El final de las mentiras

https://youtu.be/3tBxDChe1YU

Respira. Todo va a estar bien, él va a estar bien, todo tiene que salir bien. —me repito en mi mente.

Él es tan joven, uno no espera que algo así le suceda a alguien tan joven, con tantos planes en su vida. Está comprometido, se va a casar pronto, ya tiene casi todo listo para ese día. No es justo, pero si algo he aprendido es que la vida rara vez es justa o tal vez tiene su propia forma retorcida de hacer justicia. Pero Emmanuel es bueno, ha cometido errores, como todos y dudo que haya hecho algo tan malo que lo lleve a una muerte tan prematura.

Él va a estar bien, tiene que estarlo. —me sigo repitiendo para intentar tranquilizarme.

Santiago se sienta a mi lado en las sillas de la sala de espera y toma mi mano. Recuesto mi cabeza en su hombro y cierro los ojos. Me siento cansada, no he dormido nada.

—¿Cómo está? —me pregunta él.

—Estable, es todo lo que sé.

Desde que llegué aquí le han hecho miles de exámenes y aún faltan más. El doctor aún no quiere decir nada y solo me dice que debo esperar los resultados. Lo vi un momento cuando llegué, pero él estaba inconsciente, despertó hace un momento, pero Rosalie estaba con él. Yo la llamé porque ella debe estar con él. Yo debería irme a casa a descansar, Emmanuel no está solo, tiene a Rosalie y no hay nada que yo pueda hacer aquí. Pero mi cuerpo se rehúsa a moverse.

—Tienes que descansar. —me dice Santiago como si hubiera he estado escuchando mis pensamientos.

Descansar suena bien, pero no creo poder hacerlo.

—¿Me puedes llevar a mi apartamento? —le pido a Santiago mientras me levanto.

Él asiente con la cabeza y me guía hasta el estacionamiento donde está su auto.

—¿Está tu amiga ahí? —me pregunta él mientras nos subimos al auto.

No entiendo la razón de su pregunta.

—No, ella tiene una recolección de fondos en otro estado. Regresa mañana.

A penas está amaneciendo. Recuesto mi cabeza en el asiento y cierro los ojos. Me siento exhausta. Como si hubiera corrido un maratón y en medio de la carrera hubiera tropezado y el resto de corredores pasaron encima de mí.

Me despierto cuando Santiago mueve suavemente mi brazo y dice mi nombre. Me despierto algo desconcertada cuando veo que estamos en su casa. ¿Cuándo acordamos venir aquí?

—No creo que sea buena idea que estés sola hoy.

No discuto con él, debo estar demasiado cansada como para no querer discutir con Santiago. Lo miro de reojo y veo que a él también le sorprende que no diga nada.

—No creas que siempre será así, es solo por la falta de sueño, no te acostumbres a esta Hope que no discute.

Él se ríe, pero no me dice nada.

Me lleva hasta su casa y cuando estamos dentro, nos dirigimos a la cocina, porque Santiago insiste en que debo comer algo. Sé que tiene razón, pero no tengo hambre. Tampoco creo que pueda comer algo ahora, mi estómago se siente algo revuelto.

Me siento en el mesón y veo a Santiago caminar por la cocina. No sabía que él cocinara. Debe hacerlo desde hace mucho tiempo porque se mueve con mucha destreza por la cocina. Toma ingredientes y los pica con pericia. Me relajo al verlo cocinar. Él me sirve una taza de té y sigue cocinando. Bebo mi té y lo sigo mirando, miles de preguntas vienen a mi mente como por ejemplo donde aprendió a cocinar, porque le gusta hacerlo. Pero no me siento de humor para hablar, así que guardo las preguntas en mi mente para hacerlas después. Ahora solo me dedico a observar.

—Esto está delicioso. —le digo a Santiago.

Hablamos vagamente un momento, pero estuvimos en silencio la mayor parte de la comida.

Cuando terminamos de comer me siento en el sofá y no sé exactamente en qué momento que quedé dormida. Cuando me despierto estoy en la cama de Santiago. Me siento en la cama y estiro mis brazos. Me pongo mis botines y bajo a buscar a Santiago. Me quedo quieta cuando lo veo sentado en su piano tocando una nostálgica melodía. La reconozco. Él está cantando, con los ojos cerrados y el ceño fruncido. Veo como sus dedos se mueven por el piano. Parece realmente sentir aquella música. Mientras lo escucho cantar puedo sentir su dolor y la duda que hay en él. ¿Eso tiene sentido?

