Bésame
¿No es un beso el verdadero autógrafo del amor?
-Henry Theophilus Finck.
https://youtu.be/biUYbAk-S1w
Él me besa, mueve sus labios sobre los míos y yo le devuelvo el beso por un momento. Cuando logro reaccionar a lo que está sucediendo lo aparto. Él me mira apenado y con una disculpa escrita en su frente.
—¿Por qué me besaste? —le pregunto.
Siento ganas de darle una cachetada como en las telenovelas mexicanas, o hacer un drama como en las novelas turcas, pero reprimo el impulso.
—Yo... solo sentí. —él parece confundido. —lo siento, no debí hacerlo, fue solo un impulso.
No puedo evitar virar los ojos y cruzarme de brazos.
—Bueno, yo tengo el impulso de pegarte, pero no lo voy hacer. Ves, no debemos ceder a todos nuestros impulsos.
Él mira el piso y después a mí.
—No volverá a pasar, Hope.
—Somos amigos, Emmanuel, solo amigos. Tú tienes a alguien y yo también. Adiós y no vayas por ahí besando a cualquiera por impulso.
Le digo en son de broma para aligerar el ambiente.
—Tú no eres cualquier mujer.
Levanto mi mano y le enseño mi anillo de compromiso.
—No, tienes razón, soy una mujer comprometida.
Me despido con la mano y una sonrisa que espero no note que es forzada. Necesito alejarme de él.
Camino al principio a un paso normal, tratando de no pensar en aquel beso. No fue igual a los besos que nos dimos antes, tal vez porque no somos los mismos que hace años. No fue un mal beso, pero se sintió extraño, yo me siento extraña y confundida. No es como si vaya a dar media vuelta y correr a sus brazos, solo me siento extraña. Necesito hablar de esto con Ellie, ella sabría porque me siento extraña. Ojalá regrese pronto, necesito un consejo de mi hermana mayor.
Cuando llego a mi casa mis padres están sentados en el mueble conversando sobre algo mientras escuchan uno de sus discos de vinilo favorito. Los veo tomar sus manos e intercambiar miradas y sonrisas llenas de complicidad. No quiero romper ese momento, despacio camino hasta las escaleras y subo a mi habitación. Peyton está sentada en mi cama revisando su teléfono. Cuando me escucha entrar baja el teléfono y lo deja sobre la cama. Me quito mi bolso y me lanzo sobre mi cama. Peyton se acuesta a mi lado. Su cabeza esta junto a la mía. Sonrió.
—Besé a Santiago, bueno, nos besamos. —le digo.
Ella se sienta de golpe en la cama y me mira con los ojos muy abiertos mientras una sonrisa igual al gato de Alicia en el país de las maravillas aparece en su cara.
—Detalles, quiero detalles.
Me muevo en la cama y también sonrió. Me siento como una adolescente de trece años hablando sobre su primer beso.
—Él dijo que quería besarme y yo le dije que también quería besarlo. Después como la persona madura que soy salí corriendo.
Peyton trata de reprimir una risa.
—Claro, una reacción muy madura. —me dice ella siguiéndome el juego.
—Pero él obviamente me atrapó y me besó.
—¿Cómo fue el beso?
Pienso en eso un momento. ¿Cómo fue? Diferente a los demás besos que he dado, eso es obvio y por alguna razón no me siento bien al comparar sus besos con los demás, siento que de alguna manera lo estoy engañando. Eso es absurdo.
—Fue bueno.
Peyton mueve su cabeza repetidamente.
—No, no, dime como fue, que sentiste.
Por segunda vez en el día vuelvo a virar los ojos, un mal hábito que a mi mamá siempre le molestó.
—¡Dios, Peyton! Bien, me sentí bien, mejor que bien. Quería que el beso dure para siempre, quería que sus brazos no me suelten, que sus manos no se alejen de mí. ¿Estas feliz con esa respuesta? Fue un buen beso, fin de la historia.
Decirlo en voz alta vuelve el sentimiento más real.
—Pero que poeta me salió la niña. —me dice Peyton en son de broma. — Hope, creo que deberías admitir que hay algo más que una simple mentira entre tú y Santiago. Algo está pasando entre ustedes.
No quiero darle la razón a Peyton pero la tiene. Es obvio que algo está pasando, no sé exactamente que es, pero es algo que está poniendo mi mundo de cabeza.
¿Por qué de todos los hombres tenía que ser justo Santiago Miller?
—Eso no es todo. —digo.
Peyton abre la boca ante mis palabras.
—No me digas que te acostaste con él.
Golpeo su brazo y ella me mira con una sonrisa.
—No, no tuve sexo con él, virgen hasta el matrimonio. ¿Recuerdas?
Mi hermana me mira en silencio, me hace una seña con la cabeza para que yo siga hablando, pero no lo hago. Pienso en lo que pasó e imagino las preguntas que me hará Peyton.
