Epílogo I
Cuatro años después.
Habían sucedido tantas cosas a lo largo de mi vida, que nunca imaginaría y una de ellas fue encontrarla. Entre medio del temor por mi pasado y el temor por mi futuro, ella llegó a mi vida de una manera inesperada, fue la luz que me enseñó cómo la vida no era tan injusta como siempre creí.
Pero a veces la vida te destruye y es ahí cuando creemos que es injusta.
Rachel estaba viva y Kaden estaba muerto, él se había sacrificado para que ella pudiera encontrarme y vivir. Lo que yo vi, fue una alucinación por un veneno que Oliver me había inyectado mientras estuve inconsciente.
Eso lo explicaría todo, pero hay algo que todavía no entiendo muy bien. Recuerdo haber visto a Rachel junto a mi en la habitación de torturas de Oliver, pero también había visto a Shera.
Según Rachel, el alma de Shera me había visitado para decirme que no me rindiera y siguiera luchando, mientras que la Rachel que yo vi, era una alucinación por la falta de agua y comida que había en mi cuerpo.
No me importaba lo que fuera, solo quería que supiera que cumplí nuestra promesa desde hace cuatro años, cuando encontramos un pueblo en donde nadie nos conocía y en donde podíamos ser nosotras.
Lamentablemente no todo era color de rosa, Rachel había quedado traumada por la muerte de Kaden, siempre se había culpado de que al igual que cuando eran pequeños, no pudo evitar que se llevaran a Kaden.
Si cuando la conocí ella estaba traumada, ahora lo estaba aún más. Le temía a cada tormenta que había, a cada trueno, a cada rayo y relámpago. Habíamos ido a diferentes psicólogas y terapeutas, pero nada surtía efecto. Así que con la ayuda de Katar, la estábamos ayudando a tener una vida relativamente normal.
Al llegar al pueblo ambas habíamos conseguido trabajo, Rachel trabajaba de chef en un pequeño restaurante, pero debido a lo que sucedió, tuvo que dejar de trabajar. Algo que no me parecía correcto, ya que ella había descubierto que le gustaba mezclar las delicias que existían, pero ella me había pedido tiempo y no se lo iba a negar.
Mientras que yo afortunadamente, había conseguido trabajo siendo una editora de una editorial en pleno crecimiento, casi siempre hacía portadas para libros, pero también solía hacer algún encargo por privado.
Katar nunca se había ido de nuestro lado, se había convertido en un maestro de artes marciales y aunque él tenía a todas las mujeres que quería a su disposición, nunca miró a ninguna.
Él siempre dijo que su única meta en la vida era esperar a que la muerte tocara a su puerta, para que se lo lleve e ir con Mary, mientras tanto, nos ayudaría a reconstruir nuestra vida.
En mi caso, por ahora mi meta era dejar el pasado atrás y ayudar a Rachel en todo lo que pudiera.
—Lindo día, ¿no? —mi compañera de trabajo se acercó a mí.
Ella era una mujer adinerada, con inteligencia de sobra y un cuerpo por el cual cualquier hombre mataría, hasta diría que era modelo. Pero tiene un gran defecto, el cual es obsesionarse con aquellas personas que no cayeran en sus mentiras.
En este caso, yo.
—No veo qué tiene de especial un día lluvioso —dije mirando la pantalla mientras hacía unos cambios para una portada sobre un libro de misterio.
Al darme cuenta de lo que había dicho, giré mi cabeza para observar el gran ventanal que había en la oficina y me di cuenta que estaba comenzando a llover. Las nubes eran tan oscuras, que hasta daba miedo y la lluvia era tan fuerte que hasta podría decirse que podría lastimar a las personas.
Mierda...
Cerré el archivo con el diseño, tomé mi saco y mi cartera, para luego levantarme de la silla y salir lo más rápido que podía. Mientras caminaba, mi compañera llamada Emily, me estaba siguiendo.
—¿No estás cansada de todo el tiempo salir corriendo para ir a buscarla?
—No —respondí de manera cortante.
—¿Sabes que hay mejores personas qué ella? —sin darme cuenta, mis pies se detuvieron y me di la vuelta lentamente.
—No existe, ni existirá nadie mejor que ella y si sigues siguiéndome solo porque no me acosté contigo, me encargaré de que recibas múltiples denuncias por acoso —dije firmemente, mientras sus pies se detuvieron de inmediato, como si estuvieran pegados al suelo.
