Capítulo treinta y uno: Verdades

La poca luz que hay no me deja ver bien, pero estoy completamente segura que la señora de edad avanzada que nos apunta, es la Señora Nora.

La señora nos siguió apuntando hasta que por un breve instante ella entrecerró los ojos y lentamente bajó el arma.

—¿Kate? —sonreí de lado.

—Señora Nora —ella sonrió.

Lanzó la escopeta al suelo y lentamente nos acercamos hasta que la poca luz que había nos iluminó los rostros. La Señora Nora me abrazó fuertemente y yo hice lo mismo.

Saber que la única persona que valía la pena de mi pasado está viva, es lo mejor que me pasó en estos últimos meses. Hay tantas preguntas, tengo tantas dudas que tengo sobre ella.

—No puedo creer que estés viva, Kate.

—No puedo creer que la encontré.

Nos separamos y ella miró a Rachel por sobre mi hombro y le dio una sonrisa cálida, mientras que Rachel estaba con cara de pocos amigos.

—¿No vas a presentarme a tu novia, Kate? —no sabía qué responder.

—... Ella no es mi novia, solo es... Una amiga —me acerqué a Rachel—. Puedes confiar en ella, es de confianza.

La Señora Nora se dirigió hacia la mesa y se sentó en la silla. Rachel me ayudó a sentarme, luego se sentó a mi lado y vi como por debajo de la mesa ella movía su pierna de manera nerviosa.

Coloqué mi mano en su rodilla para que se calmara.

—¿Quién es usted? —preguntó Rachel, pero ese tono parecía más una orden que una pregunta.

—Soy la nana de Kate y Oliver.

—¿Cómo es que sigue con vida? Después de tantos años creí que todos estaban muertos, pero recientemente supe que no era así.

—Para empezar... Esa noche yo no estaba con tu familia, había salido a buscarte, pero no tuve suerte.

—Fue mejor así, no necesitaba ser encontrada.

—Luego de pensar que todos estaban muertos, intenté buscarte por toda la ciudad y lugares vecinos, pero jamás te encontré. Un día, mientras buscaba los archivos de tu padre, en la mansión incendiada, encontré varias cosas, pero entre ellas encontré el plan de Oliver y desde entonces lo he estado buscando.

—Ya sabemos cual es el plan de Oliver —soltó la ojiazul.

—No tienen ni idea. Oliver lleva planeando esto desde hace años y conociéndolo habrá previo cada acción que harás, por eso él está ganando esta guerra contra ti.

—¿Eso quiere decir que nos lleva vigilando desde hace tiempo? —soltó Rachel de mala gana.

—No es que sea una acosadora, pero tenía que saber si Kate estaba viva —confesó.

—¿Cómo sabías de esta mansión abandonada? —preguntó la ojiazul.

—Era una de las mansiones de mis padres. Luego de su muerte todo lo que le pertenecía a ellos quedó abandonado —expliqué.

Rachel observó toda la mansión como si fuera suya.

—¿Señora, Nora, no tendrá algo que me ayude con Oliver? —asintió.

Ella se levantó de la silla vieja y se dirigió a un mueble que estaba detrás nuestro, abrió un cajón y de ahí sacó una carpeta de archivos de color amarillo con varias hojas que sobresalian del borde de la carpeta.

—Encontré esto luego del incendio de esa noche, aquí está todo lo que sé sobre tu hermano. Espero que te sirva —ella extendió su brazo y tomé la carpeta con la información dentro.

—Gracias, Señora, Nora.

Ella volvió a la silla en la que estaba sentada y observó a Rachel.

—¿Sucede algo, cielo?

—No, solo estoy pendiente de que la herida de Kate no empeore.

—Como ya te dije, no era necesario que me siguieras, lo tenía todo planeado

—¿A eso le llamas tener todo planeado? Eres increíble —dijo un poco molesta y se levantó de la silla para perderse en la mansión abandonada.

La Señora Nora me observó y analizó durante unos minutos.

