Planes de boda

https://youtu.be/dBDAnru7tnI

Dos meses han pasado desde aquella noche donde Santiago pidió mi mano a mi padre. Dos meses y aún no puedo alejar ese momento de mis pensamientos.

Me giro despacio y observo a Peyton que me mira con una sonrisa, ella se encoge de hombros con falsa inocencia mientras sigue aplaudiendo esperando a que Santiago y yo nos demos un beso. Para mi sorpresa mi mamá y Ellie se unen a los aplausos de mi hermana menor. Muevo mi cabeza y observo a mi padre que me mira reaccionando ante la situación, yo esperaba que él protestará o algo así, pero no, esta quieto esperando el beso.

—Beso, beso, beso. —canta con emoción Peyton.

Dios dame paciencia porque si me das fuerza la mato.

La mano de Santiago sujeta suavemente mi mano. Pienso en mis opciones, podría fingir un desmayo o tal vez empezar a convulsionar. Pero antes que yo pueda pensar en otra alternativa veo a Santiago acercarse a mí y acariciar mi mejilla antes de besarme. Cierro los ojos, es un beso corto, un suave roce de nuestros labios, tal vez solo ha durado seis segundos o a lo mucho, ocho segundos, no más de eso, pero lo siento más significativo que cualquier beso que haya dado antes.

Pero no entiendo porque ese simple roce de labios me ha provocado este torbellino de emociones.

Y ahora después de dos meses aún hay momentos en donde acarició mis labios mientras sin querer recuerdo ese beso. ¿Por qué? No entiendo que tuvo de especial aquel beso. Tal vez fue la suavidad con la que sus labios rozaron los míos o la manera en que sostuvo mi rostro, como si yo fuera alguna extraña y delicada obra de arte. O quizás tal vez solo tenga que admitir que él es muy bueno besando. Aunque es algo que jamás admitiré en voz alta.

—Vamos, Hope, olvida ese beso con el imbécil de Santiago.

Escucho una fuerte exclamación y giro para ver a Peyton de pie en la puerta de mi habitación. Ella sostiene sus dos manos con fuerza contra sus labios creo yo para evitar gritar.

—No es lo que piensas. —me apresuro a decirle.

Pero ella no me está escuchando. Camina hasta mi cama y se sienta, toma una almohada y cubre su rostro con ella mientras grita sobre mi pobre almohada.

—Peyton, escúchame, estaba pensando en otro beso.

—¿Pero cuantas veces se han besado? —me pregunta ella con mucha curiosidad.

Sus ojos brillan como los de un niño en una dulcería.

—¡Dios, Peyton! ¿Pero que pregunta es esa? Solo nos hemos dado un beso, el de esa noche y todo fue tu culpa. Eso beso nunca debió suceder.

—Ese beso iba a suceder tarde o temprano, yo solo les di un empujoncito y me alegra haberlo hecho porque tuve asiento de primera fila para el espectáculo.

Ella me dio un empujón hacia un abismo. Caí al vacío sin paracaídas y ahora estoy tratando de poner todo en su lugar. Ese beso puso mis pensamientos de cabeza.

—Además es normal que pienses en eso, estos dos meses ustedes sí que parecían una pareja. Si yo no supiera la verdad diría que están enamorados.

Y ella procede a cantar una melosa música sobre el amor que yo nunca antes había escuchado.

Es solo parte de la farsa. Santiago me ha mandado flores, chocolates y me ha traído una hermosa cadena de regalo. También hemos salido a cenar y al cine, hoy iremos a una exposición de arte. Y aunque todo parezca real, no lo es, tanto él como yo somos conscientes de eso, pero explicarle eso a Peyton no tiene sentido, ella aún seguirá creyendo que hay algo entre los dos.

— Di lo que quieras, pero tus ojos y los de él cuentan otra historia.

—¿De que estas hablando? Peyton, mis ojos no dicen nada y los de él mucho menos. Si hay algo que yo siento por Santiago es odio, sí, eso es, odio y más odio.

Ella se para y me abraza.

—No tienes que tener miedo de enamorarte otra vez, Hope.

—No tengo miedo.

—Sí, lo tienes. Pero no todos son como Emmanuel.

No, algunos son peores, pero ese es otro tema.

—De todas formas, no creo ser el tipo de mujer que le gusta a Santiago.

No tengo ni idea de cuál será el tipo de mujer que le gusta a él y dudo que Peyton sepa, así que esa excusa me parece perfecta.

—Hermana, he visto como él te mira, definitivamente eres su tipo.

—¿Tú crees? —le pregunto.

¿Pero que me interesa a mí ser su tipo o no? Estoy segura que estoy así por tener que madrugar para ir a trabajar.

