Capítulo treinta: Una vieja conocida

Habían pasado seis días desde que enterramos a Firox. Tal vez sea porque Joanna y Vanlo no están, pero la mansión se siente vacía sin ellos tres. Las peores peleas eran de Firox con Vanlo y Joanna y eso llenaba a la mansión de vida.

Hace unos días tosí sangre y Kan me explicó que en cuanta más sangre saliera de mi, mi fin se acercaría más rápido y por eso mismo llevo unos días planeando como mataré a Oliver antes de que mate a Rachel, porque estoy segura que su próxima víctima es ella.

Estaba buscando a Katar por toda la mansión porque necesitaba hablar con él respecto a Firox, Cuando escuché su voz me dirigí hacia el patio trasero de la mansión y fue cuando lo vi en una reposera y a su lado estaba Rachel.

Parecía que estaban hablando de un tema serio.

—Creo que no tengo oportunidad de arreglar la relación con Kate...

—Creí que lo habías entendido —soltó Katar.

—¿Entender qué? —preguntó sin entender.

—Kate te sigue amando como el primer día, pero no puede decírtelo —los ojos de Rachel desprendieron un brillo que solo vi cuando éramos pareja.

Bocón...

—¿Por qué la lastimé? —negó con la cabeza.

—En parte es eso, pero mayormente creo que es porque no quiere que sufras. Kate siempre tuvo la manía de que si algo le afecta, hace como si no le importara, pero por dentro le importa más de lo que crees.

—¿Cómo estás tan seguro? A veces creo que me odia...

—Cuando pasas más de diez años con ella te acostumbras a sus comportamientos, pero volviendo a lo que hablábamos. Si ella te ama y tú también, no hay motivo para que sigan en ese ambiente tenso que hay entre ustedes dos.

A Katar se le olvidó mencionar que estoy muriendo, no puedo estar en una relación amorosa y menos si no hay confianza.

Rachel suspiró.

—Hay un secreto que nunca le dije, pero lo haré cuando lo resuelva todo.

—Seré sincero contigo, no me gustó para nada como heriste a Kate, pero sé que ella te ama y por eso dejé que te quedaras aquí. No porque me guste ver sufrir a Kate, pero ustedes tienen un capítulo que terminar, así sea para bien o para mal.

Bien para ella, mal para mi porque moriré.

Quise interrumpir su conversación, pero no me atreví a hacerlo. Quería saber más sobre su plática, quería saber si Rachel estaba realmente dispuesta a estar a mi lado.

Parece que el hecho de que esté muriendo no se lo impide.

Salí de mis pensamientos cuando sentí como mi celular estaba vibrando en el bolsillo de mi jeans. Al sacarlo vi que decía desconocido, pero la cuestión era saber cuál de los dos era.

Volví a mirar a Rachel y Katar para saber si no me habían escuchado y silenciosamente subí a mi habitación para que nadie pudiera escuchar mi conversación.

¿Cómo estuvo el funeral? —fingió que le importaba.

Te mataré, no ganarás este juego.

Ya lo gané, solo que todavía no ves el resultado.

Quería decirle que ya lo sabía, que ya no había dudas de que era Oliver, pero quiero decírselo en persona, por teléfono no se siente bien y además quiero poder matarlo lentamente antes de que vuelva a matar a alguien que me importa.

Búscame en el Green Park, a las doce p.m. y ve sola —colgó.

¿Y si es una trampa? Yo podría irme de aquí y luego podrían volver a atacar la mansión en mi ausencia... No puedo arriesgarme a que eso suceda...

La cabeza me daba miles de vueltas, miles de pensamientos ¿Rachel nos había vuelto a traicionar? Y la persona desconocida que me envía los mensajes ¿Cómo sabe lo que haré y lo que no haré? ¿Quién es?

Esas preguntas no me dejaban pensar, tenía miedo... miedo de volver a ser traicionada otra vez, miedo de volver a sufrir por culpa de lo que siento hacia aquella persona.

Me puse a caminar por el piso de mi habitación, no paraba de ir y venir, pensando en lo que podría pasar.

—A si vas a gastar el piso —dijo la ojiazul apoyada en el umbral de la puerta.

—¿Qué quieres, Rachel?

—Te conozco, algo te sucede.

—Mis problemas no son asunto tuyo —ella frunció el ceño.

Caminó hasta acercarse a mí y una parte de mi quería huir, pero la otra no podía moverse, estaba paralizada por la cercanía que había entre nosotras.

—No me mientas, Kate, sabes que puedes contar conmigo, quiero que cuentes conmigo.

—Ya conté contigo una vez y me hiciste lo peor que me podías hacer, no volvería a confiar en ti ni aunque fueras la última persona del planeta.

—Seguiré estando ahí para ti, no me alejaré de ti, no otra vez. Cuenta conmigo, hoy, mañana y siempre —siguió insistiendo.

El latido de mi corazón volvía a la normalidad, mi corazón y yo estábamos más tranquilos y ni sabía el porqué.