—Kate, ya eres grande, no debiste hablarle así, solo quiere ayudarte —dijo con su dulce voz.

Suspiré y empecé a contarle nuestra historia, para que entendiera porque no me puedo encariñar con ella. Además... Ella todavía tiene un secreto y no se atreve a contármelo, no hay confianza entre nosotras y creo que nunca la hubo.

—Ella solo se preocupa por ti, solo quiere ayudarte y tú la rechazas.

—Señora Nora, estoy muriendo, no puedo dejar que ella se encariñe conmigo.

—Kate, ella te ama y se le nota, no sabe ocultarlo —intentó convencerme.

—Cuando yo muera ella se quedará con recuerdos y no quiero eso.

—¿No quieres eso o no quieres volver a ser traicionada? —suspiré.

—Ambas...

—Dijiste que tienes un amigo que trabaja en una cura, ¿cierto? Entonces hasta que él la consiga trata de arreglarte con esa chica.

—Tengo miedo...—confesé con vergüenza.

—Mira querida, si ella te ama y tú la amas, ¿por qué complicar las cosas?

—Porque no quiero que me vuelva a engañar, no quiero volver a ser traicionada.

—¿Recuerdas lo que yo siempre les decía a ti y a Shera? —asentí.

—"El amor es la fuerza más poderosa del mundo, vale más que todo el oro que existe"

—Exacto, empieza con ella de cero, pero ve despacio, no apures las cosas. Vive el momento, vive lo que te queda de vida.

—Tengo miedo...

No me gustaba confesar que tenía miedo, pero con la Señora Nora siempre pude ser transparente, siempre me entendió y apoyó.

Al hablar con ella sentí como si nunca hubiéramos estado separadas, todo fluía con naturalidad.

—Es normal, después de todo lo que has sufrido...

La Señora Nora era como una enciclopedia viviente, ella lo sabía todo incluso sabía lo que no está en las enciclopedias.

—¿La amas?

—Sí, pero no confío en ella.

—Solo tienes que saber que la amas para empezar de cero —me dio una cálida sonrisa.

Tal vez debería comenzar desde cero, pero el temor todavía estaba en mi, sin mencionar que Rachel está metida en algo y no confía en mí para decírmelo.

De pronto oímos unas pisadas, Rachel había vuelto de... Bueno, de donde estuviese.

—No quiero arruinar su reencuentro, pero debemos irnos. Los demás deben estar preocupados.

—Será mejor así, tantas personas en la mansión solo llamarán la atención —la Señora Nora se levantó de la silla y yo la imité.

Tomó su escopeta y las tres nos dirigimos a la entrada por la cual Rachel y yo habíamos llegado. Miré a la Señora Nora y para ser sincera, no quería despedirme de ella.

Ella me abrazó, le devolví el abrazo y me tomé la libertad de volver a sentir un cálido abrazo sincero, como el que no sentía hace mucho tiempo.

—No olvides lo que hablamos —susurró para que solo yo pudiera escucharla.

Nos separamos del abrazo y se dirigió hacia Rachel.

—No sé cuándo nos volveremos a ver, pero hasta entonces, cuídala —la ojiazul asintió con una sonrisa de lado—. Nos veremos en mejores circunstancias.

—Seguro que sí —añadí antes de encaminarnos fuera de aquel lugar abandonado junto con Rachel.

El lugar estaba desolado, nosotras dos éramos las únicas que estábamos allí, junto a la noche y junto a una herida que debía ser tratada.

Caminamos por donde vinimos para ir a buscar la motocicleta. De reojo vi como Rachel tembló por una ráfaga de viento que apareció de repente.

Creo que es una buena forma de empezar desde cero...

Me quité la chaqueta, estiré mi brazo para ofrecer y ella me miró confundida.

—Tienes frío.

—¿Y tú? Estás herida y no puedes enfermarte...

—No siento frío —lentamente ella tomó mi chaqueta y se la puso.

Solté una pequeña risita al ver que le quedaba un poco ajustada, debido a que ella es más alta que yo.