—Habla, hermana. —me dice Peyton.
Tomo aire.
—Emmanuel me besó.
Peyton abre la boca sorprendida y se la vuelve a cerrar. Me mira con incredulidad sin saber que decir.
—Pero que infeliz ¿Por qué lo hizo? —ella me detiene antes que pueda responder. —Olvídalo, no me importa la razón, no debió hacerlo.
Yo no digo nada mientras ella habla, tampoco me muevo, solo la dejo seguir hablando sobre lo imbécil y egoísta que es Emmanuel por hacer eso. Peyton me mira y ve algo en mi rostro porque deja de hablar y me mira con esa cara de cuéntame todo.
—Te gustó. ¿Verdad? Por eso estas así, porque disfrutaste el beso.
Muevo mi cabeza, pero me detengo cuando me doy cuenta que no estoy tan segura sobre eso. Me siento confundida. Quién me besó no fue cualquier persona por lo tanto no fue un beso cualquiera, significó algo, me hizo sentir algo, eso es obvio pero la pregunta es, ¿qué sentí? No quiero pensar mucho en eso porque me da miedo saber la respuesta, miedo a seguir estancada en ese amor que sentía por él. ¿Por qué somos seres masoquistas? Él ama a alguien más y me dejó por ella, me dejó por alguien que es físicamente igual a mí. Eso debería ser suficiente para dejar de amarlo, eso debería ser suficiente y una pequeña, casi inexistente parte en mí grita que no es suficiente.
¿Puedo ser más estúpida?
—Sí, me gustó. — admito y pienso por un momento en todos los besos que he dado antes. En todos los besos que Emmanuel y yo compartimos. —Pero ya no es igual. Ya el amor que sentía por él no está. Le quiero, no voy a negar eso, pero ya no lo amo. Ya no estoy enamorada de Emmanuel.
¡Oh por Dios! Lo dije, realmente lo dije en voz alta frente a alguien más y está vez es verdad. No hay titubeos en mi declaración porque es verdad. Ya no amo a Emmanuel y solo me tardé casi tres años en olvidarlo, no sé si sentirme orgullosa por ya no amarlo o golpearme contra la pared por haber tardado tanto.
—¡Por fin! Gracias señor Jesús por iluminar a mi hermana. Dios, la miraste a os ojos, sonriendo, dijiste su nombre.
Peyton empieza a bailar de felicidad y yo me uno a ella. De pronto ella se detiene y pone sus manos en mis hombros. Me mira seria.
—¿Le vas a contar a Santiago? —me pregunta ella.
—¿Por qué haría eso?
—Fácil, una relación se basa en la confianza y honestidad.
Aparto sus manos de mis hombros y me siento en la cama. Ella se queda de pie mirándome con las manos en la cintura. Ella no se va a dar por vencida hasta que le diga que sí le voy a contar a Santiago. Resoplo llena de frustración y busco mi teléfono. Marco el número y espero a que conteste.
Él contesta todo formal. Sonrió. No puedo esperar menos de él.
—Qué forma de saludar a tu prometida. —le digo.
Veo que Peyton se relaja y se sienta en la cama atenta a todo lo que yo digo.
—¿Sucede algo? ¿Está todo bien? —me pregunta Santiago.
Pienso en la mejor forma de decirle. No creo que le importe, después de todo no somos realmente una pareja comprometida. Pero yo le hice prometer nada de otras mujeres porque jamás pensé que el idiota de Emmanuel me basaría.
—No, nada, solo llamaba para saludar y bueno ya que estamos hablando. —Peyton me mira mientras trata de contener una risa. —Sabes que hoy me topé con Emmanuel y me besó, fue después que me fui de tu casa. Bueno no te molesto más, que tengas una gran noche. Adiós.
Termino la llamada sin dejar que Santiago me diga nada.
—¿Pero tú estás loca muchacha? —me pregunta Peyton.
Apago mi teléfono y lo dejo sobre mi escritorio.
—Querías que le dijera y ya le dije, deberías estar feliz.
Peyton golpea mi brazo.
—Me dolió Peyton, tienes la mano pesada.
—Esa no es forma de decir algo así. ¿No sabes lo que es tener tacto? Pudiste ocasionarle un infarto al pobre hombre.
—No seas exagerada.
—Hope Evans, piensa por un momento quieres. —me dice mi hermana como si le hablará a una niña de cinco años. —Le acabas de decir a Santiago que besaste a Emmanuel justo después de besarlo a él. Piensa si las cosas hubieran sido al revés. Si Santiago hubiera besado a su ex después de besarte a ti. ¿Cómo te sentirías?
Cierro los ojos y pienso tal y como me dice Peyton. Ella tiene razón hubiera sido un golpe a mi ego.