Porque la amas y su voz te tranquiliza.

No es cierto.

De pronto se me cruzó una idea por la cabeza. Si Rachel quería ayudarme, pues podría hacer algo que yo no, cuidar a mis amigos, podría protegerlos mientras no estoy aquí y me aseguraría que estuvieran bien.

—Necesito que hagas algo... —solté.

—Claro, solo dime y lo haré.

—Quiero que todos, los chicos e incluyendo Ana estén aquí a las doce p.m. —me miró confundida.

—¿Cómo? ¿Por qué? ¿Para qué?

—Si no vuelvo antes de las doce y media dile a todos que...

Fui interrumpida nuevamente por mi celular, pero esta vez no era una llamada, era un mensaje del número desconocido.

Desconocido: NO VAYAS SOLA

No puede ser casualidad.

¿Cómo supo que me iré? Si esta persona sabe que me encontraré con Oliver, significa que esa persona es de su círculo de confianza

Miré el mensaje de reojo y lo guardé.

—¿Kate? ¿Estás bien? ¿Por qué dices que no volverás a las doce y media de la medianoche?

—Solo sigue mis indicaciones, si no llego a las doce y media de la medianoche...

—No te atrevas a terminar esa frase. No dejaré que mueras —susurró.

Su aliento chocó con el mío y sus ojos no dejaban de observarme ni un solo segundo.

—No puedes evitarlo, ya estoy muriendo. Además ya me mataste...

—Sé que me equivoqué, pero te prometo que cuando todo esté bien, te lo contaré —afirmó.

—Tal vez sea demasiado tarde para eso —empecé a caminar para irme de la habitación.

Sabía que esta noche sería mi fin, sabía que Oliver probablemente intentaría matarme, porque así es él. Te hace sufrir mucho y luego él te mata solo por puro placer. Ahora la pregunta del millón era saber quién de los dos viviría y quién morirá.

Rachel me tomó de la muñeca, impidiéndome salir de la habitación.

—Sé que te lastimé y mucho, pero eso no quiere decir que no me duela todo lo que me dices...

—Suéltame, por favor —ignoré su comentario.

Ella me soltó lentamente, como si supiera que al hacerlo, me perdería para siempre.

—No quiero despedirme de ti... —susurró.

—Solo haz lo que te pedí, por favor.

—No puedo...

—¡Solo te pido que hagas una cosa, no es tan difícil!

—¡Sí, lo es, porque me pides que me despida de ti, y eso no lo haré! ¡Nunca!

Se volvió a acercar a mi, hasta que nuestras narices se rozaron, nuestros alientos chocaron y hasta que nuestros corazones empezaron a palpitar fuertemente.

Odio que tenga este efecto en mi...

—Entonces no lo hagas, pero al menos haz lo que te pedí.

—¿Por qué no me dices la verdad? —me susurró al oído.

Se me erizo la piel al sentir su aliento en mi oreja y un cosquilleo me recorrió el cuerpo.

—No hay verdad que decirte, Rachel.

—Me evitas, tratas de no verme. Yo no pude olvidar el beso de aquella noche.

¿Espera? ¿Qué? ¿Ella estaba sobria cuando me besó? Lo recuerda... Mierda, estoy frita.

—¿T-tú lo recuerdas?

—Sí, no estaba del todo ebria. Al principio creí que era un sueño, pero luego empezaste a evitarme y lo más cerca que estuvimos fue cuando me dejaste consolarte por... —no se atrevió a terminar la frase.

—¿Por qué me besaste?

—No lo sé... tal vez ambas teníamos ganas de... —miró mis labios y se relamió los suyos.

No resistí.

Subí mi mano por su brazo y coloqué mi mano en su mejilla, mi otra mano tocaba su piel suave, hasta llegar a la nuca y enredando mis dedos con su cabello negro, acariciándole la cabeza suavemente.

Ella me tomó de la cintura y me atrajo hasta ella y me miró.

La besé, nuestros labios volvieron a tocarse, y mi corazón estaba en paz.

Maldito, corazón, te dije que no intervengas.

Lo haría, si no lo desearas.

Ella profundizó el beso, su mano se metió por dentro de mi remera para poder tocar mi espalda.

Rachel sabía como tranquilizarme, sabía como hacerme perder el control. Pero esta vez no lo perdería, me comprometí a no estar con ella por su bien y planeaba cumplir esa promesa.

Sus labios soltaron los míos por la falta de aire.

Ella me miró y me sonrió.

—Por favor, perdóname...

Ambas chocamos nuestras frentes y mis brazos estaban alrededor de su cuello.

—Lo siento... pero debo irme...

—No lo hagas, quédate a mi lado...

—No puedo, tengo que acabar con esto y solo existe una manera...

Ella dirigió su mirada hacia mis ojos y se alejó de mí.

—¿Qué quieres decir?

—Debo irme... lo siento, Rach.