—¿Por qué me besaste? —soltó de repente.

—Yo... Lo siento, he intentado estar lejos de ti, por tu bien, pero... —no me atreví a continuar.

Ambas nos detuvimos, su mirada chocó con la mía y por un breve instante, pude ver lo dolida que estaba por esta situación entre nosotras.

—¿Qué sientes en verdad? ¿Odio? ¿Amor? ¿Deseas que me aleje de ti? ¿Cuál es la verdad?

Mi corazón empezó a latir más y más fuerte, hasta el punto que creí que se me saldría el corazón. Cuando estaba al lado de Rachel sentía como si todo lo malo no existiera, como si el mundo fuera perfecto a su lado y eso es tan hermoso como aterrador.

—¿Quieres la verdad? La verdad de que cuando rompí contigo me desmorone, la verdad de que cuando volviste solo pensaba en abrazarte y decirte lo mucho que te extrañaba, la verdad de que me dolió decirte que estaba interesada en Ana, cuando no era así, la verdad de que me dolió ocultar mi muerte y que solo lo hice para protegerte... —mis ojos se pusieron llorosos y los de Rachel estaban acuosos.

Ella no dijo nada, solo siguió caminando como si yo no le hubiera dicho algo. Tal vez estaba molesta conmigo, no la culpo.

Caminamos en silencio hasta que nos acercamos a mi motocicleta. Tomé el casco entre mis manos y se lo di, porque sabía que ella quería conducir. Entre un silencio incómodo, Rachel lo tomó.

—¿Puedes llevarme a mi casa? —asintió.

—Claro, te llevaré y luego me iré...

—¿Podrías quedarte conmigo? —ella levantó la mirada con un poco de sorpresa y asintió.

—¿Cómo está tu herida?

—Sobreviviré a eso...

—¿Y a qué no sobrevivirías?

—A perderte —susurré.

Rachel se puso el casco en la cabeza, se subió a mi motocicleta, imité su acción y lentamente coloqué mis brazos alrededor de su cintura, para sostenerme.

Durante el viaje estuve pensando que tal vez lo mejor sería entregarme a la policía y que Ana se encargara de todo, pero sabía que si hacía eso, los enemigos de mis padres querrían matarme a mí, a Rachel y a mis amigos.

Por eso Oliver esperó tantos años, porque sabía que yo estaría atada a él y al pasado que nos unía.

Al menos ahora teníamos los archivos de la Señora Nora respecto a Oliver y también tenía el pendrive misterioso que mi hermano me dio.

Mientras Rachel conducía, pude notar que tenía una leve sonrisa en su rostro. Nunca entenderé como ella es capaz de sonreír en momentos así, pero me gustaba verla con esa sonrisa.

Al llegar al departamento Rachel me ayudó a sentarme en el sofá con cuidado debido a mi herida.

—Debes bañarte, estás llena de sangre.

—No puedo, debo esperar mínimo veinticuatro horas para que la herida cicatrice un poco o máximo cuarenta y ocho horas.

—Entonces cámbiate así podré cambiarte el vendaje y te vas a dormir —me ordenó ella con los brazos cruzados.

—Sí, señora —suspiré.

Rachel me lo había ordenado como si yo fuera una sierva suya. Ella no está en la isla, aquí ella es solo otra ciudadana más, no es una reina.

Subí las escaleras teniendo cuidado de no tocar el área de mi herida, debido a que podría empeorar y no quiero eso. Mientras me estaba cambiando recordé que Rachel no me había devuelto mi camisa, probablemente nunca más la vería de nuevo.

Me recosté en la cama y suspiré profundamente.

—¿Puedo subir? —preguntó desde la sala de estar.

—Sí —respondí.

Escuché sus pisadas, al verla vi que traía los mismos materiales que había en la mansión abandonada para curarme.

—Necesito cambiar el vendaje —lentamente me senté en la cama.

Ella se sentó a mi lado, levanté el borde de mi pijama lentamente y de a poco fue quitando la venda que estaba por todo mi abdomen.

