EXTRA: El cumpleaños del príncipe (III/V)

ADVERTENCIA: Contiene escenas de sexo explícito. Las colocaré en negritas por si decides saltarla.

Un poco antes del anochecer, Ryu abrió los ojos, solo en su enorme cama. Todavía podía sentir el aroma de Amaya impregnando la almohada a su lado. Sonrió para sí al recordarla, curiosa durante la cena, escuchando sobre sus regalos.

Hubiese deseado despertar y encontrarla.

Ryu entendía su negativa a vivir con él, la necesidad de afianzarse, de sentirse en control de su vida, pero cada vez más la necesitaba a ella y la separación se le hacía difícil de tolerar.

Se levantó y se dirigió al baño. Se dio una ducha rápida y fría, quería terminar pronto sus obligaciones y darle a Amaya una sorpresa en su departamento.

Tal como era su deseo, A las once de la noche Ryu estacionaba en el parqueadero del pequeño y exclusivo edificio donde vivía la cazadora. A esa hora el lugar debería estar desierto, sin embargo, algo llamó la atención del vampiro.

Cuando bajó de su auto, de soslayo miró a un hombre joven dirigirse al suyo. No le habría prestado mayor atención, excepto porque captó un nombre proviniendo de la mente de este: «Amaya. Es sumamente hermosa.»

El rostro del vampiro de inmediato se dirigió al dueño del pensamiento, pero el hombre ya arrancaba su auto, no alcanzó a saber quién era o qué tenía que ver con la cazadora.

Ryu arrugó el ceño mientras caminaba al elevador.

¿Quién era ese hombre?

¿De dónde conocía a Amaya?

¿Por qué estaba allí?

¿Un cazador?

Cuando captó el pensamiento del extraño no sintió agresividad en él, más bien estaba envuelto en la admiración, así que descartó fuese un atacante, pero le intrigaba saber quién era y porqué visitaba a su novia en su casa.

Antes de tocar el timbre relajó el ceño. En la mano llevaba una botella de espumante.

—Olvidaste alg... ¡Ryu! —Se sorprendió Amaya de verlo.

—Disculpa que no llamara, quería darte una sorpresa —le dijo el vampiro sin dejar de notar como la cazadora palidecía ligeramente. Podía escuchar los latidos de su corazón acelerarse— ¿Puedo? —preguntó él señalando el interior del departamento.

Amaya se remojó los labios, poco a poco el color volvió a su rostro.

—¿Ah? Sí, claro. No te esperaba. Está todo un poco desordenado.

El vampiro le dirigió una rápida mirada a su novia, una fina capa de sudor cubría su rostro e incluso mojaba su camisa en el pecho, tenía el cabello atado sin mucho cuidado en un moño y algunos mechones rubios escapaban de él.

Mientras le entregaba la botella, Ryu inspeccionó la sala. Los muebles habían cambiado de posición, estaban contra la pared dejando un amplio espacio en el centro de la habitación, el sistema de sonido encendido reproducía un ritmo caribeño, en una mesita se encontraban dos vasos.

—¿Redecorando? —preguntó Ryu, notando cómo Amaya de nuevo se ponía nerviosa.

—¿Qué? ¡Ah, no!... Estaba... Limpiando. Realmente no te esperaba —dijo ella más tranquila, caminando a la cocina para refrigeran el vino—. Ni siquiera me he bañado. —Al darse la vuelta se encontró a Ryu, tan cerca que fue imposible no chocar con él, el vampiro de inmediato la apresó en sus brazos.

—No encuentro problema en eso.

Amaya sonrió al sentir como él recorría su cuello con su nariz y sus manos acariciaban su cintura y caderas. En poco tiempo el calor de la pasión la abrasaba.

—Ryu, por favor —suplicó ella entre gemidos—, estoy muy sudada.

—Hum sí, le da un delicioso sabor a tu piel.

Amaya se separó ligeramente, con una ceja enarcada replicó:

—¿Vas a comerme?

El vampiro la miró con intensidad, la levantó, se la echó sobre su hombro como si se tratara de un costal y avanzó con ella hacia el baño.

—¡¿Qué haces?! ¡Bájame!

—Tu querías bañarte, ¿no?

—Sí, pero...

Ryu la depositó en el suelo y comenzó a llenar la tina de agua tibia. Mientras la bañera se llenaba, retornó a abrazarla y besarla. Poco a poco retiró las prendas húmedas de sudor. Pronto, Amaya se encontró deseando refrescar su piel con el agua.

—Ahora sí, a bañarte.

El vampiro la ayudó a entrar en la tina.

—¿No vendrás?

