EXTRA: El nuevo departamento
Amaya caminó por el estacionamiento de La Orden hasta el sitio donde se parqueaban las motocicletas. Llevaba dos días en la organización trabajando casi sin parar y estaba agotada. Se sentó en el sillín de la suya, estiró la espalda y giró el cuello de un sitio a otro sintiendo el leve "crack" de sus músculos contracturados. Se colocó el casco y sujetó la correa. Encendió la motocicleta y arrancó.
Había sido una semana de arduo trabajo. Karan se encontraba en Estados Unidos analizando junto con Tatiana la situación del país que, después de casi seis meses de lucha, no lograban liberarlo del dominio vampírico bajo el cual lo mantenía Nina Rosewood, quien demostró ser un enemigo formidable.
Por tanto, la dirección de la organización recayó sobre ella.
Lo que la tenía bajo estrés era el tema de los supravampiros. No todos habían muerto a manos de la vampiresa norteamericana, quedaba un grupo vivo en las islas volcánicas y la cazadora no quería saber nada de ellos.
Eran una nueva especie creada en un laboratorio, con reacciones impredecibles. ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Matarlos evitando pensar en ellos como seres con consciencia? ¿O dejarlos vivos, pero bajo custodia, encerrados semejantes a animales de experimentación? ¿O soltarlos, asumir que eran una especie digna de vivir y permitir que evolucionaran libremente? Sea cual fuera la decisión tomada, tendrían que lidiar con las consecuencias.
Karan quería acabar con ellos, la división médica, incluyendo al vampiro enviado de Katherina Lynch, deseaba conservarlos para analizarlos y ella no sabía qué decidir.
En consecuencia, esa tarde luego de dejar en orden todo lo relacionado con los cazadores, como por ejemplo organizar las delegaciones que irían a reforzar en Estados Unidos y en Italia y el nuevo programa de entrenamiento que ella y Karan habían diseñado para los cazadores de tercer rango que recién iniciaban, se machacó por horas en el gimnasio intentando aliviar la tensión.
Después de algunos kilómetros de recorrido se incorporó a la autopista y aceleró. La velocidad a parte del ejercicio era otra de las cosas que la relajaban. Condujo hasta la salida que daba a Magnolia central, donde estaba su nueva vivienda.
Una de las acciones que Karan tomó al encargarse de la jefatura, fue destinar un sueldo a cada cazador proveniente de los fondos que obtenían de todos los países y organizaciones que contribuían a mantener La Orden. Por eso, después de algunos meses, Amaya pudo adquirir un hermoso departamento que milagrosamente estaba en remate y que por casualidad quedaba cerca de La Fortaleza.
Sospechaba que Ryu tenía que ver en el asunto, pero como el departamento la sedujo en cuanto lo vio, dejó pasar el asunto y se quedó con él. Para ella fue toda una experiencia tener algo propio, así como vivir sola. Nunca lo había hecho, siempre vivió en las instalaciones de los cazadores y luego por temporadas lo hizo con Ryu.
Tener su propio departamento, un sueldo, pagar sus cuentas, la hacía sentirse independiente, en control de su vida lo cual le encantaba. Aceleró cerca de la calle donde estaba el pequeño conjunto residencial soñando en prepararse un baño de agua tibia y sales aromáticas. De repente la imagen de Ryu se cruzó en su mente.
«Sería bueno compartir ese baño con él.»
Llevaba días sin ver al vampiro, metida de lleno en sus obligaciones en La Orden y ya lo extrañaba. Sonrió pensando en llamarlo al llegar al departamento.
Ya en el parqueadero del pequeño edificio de solo cinco pisos, desmontó la motocicleta y dejó el casco en el sillín.
Subió en el ascensor que se abrió en el segundo piso. Había solo dos apartamentos por piso, el vecino al suyo se mantenía sin habitar. Mientras el de ella lo adquirió a precio de remate, el otro no conseguía comprador y permanecía desocupado. Esa era otra de las sospechosas peculiaridades que rodeaban la adquisición de su vivienda.
Avanzó con lentitud. Ya desde el ascensor percibió sonidos y un aroma no habitual proveniente de su departamento. Desenvainó a Gisli y caminó casi sin hacer ruido agarrando fuertemente la espada con ambas manos.
Con la mano derecha giró el picaporte, la puerta se abrió sin mayor resistencia. El aroma y los sonidos extraños la envolvieron de inmediato.
Se adentró en la cocina, había alguien allí. Con un rápido movimiento apoyó el filo de la espada en el cuello del intruso.
