Nuestra primera cita

https://youtu.be/YJJbrBEZqy8

Ya he tenido algunas primeras citas antes. Pero no recuerdo estar tan nerviosa como ahora. Para mí, la primera vez en todo es muy importante. Mi primer beso, mi primer baile, mi primer día en la Universidad, mi primer todo. Las primeras veces son las que limpian el camino, son las que construyen los pilares. Siento que si esta primera cita fracasa todo lo demás que aún no hemos vivido, se quedará solo en mi mente.

—¿Azul o verde? —le pregunto a Peyton mientras le enseño dos vestidos diferentes.

Ella observa los dos vestidos, pero no la veo convencida por ninguno de los dos. Frustrada, tiro los vestidos en alguna parte de mi habitación. Ya después tendré tiempo de recoger todo.

—El azul me queda bien, el verde me queda bien, el lila me queda bien. Todo me queda bien. —le digo casi en un grito de desesperación a Peyton.

—Entonces no veo el problema.

—No me quiero ver solo bien, quiero verme impresionante.

Sigo buscando entre toda la ropa que hay en mi armario. También hay algunas prendas de Peyton y otras de Ellie sobre mi cama. Un vestido verde olivo llama mi atención. Lo miro tontamente y sonrió al darme cuenta que encontré el vestido perfecto.

—Estoy nerviosa. —le digo a Peyton.

Ella me esta peinando mi cabello con mucho cuidado.

—Lo sé, me doy cuenta de eso. Pero no tienes por qué estarlo, todo saldrá bien. Hoy se darán cuenta que tienen más en común de lo que tú piensas.

Él tiene algo, no sé qué es, pero me atrae hacia él como una polilla se siente atraída a la luz. ¿Él se sentirá atraído hacía mí de la misma manera? Es probable, pero quiero que lo diga. Debo reconocer que me gustó, más de lo que alguna vez voy admitir en voz alta, que él tomara la iniciativa. Me gustó que fuera él quien dio el primer paso.

—¿Sientes mariposas en la barriga? —me pregunta Peyton.

No puedo evitar reírme ante su pregunta porque sé que lo dice por molestar.

—Algo así. Creo que siento una manada de elefantes corriendo por todo mi estómago.

Ella deja el peine sobre mi tocador y le sonríe a mi reflejo en el espejo.

—Te gusta mucho, ¿verdad? Más de lo que has admitido.

No le puedo mentir a mi hermana.

—Sí, no sé por qué. Él no es el tipo de hombre que yo hubiera pensando que me podría gustar. Es arrogante y engreído, siempre cree tener la razón y me molesta que la mayoría del tiempo la tiene. ¿Cómo puede ser eso posible? Además, es inteligente, puedo hablar de cualquier tema con él y entiende mis chistes, incluso aquellos que ni a ti causan risa. Si me gustará solo físicamente no estaría tan nerviosa, pero mentalmente me tiene enloquecida. Le gusta leer tanto como a mí, no creí que tendríamos libros en común, pero los tenemos. Cada vez que lo conozco un poco más, me siento más atraída por él. Siempre descubro algo nuevo de él que me gusta. Es una locura.

Quiero lanzarme sobre la cama de forma dramática para mirar el techo de mi habitación y suspirar, pero no lo hago porqué eso dañaría mi peinado y Peyton me mataría. Ella hizo una bonita trenza y peinó mi cabello en suaves ondas, me veo hermosa, bueno, más hermosa de lo que ya soy.

—Estas jodida. —me dice Peyton.

Suelto una risa.

—¿Crees que no lo sé? Me di cuenta de eso la segunda vez que salimos a cenar.

Podría contar aquellas salidas como citas y de alguna forma relajarme, pero no lo son. En gran parte esas citas eran para mantener una fachada, esto es real. No quiero mezclar aquella mentira con esto. Esto es bueno o podría serlo. Me miro frente al espejo. Esto será bueno, voy a luchar por eso, como dijo Eva, uno lucha por aquello que quiere, yo quiero estar con él, no voy a pensar en el mañana o que pasará después, voy a pensar solo en el ahora, esto que tenemos, en todos aquellos nuevos sentimientos que él despierta en mí. Él ahora es todo lo que realmente tenemos, el presente es lo real, el mañana son solo fantasías.