Me di media vuelta y corrí hacia el ascensor, como si mi vida dependiera de ello y en parte lo hacía. Los días lluvioso afectaban al amor de mi vida y me partía el alma cuando eso sucedía, porque sabía que no importara cuantas veces estuviera a su lado, nunca podría aliviar el dolor que había dentro de ella.
Rachel nunca aminoró mi sufrimiento y pese a que sufro cada día con la culpa de no poder haber salvado a los demás, no quiero transmitirle esa culpa a ella. No lo merecía y ya es suficiente con lo que tenía que cargar en su corazón.
Al salir del pequeño edificio, tomé el primer taxi que se cruzó en mi camino. Mientras me estaba subiendo al auto, saqué el celular de mi cartera de color negro y marqué el número de celular de Rachel.
El pitido sonaba una y otra y otra vez, hasta que oí la voz de la casilla de correo. Entré a Whatsapp, mientras el conductor de unos cincuenta y algo, conducía con cuidado. Le pregunté si podía ir más rápido, a lo que el señor me respondió que debía ir lento, porque a veces la calle solía ponerse un tanto resbalosa.
Kate: Amor, por favor contesta, te estoy llamando.
Esperé durante unos segundos que se hicieron eternos y me preocupaba lo que Rachel podría estar haciendo. En el pasado había intentado suicidarse, lo había hecho un día que debía trabajar doble turno, ella estaba destrozada, no lograba dormir y las pesadillas la atormentaban demasiado.
Para cuando había llegado a casa, Rachel estaba en la bañera y pedazos de vidrio de todos los tamaños estaban a su alrededor. Recuerdo que había llamado a Katar por ayuda y fue cuando decidimos que debía empezar ir a la psicóloga y con un terapeuta, ya que Rachel se rehusaba a recibir ayuda de los medicamentos.
No había sido fácil para ninguno de nosotros tres. Habíamos perdido el contacto con Vanlo y Joanna, los tres teníamos heridas inimaginables, por personas que considerábamos familia. Katar había sido traicionado por su Dakar, Rachel había sido abandonada por Tatiana y Oliver nos había destruido a los tres.
Por más que a veces peleaba con Rachel, no podía culparla por querer hacer eso, también quise hacerlo en varias ocasiones de mi vida, pero nunca tuve el valor de hacerlo y afortunadamente Rachel tampoco.
Deberíamos estar acostumbrados a la muerte, porque es algo que nos une a todos, así como la vida, pero cuando un ser querido parte de este mundo, es imposible no llorar, no sufrir y no sentirse vacío.
En cuanto llegamos, saqué mi billetera y le pagué al taxista lo que le debía. Salí del auto corriendo, mientras buscaba desesperadamente las llaves de la casa.
La lluvia golpeaba mi cabello, a la vez que lo mojaba y caía por la ropa y la piel. Al encontrar las llaves de casa, la coloqué en la cerradura y di dos vueltas. La puerta se abrió, entré a la cálida entrada de nuestra casa, con una pequeña alfombra de color rojo a los pies de la puerta, para limpiarse en ocaciones de lluvia.
Dejé la cartera en el suelo, cerré la puerta con las llaves y rápidamente las dejé sobre un pequeño mueble de color marrón oscuroy subí las escaleras de color crema. Abrí la puerta de la habitación y respiré aliviada al saber que había un bulto debajo de las sábanas.
Me acerqué lentamente a la cama. Sus manos lentamente salieron a la luz, hicieron a un lado el acolchado que la cubría y pude ver su rostro colorado, al igual que sus ojos de tanto llorar.
No era necesario que dijera algo, simplemente la abracé y la contuve en mis brazos. Así como ella me había contenido cuando me rescató de Oliver.
Me acosté a su lado sin importar que estuviera un poco mojada. Acaricié su cabello, la acerqué a mi y con mi otra mano empecé a acariciar su mejilla para calmarla un poco. Rachel se encogió de hombros y se acurrucó en el hueco de mi cuello.
Sus lágrimas frías caían por mi piel sin control alguno.
Estiré mi brazo y tomé el acolchado que la cubría. La volví a cubrir para que no tuviera frío y para que no se enfermara. Mi mano volvió a acariciar su mejilla, mientras le daba un beso en la frente.
—Creí que no vendrías...