—¡No te muevas, vampiro! —siseó pegando su cuerpo a la espalda del intruso — o aquí mismo se acaba tu vida.
El extraño sonrió, con voz baja pero profunda dijo:
—Me encantaría ver como haces eso...cazadora.
Con velocidad sobrehumana, el intruso colocó una mano sobre la de Amaya que sostenía la espada y la alejó de su cuello, la pierna del vampiro se movió hasta chocar con el pie de ella y le hizo una zancadilla. Amaya cayó de espaldas en el suelo de cerámica de la amplia cocina.
El vampiro se colocó sobre ella y sujetó sus muñecas por encima de la cabeza, acercó su rostro al de ella, tan cerca que podía sentir su aliento y ver las vetas que coloreaban sus iris. Sonrió cínico y al oído le dijo:
—¿Qué decías que me harías?
Amaya achicó los ojos mientras veía la odiosa sonrisa de suficiencia en el rostro de él. Tomó impulso con sus piernas y los giró a ambos quedando ahora a horcajadas encima del vampiro. Cuando iba a contestarle algo mordaz arrugó la nariz.
—¿Qué huele así?
Ryu se levantó de golpe haciéndola caer.
—La salsa, se está quemando.
Amaya se levantó y lo miró con una gran sonrisa. El vampiro llevaba una camisa blanca arremangada hasta los codos con unos cuantos botones abiertos en el pecho. Sobre el pantalón negro, atado en la cintura tenía un delantal del mismo color. Tomó un cucharón de goma y comenzó a remover en una gran sartén.
La cazadora se le acercó por detrás para echar un vistazo por encima de su hombro a lo que el vampiro hacía en la estufa.
A fuego lento se cocinaba una cremosa salsa blanca en la que sobresalían trozos de rosados camarones. Al lado, una gran olla hervía con tallarines, y desparramados en el mesón de la cocina había un ramillete de ciboulette a medio cortar y algunas especies en frasquitos de vidrio. A Amaya se le hizo agua la boca con el olor. De hecho, el estómago comenzó a rugirle desde que salió del ascensor y percibió el delicioso aroma de la comida en el pasillo de afuera.
—¿Qué haces aquí?
Ryu volteó sobre su hombro y le lanzó una rápida mirada.
—Si Mahoma no va a la montaña... Por favor querida, baja los tallarines y escúrrelos.
Amaya se lo quedó mirando un momento como si le hubiese pedido que decapitara a Zahyr.
—Traje un colador, está en ese cajón —le dijo él adivinando el motivo de por qué ella no se movía —. No tienes muchos implementos de cocina ¿sabes?
—No sé cocinar —masculló ella echando los tallarines en el colador para escurrirlos— y creí que lo único tú sabías hacer era sopa.
Ryu se rio y se giró quedando frente a ella. Colocó sus manos en la cintura de la cazadora y la acercó para darle un apasionado beso en la boca. Saboreándose los labios luego de terminar el beso dijo:
—Es así mi hermosa flor, pero ¿para qué existe youtube? —le dijo mostrándole un video en el móvil que permanecía en una base en el mesón de la cocina.
Ella se rio y se pegó más a su cuerpo abrazándolo con fuerza.
—Ahora veremos que tal es la receta que subió el cheff Di Maggio en su canal de cocina. ¿Por qué no te quitas ese incómodo traje mientras yo sirvo estos deliciosos "tallarines a la florentina en salsa de vino blanco"?
Amaya asintió y se fue directo a su habitación. En el trayecto desde La Orden a su casa pensó en darse un largo baño, pero ahora que Ryu estaba afuera y le había preparado la cena, tal vez ese largo baño podría esperar.
Se quitó el traje negro de poliamidas y se duchó de prisa. Se vistió con ropa cómoda: jeans y camiseta de tirantes negra y salió descalza. Cuando llegó a la sala, en la mesa del comedor ya estaba servida la cena en hermosos platos de fina porcelana que no eran suyos. Había vino blanco servido en copas de cristal.
Amaya sonrío acercándose a la mesa que afortunadamente sí le pertenecía. Ryu esperaba de pie cual elegante sirviente, todavía con el mandil en la cintura, al lado de la silla, la rodó para ella y después se quitó el delantal y se sentó a su lado.
—¡Me sorprendes!
—Eso es bueno —dio él dejando entrever los colmillos al sonreír. Con un gesto de la mano le indicó que probara la comida que había hecho.
Lucía deliciosa y olía aún mejor. La cazadora tomó el tenedor y enrolló una porción de tallarines cubiertos de la espesa salsa blanca y lo llevó a la boca. Masticó, cerró los ojos y tragó. La consistencia era perfecta, cremosa en su boca, con camarones firmes y algo crujientes, el problema era...
