Kiryn

Como dijo Astamir, me visten de novia, pero esto no es un casamiento, es el infierno. Llevo un vestido blanco y me atan a la cama mientras grito. No importa cuantas veces les he dicho que el bebé no es de Erkin, no me creen. Lloro, desesperada, pues si esto pasa, sé que mi hijo no sobrevivirá.

—Juro, juro que no lo es... —repito, con muchas lágrimas mojando mi rostro—. Lo van a matar, lo asesinarán, no lo hagan, por favor... se los ruego, digo la verdad.

—Apresúrate —le dice Astamir al curandero, mientras tira varios pétalos con algún líquido rojo, que desconozco su procedencia—. Nuestro Gran Señor debe estar por entrar y tenemos que deshacernos del problema.

—¡No! —chillo cuando el hombre aproxima el utensilio a mis piernas abiertas por culpa de las cadenas—. ¡No lo haga!

—Oh, alabado seas —recitan todos los presentes—. Bienvenido al mundo, hijo de nuestro Gran Señor. Sal de las profundidades de nuestro infierno y salve su imperiosa ira. Honramos su presencia aquí, honramos su maldición. Ha llegado la hora de renacer del averno.

Cierro los ojos y continúo llorando.

Perdóname, bebé, no he podido protegerte. Me hubiera gustado ser como la mamá de Erkin, te rescataría de todos estos maniacos. Ojalá hubiese podido ver a ese individuo noble que pudiste ser. Adiós, te juro que tu mamá te quiere, eso nunca va a cambiar y, lo siento, de verdad.

Todo es oscuridad en mi mente, ya que pierdo la conciencia.