Kiryn

Voy tomada de la mano con Alain, corremos por el bosque, hasta llegar a la tribu. Es de noche y su carpa es un poco aislada, así que nadie nos ve. Entramos, luego nos besamos de manera ferviente. Retrocedo, entonces terminamos en su cama. La adrenalina aumenta, por estar haciendo algo prohibido, como dos niños robando un dulce. Aunque, ¿qué culpa tengo de disfrutarlo si en realidad fui obligada a partir de mi hogar? Es algo muy injusto.

—¿Estás bien con esto? —pregunta Alain, sonrojado, mientras está bajando mi vestido—. Si nos atrapan... y ni siquiera estamos...

—Sh. —Pongo mi mano en su boca—. Está bien, de todas formas, no hay muchas opciones, y necesito aprender, elegir por mí misma, quiero esto.

Me besa, entonces le correspondo. Debajo de las sábanas, se enciende la pasión. Se pueden oír los sonidos en la oscuridad de la noche. Nuestras piernas enroscándose, nuestros cuerpos tocándose y volviéndose uno. Solo hay calor, mucho calor.

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Los pájaros cantan en la mañana, despierto abrazada a Alain. Me aparto un poco y empiezo a vestirme. Debo volver al bosque. Mi acompañante abre los ojos y se inclina, observa mis acciones.

—Lo siento, ya es muy tarde —se disculpa.

—No te preocupes, me ocultaré bien.

Me detiene y me da un leve beso.

—Cuídate.

Trago saliva.

—Sí, gracias. —Sonrío, entonces me retiro.

Salgo de la carpa en puntillas, luego dejo el sigilo cuando me aproximo a los arbustos. Camino, calmada, entre los árboles. Vaya, cuánta adrenalina, me siento extraña. Supongo que le gusté a Alain, aunque lo hice más por obtener la experiencia que por otra cosa. Espero que no se sienta mal, si llego aclarárselo. Mejor dicho, si sobrevivo.

Me pongo delante de la cueva del monstruo, él está ahí, durmiendo. Ahora sí, debo enfrentarlo, acabar con este sufrimiento que me carcome la cabeza. Si tengo que ser destruida, lo aceptaré, ya no tengo nada que perder, entregué mi honra a un buen amigo.