3

David Samford

¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Quién? Mil preguntas sin respuesta rondan por mi cabeza como si de peonzas se trataran. ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Cómo hemos acabado metidos en esto? ¿Qué va a pasar ahora? ¿Y si nos incriminan? ¿Y si terminamos en la cárcel?

El corazón me va a mil, me tiemblan los dedos y siento el bombeo constante de sangre hacia mi cabeza, el dolor es insoportable. Lo único que deseo es regresar a casa, llevo demasiado tiempo en esta sala yo solo, esperando a saber algo de lo sucedido. Me han pedido que espere pacientemente mientras hablan con mis amigos, pero no puedo sentirme tranquilo mientras no me llegue ningún tipo de información. Papá y mamá deben de estar tirándose de los pelos, no he podido llamarles y dudo que ellos sepan que estoy aquí. Y cuando les vea no voy a saber cómo mirarles a los ojos, ellos no criaron a un criminal.

El agua de la botella que me han servido se balancea con cada pequeño toque que mis manos nerviosas dan a la mesa, el aire es sofocante y el silencio ininterrumpido. A través de la ventana se empiezan a presenciar los primeros rayos solares del día, que se cuelan entre los edificios y entran a la sala. Pronto los tendré encima de mis ojos si no me muevo un poco. El reloj sigue avanzando, mi respiración no deja de agitarse, mis dedos siguen temblando. Levanto en seguida la vista hacia la puerta.

—Yo no he sido, lo juro —pronuncio al instante que oigo como la puerta de la sala se abre. El hombre me mira algo asombrado, y cuando se recupera, camina hacia mí.

—Oye, tranquilo —toma asiento delante de mí— Nadie va a matarte, no es el fin del mundo.

—No quiero ir al trullo —contengo las ganas de salir corriendo.

—No vas a ir al trullo si de verdad dices ser inocente —deja con desgana las hojas de papel que lleva consigo sobre la mesa. En ellas hay cosas escritas. Soy capaz de leer el nombre de mis amigos entre las muchas otras palabras— Tú debes de ser David Samford.

—Sí, señor.

—Ya me han puesto al día, supuestamente anoche te encontraste con el coche que conducía tu amigo Joseph, que además iba cargado con tu otro amigo Caleb y dos de los tipos del otro grupo. ¿Puede ser?

—Así fue.

—¿Qué estabas haciendo tú en ese callejón a esas horas de la mañana, exactamente? —su mirada acusadora no se despega de mí.

—Tra-trabajo allí, en el restaurante de enfrente —respondo de forma rápida, trabándome en el intento. Respiro para relajarme— El caso es que ya íbamos a cerrar, y lo último que me quedaba por hacer era sacar la basura por la puerta trasera. Allí es donde me encontré con uno de ellos, y más tarde con el coche.

—¿Le conoces de algo?

—¿A ese? Para nada —hablo ya con algo más de calma, a pesar de él tener la mirada posada en mí— De todas formas iba muy cubierto de ropa, no hubiera sido capaz de reconocerle ni aunque nos conocieramos.

Él anotó la información en los papeles, pudiendo ver como esa vez era mi nombre el que los decoraba.

—En ese caso, cúentame más detalles de lo que sucedió, quiero saberlo todo-cruzó los dedos de sus manos, y torciendo su mirada, me examinó de nuevo.

━━━━━━━━◇◆◇━━━━━━━━

Esa noche mi turno se había extendido mucho más de lo normal. Hasta las tres de la mañana para ser exactos. Resulta que un conocido del dueño quería celebrar una despedida de soltero en el restaurante, y como el novato que yo era en el local me pusieron ese turno, casualmente el que nadie quería hacer. Mis padres estaban alerta de ello, así que no había de lo que preocuparse. Solo se iba a hacer aburrido, nada más.

Les serví la comida y bebidas en el momento de su llegada, y el resto de la noche la pasé recogiendo su suciedad y sirviéndoles más alcohol, como si no llevaran suficiente en sangre ya. A veces me escondía en la cocina con la excusa de que tenía que lavar los platos, pero tuve que aguantar su jaleo la mayor parte del tiempo. Cuando se marcharon finalmente terminamos de recoger y nos preparamos para regresar a casa de una vez.