—¡Está horriblemente salado! —exclamó Ryu —Lo siento mucho querida, ese cheff Di Maggio es un inútil, cocina demasiado salado. Llenaré su canal de "no me gusta", ya mismo le dejaré un comentario diciendo lo espantosa e incomible que es su receta. ¡Ha arruinado nuestra cena!
Amaya lo miró impávida. Sin duda la receta estaba bien, lo malo es que a su amado príncipe se le fue la malo en el paso de "sal al gusto". Se rio en sus adentros de su conducta, él jamás admitiría que era su error. ¡Pobre cheff!
Se levantó y caminó hasta él para quitarle el móvil de las manos.
Ryu la miró sorprendido cuando ella se sentó en sus piernas. Al oído la cazadora le susurró:
—¡Gracias por la cena!
Ella sabía que el deseo y el anhelo que sentía se filtraba en su mirada al verlo. Ryu no necesitó de mucho, le envolvió el talle con los brazos y la besó con pasión. De pronto otro tipo de hambre se despertó en ella.
Deslizó las manos por la camisa entreabierta hasta llegar al pecho torneado. Tocó la piel suave y lisa como seda. Tenía casi una semana sin estar íntimamente con él y todo el deseo y la tensión acumulada explotaban como un volcán. Siempre tenía miedo de lo que sentía por Ryu, justo como ahora, miedo de que la pasión arrasara con todo y solo quedara de ella un montón de cenizas al viento.
El vampiro le quitó la camiseta sin dejar de besarla. Su boca era una araña desenfrenada que correteaba de la boca al cuello y de este al hombro dejando pequeños mordiscos en el camino. Las manos de él le quemaban. Tanto tiempo separados estaba haciendo estragos en ella.
De pronto sintió como la cargó sin apartar los labios de los suyos y la acostó en una gran alfombra que tampoco había visto antes y en la que su cuerpo se hundió unos centímetros. Su apartamento era espacioso, pero ella aún no lo amueblaba. Tenía lo indispensable: una mesa, cuatro sillas, la cama. Hace dos días cuando se fue a La Orden, no existía en su salón una mullida alfombra de lana, ni el sistema de sonido del cual se dio cuenta sonaba música suave, mucho menos lujosas vajillas o cristalería, ni utensilios de cocina.
Suspiró rodeando las piernas en la cintura del vampiro que la había desnudado completa. Tenía la impresión que solo quedarían sus huesos después de esa noche, tal vez ni eso, quizás luego de devorarla entera él se de a la tarea de también chupar su esqueleto.
Volvió a suspirar y ahora fue ella quien le mordió el cuello y lamió la piel de esa hermosa mejilla. Sí, ella también quería probar que había bajo la hermosa y elegante cubierta. Deseaba que la sonrisa de suficiencia del vampiro fuera sustituida por la sorpresa, por el agobio de la pasión, que su ceño se frunciera en el desespero de un clímax largamente añorado y que sus ojos violetas la miraran presas del tormento, igual como lo sentía ella.
Los colmillos se clavaron en su cuello. El clímax llegaba, tal como había temido para arrasar su existencia y en ese momento todo dejo de ser. El salón se desdibujó, la música se apagó, lo único que existía era un arcoíris de brillantes estrellas y su cuerpo que de un momento a otro se transformó en agua hirviente, fundido con aquel no tan distinto a ella misma.
Poco a poco regresó la realidad. Sus ojos se abrieron para mirar el techo y el foco sin lámpara. Su mano acarició la espalda cubierta de sudor del vampiro que yacía sobre ella. Suspiró y mordió el lóbulo de su oreja. Ryu dio un respingo y se incorporó para darle un corto beso en los labios, luego le preguntó:
—¿Pedimos pizza? ¡Seguro será mejor que los tallarines del cheff Di Maggio!
Ella sonrió y volvió a besarlo con pasión ardiente. Pizza era una buena elección.
Hola mis amados lectores. He decidido trasladar todos los extras de la novela a este libro de curiosidades.
El nombre "Di Maggio" lo tomé prestado de una excelente novela "La Entrega" de la talentosa
En ella "Di Maggio" no es un cheff sino alguien oscuro y enigmático, un personaje con muchos matices que no les decepcionará conocer.
El tema de un nuevo departamento para Amaya me lo sugirió una amiga lectora que me dijo algo así como que esperaba que ella siguiera su propio camino y me pareció que tenía razón
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