Capítulo uno: ¿Solo un sueño?
No sabía que el pasado podría marcarme tanto. No sabía que una persona, que un suceso, o que algo común podría afectarme de tal manera. Nadie lo dice, pero ser fuerte es muy difícil. No dejarse guiar por lo que sentimos también es muy difícil.
Una noche más en la que estoy con mis pensamientos y mi pasado. Una noche de viento y lluvia llegué del trabajo, y con mis zapatillas mojadas entré a mi casa, dejando un rastro de ellas hasta llegar a la mesa, en la cual se encontraba un sobre cerrado. Lo tomé, lo abrí, había una carta, la misma decía:
"Te haré pagar por todo lo que me has hecho sufrir"
Di vuelta la carta para saber si tenía receptor, pero no, la carta solo tenía ese mensaje escrito. Esa misma noche tuve un sueño muy extraño, yo estaba en un bosque, las nubes que cubrían el cielo eran negras, había una neblina ligera, pero un tanto espesa, había tanta neblina que se me hacía imposible ver algo. Agité un poco mi brazo moviéndolo contra la neblina, así tal vez podría dispersarse. El bosque estaba húmedo, parecía que había llovido esa misma noche.
No sucedía nada en el sueño.
Empecé a caminar sin rumbo por el bosque, hasta que encontré la sombra de un hombre alto, y robusto. Me acerqué lentamente para saber de quién se trataba, cuando intenté tocar el hombro del hombre, se desvaneció, como si fuera un espejismo.
Empecé a escuchar una voz que se dirigió hacia mi.
—¡Me dejaste morir, me dejaste en el incendio, nos dejaste a todos! —la voz hacía eco y con la mirada intenté buscar de donde provenía la voz, pero fue en vano, sabía muy bien a qué se refería la voz.
No podía huir de mi pasado, pero tampoco tenía la culpa de lo que había sucedido.
—¡Nada de lo que sucedió fue mi culpa! ¡Yo ni siquiera estaba en el incendio! —grité lo más fuerte que pude, como si eso borrara mi pasado, como si borrara la carga de esa noche.
Luego de responder, pude escuchar una voz femenina hacía eco en el bosque misterioso.
—Nada fue tu culpa, debes dejar de torturarte.
Di media vuelta para saber quién era la chica, pero mi vista se empezó a nublar, no pude ver su rostro. Desperté de mi sueño o como yo lo llamo, pesadilla.
Mi pasado no dejaba de atormentarme, ya era muy difícil en mi vida diaria como para que ya no pudiera dormir. Apenas me desperté me senté en la cama y recordé la carta. Tomé mi celular de la mesita de noche y les mandé un mensaje.
Kate: Vanlo, Firox, ¿alguno de ustedes dos dejó una carta en mi casa?, porque si fueron ustedes no es gracioso.
Firox: No tengo idea de lo que estás hablando.
Firox: ¿Qué dice la carta?
Kate: "Te hare pagar por todo lo que me has hecho sufrir"
Vanlo: No suena a algo que haríamos.
Kan: Siento contestar tarde, estaba con un paciente.
Kan: ¿Una amenaza?.
Vanlo: Tal vez la carta te llegó por equivocación, aunque no sé porque pensaste que nosotros haríamos una broma con algo tan serio.
Kate: Tal vez porque ustedes dos se la pasan haciendo bromas estúpidas.
Firox: Juro que esta vez no fuimos nosotros, yo estoy con Katar en nuestra guarida.
Vanlo: Es como nuestra baticueva o nuestro salón de la justicia.
Firox: Por eso.
Firox: Oigan, ¿les parece que vayamos a comer pizza?
Kan: Claro, justo recién terminé mi turno en la clínica.
Kan: Además eso podría ayudar a Katar.
Vanlo: ¿Qué te hace pensar que va a aceptar?
Kate: Pues ira, porque si no iré hasta la mansión y lo arrastraré hasta la pizzería.
Firox: Iré a avisarle.