—Que noche más larga —dijo la cocinera que me acompañó durante esas horas— Ve a tirar la basura, ¿quieres?

—En seguida —tomé la bolsa y me dirigí hacia la puerta trasera del local. No me apetecía demasiado charlar con ella. Era algo tosca con todo el mundo, y más conmigo que ahora el novato era yo y no ella. Se creía con el poder de mandarme solo por haber llegado unas semanas antes.

Abrí la puerta haciendo algo de fuerza, ya que se trababa por la vejez y el poco mantenimiento del lugar. Me aproximé a los cubos de la basura, y la eché con ganas. Cerré la tapa del cubo para sofocar el mal olor que desprendía, y al darme la vuelta para regresar algo llamó mi atención. Más bien alguien. No me había fijado en salir. Un tipo bien cubierto de ropa a pesar del calor apareció ante mis ojos.

Sus movimientos eran algo acelerados, miraba para todos lados y tecleaba constantemente en su teléfono móvil. Al cambiar mi peso a la otra pierna, esta efectuó un sonido ligero, pero audible en ese momento, que causó alerta en el sujeto. Este me miró por algunos segundos. Me sentí algo incómodo con ello.

—¿Qué miras, chaval? —dijo con la voz más ronca que jamás había escuchado. Seguramente por culpa del tabaco— ¿No te han enseñado modales en tu casa o qué?

—No, yo solo... —traté de excusarme.

—Lárgate anda, antes de que me enfade —me interrumpió con prisa. Algo se estaba cociendo allí, no había duda.

Chasqueé la lengua con fastidio. Odiaba que la gente no me respetara, y se lo hubiera hecho saber de no ser por el hecho de que quería regresar a casa tranquilamente esa noche. No me apetecía buscarme problemas innecesarios.

En eso que me dirigía a la puerta de vuelta al restaurante escuché el frenazo de un coche cercano, y tras eso un acelerón muy pronunciado, cada vez más próximo. Mis oídos no me engañaban, venía del este y se dirigía hacia aquí. El tipo también pareció percatarse, pues se puso más nervioso de lo que estaba, y rápidamente se acercó hacia mí, que me había detenido por un momento.

—¡Venga, tira para adentro! —me empujó hacia la puerta entreabierta como la había dejado.

—¡Oye! ¡Sueltame! —me defendí. No iba a permitir que me dominara de ese modo. Aún así siguió empujando, así que hundí mis uñas en su brazo dominante para que me soltara. Funcionó.

—Ahg —sacudió su brazo tras eso— Pequeño idiota.

Tras eso agarró mis dos brazos y me arrinconó en la pared, fulminándome con su mirada poco clara y apretando más su agarre. Le había hecho enfadar. Me invadió un sentimiento de peligro y miedo, y traté de liberarme moviéndome con rapidez. Vi como iba a hablar, pero un vehículo se adentró en el callejón y se detuvo delante nuestro. Los dos lo miramos expectantes.

De él se escucharon un par de gritos y forcejeos, y tras unos segundos, el copiloto salió del coche y expulsó a Joe de él, vovliendo a entrar. Mi expresión cambió al ver a mi amigo en esa situación, hasta que vi que en los asientos traseros sucedía lo mismo y echaban a Caleb de él también. El tipo que me sujetaba me soltó entonces y se acercó a los demás, tomando el asiento del conductor del vehículo.

—¡Eh! —Joe se levantó del suelo con rapidez— ¡Mi coche!

Caleb se levantó también y juntos abrieron la puerta de la derecha de este. Yo me acerqué para ayudarles en lo que fuera que estuviera sucediendo. Aún no sé cómo ni en que momento, pero recuerdo haber metido el brazo por la apertura y llevarme conmigo la llave del coche, evitando así que este fuera accionado. Las miradas de todos se posaron en mí, e intimidado me alejé unos pasos de allí.

Mi compañera entonces sacó la cabeza por la puerta para ver a qué venía todo ese ruido. Me miró asombrada por la escena.

—Llama a la policía —le susurré con miedo, temiéndome lo que pudiera pasarnos a partir de ese momento.

Ella asintió, y rápidamente se adentró en el local de nuevo con preocupación. Devolví mi mirada hacia delante, para ver que el hombre de antes se acercaba a mí realmente enfadado. Joe se interpuso en su camino y extendió su largo brazo para frenar su avance.

