•Capitulo Tres•
Cuando llegaron al castillo de Aslan, Anya quedó boquiabierta con lo que veía. El castillo se alzaba majestuoso, construido con piedras que no pertenecía al mundo conocido: un material blanco perlado que destellaba con suaves reflejos iridiscentes bajo la luz cambiante del cielo. Las torres eran delgadas y elegantes, ascendiendo como columnas infinitas hasta perderse entre las nubes. En cada una, los tejados cónicos estaban recubiertos de tejas doradas que parecían destellar como fuego líquido al moverse con el viento.
Aslan sonrió, dándole un suave empujón con el brazos.
––Vamos, hay que entrar. ––Ella lo siguió, mirando todo con asombro. Aslan giró ligeramente la cabeza, mirándola de reojo sobre sus hombros, dando una pequeña sonrisa. Dos soldados con brillantes armaduras plateadas se hicieron a un lado para dejarlos entrar––. Sígueme, Anya.
––Ya no me llamaste "campesina" ––le dijo caminando a su lado, viendo al conejo brincar junto a ella.
––¿Prefieres que te siga llamando así? ––preguntó el rubio, abriendo una puerta donde luego un largo y extenso pasillo se hizo presente frente a ellos.
––No, Anya está bien.
Él rodó los ojos, dejando que la puerta se cerrara detrás de sus espaldas. Las paredes mantuvieron un blanco perfectamente limpio e impecable mientras que la alfombra larga y roja se extendía por el pasillo. Un enorme ventanal con cortinas rojas de cedas dejaba ver todo el pueblo a lo lejos mientras la luz entraba por los vidrios. En las paredes colgaban antigüos retrato que, según parecía, eran los anteriores reyes a Aslan.
Finalmente, el rubio abrió otra puerta entrando directamente a una enorme y gigantesca biblioteca, que dejó a Anya sin su espíritu.
––¡Es enorme! ––chilló ella, agarrando su cabeza con una sonrisa de oreja a oreja––. ¡Es fantástico!
––No es la gran cosa ––declaró Aslan, quitándose la túnica mientras la camisa negra ajustada resaltaba su figura.
Antes de que Anya pudiera reprochar aquella atrocidad, las puertas se abrieron dejando entrar a un hombre alto, delgado y con un traje muy elegante. Cabello castaño, tez blanca con ligeras arrugas, y un porte muy elegante al caminar.
––Joven Aslan. ––Saludó el hombre, haciendo una reverencia. Cuando recuperó su postura, observó a Anya con una chispa de sorpresa en sus ojos––. Veo que trajo una visitante ––comentó, con una sonrisa.
––Así es ––Aslan puso sus brazos detrás de su espalda, inclinando la cabeza hacia ella––. Campesina. ––Sonrió arrogante.
Anya rodó los ojos, estirando su mano hacia el hombre frente a ella.
––Soy Anya, un placer conocerlo.
––El placer es todo mío, jovencita ––sonrió, aceptando el saludo––. Mi nombre es Pedro.
Anya abrió ligeramente los ojos, y su sonrisa se hizo más amplia.
«Pedro, Pedro, Pedro, Pedro, Pe', Praticamente il meglio di Santa Fe. Pedro, Pedro, Pedro, Pedro, Pe'
Fidati di me» No te rías. No te rías. No te rías. No te rías...
––B-Bonito nombre ––murmuró Anya, conteniendo una risotada.
El castaño asintió agradecido, soltando la mano de ella para luego llevar las suyas detrás de su espalda. ––¿Puedo preguntar a qué se debe su visita?
––La forastera viene de otro mundo ––respondió Aslan, con una sonrisa ladina.
––¿De otro mundo, dice? ––Pedro entrecerró los ojos, casi desconcertado por lo que había oído––. ¿Hace cuánto tiempo lleva aquí, jovencita?
––¿Quizás unas horas? ––Anya levantó los hombros. Ni siquiera había pensando en ello.
––Mm... ––Pedro volteó, comenzando a avanzar alejándose de ellos––. Síganme.
Anya y Aslan intercambiaron miradas desconcertadas, hasta que se pusieron en marcha detrás de Pedro. Ambos lo seguían en silencio, hasta estar frente a una puerta de color marrón chocolate. El castaño la abrió, comenzando a subir unas escaleras en forma de caracol. Mientras subían, Anya sintió como el aire cambio de repente: se hizo frío y no había tanta luz como hace un momento. Al ir subiendo, Pedro comenzó a hablar.
––Hace un par de horas, cuando el joven príncipe salió de casería, algo muy extraño ocurrió en el cielo ––explicó, girando su cabeza ligeramente hacia atrás para poder verlo––, parece ser que algo provocó un agujero en el cielo. ––Se detuvo frente a una puerta, sacando unas llaves para abrirla.
