Capítulo veintiocho: Uno menos

A la mañana siguiente estaba tomando un café ya que no había dormido nada y no por el hecho de dormir en el sofá. No pude dejar de pensar en el beso, estuve toda la madrugada dando vueltas en el sofá, sin saber qué hacer.

Por un lado sabía que el beso fue real, pero por otro lado temía que fuera solo por el alcohol y no por lo que sentíamos.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por aquella chica que bajaba de las escaleras mientras bostezaba debido al cansancio.

Al verla pude notar que tenía ojeras.

Me miró y luego sus ojos azules se dirigieron hacia mi camisa que ella llevaba puesta.

—¿Por qué...?

—¿Qué es exactamente lo que recuerdas de anoche? —la interrumpí antes de que terminara su pregunta.

Que no recuerde el beso, que no se acuerde, que no se acuerde...

—No mucho, lo último que recuerdo fue que estaba bebiendo y Katar dijo que iba a llamarte —se rascó la nuca, nerviosa.

Que bueno que no recuerda nada.

—¿Debería recordar algo? —preguntó confundida mientras se acercaba a mi.

—No, iré a buscarte algo de ropa que no uso y te darás un baño.

Fui a buscar un pantalón, una musculosa y una toalla. Luego le di las cosas y ella se fue a la ducha sin decir nada.

Yo seguí tomando mi café y tratando de no pensar que la chica que quiero está desnuda en mi baño y que encima nos besamos.

Malditos pensamientos...

Luego de veinte minutos ella salió del baño un poco avergonzada, supongo que por la tontería que hizo ayer.

La tontería que tanto te gustó.

Cállate, nadie pidió tu opinión.

tenía su cabello mojado recorrido para el lado izquierdo, una musculosa de color negro y unos jeans del mismo color. Mis ojos recorrieron una gota de agua que había quedado en su cuerpo, que se deslizaba desde su frente hasta perderse dentro de su ropa.

Que rayos, no debería haberlo hecho.

—¿Cómo te sientes? —pregunté cuando salió del baño.

—Me duele la cabeza —dijo tocándose la sien.

—Ten —le ofrecí una pastilla blanca para que el dolor de cabeza cediera.

Tomé un vaso de vidrio y le puse agua de una jarra que había en el refrigerador. Se lo di y ella se tomó la pastilla junto al agua.

—Gracias —me devolvió el vaso.

De pronto mi celular empezó a sonar y por un momento temí que fuera el enmascarado, porque siempre que llama sabe como ponerme nerviosa, pero por suerte era Katar.

Atendí.

—Necesito que vengan, es urgente —fruncí mi ceño porque escuché que en su voz había miedo.

—Dime que sucede.

—No puedo, todos estamos en la mansión, faltan ustedes.

—Bien, vamos enseguida —corté la llamada.

—¿Qué sucede? —preguntó al ver que yo estaba confundida y preocupada.

—No lo sé, pero tenemos que ir a la mansión, es urgente.

Tomé las llaves y Rachel tuvo la idea de ir en mi motocicleta, pero que fuera ella quien manejara ya que yo podría tener un ataque y podríamos chocar. La idea no me gustaba, nunca nadie manejó mi motocicleta, pero no había tiempo para eso, así que accedí.

Ambas nos subimos, le di mi casco y yo me aferré a su cintura. Rachel encendió el motor. Luego de un rato yendo a toda velocidad y seguro que por eso nos darán una multa, llegamos a la mansión.

Abrimos la puerta y al entrar nos dirigimos hacia la sala de estar, donde todos estaban con una carta negra con un margen de color rojo.

—¿Qué es eso? —pregunté.

Katar se acercó a nosotras y nos dio una carta a cada una. Leí la carta y al leer las iniciales me di cuenta que ya no podía engañarme más. Era él, él está vivo y listo para hacer de mi vida un infierno viviente.

Ana está siendo torturada, vayan al depósito que está en la avenida Green o vayan a la casa abandonada en la calle Robin. C. y la encontrarán.

Viva o tal vez muerta.

O.J.

—Es él, Kate —soltó Katar y Joanna nos miró confundida.

—¿Así que saben quien es el enmascarado? Tuve que irme por un caso y ¿no se les ocurrió decirme que saben quien es el enmascarado?

—No hubo tiempo de decírtelo —soltó el pelinegro.

—Pasaron varias cosas desde que no estuviste, pero creemos que el enmascarado es Oliver, mi hermano... —fuimos interrumpidos por unos murmullos que escuchamos.

De pronto oímos disparos, los vidrios de los ventanales estallaron y nosotros nos tiramos al suelo, pero al hacerlo una bala rozó la pierna de Joanna, haciendo que saliera sangre de ella.