—Ni se te ocurra ponerle un dedo encima —dijo con un tono autoritario y seguro a pesar de lo que sucedía. Me invadió una sensación de alivio al ver el comportamiento protector de mi amigo, como siempre había sido.

—Que nos devuelva la llave, entonces —exigió a cambio el tipo, mirándole con superioridad.

—No, ya nos habéis llevado demsiado lejos —él replicó— Además, habéis prometido que nos dejaríais marchar cuando llegáramos. Salid de mi coche. Ahora.

—No sé qué te has creído, chaval, pero no vayas tan de sobrado con nosotros —le agarró el pecho de la camisa a Joe con fuerza, acercándole amenazantemente a él— Te lo diré una última vez. Devolvednos la llave del coche y largaos de nuestra vista. Dad las gracias que os dejemos marchar.

—... —Joe lanzó una mirada feroz que aún no soy capaz de describir.

Ambos se miraron por unos segundos en silencio, no cediendo ante las exigencias del otro. Cuando hubieron pasado veinte segundos, el mayor se dirigió a sus compañeros, y señaló mi posición.

—Cogedlo —les ordenó, y ambos se me acercaron con rapidez.

—¡No! —Joe le asestó un puñetazo al hombre, librándose de su agarre y viniendo hacia mí.

Ahora ya no podíamos excusarnos, habíamos iniciado el movimiento, el desastre era inminente.

Joe cubrió el paso de los otros dos hombres, y Caleb se acercó a él con rapidez. No hubo intercambio de palabras. Solo de golpes. Vi asustado como mis amigos se peleaban con esos tipos para evitar que me alcanzaran. Caleb me pidió que me marchara corriendo, pero mis piernas se encontraban completamente paralizadas ante lo que sucedía. El miedo nubló completamente mis pensamientos, y no era capaz de mover un músculo. «Ayúdales, deprisa» me decía a mí mismo, desesperado ante la escena «no seas cobarde».

No fue hasta que él cayó al suelo tras un golpe frío en su mandíbula que reaccioné.

—¡Joe! —asustado me arrodillé junto con él, tratando de ver si la herida era grave o solo había sido un susto. Aún así Joe parecía algo ausente en ese momento, pues no reaccionaba a ninguna de mis llamadas desesperadas.

Caleb fue el siguiente en aterrizar en el duro suelo, cubriendo su cabeza mientras una llovizna de empujones y patadas caía sobre su cuerpo indefenso. El terror se adentró en lo más profundo de mi cabeza, y tratando de retener mis lágrimas al ver a mis amigos sufrir de ese modo finalmente pude levantarme y reaccionar como tendría que haber hecho mucho antes.

—¡Basta! ¡Por favor! —los hombres me miraron, dejando en paz a Caleb y centrando toda su atención en mí—Llevaros el coche, lo que queráis. Pero por favor, no les hagáis más daño —dijo mi voz temblorosa, sorprendida de que a mí no me hubiera sucedido nada aún.

—Ellos lo han querido —habló el que parecía ser el cerebro de los tres, el mismo que había recibido un puñetazo de Joe y me había acorralado hacía unos minutos.

—Se estaban defendiendo —rectifiqué su acusación, y un par le lágrimas encontraron el camino de salida en mis ojos— Marchaos, por favor.

Él se acercó a mí. Le tendí la llave que aún permanecía en mi posesión, y tras tomarla dio media vuelta. Los demás le siguieron, abriendo las puertas del coche y subiendo en él. La respiración me iba aún a mil cuando el motor se encendió, junto con las luces. Pero el coche no se movía de sitio. No le di mucha importancia al hecho. No hasta que una luz azul eléctrico invadió el lugar, y con ella los gritos y órdenes de los agentes de la policía.

Gracias a dios aparecieron antes de que los matones se largaran, y rápidamente se ocuparon de ellos. Entonces se acercaron a nosotros, y comprobando nuestro estado, también nos hicieron entrar en el furgón, no estando seguros de lo que había sucedido en los últimos minutos.
Tuve miedo, mucho, pero pensé que lo mejor sería no resistirse y dejar que sentenciaran la situación como expertos que eran.

De todas formas, nosotros no habíamos hecho nada malo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top