—Hermana. —me dice Peyton mientras yo me pongo los aretes. —¿Crees que podemos hablar mañana? Necesito decirte algo importante.

Ella retuerce sus dedos sobre sus muslos, esta nerviosa, eso es raro en Peyton. Al verla nerviosa puedo hacerme una idea sobre aquello que me quiere decir. Me acerco a ella y le doy un beso en cada mejilla.

—Por supuesto que podemos hablar, hermana, tú me puedes decir lo que quieras. Pero ya me hago una idea sobre aquello que me quieres contar.

Ella agacha la cabeza y niega. Recuesta su cabeza en mi hombro.

—Es sobre amor. —le digo.

Ella se levanta y me mira sorprendida.

—¿Cómo lo sabes? —me pregunta.

Tomo sus manos entre las mías.

—Te conozco, Peyton, te conozco y te quiero. A quien tu decidas querer por mí está bien, lo único que me interesa es que seas feliz.

Ella vuelve a recostar su cabeza en mi hombro.

—Estoy tan confundida ahora, y es extraño para mí que siempre sé lo que quiero. No me gusta esta extraña sensación de confusión, y luego viene Helen a decirme todas esas estupideces sobre que mi familia no me a querer porque no me gustan los hombres, tal y como dice la biblia.

Peyton está llorando. Tomo su rostro entre mis manos y la obligo a mirarme a los ojos.

—Jamás, escúchame muy bien, jamás podrías hacer algo que haga que yo te deje de amar. Eres mi hermana, nada cambiará eso, siempre estaré aquí para ti.

Ella se limpia las lágrimas y me sonríe, pero aún puedo ver la preocupación en su mirada.

—Prometimos guardar esto en secreto hasta que tú estuvieras lista, pero Peyton, ya todos lo sabemos. Mamá fue la primera en darse cuenta.

Ella me mira llena de sorpresa y preguntas. Abre la boca para decir algo y después la vuelve a cerrar.

—Cuando papá se enteró, dijo que su padre le hizo prometer que jamás golpearía alguna mujer, pero que, si alguien rompía tu corazón, él iba a romper esa promesa.

Abrazo muy fuerte a Peyton.

—Te queremos Peyton, somos tu familia, la familia es un faro. ¿Recuerdas? Siempre estaremos ahí para ti. Mañana si quieres podemos seguir hablando de esto, solo te lo dije para quitarte un peso de tus hombros, espero y haya funcionado.

Ella me sonríe.

—Funcionó. —me dice ella.

Ella me levanta de la cama y camina a buscar mi bolso, la veo guardar mi teléfono y algo básico de maquillaje.

—Mañana seguimos hablando, ahora tienes una cita a la que asistir.

Tomo el bolso y bajo las escaleras seguida por Peyton. Sonrió al ver a Santiago al final de las escaleras con un hermoso ramo de rosas blancas y rosadas. Él me entrega el ramo, huelen delicioso, le doy un beso en la mejilla y camino en busca de un florero para ponerlas en agua.

—No me has dicho lo hermosa que me veo. —le digo.

Acomodo las rosas en el florero.

Santiago toma mi mano y le un casto beso.

—Te ves hermosa, Hope, pero eso ya lo sabes.

—De todas formas, me gusta escucharlo.

Él pone su mano en mi espalda y me guía fuera de la casa hasta un Lexus negro. Es un auto hermoso y me tomo un momento para poder admirarlo. Hago nota mental de pedirle a Santiago que me deje manejar este auto.

El auto avanza y yo le pregunto a donde vamos. Él no me responde, no puedo evitar removerme incómoda en el asiento mientras pienso a dónde tiene planeado llevarme. Soy muy impaciente, no me gusta esperar, es una de las razones por las que nunca me han gustado las sorpresas y peor aún, que me dejen con la intriga sobre algo. Trato de distraerme pensando en otra cosa y funciona porque cuando me doy cuenta estamos cerca del mar.