—Nunca te dejaría, mi amor. Nunca —mi mano se dirigió hacia su mentón y lentamente lo levanté—. Tendrás que aguantarme toda la vida, porque no pienso irme de tu lado —sonrió forzadamente y una lágrima cayó por su mejilla.
Rachel no dijo palabra alguna, simplemente volvió a abrazarme como si fuera una almohada y siguió llorando desconsoladamente.
—¿Las pesadillas volvieron? —asintió sin mirarme—. ¿Qué soñaste? —negó con la cabeza.
Cuando hacía eso era porque no quería decirme, había algunos sueños de los cuales yo no tenía conocimiento alguno. Pero tampoco me sorprendería que no me lo dijera, a veces cuando tienes una pesadilla y lo hablas con alguien, temes que se vuelva realidad y sé que Rachel no quería eso.
—No te preocupes, nos quedaremos aquí el tiempo que sea necesario, amor —acaricié su espalda lentamente.
—¿Crees que algún día pueda superarlo? —suspiré por miedo al responder.
—Mírame —lentamente levantó la cabeza y pude ver su hermoso rostro—. Sufrí años por la pérdida de Shera y luego descubrir que era mi hermanastra fue una sorpresa para mi, lo que quiero decir es que no lo superarás de un momento a otro. No es algo que sea tan pasajero como los demás pueden decir, perdiste a tu hermano, con quien compartiste el vientre de tu madre, compartiste tantas alegrías como tristezas, perdiste una parte de ti, amor. No lo superarás ahora, ni mañana, pero un día despertarás y entenderás porqué tuvo que ser así. Aunque todavía no tengas esa respuesta tan clara.
—Nunca voy a entender por qué Kaden siempre prefirió sacrificarse antes que vivir su vida —dijo confundida.
—Simplemente porque él te amaba, siempre te protegió y lo hizo hasta el fin de sus días...
—No debió haberlo hecho, nadie lo obligaba —dijo con frustración.
—Sé que es fácil decirlo, Rachel, pero cuando amas tanto a alguien, poco importa lo que suceda con tu vida. Pasé años sin entender por qué Shera murió y cuando encontré el amor que me diste, entendí que así tenía que ser, porque yo tenía que vivir la vida que tanto deseaba, mientras que Shera siempre deseó protegerme, al igual que Kaden siempre te protegió.
—Pero no tenía que ser así —las lágrimas volvieron a aparecer y la abracé aún más fuerte—. ¿Por qué, Kaden? —se lamentó—, todo pudo haber sido tan diferente...
Había veces en donde no podía contener a Rachel, no podía responder las dudas que la atormentaban, porque incluso no tenía respuestas para mis propias dudas. Nunca entenderé porqué Katar se quedó a mi lado, pese a todo el sufrimiento que tuvo a mi lado
A veces no entendía por qué tuve que sufrir tanto en la vida, cuando las personas normales sufren por cosas simples, normales, no como yo. Tampoco entenderé como Rachel se quedó a mi lado pese a los enfrentamientos del pasado.
Tenía muchas más dudas que no podía resolver ahora, pero tal vez dentro de unos años, podamos obtener las respuestas que tanto buscamos.
Entre el llanto que Rachel sentía, me di cuenta que ella estaba durmiendo de mi lado de la cama y era normal cuando llovía, porque al estar de costado, le daba la espalda al ventanal con la gran vista.
En cuanto se quedó dormida, lentamente me separé de ella, me levanté de la cama y la rodée hasta llegar a las cortinas de color bordó del ventanal. Tomé ambas cortinas y las junté para que Rachel no pudiera ver el horrendo día que había allí afuera,
Luego me dirigí hacia una puerta de color blanca que estaba cerca del placard. Al entrar al baño me quité la ropa mojada y la coloqué en el cesto de ropa sucia. Lentamente abrí el agua caliente de la bañera, para poder entrar en calor, ya que, debido a la lluvia, mi cuerpo estaba helado.
Mientras me estaba bañando, me era imposible no observar las cicatrices que Oliver había dejado en mi piel. La mayoría de las heridas habían cicatrizado, pero algunas heridas nunca se irían, siempre estarían para recordarme como se sentía mi mundo sin Rachel.
A veces observaba las cicatrices y pensaba que me hacían más fuerte, que eran heridas de guerra y que no debía avergonzarme de tenerlas, pero aunque obtuve la victoria, nunca recuperé a mi familia.
