Capitulo XVIII: Rescate (II/II)
El albino levantó la hoja de su cimitarra para arremeter contra Amaya quien se movió justo a tiempo logrando evadir la estocada.
—¡Voy a matar a tu cazadora!
Amaya se movió más rápido que la filosa hoja plateada y evitó que esta le rebanara el cuello. Su espada estaba a unos metros de distancia y Zahyr todavía sostenía en la mano el dispositivo con el que controlaba el collar. El albino no se esperaba que ella pudiera emplear la psicoquinesis. Con un movimiento de su mano, le arrebató el mando a distancia y logró que este volara lejos del vampiro. Ahora podía respirar más tranquila.
Zahyr se enfureció al verse desprovisto del control del collar y arremetió con más fuerza hacia ella.
—¡Voy a cortarte en pedazos, maldita cazadora!
Phidias se abalanzó en la arena y tomó su espada. Giró en el aire y en un salto imposible, bloqueó la estocada que iba directo a la cabeza de Amaya. Ella se sorprendió al notar el poder con el que el jefe de operaciones de Ryu enfrentaba a Zahyr. Cuando chocaron ambos metales las chispas volaron, los dos eran muy fuertes. La esperanza volvió a su corazón al tenerlo luchando a su lado.
La chica aprovechó el momento y rodó sobre la blanca arena. Haciéndose de su espada se posicionó a su lado para ayudarlo con el vampiro de cabello platinado.
Los tres se movían veloces en la oscuridad. Apenas destellos rojizos del choque de las filosas hojas eran visibles, el sonido del metal reverberaba acallando incluso el ruido de las olas del mar de tan poderosas que eran las colisiones de las espadas. Phidias empleaba bastante fuerza en sus arremetidas contra Zahyr, pero, a pesar de ese poder, el albino era un poco más ágil.
Amaya solo era capaz de bloquear e intentar no perder de vista los rápidos movimientos de la espada del príncipe platinado. Una y otra vez giraba defendiéndose de las agresivas estocadas. La hoja plateada de Zahyr hizo un corte en su brazo derecho y el vampiro empezó a reír, feliz de verse superior a ella. Cada vez que él giraba intentaba asestarle, pero Phidias, hábilmente lo bloqueaba.
—¡Ya me cansé de ustedes! —gritó el albino.
De inmediato una onda opresiva se hizo presente. Amaya se llevó la mano al pecho incapaz de respirar, se inclinó un poco hacia adelante, trataba de no bajar la espada, pero sabía que su defensa había caído ante el poder de Zahyr. Abrió la boca desesperada, captando aire. A unos metros, Ryu yacía en la arena jadeando de dolor.
La espada enjoyada brilló contra la oscuridad de la noche. Amaya sintió que estaba perdida, no podía ni siquiera levantar el brazo para esquivar el ataque.
Cuando la hoja descendía, otra la bloqueó y la onda opresiva se interrumpió. La ex cazadora se enderezó con dificultad y miró sorprendida como Phidias, al frente de ella, luchaba contra Zahyr. A él no lo había afectado la onda opresiva del príncipe.
«Solo los vampiros antiguos son capaces de resistir ese poder. ¿Acaso Phidias es uno de ellos?» se preguntó ella, mirando perpleja todo el poder que desplegaba el segundo de Ryu en su encarnizada lucha contra Zahyr.
—¡Señorita, váyanse! —Le gritó él mirándola de soslayo, bloqueando la espada del rubio que, furioso, no le daba tregua.
Amaya dudó, no quería dejarlo solo enfrentándolo, pero ya se había dado cuenta de que Phidias era mucho más poderoso que ella y era poca su contribución al enfrentamiento. Miró a Ryu y se decidió. Lo ayudó a levantarse y empezó a correr con él ignorando sus protestas.
Habían avanzado varios metros cuando volteó para ver el enfrentamiento en la playa. Phidias, en un giro magistral logró hundir su espada en el pecho del albino. Ella sonrió viéndolo por fin derrotado, y continuó corriendo hasta el bote que ya empezaba a encender los motores.
Phidias corría detrás de ellos. Amaya y Ryu saltaron al bote, ella se volvió para esperar al lugarteniente y cuando le faltaba unos pocos metros para llegar, un brillo plateado iluminó la noche.