Katar había sufrido mucho debido a su hermano. Él envidiaba a Katar y siempre le hizo la vida imposible, desde que lo conocí. Hace menos de seis meses Katar se había enamorado, en cuanto su hermano lo supo intentó de todo para matar a su novia y lo logró. Fue a la cárcel y nunca supimos si debido a las amenazas de la carcel o por miedo, pena, él se suicidio. Solo Katar sabe qué pasó con exactitud, pero yo tengo mis ligeras sospechas de la verdad, aunque más bien son aciertos que Katar trata de evitar.
Luego de sumergirme en mis pensamientos leí un mensaje que me preocupó bastante.
Firox: Katar no está.
Kate: ¿Cómo que no está?
Kan: ¿Desapareció?
Vanlo: ¿Seguro que no bebiste?
Firox: Cierra la boca, idiota, no bebí, él no está en la habitacíon, creo que se escapó por la ventana rumbo al bosque.
Kan: ¿Creen qué tenga algo que ver con la carta?
Kate: Tal vez, no tengo idea.
Kan: De todos modos vamos a buscarlo.
Vanlo: ¿Pero a dónde? Pudo haber ido a muchos lugares.
Kate: Se fue al bosque.
Firox: ¿Cómo lo sabes?
Kate: No estoy segura, solo es una coartada.
La verdad no pensaba contarles sobre mi sueño. Tal vez mi sueño estaba conectado de alguna manera con la desaparición de Katar, tal vez no, pero no tenía cómo comprobarlo. Y no podía generar falsas esperanzas en mi familia.
Salí de mi departamento y me subí a la motocicleta, yendo rumbo al bosque, tal como lo había vivido en mi sueño. La única diferencia era que esta vez era una noche común, sin neblina y sin pasado que me impidiera hacer lo correcto.
Caminando en el bosque logré encontrar la figura de un hombre a los lejos, al igual que en mi sueño. Me acerqué de manera silenciosa y en cuanto pude me escondí detrás de un árbol, para asegurarme que era Katar.
Lo observé con detenimiento, la tenue luz de la luna dejaba ver su cabello negro peinado hacia atrás, dejaba ver su chaqueta de color verde militar y supe que era él. Podía sentirlo.
Al asegurarme, salí de detrás del árbol, di unos pasos hacía él y logré escuchar lo que susurraba.
—Soy un asesino, al fin y al cabo mi hermano ganó... —él ojiazul tomó un poco de aire y cerró los ojos con fuerza, dirigiendo su mirada hacia el cielo lleno de estrellas, iluminando la noche a pesar de las nubes en el cielo.
—Me volví contra lo que siempre luché... y lo peor es que no siento culpa de haberlo matado... No siento nada —dijo él arrodillado en la tierra húmeda.
Me acerqué a él, le di un abrazo tratando de consolarlo, aunque fuera inútil.
—No, no es cierto tú no eres como tu hermano, piensa en todas las vidas que salvaste, tú salvaste miles de vidas incluso antes de todo esto... Me salvaste a mi, me diste una nueva oportunidad. Incluso cuando todo el mundo me hubiera dado la espalda, tú no lo hiciste y ¿sabes por qué?... Porque tienes un gran corazòn —dirigió sus ojos hacia mí y pude ver que había llegado a su límite.
En sus ojos pude observar lo perdido y destrozado que estaba. Era como si su alma hubiera abandonado su tiempo.
—Aun así eso no cambiará lo que hice... sigo siendo un asesino y... y lo peor es que la perdí y la amaba, yo... yo no sabía que era amar... Y cuando lo supe ya era tarde... no puedo dejar de tener pesadillas respecto a eso —dijo él con lágrimas en los ojos.
—Hablaremos de eso en casa. Vamos, los demás deben estar buscándote.
Nos levantamos del suelo, pero al hacerlo escuché un ligero ruido, escuche el crujir del pasto. Miré a mis alrededores para saber si alguno de los chicos nos encontró, pero no vi nada. Dimos unos pasos, volviendo por donde vine hasta que unos hombres con máscaras de espantapájaros se nos acercaron y nos rodearon.