Esas heridas me recordaban que pude haber hecho las cosas diferente, tal vez si no me hubiera enojado con Rachel cuando trabajaba con Oliver, Kaden estaría vivo y Firox no estaría muerto, al igual que Kan.
Katar, Rachel y yo habíamos permanecido juntos, pero a veces me preguntaba cómo tres personas heridas y destruidas podían continuar con sus vidas.
¿Acaso eso era posible?
Al terminar de bañarme, busqué mi remera en mi placard y en los cajones, pero no estaba. Al darme la vuelta, observé que Rachel la traía puesta. Sonreí de lado, porque aunque sufrimos mucho, hay algunas cosas que nunca cambiarían.
Antes ella usaba mi ropa porque no tenía ropa de la ciudad, pero cada vez que usaba algo mío, me daba cuenta que era solo una excusa. No sé porqué le gustaba mi ropa, según Rachel, es porque le gustaba mi aroma.
Su cabello estaba dispersado por toda la almohada, su expresión facial parecía de tranquilidad. Tenía el ceño levemente fruncido y sus labios rosados estaban un poco entreabiertos.
Esa es una de las imágenes que quería recordar para siempre, hasta el fin de mis días.
Tomé otra de mis remeras, una que me cubriera la mitad de los muslos y bajé por las escaleras lentamente, para no correr el riesgo de hacer algún ruido y despertarla.
* * *
Hace como una hora que estaba intentando cocinar algo decente para mi novia, ella siempre dijo que lo que realmente importaba, era el esfuerzo. Pero dudo que diga eso cuando vea como quemé la comida.
Sin mencionar que por estar hablando con Katar por videollamada, se quemó el repasador que usábamos para limpiar la mesada.
Si no fuera por Rachel, nos hubiéramos quedado sin casa desde el primer momento en el que pusimos un pie en esta aquí.
Mientras estaba pensando en una comida alternativa para cocinar, sentí como unos brazos me rodeaban el vientre. Sonreí de lado y ella dejó un suave beso en mi mentón.
—¿Te despertó el olor a quemado?
—No, desperté cuando no te sentí a mi lado —aún estando entre sus brazos, me di media vuelta para poder observarla.
Se veía que estaba un poco mejor, pero esa es una de las habilidades del ser humano, fingir que todo está bien, cuando en realidad quiere huir a donde sea.
Nosotras habíamos huido al pueblo que teníamos como opción con Shera. No pude cumplir la promesa con ella, así qué la cumplí con el amor de mi vida.
—Me había ido a bañar y quería hacer algo decente para que comieras, pero no lo logré —me mostró una pequeña sonrisa de lado.
Una de sus manos se dirigió lentamente hacia mi cintura y comenzó a acariciarla. Sabía lo que estaba haciendo, ella mejor que nadie sabía que irme a bañar todos los días y ver mis cicatrices, era una batalla difícil.
Siempre acariciaba zonas donde tuviera alguna herida, para que no sintiera que fueron en vano y aunque yo tenga en claro que no lo fueron, a veces es difícil no pensar en eso.
—¿Te parece comer pizza? —fruncí el ceño ligeramente.
—¿Y la caja de ayer?
—Me la comí por la madrugada —sonreí y negué con la cabeza.
Como decía, algunas cosas nunca cambiarían.
—¿Entonces pedimos tres cajas? —propuse y sus ojos brillaron.
—Cinco —soltó convencida.
—¿Cinco cajas vas a comerte? Pobre de nosotras si un día tenemos hijos y tienen tu pasión por la pizza.
—Si tuviéramos hijos, serían tan lindos como tú... —su mano dejó de acariciar mi herida, tomó un mechón de mi cabello y lo colocó por detrás de mi oreja.
—Y tendrían tu valentía —con mis manos la atraje hacia mi.
Nos observamos a los ojos mutuamente y sonreímos al unísono.
Con ella era fácil decir que todo estaría bien, porque cuando creí que había muerto, ya nada tenía sentido y vivir era un sueño lejano. Ahora aunque las cosas no eran fáciles como esperaba, no quería dejar de pasar un solo segundo a su lado.
Mi compañera de trabajo siempre dijo que Rachel era una niña y que yo la trato como una, pero yo pienso que es una reina y que debe ser tratada como tal.
No importaba lo que los demás decían o creían, hacía tiempo que dejé de darle importancia a lo que decían los demás.