El terrible resplandor se posó en el cuello de Phidias.
El relámpago plateado que formó la espada de Zahyr en la oscura playa fue a parar en el cuello del fiel vampiro. La cabeza de cabello castaño rodó en la arena mientras su cuerpo permanecía unos segundos de pie antes de desplomarse dejando al descubierto al albino que los miraba con el rostro transfigurado por el odio.
Los ojos de Amaya se abrieron horrorizados mientras el bote aceleraba dejando en la arena el cadáver decapitado del segundo de Ryu.
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La ex cazadora miró la escena de la playa, estupefacta, desde la cubierta del bote. Ryu, a su lado, se derrumbó al ver morir a su lugarteniente. Él no lo pudo soportar más, se giró y vació su estómago por encima de la barandilla. Ryu se deslizó hasta quedar sentado en la cubierta con la frente apoyada en la barandilla.
Amaya, con lágrimas en los ojos se arrodilló frente a él y lo abrazó. El cuerpo helado del vampiro temblaba sin control.
—¡Lo siento tanto!
Ryu asintió. Mantenía las manos a los lados de su cuerpo, pero poco a poco fue cediendo, sus brazos la envolvieron y terminó abrazándola con fuerza. Hundió el rostro en su cuello, necesitaba sentir su calidez, tenerla allí era un bálsamo para su tragedia interior, ahora mismo él no era nada más que un despojo, un desecho. Sentía que todo lo que estaba sucediendo era su culpa. Como le dijo Vlad, culpa de su egolatría que no lo dejó ver quiénes eran los verdaderos enemigos y por esa misma ceguera, Phidias, quien llevaba siglos acompañándolo, su vampiro más leal, ahora estaba muerto.
Ella se congeló cuando sintió la humedad en su piel y en su oído el murmullo de su llanto. Las lágrimas escaparon también de sus ojos azules, era horrible sentirlo tan vulnerable. El cuerpo de Ryu temblaba llorando entre sus brazos. El arrogante vampiro que siempre le pareció invencible se estremecía, derrotado.
Poco a poco se fue calmando. Amaya se separó de él; acarició su pálido rostro lleno de heridas y moretones; limpió las lágrimas en las hundidas mejillas; besó suavemente sus labios y lo dejó apoyado en la cubierta. Entró al bote cabizbaja, necesitaba hablar con Miguel Blanco.
Adentro solo había cinco vampiros, los únicos sobrevivientes de la misión de rescate.
—¿Dónde está el señor Miguel? —le preguntó a uno de ellos. El vampiro negó con la cabeza—¿Qué sucede?
Amaya recordó que en la isla no pudo establecer contacto con él a través de los intercomunicadores cuando quiso pedirle que buscara a Lía. Ahora, al ver el rostro cabizbajo de ese vampiro temió lo peor.
—¡Si está en la isla debemos regresar por él! —le dijo apremiándolo para ir a la cabina y darle la orden al capitán del bote de volver— Ya sé que dijo que nos fuéramos en dos horas, pero no podemos dej...
El vampiro no la dejó continuar, con voz apesadumbrada le dio la terrible noticia:
—El señor Miguel...el príncipe Vlad, lo mató.
Amaya frunció el ceño.
—¡¿Lo mató?! ¿Cómo qué lo mató?
En su mente se negaba a esa idea, si Ryu sobrevivió a una espada en su pecho y Zahyr minutos antes también lo hizo, lo más probable es que Miguel Blanco, siendo uno de los líderes, lo hiciera de la misma forma. Él los había ayudado, era el único apoyo que tenía Ryu, no podía estar muerto. Era imposible que perdieran a dos valiosos amigos en la misma noche. El vampiro la miró a los ojos y le dijo sin preámbulo:
—¡Le cortó la cabeza!
Amaya se tambaleó.
¿Qué harían ahora? No tenían aliados ¿Cómo podrían enfrentarse a Vlad y Zahyr? Y estaban muy lejos de Aiskia, lejos del dominio de Ryu.
El príncipe llegó hasta ella cojeando y sosteniendo su costado, ¿había escuchado la terrible noticia? Ya no le quedaban aliados.
