—¿Recuerdas? Erkin lo destruyó y tú lo ayudaste, ya no hay nada, hay que empezar otra vez, y sé que él es un caso perdido, por eso estoy aquí.
—Ah, ¿sí? —digo sin importancia.
—Darey Maidala, guerrero Caimán de los Chunclucus, un ser humano común, pero firme en sus convicciones. Se hubiera convertido en un gran monstruo si no fuera por culpa de la señorita Pilar, la madre de Erkin, quien lo asesinó.
—Eso ya lo sé —expreso, fríamente.
—Sí, no estoy de acuerdo con que haya asesinado a nuestro Gran Señor, pero ya había tomado el poder y se convertiría en uno. Aun así, no lo logró, es su oportunidad.
—¿Qué estás diciendo? —pronuncio, indignado, y hasta río, sin humor—. ¿Va a volver del infierno? ¿Ahora sí será un monstruo?
—Puede ser, por algo estás aquí, ¿no? Esa siempre fue tu misión.
—Claro que no —comunico, molesto.
—Cierto, fuiste su plan B, por si moría. Lo tenía fríamente calculado.
—¿Estás diciendo que mi padre me tuvo solo para esto? ¿Qué ni siquiera sé qué significa? Y que mucho menos iba a saber cómo hacerlo.
—Bueno, él estudió al monstruo, pero no sabía todo con exactitud, nunca perteneció a la secta. Goza de suerte de que yo te encontrase, para decirte exactamente qué hacer. Seguro esperó este golpe del destino. Dicen que era muy metódico para todo, ¿no?
—¿Y qué te hace pensar que yo lo traería de regreso? Menos como un monstruo. ¿Y por qué yo? No hay sentido en ello. Deja de inventar, cualquiera puede crear una daga.
—¿Cuándo supones que tu padre se folló a tu madre? ¿Cuándo era un humano común o cuando ya sostenía en sus manos el poder tan anhelado? Solo haz cuentas y lo entenderás.
—¿Dices que tengo sangre de monstruo? —Vuelvo a reír sin humor—. Qué estupidez.
—¿En serio lo piensas? —Enarca una ceja—. Entonces, ¿por qué estás aquí en vez de acompañar a la madre de tu hijo? Por lo que entiendo, el bebé está por nacer. Cuando posees tanto rencor dentro, generado por tu madre hacia Erkin durante años, nubla tu parte racional y te convierte en un ser superior. ¿Lo comprendes ahora?
Estoy en shock.
—Me largo. —Avanzo y lo esquivo.
—No puedes evitarlo, Alain, la oscuridad te llama, acéptala.
Freno y me mantengo de espaldas hacia él.
—Ni mierda. —Suelto la mochila con la daga dentro—. Erkin es mi familia ahora, y no le haré eso jamás.
—Ya veremos, hermano del monstruo.
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