––¿Un agujero? ––repitió Aslan, frunciendo el ceño––. ¿A qué te refieres con eso?
––Me refiero a esto.
Abrió la puerta, y la luz golpeó el rostro de Aslan y Anya. Salieron hacia el balcón que se mostraba frente a ellos, abriendo sus ojos estupefactos de lo que veían. Un enorme agujero de color negro con destellos morados se abría sobre el cielo con los bordes irregulares y nubes girando a su alrededor como un remolino. Anya abrió la boca, oyendo un pequeño crujido provenir del agujero en el cielo, como si un cristal se estuviera rompiendo.
––¿Qué demonios es eso? ––preguntó Aslan, apoyando sus manos en la barandilla del balcón.
––Parece ser una especie de agujero negro ––respondió Anya, poco convencida de su propia respuesta––. Tal vez... Tal vez se hizo cuando llegué.
––Eso explicaría por qué está ahí ––asintió Pedro.
––Pero, ¿por qué? ––Aslan se giró hacia Anya, mirándola con desconcierto––, es decir, ¿por qué ahora, y por qué contigo?
Anya negó, bajando la mirada hacia la barandilla, como si estuviera pensando.
Cómo un destello, una idea vino a su cabeza igual que un rayo.
––La aplicación... ––susurró–– al traerme aquí, provocó que un agujero se abriera entre mi mundo y este.
––¿Cómo? ––Aslan frunció el ceño, claramente fuera del lugar.
––Podría ser una opción ––Pedró sonrió, pero frunció ligeramente el ceño––. Pero, ¿qué hace exactamente? ¿Y qué es una aplicación?
––Es difícil de explicar lo de la aplicación, pero ––Anya se enderezó, colocando sus manos en su cintura––, algunos de los agujeros negros suelen absorber cosas y otros traen cosas. Lo extraño es que este no hace ninguna de las dos.
––No está absorbiendo, ni trayendo ––dijo Pedro, mirando hacia el cielo––. ¿Cómo podría detenerse?
––Si esa cosa está aquí gracias a mi, la única solución sería que yo entrara en él, y así lo haría desaparecer y yo volvería a mi mundo normal ––contestó Anya, ladeando la cabeza––. El problema es... ¿Cómo entro ahí?
––A ver, a ver. Momento ––pidió Aslan agarrando su cabeza––. No entiendo nada de lo que están hablando.
––Cuando yo estaba escribiendo, una aplicación provocó que se abriera un agujero negro entre su mundo y mi mundo. ––Trató de explicar Anya, pero Aslan puso cara de estúpido que le dio a entender que aún no estaba entendiendo. Suspiró––. Si no regreso a mi mundo esa cosa podría dañar esta tierra.
––Okey, te diré lo que entendí: agujero negro, eres una intrusa, y estamos en peligro.
––¿Podría dejar de ser menos estúpido por un momento?
––Lo dice la demente que viaja por ahí metiendo en mundos que no le corresponde.
––¡Yo no me metí aquí, ¡¿de acuerdo?! Yo solo estaba tratando de escribir algo!
––¡Ya basta! ––gritó Pedro, poniéndose en medio de ambos––. Solo hay una forma de terminar con esto y no es pelando. Si queremos cerrar esa cosa en el cielo debemos ayudarla a salir de aquí.
Anya suspiró, mirando hacia el cielo nuevamente. Debía hacer algo, y rápido. No podía quedarse de brazos cruzados viendo como ese mundo podría desaparecer si ella se quedaba un día más. El pueblo se veía a los lejos, no podía permitir que todas esas personas inocentes murieran por culpa suya. El corazón palpitó con fuerza dentro de su pecho, su mirada volvió hacia el agujero, y un miedo la inundó, pero a la vez, estaba dispuesta a hacer lo correcto.
Respiró hondo, dándose ánimo para cumplir su nuevo objetivo: salvar ese mundo.
––Bien, ¿qué puedo hacer para dejar este lugar?
Pedro miró a Aslan, quien abrió los ojos sorprendido de tener la mirada de su asesor sobre él. Miró a Anya, y luego suspiró sin más remedio.
––Hay una mujer, su nombre es Morganna, es la mujer más poderosa del reino. Tal vez ella pueda decirnos cómo sacarte de aquí, pero será un viaje largo.
––Haré lo que sea ––respondió Anya con determinación.
––Creo que en la biblioteca hay un mapa que puede guiarla hacia Morganna. ––Dijo Pedro, volviendo a entrar al castillo juntos con los otros dos.