Amaya lo miró y la pena la invadió. No solo era su golpeado aspecto físico sino la derrota moral que dejaban ver sus ojos. Esos que antes eran tan confiados y arrogantes, ahora le parecían infinitamente tristes, vacíos. Él siempre fue su roca, su seguridad, la firmeza en medio de la tormenta, y ahora verlo derrotado le partía el alma. A pesar de todo el miedo y la incertidumbre que ella sentía, quería protegerlo, era el momento de que fuera su roca.
Se acercó a él y lo abrazó, cuando se separaron, ella acarició su rostro y lentamente unió su boca con la suya. Era el beso más triste que se habían dado jamás. Permanecieron unidos por lo que parecieron horas, hasta que finalmente Ryu se separó de ella.
Él miró su torso, ya sin el chaleco antibalas y fijó los ojos en los varios cortes que tenía en los brazos producto del enfrentamiento con Zahyr. Antes de que pudiera tocarlos, ella alejó el brazo.
—Estás herida —Sus palabras eran un reclamo.
Amaya negó con la cabeza.
—Ya están cicatrizando, son heridas menores.
El capitán del barco se les acercó interrumpiendo la conversación.
—Disculpen —El capitán se dirigió a Ryu con respeto después de hacerle una reverencia— ¿A dónde debemos ir?
Ambos se miraron. Era necesario regresar a Aiskia, pero en ese pequeño bote sería imposible hacerlo.
—A México —dijo Ryu sin dudar.
Amaya lo miró, no comprendía muy bien que harían allí de nuevo. Cuando el capitán se retiró, él le explicó con suavidad:
—Miguel ya no está, pero su clan aún me es fiel, necesito disponer de un avión para que regresemos a Aiskia.
Amaya asintió, al verlo más tranquilo se atrevió a preguntar:
—¿Qué fue lo que pasó, Ryu? ¿Cómo fue que Vlad y Zahyr te traicionaron?
Ryu se sentó, estaba débil y por primera vez en siglos experimentaba un terrible dolor de cabeza. Cerró los ojos con cansancio antes de hablar.
—¡El jodido de Dorian! ¡Él era el traidor! Fue él junto a Vlad y Zahyr quienes planificaron los ataques a los clanes haciendo parecer que eran cazadores, se robó este maldito collar y se lo dio a Vlad y a Zahyr, ellos lo modificaron y lo adaptaron para que funcionara en nosotros, los vampiros. Supongo que Dorian busca de hacerse con el control del clan. Lo más seguro es que tengamos que enfrentarnos a él al llegar a Aiskia.
Amaya lo miró algo atónita.
—¿Y Lía? ¿Dónde está ella? —Amaya dudó antes de continuar— ¿Crees que también te haya traicionado?
Los labios de Ryu temblaron. Su hermana era lo más doloroso de todo. Ella siempre fue su pilar y pensar que tal vez era parte del complot lo destrozaba. Muchas veces ella le dejó en claro que no estaba de acuerdo con oponerse al resto de los vampiros, era la esposa de Dorian y ambos tenían una relación sólida, ¿Sería posible que fingiera su secuestro, que estuviera de acuerdo con Dorian para destruirlo? Amaya habló sacándolo de sus cavilaciones, como si adivinara sus dudas internas dijo:
—No creo que ella haya sido parte de esto. Lía no me agrada, pero estoy segura de que te ama demasiado como para ponerte en riesgo por más pequeño que sea —titubeo, no quería decirlo, pero a la luz de los acontecimientos, era lo más probable— Es posible que ella...que esté muerta, Ryu.
El vampiro se estremeció ante sus palabras. Prefería creerla una traidora antes que muerta. De todas formas, al llegar a Aiskia se aclararían muchas cosas.
Para Amaya quedaban más asuntos por discutir como por ejemplo ¿cómo era posible que en Isla Valaquia hubiera tantos soldados vampiros? Tal parecía que Vlad y Zahyr contaban con un ejército. Era evidente que siempre apostaron a la guerra y solo fingieron estar de acuerdo en los planes de paz de Ryu. Ahora él solo tenía un puñado de vampiros, miembros de su clan, y después de la traición de Dorian no podían saber si continuarían siéndole fiel. Pero ahora la ex cazadora no quería agobiarlo más.