—¿Aquí será nuestra primera cita? —le pregunto.

Él asiente con la cabeza y gira el auto por un pequeño camino lleno de palmeras. Nos detenemos en una hermosa casa blanca con enormes ventanales.

Levanto la cabeza y sonrió al ver el cielo estrellado y la luna llena brillando en el firmamento. La brisa salada del mar mueve mi cabello. Santiago toma mi mano y me lleva alrededor de la casa hasta la playa. Hay un camino iluminado por antorchas hasta una mesa, con algunas velas para iluminar todo. Pero no es muy necesario, la luna ilumina todo de una manera casi irreal. Todo es perfecto, es mejor de lo que había imaginado. Ninguna de mis citas anteriores se puede comparar a esto. Hay un pequeño ramo de tulipanes morados en el centro.

—Es hermoso, Santiago, realmente me has dejado sin palabras.

Me siento en una de las sillas de madera y él me da un beso en mi mejilla antes de sentarse.

—¿Te he dejado sin palabras? Eso si es una novedad.

Sonrió.

Una chica vestida con un pantalón negro y una camisa blanca nos sirve algo de vino. Ella me sonríe con mucha amabilidad antes de irse.

—¿Por qué la playa? —le pregunto.

—Hace poco comentaste que te gusta venir a la playa y caminar descalza. Sentarte en la orilla, enterrar tus pies en la arena y ver el amanecer.

—¿Vamos a ver el amanecer juntos? —le pregunto sin poder evitar la emoción en mi voz.

La misma chica que nos sirvió el vino nos sirve la comida. Todo luce delicioso y sabe aún menor de lo que se ve.

Miro un momento a Santiago, veo la seriedad y pienso en como creí que era. Jamás se debe juzgar un libro por su portada. Sé que está mal pero no puedo evitar comparar en mi mente a Emmanuel y a Santiago. Mi relación con Emmanuel era diferente, ambos éramos jóvenes e inexpertos. Emmanuel jamás me organizó una cena así, pero eso no quiere decir que no hubiera tenido detalles conmigo, los tuvo, pequeños detalles que yo aún valoró mucho. Para Emmanuel era fácil expresar sus sentimientos a Santiago le cuesta expresar lo que siente, por eso valoró mucho todo lo que está haciendo por mí.

Cuando terminamos de cenar una suave música empieza a sonar. Él se levanta y camina con una sonrisa hacía mí. Extiende su mano.

—¿Me concederías el honor de bailar conmigo? —me pide.

Tomo su mano. Él pone una mano en mi cintura y yo otra alrededor de su cuello. Recuesto mi mejilla en su pecho y nos mecemos suavemente al ritmo de la hermosa melodía. No escuchado esa música antes, pero me resulta muy hermosa.

Santiago empieza a cantar en mi oído.

Estoy aquí aferrándome al amor que sientes por mí

Y solo espero que ese amor nos pueda salvar a los dos

Que sea tan fuerte y resista la tormenta que viene

Me quedo aquí rogando que no me sueltes

Porque no sé qué haría si llego a perderte

Estoy perdido, cariño, perdido y jodido

Pero por favor, quédate aquí conmigo

No puedo evitar sonreír mientras él me canta. Su voz me tranquiliza, me hace creer que podemos conseguirlo todo. Pero es normal que sienta esto, estoy extasiada por las diferentes hormonas que está secretando mi cuerpo en este momento. Estamos avanzando juntos hacía la segunda etapa, lo puedo sentir ahora. La felicidad y esperanza que siento ahora es normal, es lo que se siente cuando se está empezando una relación y eso es lo que estamos haciendo Santiago y yo. Tal vez él no lo ha dicho en voz alta y yo tampoco he dicho nada, pero ambos lo sabemos, lo estamos intentado y en serio queremos que funcione.

—Me gustas mucho, Hope Evans, me estás haciendo perder la cabeza.

Toma mi mentón y me hace mirarlo a los ojos. Haydemasiado fuego en sus ojos y siento que me quemo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top