—Sí, ahora deja de revisar esos dibujos y arréglate. Hoy irás a comer con tus cuñadas.

Peyton camina hasta mi armario y empieza a lanzar ropa hacia mi cama.

—No.

—Sí, Alexa llamó hace un momento. Me pregunto si podías y dije que sí. Es sábado, no tienes planes, en realidad tú nunca tienes planes.

Tengo muchos trabajos de arte que revisar, así como preparar mi clase para el lunes. Pero nada de eso parece importarle a mi hermana.

—Ellie sería de mucha ayuda ahora. —le digo a Peyton.

Pero Ellie no está porque se fue de fin de semana romántico con Daniel.

—Ya las conoces, no es como si fueran unas desconocidas.

—Bueno, las conocí como las cuñadas de mi hermana y ahora serán mis cuñadas. ¡Dios mío tengo cuñadas! Peyton, ¿cómo dejaste que esto me pasara?

—¿Yo? Nada mi ciela, usted se metió solita en ese lio, yo no tuve nada que ver con eso. —me dice mi hermana. —Por cierto, también estará la abuela de Santiago.

¿Pero en que lio me fui a meter? Esto no puede ser bueno.

—Esa señora está loca. Si fuera por ella Santiago y yo ya estaríamos casados, el otro día me dio una lista con nombres para bebés. ¿Puedes creerlo?

Peyton se ríe mientras yo le cuento mis dramas. Ella me enseña varios vestidos, blusas y pantalones mientras me dice que tenga paciencia que es normal que la familia de Santiago este emocionada por su compromiso. Pero no solo la familia de Santiago esta emocionada, mi mamá también lo está. La he visto mirando revistas de bodas y poner separadores con mi nombre en algunos vestidos y con el nombre de Ellie en otro.

Eso es. ¿Cómo no había pensado antes en eso?

—Ya sé, lo único que tengo que hacer es pedirle a Ellie que adelante su boda. Así se centrarán en ella y me dejarán a mí tranquila.

Suena a un buen plan, pero al ver la expresión de Peyton pienso que tal vez no es una buena idea. Suspiro. Sería egoísta de mi parte pedirle a mi hermana que deje aún lado sus planes de boda solo por evitarme algunos inconvenientes, no, no puedo ser egoísta.

Me termino de arreglar y me miro al espejo. El vestido verde jade que escogió mi hermana resalta mi piel y mis ojos.

—¿Por qué crees que quieran comer conmigo? —le pregunto a mi hermana mientras bajamos las escaleras.

Peyton me mira como si la respuesta fuera obvia y señala el anillo en mi dedo anular. Yo también miro el anillo, levanto mi mano para observarlo mejor, es hermoso la piedra es del mismo color que mis ojos, como si hubiera sido hecho especialmente para mí, pero dudo que Santiago hubiera hecho eso.

—Es un anillo hermoso. —digo en voz alta. —Todo sea por este hermoso anillo y el auto de Santiago.

No puedo evitar sonreír al ver el anillo, pero quito la sonrisa al ver la forma que me mira Peyton.

—Deja de mirarme así. —regaño a mi hermana.

La puerta suena y Peyton salta del sofá para camina abrir la puerta. Yo tomo mi bolso y guardo mi teléfono mientras camino hasta la puerta. Veo a Alexa parada en el marco de la puerta con una reluciente sonrisa de lado, una sonrisa muy típica de ella. Su cabello castaño oscuro esta más corto que la última vez que la vi.

—Hola cuñada, pero que escondido te lo tenías. —me dice ella cuando me ve.

Me acerco a Alexa y le doy un beso en la mejilla.

—Hola Alexa.

Alexa desprende un aire exótico que te grita problemas por todas partes. Sé que ha dado más de un dolor de cabeza a sus hermanos.

—Vamos, cuñada, Kittie nos espera en el auto.

Me despido de Peyton rogándole con la mirada que diga alguna excusa por la que yo no pueda ir a comer con mis "cuñadas", pero ella solo se despide de mí con una reluciente sonrisa.

Caminamos hasta el BMW rojo de Alexa, un deportivo hermoso. Veo a Kittie sentada en los asientos traseros. Ella me da una tímida sonrisa.

—Hola Kittie. ¿Cómo estás?

—Hola, Hope, me alegra verte.

Alexa arranca el auto y juró que ella si es un peligro al volante. La veo conducir con una sola mano y con la otra buscar entre su lista de canciones hasta dejar en una música movida.

—¿A dónde vamos? —le pregunto.

—La abuela te tiene una sorpresa, estoy segura que te va a gustar.