Bajaron las escaleras en silencio hasta regresar a la biblioteca. Anya seguía pensando en aquel agujero en el cielo, no sabía si tenía horas o días para salir de ese lugar, así que debía actuar lo más rápido posible. Estando ya en la biblioteca otra vez, Pedro subió a una escalera con ruedas mientras buscaba entre los estantes repletos de libros. Aslan, por otro lado, se mantuvo observando como su asesor buscaba un mapa. Luego, su mirada fue dirigida hacia Anya. Ella jugaba con sus manos nerviosa mientras que su mirada reflejaba preocupación.
Aslan miró hacia Pedro, hasta que lo vio agarrar un rollo entre los libros.
––Aquí está ––avisó el de cabellera castaña, bajando de la escalera––. Este es el mapa que los llevará con Morganna.
Un rollo de color amarillo caramelo y algunas manchas más oscuras era el mapa. Sin embargo, cuando Aslan lo abrió, se encontró con nada. Porque literalmente el mapa estaban en blanco.
––No hay nada aquí. ––Aslan volteó el mapa, mostrándoselo a Pedro––. Está en blanco.
––¿Nada? ––el castaño levantó las cejas juntas, sonriendo––. Qué curioso.
––Mira ––dijo Anya, acercándose––, si iniclinas el mapa se pueden ver caminos en color plateado. ¿Lo ves?
Aslan entrecerró los ojos, inclinando ligeramente el mapa casi dando suaves giró para encontrar esos "caminos" que Anya veía. En el color amarillento del mapa, casi como un pequeño fragmento de luz se vio un camino en color plateado. Asintió lentamente, cerrando el mapa.
––Bueno, supongo que aquí termina todo. ––Dijo Alan entregándole el mapa al castaño––. No nos sirve.
Anya frunció el ceño, cruzando sus brazos. ––¿Conoces un camino que pueda llevarnos con Morganna?
––Tal vez.
––Tienes que llevarme con ella.
Aslan se rió, de manera sarcástica observándola con incredulidad. Anya miró a Pedro, y él levantó los hombros.
––Escucha, Campesina. Yo no doy paseos por todo el reino.
––Oh vamos, tú mejor que nadie conoce este lugar. ¿Puedes?
––No.
––Tú mismo lo dijiste ––se acercó, y sonrió ligeramente susurrando––. Podrías protegerme.
––¿Cuando dije eso?
––En el bosque. ––Contestó Peter en el suelo, observándolo con ojos serios.
Aslan entrecerró los ojos, fulminando con la mirada al conejo. La pequeña bola blanca y peluda le dio la espalda, dando un salto hacia Anya.
––Por favor, Aslan. Ayúdame a salir de aquí ––Anya juntó sus manos, haciendo un puchero.
––Mira, Anya, soy un príncipe, futuro rey de este pueblo. No tengo tiempo para ir de paseo con alguien como tú y su rata mascota.
––¡De lo único que serás rey es el reino de los estúpidos! ––gracias Jengi––. Ayúdame.
El rubio abrió la boca ofendido, esperando que Pedro le dijera algo a ella. Sin embargo, al mirar hacia su asesor, vio que intentaba reprimir una sonrisa divertida ante el comentario de Anya. Aslan la miró con seriedad, para luego dar una ligera sonrisa algo torcida.
––Bien ––aceptó sin más––, te llevaré con Morganna, pero en el camino haremos lo que yo diga, ¿entendido?
––Si.
––De acuerdo. Pedro, prepara mi caballo, y no vamos a llevar el mapa, no nos va a ayudar en nada.
Aslan comenzó a salir de la biblioteca, pero Anya se quedó ahí.
––Yo llevaré el mapa. ––Le dijo a Pedro quien sonrió y se lo entregó––. Nos servirá de alguna forma.
––Que tengan un buen viaje, y suerte de regreso a su hogar, señorita.
––Gracias, Pedro, fue un placer conocerlo.
Anya dobló el mapa en un pequeño cuadrado, guardándolo en uno de los bolsillos en su pantalón. Se despidió de Pedro, yendo con Peter detrás de Aslan. Salieron del castillo yendo a un establo dónde encontraron muchos caballos, todos con diferentes colores. El suelo estaba cubierto de lodo con algunas pezuñas de caballos marcadas y heno. Aslan se acercó a su cabello negro, colocándole el asiento para poder montarlo.
––Elige el que quieras, Campesina.
Ella miró a Peter, quien se acercó a un caballo blanco de ojos negros. Se quedó un momento ahí, hasta que giró su cabeza hacia Anya.
––Me agrada este ––dijo Peter levantando las orejas.
Anya sonrió, acercándose al caballo tocándole la cabeza con cuidado. ––Hola, amigo, eres precioso.
––Ese se llama...
––Viktor, ¿te gusta? ––murmuró Anya, acariciando a caballo con más confianza––. Ese un nombre perfecto para tí.
––Se llama Blanquito, pero no importa.
––Viktor es mejor.
––Vamos, Campesina. Que el viaje comience.
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