Capítulo 10

Erkin

—¡Hey, monstruo!

Escucho una voz, pero estoy en mi mejor sueño. Mi madre está sonriéndome, y me dice palabras muy bonitas. Estamos jugando, soy pequeño, entonces salto, feliz. Me agarro de su mano, me siento seguro. Madre, déjame abrazarte una vez más.

El sueño cambia, me encuentro solo y tengo un cuerpo humano de adulto. Observo que mis garras ya no están. De repente, corro porque una muchedumbre me persigue con antorchas, no les sirvo así. Qué horrible pesadilla, ni ropa llevo. Aunque, ¿para qué la quiero si como monstruo siempre estoy sin vestir? Incoherencias de pensamientos.

Me escondo detrás de un árbol.

—¡Erkin!

—¿Kiryn? —Enarco una ceja—. ¡Aléjate, estoy desnudo!

—No me importa. —Me abraza.

A la mierda.

La abrazo también, entonces mi mano se convierte en zarpa cuando toco su hombro. De pronto, empiezo a crecer y estoy encima de ella. Es tan pequeña. Escucho mi voz gutural, fuerte, con eco y terrorífica. Es mi instinto hablando. Quiere inseminarla, es una gran necesidad de reproducción. Necesito pararlo, debo controlarlo, tengo que protegerla. Voy a cumplir las promesas a mi madre, seré bueno, no haré llorar a nadie.

—¡¡Ah!! —Oigo un grito.

Abro los ojos, despertando. Me encuentro con la verdadera Kiryn entre mis grandes garras. Mierda, era real parte del sueño.

—Ky... rin —expreso en un sonido temible.

—Oh, cielos, perdóname, perdóname —repite, llorando.

Aflojo mi agarre, entonces retrocedo, no obstante, ella se queda en el suelo, paralizada.

—No puedo, no puedo. —Lloriquea.

Oh, mierda, la asusté. ¿Cómo le digo que no fue adrede? Giro mis ojos rojos a la mochila. Aproximo una de mis largas uñas a esta, entonces se la tiro, por lo tanto, ella se sobresalta, reaccionando. Alzo mi zarpa para señalar la bolsa.

Por favor, ábrela, no pienses cualquier cosa.

Se inclina, despacio, temblando. Aunque no me hace caso, solo me mira, nerviosa. Nada más, se queda observándome, entonces yo actúo de igual manera, contemplándola. Espero, pues parece que quiere hablarme.

—Yo... yo... ¿Sabes por qué estoy aquí? —pregunta, así que muevo los ojos sin comprender—. ¿No vas a atacarme?

¿Atacarla?

—Soy tu sacrificio —aclara.

¿La secta la envió? Qué molestos. ¿Cómo saben que la estuve vigilando? Lo que sea, voy a insistir con que abra la mochila. Ni yo sé qué hay allí, pero si el monje Conrad lo dejó, debe ser bueno. Es el único que puede entenderme, pero no hay muchos que quieran escucharlo. Quizás Kiryn sea distinta, no parece que se quiera ir. Supongo que le metieron en la cabeza, que sí o sí, debe copular conmigo. Todos mis antepasados hacían esa mierda de obligar a las mujeres, así que, que yo sea diferente, para los humanos, les cuesta comprenderlo. Son muchos años de miedo, como para cambiarlos ahora. 

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