Rachel llamó a la pizzería que estaba cerca de casa y pronto el repartidor apareció con cinco cajas de pizza. Nos sentamos en el sofá de color beige y tomé el control remoto. Al entrar a Netflix, Rachel me suplicó que pusiera la película TITANIC, ya que era una de sus películas favoritas.
Se llevó una porción a la boca y sonrió tiernamente.
Solo ella podía sonreír cuando tenía una de esas pesadillas que no le daban tregua alguna.
La abracé por los hombros y ella se acurrucó conmigo. Tomé la manta que siempre teníamos en el sofá, ya que, varias veces a la semana veíamos películas acurrucadas, entre medio del amor y las caricias que nos proporcionamos.
Estábamos observando la escena en la que Jack y Rose estaban en la punta principal del barco, donde Rose estiraba los brazos y decía que podía volar.
Los colores de la escena se reflejaban en el rostro de Rachel, las tonalidades cálidas hacían que su rostro se viera más angelical que de costumbre. Era como si un aura de un ángel estuviera sobre ella y la hiciera verse como uno.
Para mi, Rachel era mi ángel, aquel que me sacó de la oscuridad y el dolor en el que vivía, aquel que me demostró que amar no era peligroso, aquel que me enseñó que el amor puede ser tan bello como doloroso y sobre todo, me enseñó que el amor lo puede todo.
Muchos viven la desafortunada desgracia de casarse y luego separarse, sufrir por amor y nunca encontrar a la persona indicada, pero Rachel me enseñó que el amor es la herramienta más poderosa que tiene el ser humano.
Por eso cuando la veía sufrir, era como mil dagas siendo clavadas en mi cuerpo.
—¿En qué piensas? —preguntó en un susurro.
—En que eres el ángel de mi vida —le sonreí.
—Y tú eres la reina de la mía —su rostro se acercó al mío y con sus suaves labios me besó.
Ambas bocas colisionaron, haciendo que dentro de mì, miles de sensaciones y sentimientos aparecieran, como si dos astros hubieran explotado al mismo tiempo. Rachel era mi estrella guía, siempre sabía qué hacer cuando perdía la cabeza.
Se separó lentamente de mí y sonrió de lado.
—Últimamente he estado pensando en algo...
—¿En qué? —pregunté con curiosidad.
—En realidad en varias cosas, pero ¿recuerdas cuando decíamos de tener una familia? —asentí—. Estaba pensando en que deberíamos ir a la isla y visitar a Derek, hace tiempo que no sabemos mucho de él.
—Hace dos años que no vamos a la isla, ¿por qué ahora?
—Bueno... creo que todo en mi vida comenzó en la isla y he tratado de ir lo menos posible, pero creo que si voy a allá, tal vez el miedo de estar sola desaparezca —confesó.
Dirigí mi mano hacia su mejilla y la acaricié lentamente. Cerró sus bellos ojos y volvió a sonreír a medida que la acariciaba.
—Nunca estarás sola, amor —abrió sus ojos lentamente y me dio una dulce mirada—, y menos si quieres tener diez hijos —rió y negó con la cabeza.
Hace tiempo que Rachel me confesó que quería tener al menos diez hijos y si eso llegara a pasar, solo esperaba que no salieran con su apetito o pronto estaríamos en la quiebra.
—Sería lo segundo mejor que me sucedió en la vida —la observé confundida.
—¿Y qué sería lo primero?
—Haber conocido a una forastera hermosa —sin poder evitarlo, mis labios se extendieron lo suficiente hasta formar una sonrisa.
Esta vez fui yo quien tomó la iniciativa.
Tomé el cuello de mi remera que ella tenía puesta, la acerqué a mi y le di un profundo beso. Dicen que los labios dicen más que las palabras. Antes no entendía ese dicho, pero ahora sí y tenía toda la razón.
Con un beso yo podía saber absolutamente todo lo que Rachel quería decirme con palabras, pero a veces ellas no salen de nuestros labios, por más que lo intentemos.
Rachel dijo que quería volver a la isla y me sorprende que esté tan convencida con esa idea tan repentina. No me parece una mala idea, pero allí sucedieron muchas cosas malas y no quisiera que ella reviviera todo de nuevo.
Se merece lo mejor del mundo y aunque no pueda bajarle la luna y las estrellas, puedo estar a su lado y eso haré hasta que mi corazón deje de latir.
* * *
Una amiga mía hizo este bello fan art sobre Kate 💜
Vayan a seguirla en ig, la pueden encontrar como: @nfllen
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