Estos hombres no tienen la apariencia de ser buenos.
Miré al ojiazul, ambos sabíamos que tendríamos que pelear, pero al ponernos en posición de combate, con los puños en frente de nuestros ojos, ellos sacaron sus armas, espadas, cuchillos, arcos y flechas, no tuvimos más opción que rendirnos. Pusimos nuestras manos sobre nuestras nucas como si estuviéramos siendo arrestados.
Dos enmascarados se aproximaron a nosotros y uno de ellos le colocó una de sus máscaras a Katar, el otro hombre me la colocó a mi. Luego de eso pude sentir un golpe, por instinto miré a mi lado, como si la máscara fuera invisible, pero al hacerlo sentí un fuerte golpe en mi nuca.
Nos habían dejado inconscientes.
Cuando desperté pude escuchar que habíamos llegado a un lugar en el que había árboles, y parecía que estábamos pisando arena, pero no estaba segura, aún teníamos las máscaras puestas.
En un momento sentí que subimos unos escalones y nos sacaron las máscaras. Mi vista se acostumbró al ambiente. Miré a mis alrededores en busca de algo que ni yo misma sabía que buscaba. Al procesarlo mejor, me di cuenta que estábamos en una isla. Había un castillo que estaba conformado de bloques de rocas de color beige, con antorchas y candelabros que iluminaban todo a su alrededor, guardias armados, una mesa con un banquete, y a una mujer que desconocía.
Delante nuestro había una mujer cuyo cabello caía por sus hombros, su vestimenta era extraña, tenía una especie de traje o de armadura, el cual contenía una espada. Parecía que había una tensión de miedo y terror en el ambiente.
Hablando modestamente, yo no le temía, con todo lo que había vivido ya no le temía a nada. Pero aun así todo era muy confuso, ¿Por qué había una isla con un castillo? ¿Por qué nos habían secuestrado ? ¿Con qué propósito? Tenía muchas dudas que no podía responder.
Un pequeño, pero un gran detalle, era que había un hombre implorando por su vida. Él estaba de rodillas con las manos encadenadas, todo herido, tenía cicatrices, golpes y marcas de tortura. La sangre se escurría por su cuerpo como si fuera agua.
Las antorchas en las paredes iluminaban la escena. Detrás de la mujer de cabello negro había dos guardias, uno estaba quieto sin decir nada y el otro estaba apunto de cortarle la cabeza al hombre torturado.
El guardia levantó su espada y su filo pasó por la piel del pobre hombre dejándole la cabeza separada del cuerpo y la sangre dispersa por todo el suelo.
—Lamento que hayan tenido que presenciar eso —dijo ella con una sonrisa maliciosa.
Katar estaba aterrado debido a los traumas que le habían quedado, debido a eso le imploro por nuestras vidas.
—Por favor no nos mate —suplicó con miedo, haciendo una reverencia.
La mujer me miró de arriba a abajo, analizandome. Era como si esperara algo de mí que nunca obtendría.
—¿Y tú? ¿No te inclinaras? —ella dió unos pasos hacia mi.
—No tengo motivo para eso, usted nos secuestró sin razón alguna —le dije a la pelinegra con voz firme.
—¿Qué estás haciendo? Nuestras vidas dependen de un hilo —dijo el ojiazul, susurrando, pero lo suficientemente alto para que lo escuchara.
La mujer de delante de nosotros me volvió a analizar de arriba a abajo, como si buscara algo en mi.
—Te equivocas, tienes motivos de sobra para inclinarte, pero no voy a hacerte nada, tú me sirves mucho Kate Jones. Llevo vigilándote un tiempo.
¿Qué tan turbio sonaba eso?
—¿Cómo que servirte? —pregunté confundida.
—Eso no te lo puedo revelar.
—¿Y él? —pregunté señalando con la cabeza a Katar—. Si tu me necesitas en la isla, ¿de qué te sirve mantenerlo aquí? —fruncí mi ceño y le lancé una mirada amenazadora.