Ryu se mantenía afuera, todavía vestido, contemplándola. Una media sonrisa elevó una de sus comisuras, se sentó en el borde y empezó a humedecer sus hombros con el agua que tomaba en sus manos.

—Primero a bañarte, luego sazonarte y después... —Acompañó sus palabras con un húmedo beso en el cuello—. Comerte.

Dentro de la bañera Amaya temblaba sintiendo como las manos de él recorrían su piel en su afán de "enjabonarla". Dos dedos traviesos irrumpieron en su intimidad y la hicieron gemir con fuerza, la cabeza de la cazadora cayó hacia atrás con los ojos fuertemente cerrados, mientras, después de lavarla, Ryu se encargaba de "sazonarla".

Sintió como sus rodillas se separaban, los músculos de sus muslos se contraían, la garganta se le secaba producto de los gemidos que no abandonaban sus labios. Aquellos dedos continuaban su labor mientras la palma se apoyaba aumentando las sensaciones.

Y de pronto la vorágine cesó.

Con la respiración desacompasada, Amaya abrió los ojos para encontrarse la estampa del vampiro mirándola con una intensidad aterradora. El deseo la envolvió con fuerza. Los dedos mojados de Ryu desabotonaban su camisa blanca humedeciéndola en el proceso. El pecho de músculos torneados quedó expuesto. Ella se remojó los labios sintiéndolos ardientes. Sus ojos descendieron hasta el cinturón que empezaba a desabrochar, podía notar la abultada excitación luchando por liberarse. Su corazón latía desesperado, el deseo y la lujuria la tenían prisionera. Quería tomar la mano de Ryu y sumergirlo de una buena vez en la bañera, quería sentirlo moviéndose dentro de ella.

Con desesperante lentitud, Ryu entró en la tina. Los ojos violetas fijos en los suyos que sentía llorosos, el sexo le palpitaba después de que él, tan hábilmente la estimulara. Amaya sentía que no podía más, se derretía a fuego lento. Lo atrajo hacia sí, hacia su cuello, los labios fríos danzaron por sobre su piel, descendieron por la clavícula y se cerraron alrededor de sus pezones, rojos y erguidos. La boca del vampiro comenzó a succionar la sensible porción de sus pechos, desencadenando corrientes que lo único que hacían era encenderla todavía más. Amaya sentía como todo lo que Ryu hacía se concentraba en una sola parte de su anatomía, esa, donde todo era líquido hirviente, palpitante, deseoso de ser profanado de una buena vez.

Se arrodilló frente a él y tomó en sus manos aquella dura y gruesa porción del cuerpo del vampiro. Entre sus dedos sintió resbalar la piel caliente y sedosa mientras él dejaba salir gruñidos como cuentas de rosario. Una de las manos de Amaya acariciaba de arriba abajo, intercalando apretones, mientras la otra se desplazaba por su pecho, a esta la acompañaba la boca de la cazadora que besaba tanto como lamía y mordía. Antes de que ella pudiera continuar con la placentera labor, Ryu la giró dejándola de espaldas a él. De un solo movimiento tomó sus caderas y se enterró profundamente dentro de ella. Los ojos de la joven guerrera se abrieron, su boca se abrió, mientras su sexo dispuesto celebró la intromisión.

Lo único que quería era cabalgar con fuerza sobre él y de una vez calmar el ardor que quemaba sus entrañas, que él con sus dedos desencadenó, pero el vampiro tenía otros planes.

No dejó que se moviera. Le abrió cuanto pudo las piernas, apartó el cabello rubio a un lado y empezó a besarle el hombro descubierto y la porción superior de la espalda mientras una mano apretaba suavemente el pecho izquierdo y los dedos de la otra de nuevo toqueteaban su clítoris abultado.

Ella echó la cabeza hacia atrás apoyándola en al hombro de Ryu, entregándose a la sensación de sentirlo latiendo dentro, mientras sus manos le daban placer. La respiración le faltaba, quería moverse, llegar al clímax, terminar de una vez la tortura, pero él no la dejaba.

Ryu la sintió tensarse, cómo después sus músculos se contrajeron a su alrededor, Amaya gemía enloquecida cuando el orgasmo la alcanzó, entonces él tomó su cintura y la hizo subir y descender sobre su miembro resbaloso. La sensación de su interior cálido, succionando, contrayéndose alrededor de su pene era enloquecedora. Los colmillos crecieron en su boca, las manos las sentía tensas, cual garras y como siempre, deseó destrozarla. Con más fuerza la hizo cabalgar sobre él, mientras intentaba entregarse al placer y contener al mismo tiempo el deseo de morderla y sorberle hasta la última gota de su deliciosa sangre. No lo haría porque cada vez estaba menos seguro de poder contenerse.