Siento pánico al pensar en la clase de sorpresa que me puede tener la abuela de Santiago.

—¿Sorpresa? ¿No me puedes decir que es?

Alexa suelta una suave risa y me dice que no con la cabeza, antes de ponerse unas cafas oscuras.

—Si te decimos ya no será sorpresa. —me dice Kittie.

—Y la abuela nos mataría. Pero eso no importa ahora. Dime Hope, ¿cómo te enamoraste de mi hermano? ¿Qué hiciste para conquistarlo?

Las preguntas que sabía que ellas harían y sé que solo están empezando. Como dice Peyton, es normal que ellas tengan dudas. La abuela jamás creyó vivir para ver ese momento.

—No podría decir cómo, ni por qué o el cuándo. —créeme no podría, aunque quisiera. — Pero sucedió.

Alexa detiene el auto frente a una tienda de vestidos de novia. Mueve su cabeza y se baja un poco las gafas para mirarme a los ojos.

—Si lastimas a mi hermano, Hope, haré miserable tu vida.

Después de decir eso me sonríe con entusiasmo y abre la puerta del auto para bajarse. Yo hago lo mismo y mis piernas tiemblan un poco cuando pongo un pie en la acera.

—Esto es muy emocionante ¿Kit y yo seremos damas? —me pregunta Alexa mientras pone su brazo alrededor del mío.

¿Damas para mi boda? No había pensado en eso, principalmente ¡PORQUE ESTA BODA NO ES REAL! No va a suceder, Santiago y yo no nos vamos a casar, pero no puedo decirle eso Alexa, porque ella es igual de intuitiva que su abuela y va a sospechar si yo no empiezo actuar como una novia feliz y emocionada.

—Sí por supuesto, también Peyton y mi amiga Lola. Ellie no porque creo que para esa época ya estará casada.

Una fecha que nunca llegará.

Entramos en la tienda y me sorprende ver que está vacía. Caminamos hasta un enorme sillón celeste dónde está sentada la abuela de Santiago, a su lado esta una mujer de unos cincuenta años que tiene una libreta en la mano y anota todo lo que la abuela de Santiago le dice.

Dos mujeres con una vestimenta igual se acercan a nosotras y nos ofrecen algo de beber. Yo solo pido agua.

—Abuelita. —le dice Alexa en un tono dulce mientras se sienta junto a su abuela.

La mujer que está sentada a lado de la abuela de Santiago se levanta y nos sonríe antes de caminar dentro del probador que esta frente al sillón celeste.

—Hola, abuela. —la saluda Kittie.

Es obvio que la señora Eloise adora a todos sus nietos. Solo basta con ver la forma en que los mira y trata para comprobarlo.

—Hola, señora... abuela. —me corrijo cuando veo la mirada de la abuela de Santiago.

Los ojos de la señora brillan con emoción cuando me ve y sé que nada bueno va a suceder a partir de ahora. La señora hace una seña a una de las mujeres que nos recibió y ella trae algo entre sus manos. Es un vestido, pero no cualquier vestido, es un diseño que yo tenía guardado en alguna parte de mi habitación, es el vestido de mis sueños, el que yo solía llamar el vestido de novia perfecto. ¿Cómo es que la abuela de Santiago sabe sobre eso?

Veo como le entregan el vestido a la señora Eloise y ella se pone de pie para tomar con mucho cuidado el vestido. Antes que yo pueda decir algo, veo a mi mamá y a Peyton entrar en la tienda.

Peyton sabía de esto y no me dijo nada. Traidora.

Vamos, Hope, respira. No entres en pánico, seguro no es lo que estoy pensando.

—¿Qué está pasando? —pregunto y no puedo evitar sonar asustada.

Una de las trabajadoras de la tiendan trae dos ramos diferentes. Otra trae velos y otras zapatillas.

No, no y no. Esto no me puede estar pasando a mí. ¡Dios mío! ¿Pero que hice para merecer esto? No, mejor no pienso en eso.

—En serio. ¿Qué está pasando?

—¿No es obvio? —me dice Peyton.

¡Santa María purísima! Tal vez y quieren que la boda sea hoy.

Miro con pánico a mi mamá que me sonríe emocionada. No me puedo casar ahora y mucho menos con Santiago. Mierda, mierda, mierda. ¿En qué estaba pensando? Dios, ayúdame, apiádate de mí, prometo ser buena y dejar de mentir. No me quiero casar, no quiero casarme hoy y menos con el idiota de Santiago. ¿Dónde está Santiago? Seguro el idiota sabe todo esto y tal vez huyó a la Antártida. ¿Cómo se le ocurre dejarme pasar por esto sola? Dios, por favor, no me quiero casar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top