Ya es un poco tarde
https://youtu.be/jKIEUdAMtrQ
Aún te amo, Hope, es solo que... a ella la amo más. No eres tú, soy yo, jamás podré ser lo suficientemente bueno para ti. Jamás seré el hombre que mereces, lo intenté, créeme que lo hice, pero no puedo luchar más. Estoy enamorado de Rosalie, no sé cómo sucedió, simplemente pasó. Así es el amor, a veces dura y otras simplemente se acaba. Lo siento, espero me puedas perdonar, lo siento.
Y de esa manera, él derrumbó el futuro que habíamos estado planeando. Con esas palabras me rompió el corazón. Yo no hablé, no tenía nada que decir. ¿Qué podía decir? Él ya había tomado una decisión. Quizás eso fue lo mejor, él no me amaba lo suficiente, se hubiera ido en cualquier momento. Nuestro amor no estaba destinado a funcionar. Pero cuando él me dejó me pregunté en ese momento ¿A dónde se fue el amor? ¿Acaso se evaporó? No, el amor simplemente no desaparece en un instante. Así que llegué a la conclusión que quizás él no me amaba como decía hacerlo, quizás solo le gustaba mucho, disfrutaba de mi compañía y confundió eso con amor.
A veces nos pasa, a veces confundimos muchas cosas con amor. Rosalie no es muy diferente a mí físicamente, yo incluso soy más bonita, pero no para él, para Emmanuel no hay nadie más bonito que Rosalie, veo la forma en que la mira, él solía mirarme a mí así, solía reírse de mis chistes como se ríe ahora de los chistes de Rosalie, él solía acariciar mis nudillos como lo hace ahora con ella. Pero yo no fui suficiente, mi amor no le bastó, él simplemente decidió romperme el corazón y elegir a Rosalie y yo lo respeté, los dejé ser feliz y me tragué mi dolor para sufrirlo en silencio. Él se alejó de mi vida sin pensar en el daño que me hacía, sin ponerse a pesar en lo mal que yo me sentía y no le guardé rencor por eso. Pero no es justo para mí que él regrese ahora, no puede hacerme esto. No ahora que duele menos, que ya puedo decir su nombre sin sentir un nudo en mi garganta, no ahora que puedo verlo sin dejar que los recuerdos me destrocen por dentro.
Él está sentado en el portal de mi casa con una rosa blanca. Él solía siempre venir a visitarme y me esperaba en el portal con una rosa blanca, mirarlo ahora es como volver en el tiempo aquellos buenos momentos del pasado cuando no le tenía miedo al amor y creía que nuestra historia era mágica.
—Hola, extraño. —lo saludo como solía saludarlo cuando nos empezamos a conocer.
Él sonríe cuando le digo así y me tiende la rosa. Tomo la rosa y me siento a su lado, pero guardo las distancias.
—¿Qué haces aquí?
Miro sus ojos, siempre sus ojos me daban paz, pero ahora no. Ahora me cuesta ver en sus ojos a la persona de la cual me enamoré, porque luce igual a Emmanuel, pero ya no es él, ha cambiado, es normal, yo también cambié.
—Vine a visitar a una vieja amiga.
Un suspiro sale mis labios.
No somos amigos, no podemos ser amigos después de toda lo que hemos vivido, al menos no por ahora, quiero decirle, pero no digo nada y solo le hago una seña para que continúe hablando.
—¿Recuerdas cuando me dijiste que te gustaba mucho esa sensación que tienes cuando después de un tiempo vuelves a tu hogar? Me dijiste que es una de las mejores sensaciones del mundo.
Lo recuerdo, lo dije después que estuve todo un verano fuera por un curso de pintura. Sonrío al saber que él recuerda eso.
—Sí, lo recuerdo. ¿Qué hay con eso?
—Eso sentí cuando te vi ese día. Sentí que volvía a estar en casa después de mucho tiempo.