—Fácil, él y tus amigos sirven como un... Atenuante a lo que te atrevas a hacer —fruncí el ceño.
—¿Cómo? No entiendo.
—Para que entiendas mejor, lo dejaré ir, en tanto tú te quedes en la isla, de lo contrario... lo que le pasó al hombre que viste les pasará a ellos, o algo mucho peor.
No quería quedarme en una isla desconocida, pero ellos son como mis hermanos, no puedo permitirles que algo les pase, así que no tuve más opción que aceptar.
—Bien —dije de mala gana.
—¡No puedes aceptar! ¿Cómo puedes confiar en ella? ¡No sabes ni quien es, ni siquiera sabes si es confiable! –espetó con desesperación.
Coloqué mis manos sobre sus mejillas y lo observé a los ojos para a continuación decirle las últimas palabras que podría oír de mí.
—Calma, sé que no tengo garantía alguna de que ustedes se salven, pero no tengo otra opción, Katar. No me arriesgaré a que tú y los demás mueran, no puedo permitirlo... —tomé una breve respiración para seguir con nuestra despedida—. Solo... solo diles a todos que los quiero —hice una pausa—, te quiero Katar.
Tanto él como yo, habíamos pasado muchos años juntos, desde ese entonces no nos habíamos separado, pero yo nunca tuve en cuenta que el peligro siempre tocaba a mi puerta y yo como una tonta le abría las puertas para dejarlo pasar.
—Yo también —dijo el ojiazul mientras el guardia se acercaba a nosotros y le volvía a poner la máscara nuevamente.
Los guardias tomaron a Katar por los brazos y lo empujaron para que camine a la par de ellos, yéndose para jamás volver a mi vida.
—Fue un acto valiente, muchos hubiesen sido egoístas y dejar que sus amigos mueran, en serio eres admirable —dijo irónicamente.
Me acerqué a la supuesta reina para que estuviéramos frente a frente, para que ella viera en mis ojos que yo no le temía, como todos en esa isla.
—No me importa lo que tu creas o pienses de mi, lo hice por mis amigos.
—No me tienes miedo, ¿no? —sonrió con arrogancia.
—¿Debería tenerte miedo? —le pregunté sarcásticamente con el ceño fruncido y el tono desafiante.
—Deberías... Pero también veo que eres osada al hablarme así.
—No me conoces, he pasado por muchas cosas. Y esto, todo este secuestro extraño no es nada con lo que he sufrido —le aclaré.
—Una guerra de nacimiento, supongo... Te llevaré con mi mejor guerrera, ella se encargará de entrenarte —ignoró mi comentario y medio la espalda
Si antes yo tenía algunas preguntas, ahora tenía muchas más, tenía ganas de preguntar tantas cosas, como ¿por qué me ofreció el trato a mi y no a Katar? ¿Por qué ella llevaba tiempo vigilándonos? ¿Por que yo le servía? ¿Por qué debería temerle? ¿Acaso me mataría si no hacía lo que ella quisiera?
Nada tenía sentido.
Ella me llevó a la orilla de la isla, donde había una chica de cabello negro, lanzado una flecha a un blanco roving. Ella se giró a verme y en cuanto presentí su mirada, sacó una flecha de su carcaja y me lanzó una flecha, la cual cayó entremedio de mis pies, yo la tomé y la partí a la mitad. Como señal de que no le temía. Me analizó de arriba a abajo, como si yo fuera un bicho raro.
Pero ella no sabía quién era yo, no sabía nada de mí, ni de mi pasado.
La arquera tenía ojos azules, un azul profundo, cabello negro el cual le caia por los hombros, llevaba una armadura puesta de color negro y con los bordes dorados. La parte del pecho tenía una diseño simple, era liso, pero con un cinturon dorado, en el cual iba una espada, la parte de abajo era de color negro, las botas eran del mismo color, pero con la diferecia que el diseño de las botas era una flecha dorada.