Sentía el cuerpo tenso de su amada cazadora mientras su miembro cada vez se tornaba más duro. Mordió suavemente su hombro, lamió el centro de su espalda y de nuevo empezó a masturbarla sin evitar que ella lo cabalgara. Amaya empezó a gemir de nuevo. La deseaba. Quería retrasar lo más que pudiera su orgasmo, seguir sintiéndola desinhibida, enloquecida por él.

Cuando las manos de Ryu volvieron a masajear su sexo luego del primer orgasmo, Amaya tuvo problemas para mantenerse consciente. Lo único que podía hacer era sentir la vara dura que tenía enterrada y que la horadaba por dentro, desencadenando rítmicas oleadas de intenso placer y los dedos que se paseaban en su entrepierna, reforzando la sensación. Separó las piernas cuanto pudo y se abandonó a él.

Tomaba bocanadas de aire con la cabeza apoyada en su hombro. Abrió los ojos, el exterior era de un blanco brillante, poco a poco los colores volvieron y ella tomó consciencia de donde estaba. Aún Ryu latía semi erecto en su interior. ¿Cuántos orgasmos tuvo? ¿Cuánto duró aquello? ¿En qué momento perdió la consciencia?

—Hola —le escuchó decir a Ryu con voz ronca—. Bienvenida de regreso.

—Lo siento.

Ryu se inclinó hacia adelante para mirarle el rostro, ella aún se encontraba sentada de espaldas a él.

—¿Por qué te disculpas?

Amaya se ruborizó.

—Es que no sé muy bien...qué sucedió al final.

Ryu dejó escapar una suave risa, luego le besó el hombro.

—Al final la chica buena se queda con el malo, que con ella siempre será bueno.

—Tonto.

—Esto cada vez se pone mejor, ¿no crees? —le dijo él dejándola caer suavemente en sus brazos para darle un corto beso en los labios.

Ambos terminaron de asearse y mientras se vestían, Ryu, de manera casual, hizo la pregunta que desde que llegó al departamento tenía atascada en la garganta.

—Por cierto, querida, ¿recibiste alguna visita antes de que yo llegara?

—¿Una visita? —preguntó a su vez Amaya, desconcertada.

—Sí, —Los dedos abotonaban su camisa blanca—, un hombre joven.

El vampiro de soslayo vio el rostro de ella palidecer ligeramente.

Amaya le dirigió una rápida mirada al escuchar la pregunta. Ryu parecía tranquilo, pero a pesar de eso pensó que no tendría caso negarle lo que él ya sabía.

—Ah, sí. Era... Era un representante de ventas.

—¿Un representante de ventas? ¿Y qué vende a las once de la noche? —Ryu trataba de aparentar calma, pero percibía el corazón de ella acelerarse por sus preguntas. ¿Qué le ocultaba?

—¿Ah? Pues... Productos de limpieza. Ya sabes, quiero limpiar a fondo y esa compañía envió a su representante para asesorarme y cómo no tengo tiempo durante el día, amablemente enviaron a alguien por la noche.

Amaya salió del baño a la cocina, huyendo de sus preguntas. Esperaba que le creyera y no continuara el interrogatorio. Cuando Ryu llegó hasta ella seguía tranquilo, sus ojos amatistas brillaban pacíficos.

—¿Pedimos pizza?

La cazadora asintió, se relajó, tenía la certeza de que había logrado convencerlo con su explicación.

Ryu abrió el refrigerador y sacó el espumante, lo abrió mientras pensaba que ella le ocultaba algo. Le daba curiosidad qué sería, por qué inventaría esa historia de la limpieza. ¿Qué tramaba Amaya?

Él le acercó una copa con el vino, Amaya le miró con sus ojos azules algo dubitativos y Ryu tuvo la convicción de que le diría otra mentira.

—Por cierto, esta semana tendré bastante trabajo. Karan me ha pedido que analice los archivos de los supravampiros en las islas volcánicas.

—Puedo ayudarte con eso. —La copa de vino rozó sus labios pálidos.

Amaya negó con la cabeza.

—No es necesario, puedo hacerlo sola, no quiero sobrecargarte con mi trabajo, además estarás ocupado con la organización de tu fiesta.

—Pero la fiesta...

—No será mucho tiempo de todas formas, solo una semana.

Ryu desvió los ojos de los suyos, algo decepcionado. Decidió dejar el tema, lo menos que quería era agobiarla con su intromisión, sin embargo, sentía que algo no estaba bien en todo aquello. 

Continúa...

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