Dancing on my own. —digo el nombre de la música cuando él termina de cantar. —Prefiero que no bailes solo.

Él levanta la cabeza y me sonríe mientras se levanta del banco del piano. Lo veo caminar hasta su tocadiscos y después de un momento una vieja melodía empieza a sonar por toda la sala. Es dulce, una melodía muy romántica. Me tiende su mano y empezamos a bailar despacio por la sala. Quiero relajarme en sus brazos, pero no puedo, algunos pensamientos sobre lo que ha pasado me hacen alejarme de él. Me detengo y levanto una mano para que él se quede dónde está cuando veo que intenta acercarse a mí.

No ahora, ahora solo quiero espacio, respirar y saber que Emmanuel va a estar bien.

—¿Qué sucede? —me pregunta él cuando me alejo. —¿Qué pasa?

No respondo. Me siento en el sofá y cubro mi rostro con mis manos. Recuesto mi cabeza aún con mis manos en mi cara y me quedo así por un largo tiempo.

—Nada. —le digo. —Solo estoy cansada.

Necesito dormir, pero no creo ser capaz de conseguirlo ahora.

—Yo no puedo ser él. —me dice Santiago después de un momento. —A veces creo que esperas tener conmigo lo mismo que tenías con él, pero yo no soy él, y tampoco quiero serlo. A veces me cuestiono si cuando estás conmigo piensas en mí o en él.

Aparto mis manos y abro los ojos. Lo busco con la mirada y lo veo de pie cerca del piano sosteniendo un vaso de licor en su mano. Deja el vaso sobre el piano y camina hasta donde yo estoy, pero veo como mantiene la distancia de mí.

—¿Qué es lo quieres, Hope? ¿Qué es lo que esperas de mí? —me pregunta él. Tiene ese tono carente de emoción que estoy segura que utiliza con los abogados de la contraparte. —Mírame y dime qué crees que esto va hacía algún lado, mírame y dime que estás segura sobre nosotros. Yo estoy seguro, pero puedo ver como tú no, como tratas de convencerte que esto es lo que quieres, pero veo que no es así. Estoy seguro que una parte de ti quiere volver con él, que anhelas eso, pero tienes miedo de admitirlo porque no quieres que él te vuelva a lastimar.

Santiago lleva sus manos a los bolsillos de su pantalón gris. Me observa atentamente analizando cada una de mis expresiones mientras él habla. Yo abro la boca para decir algo, pero la vuelvo a cerrar sin saber exactamente que decir. Sus ojos no me muestran que está sintiendo él ahora, veo que él es experto en ocultar como se siente. Yo por lo visto no soy buena en eso. Quiero decirle lo que él quiere escuchar, pero me detengo. ¿Por qué no puedo decirle que sí creo en nosotros? ¿Qué me impide hablar?

—Estamos a tiempo de evitar una catástrofe. —me dice él—Estamos a tiempo, eso es bueno. Es mejor darnos cuenta ahora que no había futuro...

Me acerco a él y pongo una mano en su pecho para detenerlo.

—Espera, espera, tan solo espera un momento.

Paso una mano por mi cabello e intento ordenar mis ideas.

¿Cómo es que pasamos de bailar en la sala ha esto? Sí, ya recuerdo, fue por mí y mis malditas inseguridades.

—¿Recuerdas la noche que nos conocimos? —su pregunta me toma por sorpresa y muevo mi cabeza en señal de negación. Yo creí que nos conocimos en un desayuno o un almuerzo, el recuerdo está algo borroso en mi mente. —Tus padres hicieron una barbacoa en tu jardín y nos invitaron. La luz de tu estudio estaba encendida y la curiosidad me ganó, caminé hasta la ventana del estudio y te vi. Estabas sentada en el piso, con una pierna estirada y en la mano un pincel. Tenías algunos mechones del cabello sueltos en tu rostro y pasaste el torso de tu mano para quitarlos de tu frente. Tenías un raro plástico en tu cuerpo para cubrir tu ropa. Estabas pintando un paisaje. Tenías tu ceño fruncido y tus labios levemente abiertos, mientras observabas aquello que estabas pintando. Levantaste un poco la mirada y fue algo en tu mirada, no sabría decirte que es, tal vez pasión hacia arte o la dedicación a lo que hacías, amor... no lo sé, tal vez y es una mezcla de todo eso y más que me cautivó al punto de no poder quitar de mi mente tus ojos azules.