A ella la amo más, fue la frase que se repitió en mi cabeza por meses, a ella la amo más, no salía de mi cabeza y dolía siempre pensar en eso. Él no puede amarla más a ella y decirme que yo soy su hogar. Y lo extraño de todo esto es que yo no sentí eso, cuando lo vi, no sentí paz, tenía miedo. Miedo a que podía pasar entre los dos, a lo yo podía decirle, miedo y más miedo.
—¿Por qué me dices todo esto? ¿Por qué ahora? Las cosas no funcionan así Emmanuel, te recuerdo que te vas a casar, que me dejaste a mí por ella, que me dijiste que la amabas a ella más.
Cuando Emmanuel terminó conmigo mi mamá entró a mi habitación y me consoló mientras yo le decía que quería volver con él. Ella me miro a los ojos y me dijo: puedes regresar con él las veces que quieras y tratar que su historia funcione, pero es inútil, es igual a cuando ves titanic con la esperanza que esa vez si terminen juntos.
—Nunca dejé de amarte. —me dice— Y no creo que pueda dejar de amarte.
No puedo confiar en alguien que me soltó sin importarle el dolor que me produciría la caída.
—Lo siento, pero ya no te amo. —miento para protegerme. —Ya amo alguien más.
No lloro, no voy a derramar lágrimas por él. Me abstengo de llorar incluso mientras veo el dolor que le provocan mis palabras. Me quedo sentada y lo veo pararse en silencio y caminar cabizbajo hasta su casa. No me voy a mentir y negar que una parte de mí quería tirarse a sus brazos y decirle que yo todavía lo amo, pero no, no puedo permitir que me vuelva romper el corazón.
—Así que le mentiste a tu gran amor. —escucho decir a Santiago con sarcasmo.
Lo veo recostado en el tronco del enorme árbol que está cerca de nuestro garaje.
—¿Me estabas espiando?
Él asiente con la cabeza, sin mostrar ni una pizca de remordimiento por decirme que me estaba espiando.
—Supongo que estas aquí por tu auto.
Le digo con mucha calma y reprimo las ganas de reírme. No puedo creer que de todas las personas que conozco, precisamente él me haría reír después de mi conversación con Emmanuel.
—Supones bien, Hope, supones muy bien.
Me pongo de pie y entro en la casa para buscar las llaves de Santiago y dejo la rosa que me dio Emmanuel en un pequeño florero azul.
—Aquí están tus llaves, gracias por prestarme tu auto.
Él toma las llaves y me sonríe falsamente.
—¿Estás bien? —su pregunta me sorprende.
—Puedo estar mejor.
—¿Quieres ir por un helado?
De todas las cosas que podría decirme jamás espere que me invite a comer un helado.
¿Cómo es que Santiago siempre me está sorprendiendo con su forma de actuar? A veces creo que lo conozco, que entiendo y sé cómo es, pero entonces él viene y hace o dice algo opuesto a la imagen que yo tengo de él y tengo que volver a pintar su imagen en mi mente. Justo como lo está haciendo ahora.
—¿Un helado? ¿Crees que tengo nueve años que un helado podría hacerme sentir mejor?
Él me mira como si fuera obvia la respuesta.
—Sí, Hope.
—Pues tienes razón, déjame ir por mi billetera.
Él toma mi brazo y niega con la cabeza.
—No, vamos, yo te invito.
Sonrió y caminamos hasta su auto.
Él me dice que me llevará a un lugar donde solía ir con su padre a veces. A sus hermanas le gusta mucho el helado que venden ahí y me dice que también podríamos comer algo.
—¿Fue difícil? —le digo y veo que él no entiende mi pregunta. —Tu infancia.
Él niega con la cabeza mientras cambia la música.
—No, yo tuve una buena infancia, mi madre me quería mucho y mi padre también, los recuerdo vagamente. Adoro a mis progenitores y aún más a mis padres adoptivos.
No le gusta hablar sobre eso, me doy cuenta que le cuesta hablar sobre sus padres. Creo que aún los extraña, es normal.
—¿Visitas la tumba de tus padres?
—A veces, no lo hago con mucha frecuencia.
Estoy tan concentrada en las preguntas que le estoy haciendo a Santiago que no me doy cuenta que estamos a las afueras de la ciudad.