Vanlo observó a las personas que nos estaban disparando y por un breve momento pareció reconocerlos.

Ellos estaban vestidos de traje, pero con una máscara de polar negra que les cubría todo el rostro, dejando que solo sus ojos fueran visibles.

De pronto los disparos cesaron, me levanté para ir a buscarlos, pero Rachel me tomó de la mano y negó con la cabeza.

—No vayas, puede ser peligroso —suplicó.

—¿Estás bien? —asintió.

—Joanna, mi amor, despierta —Vanlo golpeaba su mano en la mejilla de Joanna para que despertara, pero no lo hacía.

—¡Joanna! —Firox tenía los ojos llorosos y estaba muy agitado.

Kan se acercó a ella y nos pidió que le diéramos espacio. Observó la herida y luego la tomó entre sus brazos, cargándola.

—¡No está muerta, pero debo llevarla a la clínica antes de que nos vuelvan a atacar!

—¡No me voy a separar de mi hermana! —Firox estaba nervioso y no sabía qué hacer.

—¡Oye! —lo llamé—. Kan salvará a tu hermana, pero si no vamos a jugar este juego enfermizo de Oliver, probablemente todos moriremos, incluso Joanna. Deja que Kan se la lleve y nosotros seguiremos con esto —él miró al peliblanco.

—Más te vale que la salves —Kan asintió.

Luego de eso salimos de la mansión y nos dividimos en dos grupos, Katar y Rachel irían juntos mientras que Firox, Vanlo y yo iríamos juntos.

Nos subimos al auto del pelinegro y en cuestión de minutos llegamos al lugar indicado por Oliver. Habíamos escogido ir al depósito. Durante el viaje pude notar como Firox estaba sudando y nervioso.

Sé cuánto miedo tiene, pero Kan es el mejor médico que conozco y va a lograr salvarla. Además en la clínica estarán más seguros que nosotros.

—¡Mierda, Vanlo! ¡Como sean ellos eres hombre muerto!

—¿Quiénes? ¿Por qué nos atacaron? —Vanlo me miró por el retrovisor,

—¡No lo sé! ¡No entiendo por qué ellos vendrían después de tantos años! ¡Mierda, tengo miedo por Joanna!

—¿Y tú crees que eres el único?

—¡No es mi culpa! Hace años perdí el contacto con ellos.

No puede ser, otra vez ellos.

—¡Dejen de pelear, lo importante es acabar con esto! —ninguno objetó nada.

Poco tiempo después llegamos al depósito y vimos una puerta que estaba en mal estado, estaba oxidada y olía a metal. Normalmente los depósitos abandonados suelen tener un candado con una cadena para que nadie acceda al lugar, pero esta vez la puerta no tenía candado.

Significa que él tenía todo preparado.

Abrimos la puerta cautelosamente, pero al ser vieja, se escuchó un rechinido horrible.

Firox colocó su dedo índice en sus labios, indicándonos que no hagamos ruido alguno. Lentamente caminamos hasta ya estar adentro del depósito.

Lo analizamos de arriba a abajo, estaba vacío, solo había una puerta al otro lado del lugar y unas cuantas cajas vacías que estaban en el suelo y en los estantes de metales. Todo estaba vacío, pero siempre puede quedar algún rastro y si Ana está en peligro, debemos intentarlo.

Está claro que aquí no está...

—Busquen algo que pueda ayudarnos —susurré.

Los tres nos separamos por el depósito y buscamos algún rastro que nos pudiera llevar con el enmascarado o con Ana.

Estábamos en un sótano de mala muerte que era propiedad de nuestro padre. Frente a nosotros tres había una mujer del bando enemigo. Nosotros tenemos todo lo que ellos quieren, dinero, reputación y lo más importante para una familia de asesinos, miedo.

Si mi padre quería algo, lo tenía en el instante, si quería muerto a alguien, sería en el momento, porque no hay nada mejor que las personas te teman. Solo así podrán obedecerte.

—Lo hubieras pensado dos veces antes de ser parte del bando enemigo. Debiste haber estado con nosotros —tomó el látigo de cuchillos que había en el suelo.

Oliver se acercó lentamente hacia la mujer que no paraba de temblar de frío, debido a que era invierno y ella estaba desnuda en el sótano lleno de humedad y bichos que podrían causar distintas enfermedades.

La mujer estaba asustada y estaba atada a la silla. Personalmente creo que esto ya es suficiente, pero mi padre y Oliver no piensan así.

Me acerqué a Oliver y antes de que él la desatara de la silla, lo tomé del brazo y negué con la cabeza para que no hiciera nada.

—¿Qué mierda te sucede? Es del bando enemigo, debe sufrir.