Recuerdo esa barbacoa y aquel dibujo, claro que lo hago. Recuerdo muy bien cada una de mis pinturas. Pero no recuerdo haberlo conocido aquella noche. Diría que él se equivoca o esta confundido, pero lo dudo mucho. Si algo he aprendido de Santiago en este tiempo es que jamás diría algo si no está completamente seguro.

—Saliste del estudio. —sigue contando él. —Cuando tu mamá te llamó. Me viste un momento o eso creo y me diste la mano, luego te alejaste rápidamente hacia la casa porque tu novio había llegado. Mi teléfono sonó y me tuve que ir atender algo del trabajo. Nos volvimos a ver tiempo después.

No lo recuerdo, lo intento, pero así no es como recuerdo la primera vez que lo vi e incluso mis recuerdos de nuestro primer encuentro no están tan claros en mi memoria como lo están en la memoria de Santiago.

—Deseo poder regresar el tiempo a la noche que nos conocimos y hacer las cosas diferente.

—Pero no puedes. —me dice él.

Otra vez en esta noche, él tiene razón. No puedo hacer eso. no puedo hacer muchas de las cosas que quiero hacer y la sensación es agobiante.

—Y yo no puedo seguir aquí dando todo y viendo como sigues corriendo tras él. No merezco eso, Hope.

—¿Qué estás queriendo decir?

Intento acercarme a él, pero Santiago retrocede.

—Es él y siempre será él. No puedo competir contra él y la imagen perfecta que tienes sobre la relación que tuvieron.

—No quiero que compitas. —le digo y sueno algo desesperada. Quiero que Santiago me crea, necesito que lo haga, pero al verlo a los ojos me doy cuenta que no me cree. No me cree en absoluto.

Paso mis manos por mi cabello y resoplo frustrada al darme cuenta de hacia dónde se dirige esta conversación. Quiero guiarla hacia otro lado, girar el timón, pero me doy cuenta que yo nos dirigí hasta este punto, después de todo, estamos aquí por una mentira que dije para no admitir frente a Emmanuel que aún tenía sentimientos por él. Todo entre Santiago y yo empezó con una mentira y eso no está bien porque él cree que todo sigue siendo por Emmanuel y no es así.

Yo nos coloqué en este punto y debería ser yo quien nos saque de aquí, pero no encuentro la forma y las palabras.

—¿Entonces que quieres que haga? —me pregunta él y aunque suena calmado, sé que no lo está. Por dentro él es un caos igual que yo.

¿Por qué las relaciones no pueden ser fáciles? Conocer a alguien, enamorarse, casarse y ya. Dejar a un lado el drama y los problemas.

Muerdo mi labio y miro a Santiago. ¿Qué podemos hacer? No voy a dejar que esto termine incluso antes de empezar, creo que aun podemos salvar lo que tenemos, quiero creer que aún tenemos una oportunidad.

—Creo que es hora de contar la verdad. —le digo.

—¿Exactamente que verdad, Hope?

—Sobre cómo empezó nuestro compromiso y como todo se volvió real poco a poco.

Él se ríe ante mis palabras y me mira con cierto cinismo.

—Hope, míranos bien. ¿Realmente esto es real para ti? —se acerca y me sujeta de los hombros. —Dime que no has pensando en volver con él, mírame y dime que ya no piensas en él.

Él me mira esperando a que yo responda, pero no lo hago y él entiende la razón. Suelta mis hombros como si el tocarme lo lastimara y tal vez es así.

—Lo intento. —le digo. —Realmente lo intento, Santiago, pero a veces...

Él pone un dedo en mis labios y no me deja continuar.

—No importa, ya acabas de responder a mí pregunta, Hope.

Él camina hasta la puerta de su casa y la abre. Yo no me muevo.

—Diremos la verdad, que todo fue una mentira. Que esto es una mentira. Que jamás fue real y jamás lo será.

Al terminar de decir eso, él sale de la casa y cierra la puerta. Me quedo de pie mirando la puerta esperando a que Santiago regrese, pero no lo hace.

La imagen es solo humor💜

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