—¿A dónde vamos?
Santiago sonríe.
—Ya estamos cerca, te va a gustar.
Unos minutos después, él gira a la derecha y conduce por un estrecho camino de árboles con hojas rojas. Es un hermoso paisaje. El lugar del que me habla Santiago es realmente impresionante, hay un lago a un lado y el lugar tiene las paredes de vidrio para poder admirar el paisaje.
—Esto es hermoso.
Decidimos comer afuera, cerca del lago.
Cierro los ojos un momento y levanto la cabeza un poco hacia el cielo mientras siento como el viento roza mis mejillas.
—Es extraño, por años espere que él volviera a mí y ahora que sucede lo alejo con mentiras. Le dije que ya no lo amo.
Una chica morena muy hermosa nos sirve el helado y se queda mirando a Santiago más tiempo de lo normal. Es obvio que está coqueteando con él, pero a Santiago parece no interesarle.
—Quizás porque ya no lo amas como antes, hubo un momento en donde dejaste de querer volver con él, pero llevas cargando con ese dolor por tanto tiempo que te da miedo dejarlo ir.
Dejar ir ese dolor suena tan fácil pero no lo es o quizás sí y yo lo quiero ver difícil. Imagino ese dolor como un globo, yo sólo tengo que soltar la cuerda y ver como se aleja, pero me aferro a la cuerda, me aferro tanto que mis nudillos se vuelven blancos.
—Emmanuel no es una mala persona, me hizo muy feliz.
—Yo no dije que fuera malo. —me dice Santiago. —Pero creo que te mereces a alguien mejor que él.
—Sí, tienes razón.
Terminamos de comer nuestros helados mientras platicamos de varias cosas. Creo que después de todo Santiago no es tan idiota como yo creía, también tiene su lado bueno.
—Creo que dejaste tu teléfono en la mesa. —me dice Santiago cuando llegamos al auto.
Reviso mi bolsillo y me doy cuenta que no tengo mi teléfono. Le digo a Santiago que me espere mientras camino hasta la mesa y cuando estoy a un paso de la mesa recuerdo que yo no traje mi teléfono y tampoco mi billetera. Me doy vuelta y veo a Santiago con el auto encendido, él me sonríe mientras me dice adiós con la mano.
—¡Santiago! No te atrevas a dejarme aquí. —le grito. —Estamos muy lejos de casa y no tengo dinero.
Él me hace una seña para darme a entender que no me escucha.
—Santiago...
—No grites, Hope, guarda esas energías, es un largo camino hasta tu casa.
Escucho como se ríe.
Maldito y yo que creía que debajo de esa capa de frialdad había un ser humano decente.
—Santiago...
Pero antes que yo pueda terminar la frase él se va en su auto.
Él muy hijo de mierda me acaba de dejar botada sin dinero o teléfono, lo peor es que soy muy mala recordando números como para pedir prestado un teléfono y llamar a alguien. ¿Ahora que hago? Caminar hasta casa suena terrible, tardaré horas, pero no veo otra opción. Sé que en el fondo me merezco esto, pero de todas formas me voy a vengar de él, además yo no lo hice caminar tanto.
Después de una eternidad caminando por fin consigo una señora amable que me deja a unas cuadras de mi casa.
—¿Dónde estabas? —me pregunta mi mamá cuando me abre la puerta.
—En el infierno porque solo a mí se me ocurre pensar que Lucifer se volvió bueno de repente.
Mi mamá me mira sin entender sobre que hablo, pero no me hace preguntas al respecto.
Subo a mi habitación y cierro la puerta con fuerza mientras busco mi teléfono y veo que tengo tres llamadas perdidas de Santiago. Mientras voy a dejar el teléfono sobre la cama este vuelve a sonar.
—Maldito infeliz, tienes una idea lo cansada que estoy. Siento que me pasó encima un camión, te juró que me voy a vengar por esto.
Respiro hondo para tratar de tranquilizarme, pero cualquier pensamiento sobre tranquilidad se desvanece con las siguientes palabras de Santiago.
—Hope, tenemos un problema.
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