Había mucha sangre, Rachel limpió alrededor de mi herida con una gasa mojada con un poco de agua y jabón suave, colocó una gasa en el área cortada y me pidió que la mantuviera apretada.

La luz de la luna que entraba por la ventana la hacía verse muy hermosa, bueno, más de lo que ya era. Me gustaba el efecto de la luz en ella, definía mejor las facciones de su rostro, haciéndola lucir un poco molesta y a la vez hermosa.

Volvió a vendar mi abdomen y pude notar como se esforzaba por no mirar más allá de lo debido. Terminó de vendarme y cortó la tela con unas tijeras.

—¿Vas a responder a lo que te dije? —solté y ella suspiró.

—Me mentiste, me ocultaste cosas, querías que no supiera sobre tu estado, no querías que fuera contigo a ver a Oliver, Me dijiste cosas horribles, dijiste que me odiabas y me dijiste que era una traidora, cuando solo buscaba protegerte de un maniático.

En ese momento me sentí como la peor persona del mundo. Ella tenía razón, yo era un monstruo, me convertí en mi peor versión y ella acabó sufriendo las consecuencias.

—Lo lamento... No ha sido fácil para mi... —me sentí como una completa idiota por ser así con ella.

—Creo que ambas sufrimos con todo esto...

—Tal vez lo mejor sea empezar desde cero.

—No podría, tendría que olvidar todo lo que vivimos en la isla y lo que vivimos aquí, no quiero olvidar la única parte de mi vida que me hizo feliz.

Sin decir nada más, se fue de mi habitación y luego de unos minutos volvió con los archivos de Oliver.

—¿Quieres verlos sola? —negué con la cabeza.

Dio unos pasos hasta que se sentó en el borde de mi cama, colocó la carpeta de color amarillo sobre el acolchado y al abrirla vimos una planilla con toda la información necesaria sobre él.

—Rubio, de ojos azules, alto, hermano mayor de la familia Jones... —dijo Rachel mientras revisaba la planilla.

Había un pedazo de un diario de hace quince años, que informaba sobre el incidente de esa noche y que había cuatro cadáveres, pero que no habían podido identificarlos.

Fruncí el ceño ante la confusión. ¿Cómo era posible que hayan sido cuatro cadáveres y no dos? Lo peor era no saber quienes eran.

—Aquí está lo que realmente nos interesa —dijo Rachel.

Ella me dio una hoja que contenía algo escrito.

"Oliver no murió como los noticieros supusieron. No solo está vivo, sino que lo más probable es que se vengue de su hermana Kate, debido a que ella huyó de su legado junto a su compañera de crimen, algo que cualquier asesino lo tomaría como traición. Por eso mismo ella debe esconderse y mantener un perfil bajo".

Lo sorprendente no es saber todo eso, ya que es algo básico, lo peor es que Oliver no está solo, alguien trabaja con él, pero desconozco a la persona enferma que hace equipo con un maniático como Oliver Jay Jones".

Decía una anotación de la Señora Nora.

Todo este tiempo hemos peleado contra él, cuando realmente estábamos peleando contra dos personas disfrazadas de una. Uno de ellos es el cerebro, otro es la fuerza. Diría que Oliver es el cerebro, pero también tiene buenas habilidades.

—¿Estás bien? —ella colocó su mano en mi hombro.

—Estuvo jugando con nosotros todo este tiempo, desde que apareció en la isla, hasta ahora...

—Descubriremos con quien trabaja, si es necesario pondré a todo el ejército de la isla para que investigue esto.

—No, no quiero que más personas estén involucradas en esto, ya murieron muchas personas, desde hace quince años.

—Entonces puedo poner a Derek como detective.

—No, estoy segura que él es la única persona en quien confías en esa isla. Además no quiero ponerlo en peligro como la última vez.

En quince años murieron más personas que en toda mi vida.

—¡Corre! —me dijo mientras ambas corríamos con una sonrisa en nuestros rostros.

Esa noche iba a ser diferente.