La mujer delante mio le explicó lo sucedido y le dijo que ella me necesitaba para algo importante. La chica de ojos azules no reaccionó muy bien, su rostro lo decía todo.
—¿Por qué aceptas a una forastera? No tiene sentido, sabes muy bien qué hacemos con los forasteros.
—Ella me sirve, además es muy valiente y leal Trata de no hacerle daño —le dijo la mujer mientras se alejaba lentamente de nosotras, para dejarnos a solas.
La arquera me miró a los ojos, como si esperara el terror en mis ojos, pero ella no sabía que no hacía falta entrenarme, yo ya sabía manejar todo tipo de armas.
—¿Y tú qué me ves? —le pregunté de una manera molesta
—No irás a ningún lado, tenemos que entrenar.
—¿Para qué? —ella me miró con indiferencia.
—Toma una espada —me dijo la desconocida ignorando mi pregunta
Ella dirigió su mirada hacia un arsenal lleno de espadas, arcos y flechas y cuchillos.
—¿Entrenaremos de noche?
—¿Tienes miedo? —me dijo la ojiazul burlonamente, mientras se ponía en posición de combate.
Rodé los ojos y tomé la espada.
—Encima de asesinos, también veo que en esta isla son arrogantes
—Solo encárgate de obedecerme y tal vez te mantenga viva —rió.
Creí que sería mejor no provocarla, además por el tono que usó supongo que ella es alguien importante en esta isla.
Empezamos a pelear y en algunas ocasiones la desarmaba y ella a mí. Ella era tan buena como yo y viceversa, solo conocía a alguien que peleará tan bien como yo. Nunca pensé que encontraría a alguien más.
—Lo confirmo, eres buena con la espada —ella guarda su espada en el tahalí.
—¿Se supone que es un halago? —dije con la respiración entre cortada.
—Tómalo como quieras, no es común que las personas peleen tan bien como tú.
—Si me conocieras mejor sabrías que no soy común, ni necesito serlo...
La arquera se dirigió a una cesta a unos pasos de ella, y de ella sacó algunas flechas y un arco. Se dio la vuelta para verme. Podía verlo en sus ojos, ella me odiaba, quería matarme.
Me ofreció el arco y las flechas para que diera en el blanco. Tomé el arco y una de sus flechas. Tome una breve respiración, podía sentir la cuerda del arco tensarse, el ruido del océano, el viento soplando en mi rostro, pero jamás volvería a sentir el ruido de la ciudad, por más pacifico que parecía ser allí, aunque no quisiera admitirlo ya extrañaba a mis amigos, aunque más bien son como mis hermanos mayores.
—Sube mas el codo, y ten la mirada fija en el blaco —me ordenó la pelinegra.
—Sí, sí, sí, ya entendí, arquera.---le respondí con un tono de burla.
—¿Así vas a llamarme? —preguntó con recelo..
—¿Por qué la parte de atrás de las flechas son azules?¿Tiene algún significado especial? —pregunté, dejando en claro mi respuesta.
—Se les llama remeras, ignorante, y llevan ese color para que sea distintivo, para que nuestros enemigos sepan que se trata nosotros, los demás solo usan colores como el rojo, blanco, o verde —lancé la flecha al blanco, dando justo en el medio.
—Disculpa si la civilización no está muy al tanto de como se llaman las partes de las flechas.
—Hasta donde sé, el arco y flecha es un deporte en la civilización, así que sí, eres ignorante
Maldita arquera irritante.
—Sabes que eres muy irritante, ¿no? —pregunté como si fuera lo más obvio del mundo.
—Si soy tan irritante, ¿por qué sigues hablando conmigo?
—Mejor hablar con una asesina y no volverme loca en una isla
Si algo había aprendido en todos mis años como asesina, era sobrevivir, no importaba cómo, ni a quien lastimara. Si quieres seguir con vida, tienes que hacer lo que sea necesario.
—... ¿Cómo sabes usar la espada? ¿Y cómo sabes que soy una asesina? —rompió el silencio.