Amaya se le acercó y se sentó a su lado.
—Estás muy débil.
Ryu la vio tomar un vaso y un cuchillo, sus ojos se abrieron al verla abrirse la muñeca y dejar gotear su sangre en el vaso de cristal. Le habría gustado rechazarla, no beber su sangre, pero tal como estaba, le era imposible negarse. Tomó el vaso con manos temblorosas y bebió de él sintiendo el delicioso líquido escarlata refrescarle la garganta.
—Ahora descansa —le dijo ella viéndolo beber.
Durante el viaje, Amaya intentó de todas las formas posibles quitarle el collar sin resultados, por lo que él continuó herido y débil.
Sin embargo, al llegar a México entrada la madrugada, Ryu se mostró firme frente al clan de Miguel Blanco. Dio un sentido discurso sobre el noble vampiro, sobre su honor y bondad que hizo que a Amaya se le saltaran algunas lágrimas. Después nombró a uno de los hombres de confianza del fallecido líder como jefe del clan, pero permaneciendo bajo su control. Era evidente que Ryu conocía muy bien a los miembros de ese grupo.
Luego de las formalidades, ambos hicieron los arreglos necesarios para salir la noche siguiente en un vuelo hasta Aiskia. A pesar del caos que la mayor parte del mundo vivía, América Latina se mantenía ajena al mismo, pues Miguel Blanco antes de partir a isla Valaquia había dado la orden de no atacar humanos y Ryu la ratificó durante su discurso.
Ryu confiaba en la gente de ese clan, pero Amaya, después de todo lo que había pasado no podía hacerlo tan fácilmente. Mientras él dormía y recuperaba fuerzas, ella se mantuvo despierta con Gisli desenvainada muy cerca, vigilando.
Lo que vendría ahora sería una difícil y encarnizada contienda, necesitaban ayuda y mucha. Se mordió el labio inferior, tomó el celular y marcó el número que se sabía de memoria. Era hora de crear las alianzas para poder revertir el curso de esa guerra.
El avión aterrizó ocho horas después en una pista privada en Pries. Cuando descendieron, Karan y otra cazadora los esperaban.
Ryu volteó a ver a Amaya, desconcertado. Ella no estaba segura si él aceptaría su plan, después de todo parecía que su amigo cazador no le caía muy bien al príncipe, así que en el avión prefirió no contarle nada de la llamada que hizo mientras él dormía.
—¿" El cazadorcito"?
Ella rodó los ojos antes de asentir rogando internamente porque Karan no lo hubiese escuchado, no tenía ánimos de mediar en enfrentamientos pueriles.
—Aquí está lo que me pediste —le dijo el cazador entregándole un bolso de microfibra y las llaves de una de las dos motocicletas a su espalda—. Ya hablé con él y te estará esperando. No puedo ir contigo, si desaparezco por mucho tiempo sospecharán, ya es bastante arriesgado estar aquí. Te llamaré luego para vernos y afinar los detalles.
Amaya asintió notando como su amigo ignoraba deliberadamente a Ryu mientras este le dirigía una intensa mirada. Sin duda él no entendía que hacía Karan allí. De pronto el cazador lo miró y ella temió que empezaran a discutir.
—Es una suerte que ella esté de tu lado, vampiro, sino ya estarías muerto.
Ryu lo miró, mordaz.
—Sé la suerte que tengo —le dijo entre dientes, pero luego sonrió de lado antes de agregar—. Gracias por ayudarnos.
Karan solo asintió, subió a su motocicleta y arrancó llevando detrás a la otra cazadora.
Ya solos en la pista, Amaya le dio uno de los cascos a Ryu y se colocó el suyo sintiendo de nuevo la mirada interrogante de él.
—Estás muy misteriosa, ¿no piensas contarme lo que planeas?
Ella subió a la motocicleta y la arrancó rápidamente.
—Es mi turno ahora de protegerte. Confía en mí.
Ryu la miró con curiosidad, le dedicó una cálida sonrisa y subió detrás de ella envolviendo sus manos en la delgada cintura. Juntos enrumbaron por la carretera hacia la costa.
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