Toda mi vida se basó en seguir órdenes, matar, torturar y sangre, sangre inocente que yo tenía en mis manos.

Estábamos huyendo de una vida horrible, e íbamos rumbo hacia la libertad. Ambas estábamos vestidas de negro, para poder camuflarnos en las sombras de esta noche fria y lluviosa.

Seguimos corriendo hasta que Shera se detuvo de repente, haciendo que chocara con ella.

—¿Por qué te detienes? —ella observaba un edificio que estaba siendo construido a la esquina de una avenida.

—Debemos escondernos allí, nadie nos buscará en un lugar que está en construcción —me tomó de la muñeca y me arrastró hasta la esquina.

Caminamos hasta el edificio y al entrar notamos que había mucho polvo, herramientas sucias y un par de maderas. Subimos unos escalones de cemento que nos llevaron hacia la planta de arriba.

Al llegar a la siguiente planta, vimos que estaba completamente vacío.

—No es lo mejor, pero nos servirá para pasar la noche, Katie —sonrió.

Bajé la mochila que mis hombros cargaban, la puse en el suelo y de ella saqué una bolsa de dormir de color rojo y negro.

Nos pusimos dentro de las bolsas y tratamos de calmarnos, debido a que todo esto era muy peligroso, pero era divertido a la vez.

—¿Entonces? ¿París o Europa? —fruncí mi ceño.

—Ambas quedan en el mismo continente, tramposa.

—Bien, aburrida, ¿prefieres Narnia? Allí no nos encontrarían —bromeó para aliviar la tensión.

—Me pregunto si de pequeña no te golpeaste la cabeza —negó con la cabeza mientras se reía.

Estábamos en mal estado, descansando en el cemento, con hambre, con frío, pero lo importante era que cada paso que dábamos, nos acercaba a la libertad.

—Vayamos a un lugar en donde haya playas, o un pueblo en donde nadie nos conozca —solté.

—Sí... Bueno, mejor decidamos mañana —suspiró.

Hubo un silencio en donde solo se escuchaban los truenos, se veían los relámpagos y los rayos junto a la lluvia.

—Shera... ¿Recuerdas aquella vez que fuimos a ese pueblo?

—Como olvidarlo, nos perdimos —río.

—Y cuando pedimos indicaciones se la pedimos a la policía —sonreí de lado.

—Lo recuerdo perfectamente, tuve que arrastrarte fuera de allí porque no te habías dado cuenta de eso, ya que estaban infiltrados.

—A pesar de todo, tuvimos buenos momentos juntas —ella me guiñó un ojo.

—¿Harás guardia? —asentí.

* * *

Ya había hecho guardia, ahora le tocaba a Shera y me tocaba dormir, pero eso no duró mucho, ya que ella me estaba despertando.

—¿Qué? —dije de mala gana.

—No estamos solas. Vamos a revisar.

Nos levantamos, tomamos nuestras linternas y empezamos a caminar por el lugar. Revisamos el edificio de seis pisos, pero nada. Ni una sombra.

—Creo que no dormiste bien.

—Solo quiero estar segura de que no hay nadie...

—Iré a ver en las escaleras —asintió.

Con la linterna alumbré el lugar para ver mejor y cuando me aseguré de que todo estuviera bien, oí un grito.

Shera...

El grito provenía de la terraza del edificio, así que volví por donde vine lo más rápido que pude, hasta que al llegar vi a Shera siendo amenazada por alguien.

Una persona vestida de negro, al igual que nosotras, le tenía agarrada del cuello, apretándolo y dificultándole respirar.

—¡VETE! ¡AHORA! —gritó Shera con lo poco que podía respirar.

—¿Por qué lo haces? —pregunté estando en shock.

—Un ajuste de cuentas, querida —dijo una voz femenina.

De la parte trasera de su jean oscuro, sacó una daga realmente larga y puntiaguda. Me señaló con ella y pude ver en los ojos de Shera que tenía miedo, estaba en shock.

—Te gustará esto...