—Esta mujer ya te ha dicho más de diez veces que solo lo hizo porque necesitaba dinero para cuidar a su madre, ponte en su lugar. ¿No harías lo mismo por nuestra madre? —nuestro padre suspiró.

Me tomó fuertemente del brazo, colocó sus manos en mi cabeza para que pudiera mirar lo que estaba por suceder y Oliver solo sonrió por el placer que le daba lastimar a las personas.

—El mundo es de lo valientes y fuertes, Kate. Tú no tienes derecho a sentir algo hacia el enemigo, de hecho no tienes derecho a amar, porque el amor solo te traerá desgracias —susurró.

Por más que no estuviera de acuerdo con mi padre, sabía que no podía hacer nada para evitarlo, pero la impotencia me estaba matando.

Oliver dio el primer latigazo al mismo tiempo que cerré los ojos y solo fui capaz de oír los desesperados gritos que provenían de aquella mujer. Así continuó varias veces mientras nuestro padre me repetía que no debía cerrar los ojos, que no debía ser una cobarde.

Por dentro estaba deseando que Shera bajara y detuviera todo esto, pues a mi padre no le agrada cuando Shera está con nosotros y siempre dejaba todo lo que hacíamos para que ella no aprenda nada sobre nuestras técnicas.

Al menos esa era su excusa.

No sé por qué lo hice, pero abrí mis ojos y la imagen con la que me topé me sorprendió. Oliver había desatado a la mujer y ella estaba en el suelo, boca abajo y con múltiples cortes por todo su cuerpo.

Oliver tomó un frasco con sal y empezó a esparcirla por las heridas de la mujer mientras ella gritaba de dolor.

—¡PARA, OLIVER! —intenté liberarme del agarre de mi padre, pero él me empujó y me tiró al suelo.

Se acercó a Oliver, tomó el látigo y le dio cinco latigazos a la mujer mientras ella gritaba, hasta que al sexto latigazo, su voz desapareció de la habitación y solo quedó su cuerpo lleno de sangre.

—Estoy orgulloso de ti, hijo. Sé que nuestro apellido está en buenas manos —soltó mientras yo veía la escena con ira.

Oliver dejó el tarro de sal en el suelo y mi padre dejó el látigo sobre una mesa de metal que teníamos. Ambos me observaron y yo tuve que contener mis ganas de gritar y llorar por la situación y la impotencia.

Caminaron y pasaron por al lado mío sin siquiera mirarme y lo agradecí. Luego de que ellos se fueron me quedé sola con el cadáver y vi que una sombra se acercaba a mí, me levanté en caso de que sea mi padre para venir a regañarme por mi comportamiento, pero afortunadamente era Shera.

Ninguna de las dos dijo nada, no era necesario hacerlo. No cuando ya sabíamos que cosas así sucedían todo el tiempo y no podíamos hacer nada para evitarlo.

Ella simplemente me abrazó y yo me eché a llorar, ya no aguantaba tanto sufrimiento en mi vida. No tenía nada para ser feliz y ya nada valía la pena.

—Pronto acabará todo, te lo prometo —Shera me acarició la cabeza en modo de consuelo.

Salí de mis pensamientos cuando entendí que todo era una trampa y que probablemente Ana no estaba en peligro y solo era carnada.

—¿No deberíamos haber encontrado algo? —preguntó Vanlo con dudas.

Me acerqué a ellos y negué con la cabeza.

—No, es una trampa, Ana no está aquí. Nos atrajo aquí por un motivo.

—¿Cuál?

—No lo sé, pero si es Oliver, ustedes están condenados a sufrir, Lo mejor es que se va...

—Creo que ese mensaje en la pared tiene que significar algo, ¿no? —nos interrumpió.

Miramos a Vanlo y observamos como estaba señalando una frase que estaba escrita en la pared como si fuera sangre.

Esto será el principio de tu fin.

—¿Qué quiere decir eso? —el pelinegro se acercó para ver más de cerca lo que estaba escrito en la pared.

También me acerqué, pero a diferencia de Firox que veía todo con miedo, yo lo veía como lo que es, un juego retorcido y perverso que le divierte.

Estiré mi brazo para poder tocar la sangre falsa, pero al tocar el líquido espeso me di cuenta que si era sangre, pero no humana, sino de cordero.

—Es sangre de cordero —solté.

—¿Cómo puedes asegurarlo? —Firox me miró confundido.

—No querrás saber cómo sé diferenciar sangre humana y de animal —respondí.

De pronto un fuerte estruendo hizo que nos sobresáltaramos y al darnos la vuelta observamos que la puerta estaba encerrada. Corrimos hacia ella y al intentar abrirla entendimos que nos habían encerrado en el depósito.