Esa pregunta era algo difícil de responder, porque tenía una relación con mi pasado, con una parte de mi que ya estaba muerta y que por mi podía seguir así.
—Alguien me enseñó. En realidad no sabía si eras una asesina o no, era solo una suposición, pero acabas de confirmarlo —aquella arquera que estaba empezando a tratarme mejor se quedó estupefacta al decirle eso, no sabia que es lo que planeaba hacerme.
—Si quieres podemos tomar un descanso —dejé la carcaj y el arco en la arena del lugar.
Me recosté contra una roca, y me puse a mirar el cielo nocturno, iluminado por las estrellas y la luz de la luna.
—Bonita noche, ¿no? —intentó entablar una conversación aunque sabe que no quiero hablar.
—¿Podrías callarte? Necesito paz y no me estas ayudando.
—La verdad me da igual lo que necesites, pero si no vas a obedecer...
—¿Qué harás? ¿Matarme? ¿Torturarme? Dudo que a esa mujer le agrade que hicieras eso.
—No eres nadie para enfrentarme. Solo te entrenaré y no pasará de eso —se sentó junto a mi.
—Por mí está bien, asesina irritante.
—Tú eres una asesina, ¿por qué lo resaltas como si fuera algo malo? —preguntó con cierta curiosidad.
Al escuchar la palabra asesina se me aceleró el corazón de los nervios. Para todos los efectos, yo estaba muerta, y por eso había tenido una vida relativamente normal.
—¿Cómo lo...? —hice una pausa antes de que ella sospechara algo—. Eso no te incumbe, además no estoy orgullosa de las cosas que hice en el pasado.
Era increíble que ella supiera que yo era una asesina. Si sabía eso, también sabría sobre mi pasado.
—Hasta donde sé, te gustaba hacer eso, forastera asesina.
En ese momento me vino a la mente la loca idea de que ella podría haberme espiado varias veces.
—¿Tú también nos observabas? —le pregunté retoricamente, ya que su respuesta era obvia.
Nunca le conté a nadie porque no estaba orgullosa de ser la hija de los mejores asesinos, nadie lo entendería. Como asesina se supone que no debes tener sentimientos, empatía con tus víctimas o cosas así, pero yo era diferente, cada vida que tomaba, cada vida que quitaba, era como una puerta abierta para que la culpa entrara en mi y me carcomiera por dentro. Pero tenía que fingir que me gustaba, solo por el simple motivo de sobrevivir.
La arquera sonrió de lado.
—No tengo porque darte explicaciones. Ven, te guiaré hasta tus aposentos —ambas nos levantamos y nos pusimos a caminar por la orilla de la isla.
Mientras ella me llevaba al interior del castillo. Caminamos en un silencio peculiar, yo no dejaba de estudiar cada parte de la isla, en cambio la arquera no dejaba de darme mala espina, sentía como si me fuese a matar en cualquier momento.
El castillo por dentro era antiguo. Al igual que en el exterior, los pasillos y cada rincón de la estructura estaba alumbrado por antorchas, había guardias al principio, en el medio y al final del pasillo, el cual tenia una alfombra de color roja, haciendo resaltar el lugar.
Llegamos a un pasillo en donde estaban las habitaciones, las puertas eran de oro, con diseños de color verde agua y rojo. Abrió la puerta y pude ver que en la habitación reposaba una cama de madera, con patas de color oro. En las paredes de la habitación solo había dos ventanas con cortinas muy finas. Se despidió y me dejó descansar.
En realidad casi ni pude dormir esa noche, estaba preocupada, confundida, no entendía nada, estaba lejos de mis amigos, lejos de la civilización, en una isla que nadie conocía, ni siquiera aparecía en un mapa. De haber aparecido en un mapa, sé que mis amigos me buscarían
Lo que realmente me importaba era saber sobre Katar y los demás, no me importaba si me rescatarian o no, sabía que sería imposible, si todos estaban tan bien entrenados como la arquera.
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