No sabía que hacer, mi corazón palpitaba fuertemente, tenía miedo, pánico y no me podía mover. Por primera vez en mi vida tenía miedo, algo que no puedo controlar.

—¡VETE! ¡VETE, KATE! ¡NO ROMPAS LA PROMESA, POR FAVOR! —volvió a suplicarme mientras forcejeaba con el individuo.

—¡Si te mueves le atravieso esto por el pecho! ¡De rodillas y manos atrás! —ordenó.

No me moví, me quedé quieta e hice lo que me pidió. Me puse de rodillas y con las manos por detrás de mí.

—Tú me lo arrebataste todo. Ahora me toca a mí.

En cuanto terminó de pronunciar esas palabras, el filo de la espada había pasado la piel de Shera. La sangre chorreaba por la daga y por su boca. Retiró la espada de su cuerpo y yo sin pensarlo fui corriendo hacia ella.

El individuo comenzó a correr pensando que lo perseguía y se largó de esta escena. El pecho de mi amiga estaba atravesado, tenía un hueco y pude ver como sus ojos se cerraron lentamente.

—¡Shera! ¡Por favor! ¡NO! —ella no me contestó.

Estaba muerta. Su cuerpo estaba sin vida. Su alma se fue y yo no pude hacer nada para impedirlo.

—Te lo prometo... Comenzaré de nuevo. Te lo prometo —dije mientras las lágrimas corrían por mi rostro.

A lo lejos escuché el sonido de las sirenas de policía y supe que tenía que irme y dejarla allí. Tomé la mochila y con una culpa y un dolor inexplicable me fui. Porque era eso lo que ella quería. Porque era lo único correcto que íbamos a hacer.

Al cabo de unas semanas de lo sucedido me refugié en una mansión abandonada. Había mucho polvo, telarañas y algunos bichos. Pero nada se compraba con la angustia y el dolor que sentía por la muerte de mi amiga y a quien considero mi hermana.

No había podido dormir y si lo hacía tenía pesadillas. Hace dos días me había enterado que había ocurrido un incendio en mi casa. Nadie de mi familia estaba con vida, solo yo. 

—Oye, niña. ¿Estás bien? Parece que no has comido ni dormido en décadas —me dijo un niño de cabello negro y ojos azules.

Por instinto me alejé de él. Pero estaba muy débil, no podía aguantar mucho más sin comer algo.

—Calma, calma. No te haré daño. Este lugar es mío, pero si quieres podemos compartirlo —me ofreció con amabilidad.

Se agachó e intentó acercarse a mí, aunque no tuviera muchas fuerzas intenté alejarme. Pero fue en vano, el niño que parecía tener mi edad, era muy insistente.

—Me sentaré aquí, ¿okey? —me dijo mientras se quitaba su mochila de color azul y con cuidado se sentó a mi lado—.Te ves muy mal. No puedo llevarte a mi casa. Mi hermano le diría a mis padres, pero puedo llevarte a un hospital —trató de convencerme.

—¡NO! —dije con todas mis fuerzas.

—Esta bien, calma —él rebusco en su mochila y de ella sacó un tapper que contenía comida y sacó una manzana de color verde—. Es comida, tranquila —apoyó el envase en el suelo—. Ten, yo ya comí y veo que tú la necesitas más que yo —acercó lentamente el tapper hacia mi.

Con un poco de recelo tomé la manzana y empecé a comerla como si nunca hubiera comido.

—Tranquila, tienes que comer lento, si no te vas a atragantar —me advirtió—. No hablas mucho, ¿verdad? Bueno, para que ya no desconfíes de mí, me presento, soy Katar, Katar Snow, ¿y tú?

Dudaba si debía confiar en él o no. Parecía una buena persona, dulce y bondadoso. Si iba a confiar en él no podía decirle mi verdadero nombre o al menos no mi verdadero apellido.

—Kate, Kate Allen —solté.

—Muy bien, Kate. Puedes quedarte aquí si quieres y si quieres también te doy el taper con comida. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top