—Por tu cara veo que ya entendiste mi punto. —me dice Peyton.
Asiento con mi cabeza.
—¿Por qué me dejas hacer estupideces? —le pregunto a Peyton. —Todo esto es tu culpa. Ahora piensa en cómo puedo arreglarlo.
—Quién no te conoce que te compre. -—mi hermana se cruza de brazos y me mira mientras levanta una ceja, pero yo la conozco muy bien y sé que está pensando en cómo ayudarme. —Ve y habla con él, es lo mejor.
Refunfuño como niña pequeña a la que mandan a dormir temprano. No quiero ver a Santiago ahora, mis sentimientos respecto a él también están confusos y me tienen caminando hacia un abismo sin la opción de poder detenerme o retroceder.
—Sabes que es lo mejor.
Ella tiene razón. Peyton guarda mi teléfono en mi bolso y me pone el bolso en mi hombro. Toma mi mano y me lleva fuera de mi habitación. Nos topamos a mi mamá al final de las escaleras y Peyton le dice que me regañen después, que ahora tengo algo importante que hacer.
Cuando llego a la casa de Santiago me dicen que él está ocupado en su despacho. Le digo amablemente a Dana que no le diga que estoy aquí, que quiero sorprenderlo. Camino hasta su despacho y abro muy despacio la puerta, él está sentado en su silla detrás de su escritorio leyendo lo que parece ser un expediente. Hay un vaso con un líquido color ámbar sobre el escritorio. Entro en su despacho, él no se mueve, pero tengo el presentimiento que sabe que soy yo.
—Santiago.
Él no responde.
—Santiago. —insisto. —No te comportes como un idiota, sé que me estas escuchando.
Él cierra los ojos un momento antes de girarse en su sillón y dejar los papeles sobre el escritorio. Levanta la mirada y sus ojos grises me miran como si yo fuera un cliente más al que está determinando si defender o condenar.
—Te escucho-me dice sin ninguna emoción en su voz.
Esta en modo abogado.
—Peyton me dijo que debía aclarar lo que pasó...
Él me detiene.
—Vaya, eso es bastante interesante, entonces Peyton pensó que me debías una aclaración, pero y tú, ¿qué pensaste? Seguramente disfrutaste mucho el beso.
Él se levanta lentamente del sillón, pasa sus dedos por los filos de su escritorio mientras parece analizar la situación, aunque estoy segura que ya tiene un veredicto.
—En mi defensa, fue él quien me besó.
—Y dime una cosa, Hope. ¿Tú le correspondiste el beso?
Mierda.
—Corresponder, así como dicen corresponder... sí, pero solo un momento, me tomó por sorpresa. ¿Qué querías que hiciera?
Por la mirada que él me da, asumo que esa no es la pregunta correcta.
—No besarlo, eso hubiera he estado bien.
Nos quedamos mirando un momento.
—¿Por qué me siento culpable por besarlo? —le pregunto a Santiago, pero él no me dice nada. —De todas formas, gracias a ese beso me di cuenta que ya no lo amo.
—¿Ya no lo amas? —me pregunta él.
Niego con la cabeza.
—No, después de besarlo describí que ya no estoy enamorada de él. Pero fue un buen beso. —le digo con una sonrisa.
Él me devuelve la sonrisa y camina hasta donde yo estoy.
—Pero no creo que bese mejor que yo.
—No voy a inflar más tu ego.
Él se ríe. Su risa lo hace lucir más joven. Pienso en un Santiago hace algunos años atrás. ¿Como debió ser? Tal vez le pregunte eso después, ahora no quiero hablar.
—Bésame. —le pido. —Santiago... bésame.
Él toma mi rostro entre sus manos y me sonríe. Se acerca despacio hasta mis labios, pero no los besa.
—Bésame, no te lo voy a volver a pedir.
Y él lo hace, me besa. Pero no es como los besos que nos hemos dado antes. No sé parece en nada aquel beso frente a mis padres o al beso que nos dimos hoy hace unas horas. Este beso es diferente. Sus manos no se quedan en mi rostro, bajan despacio recorriendo desde mi cuello hasta mis senos y siguen un camino hasta mi espalda. Me acerca más a él. Él me levanta y me sienta sobre el escritorio. Sus labios besan mi cuello, mi clavícula, mientras sus manos suben por mi pierna hasta...
Lo detengo y él me mira confundido.
—Virgen hasta el matrimonio, Santiago. ¿Recuerdas?
Él acaricia mi mejilla mientras me sonríe y asiente con la cabeza. Enredo mis manos en su cuello y lo acerco hasta mí. Sus labios vuelven a besar los míos.
—Bien, creo que puedo esperar hasta nuestra noche de bodas. —dice él contra mis labios.
Espera. ¿Qué? ¿Qué acaba de decir él?
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