—Tenemos que buscar otra salida —dijo Firox mientras él intentaba patear la puerta para abrirla y Vanlo y yo observábamos todo en busca de algo que nos ayudara.

Vanlo hizo un ademán con la cabeza en señal de que lo siguiera. Lo seguí hasta una estantería de metal que tenía algunas cajas vacías, pero las suficientes como para tapar la puerta que estaba detrás de la estantería.

—Él lo tenía todo planeado —murmuró.

—Lo tiene —corregí.

Tomamos algunas cajas y las tiramos al suelo rápidamente, luego corrimos la estantería y Firox se acercó a nosotros para intentar abrir la puerta de color gris.

El pelinegro tomó impulso y fue directamente a chocar con la puerta, pero luego descubrimos que la puerta no estaba trabada. Eso nos hizo estar más alertas de lo que estábamos, porque sabíamos que ellos no estarían muy lejos.

La puerta daba a un pasillo que tenía una luz roja. Con miedo y recelo empezamos a caminar mientras observábamos todo a nuestro alrededor sabiendo que algo malo podría suceder.

De pronto escuché un leve sonido y traté de saber de dónde venía. El sonido se hacía cada vez más fuerte y pronto pude saber que se trataba de un sonido de un gas que venía por la ventilación, por ende nos mataría.

—¡CORRAN! ¡ES UN GAS!

El gas empezó a inundar el pasillo y nosotros empezamos a correr tapándonos la nariz, pero fue en vano. Pronto el gas nos alcanzó y no paramos de toser, pero algo me llamó la atención.

Suponiendo que sea Oliver, algo que cada vez demuestra, él no nos mataría a todos. Al menos no a mi, de lo contrario no me habría envenenado.

Tenía una teoría sobre el gas de Oliver, no era realmente un gas, sino una neblina para hacernos confundir y retrasar nuestra salida. Fue entonces cuando alejé lentamente mi mano de la nariz y pude darme cuenta que podíamos respirar, solo es una especie de neblina artificial.

—¡Es falso! ¡No es un gas, solo es neblina! —ellos observaron cómo yo podía respirar y con un poco de recelo alejaron sus manos de su rostro.

—¡Vámonos! —nos levantamos al mismo tiempo y empezamos a correr entre la neblina falsa, pero todo acabó cuando vimos que delante nuestro había varios matones del enmascarado.

—Mierda... —murmuró Firox furioso.

Era difícil ver entre la neblina, pero ellos eran cinco matones armados con cuchillos y nosotros éramos tres personas desarmadas en medio de una luz roja con la neblina jugándonos una mala broma.

Uno de ellos me lanzó un cuchillo, pero lo detuve del mango antes de que escapara mi única arma para poder ganar esta pelea.

Todos me miraron atónitos por lo que hice y aproveché esa distracción para lanzar el cuchillo al hombro del matón que me lo había lanzado anteriormente.

El matón gritó de dolor, pero eso no lo detuvo al sacarse lentamente el cuchillo de su hombro bajo la atenta mirada de Vanlo y Firox. Sin duda alguna, los otros matones se abalanzaron sobre nosotros.

Un chico de alrededor de unos treinta años me golpeó las costillas con sus puños, ya que él estaba encima de mí. En un momento vi como Firox estaba tratando de ayudar a Vanlo, pero fracasando en el intento.

Tenía tanta ira por todo lo que sucedió en mi pasado y lo que sucedió este último tiempo y le di un puñetazo en la mandíbula y cuando cayó al suelo, le volví a dar varios puñetazos hasta que mi mano estaba llena de sangre y fue entonces cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo.

Lo estaba matando.

Escuché como un hombre gritaba y me asusté pensando que podían ser mis amigos, pero no fue así, solo era uno de los matones. Vanlo estaba lleno de sangre y Firox estaba golpeando a un matón en las costillas mientras este se quejaba del dolor.

Débil...

Me apoyé contra la pared junto a Vanlo, creyendo que todo este infierno había acabado, pero conté cinco cuerpos en el suelo y ellos eran seis.

Entre medio de la oscuridad y la neblina, un matón sorprendió a Firox por detrás. Empezaron a forcejear y gracias a la neblina no pude ver que traía el matón en sus manos, pero estaba segura que podría ser un arma.

De pronto Vanlo se abalanzó sobre el matón y lo tiró al suelo, pero en ningún momento soltó el arma. Ambos se levantaron para seguir con la pelea, pero el matón le apunto a Vanlo y fue entonces cuando Firox se interpuso entre ellos dos y todo se volvió negro.

No sabía que acababa de pasar, solo sabía que alguien estaba herido porque escuché un disparo, pero el miedo de volver a perder a alguien que amo, me dejó paralizada.

Algo que solo me había pasado con una amiga y con Rachel...

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