Me fui de la habitación rumbo a la puerta. Al intentar abrirla la sensación de tranquilidad y paz se esfumó, cuando cruzara esa puerta podría ser el fin de mi vida. Y si ese era el precio por mantener a mis amigos a salvo, lo haría sin pensarlo.

Salí de la mansión con recelo, miedo y la sensación de que algo iba a cambiar. Me dirigí hacia mi motocicleta, tomé el casco y me lo puse.

Me subí a ella y luego coloqué la llave en la motocicleta para que el motor encienda.

Tenía miedo, no lo voy a negar, miedo de perderlos a todos, miedo de volver a ser yo, miedo de volver a ser traicionada, pero nada de eso se comparaba con el miedo de perder a Rachel.

Luego de unos minutos yendo a toda velocidad, llegué al Green Park, donde todos estaban viviendo sus vidas felices, mientras que yo esperaba a que sea medianoche.

Miré la hora en mi celular y recién eran las once de la noche, faltaba demasiado y estaba muy nerviosa.

Me senté en un banco y veía a la gente pasar. Había un anciano paseando a su perro, un grupo de personas haciendo ejercicio y unos hermanos discutiendo.

***

Miré mi reloj por décima vez en un segundo y ya marcaba las once y cincuenta y nueve p.m.

Faltaba solo un minuto para que todo cambiara.

El reloj sonó cuando dieron las doce. Ya no había nadie en el parque, todos se habían ido a vivir sus vidas felices, mientras que yo estaba empezando a impacientarme.

Me levanté del banco, suspiré y empecé a caminar para no perder la cabeza. El sendero del parque no es rocoso, es liso, hay árboles por todos lados y eso no me favorece, ya que la luz de los faroles y la luna hacen sombra en los árboles y Oliver podrá esconderse mejor.

—Viniste sola... —escuché su voz—. Buena chica...

Me di la vuelta lentamente, como si quisiera aplazar este momento, pero lo que quería aplazar era su momento de vida, el cual no sería mucho.

—Dudo que me hayas traído hasta aquí solo para decirle a tu hermana que estás vivo —soltó una pequeña risa.

—Ten —él me lanzó un pendrive de color rojo y negro.

Lo observé y dirigí mi mirada hacia él.

—¿Qué contiene? —le pregunté guardándome el pendrive en el bolsillo de mi campera.

—La verdad —soltó—. Sabes, fuiste traicionada por quien más quisiste y aun así la sigues protegiendo, la situación se vuelve a repetir.

—Habrás venido para darme un maldito pendrive, pero yo vine para hacer una promesa ahora que sé que eres mi hermano —me acerqué hasta estar cara a cara, aunque él tuviera su máscara puesta—. Huye mientras puedas, porque en la mínima oportunidad te mataré y colgaré tu cabeza en la estructura más alta de la ciudad para que todos vean que no eres invencible, mucho menos inmortal.

—Eso si no te mueres antes...

—Te mataré, es una promesa y siempre cumplo con lo que digo

De pronto sentí como mi remera se empezó a mojar y cuando ambos dirigimos la mirada hacia el líquido rojizo que manchó mi remera blanca, él quitó el cuchillo de mi abdomen.

¿Por qué no lo sentí? El veneno debe hacer que no sienta nada...

—¡KATE! —escuché.

Rachel estaba entre los arbustos y mientras yo caía al suelo desangrándome. Oliver se dió la vuelta para enfrentarse a Rachel, pero ella fue más inteligente que él y como Oliver tenía las piernas separadas, Rachel se deslizó por el suelo y pasó por entremedio de sus piernas.

Al levantarse ella le clavó una daga en el brazo y Oliver gritó de dolor. Cayó al suelo al igual que yo, pero con la diferencia de que él no tenía miedo de morir y yo tenía miedo de dejar a Rachel sola con ese maniático.

Ella se acercó a mí, para saber cómo estaba y Oliver aprovechó esa pequeña distracción para levantarse y empezar a correr. Rachel lo observó y vi la ira en sus ojos, sabía que quería ir tras él, pero no tenía el valor de dejarme sola en el suelo.

—¿Kate, me ves, me oyes? —asentí levemente.

Levantó mi remera lentamente y observó mi herida.

—No es profunda, pero necesito vendar la herida o podría infectarse y no sé si tu cuerpo lo resistirá —asentí en señal de que entendía lo que decía.

Rachel me tomó en sus brazos, así como yo lo hice en su momento cuando la encontré en el incendio y la salvé. Nos dirigimos hacia mi motocicleta y se quitó su polera de color lila para hacer presión en mi herida.

—¿No sientes dolor?

—El veneno hace que no sienta nada. Está avanzando y no sé cuanto tiempo me quede...

—Debemos ir a la clínica de Kan, él puede...

—No —la interrumpí—. Hay una mansión cerca de aquí, iremos allí.

Ella asintió, se subió a la motocicleta, le di las llaves y las tomó. Empezamos a ir lo más rápido que podías y por dentro agradecía que Rachel no me hubiera hecho caso.

Le susurré un leve gracias y pude ver como me dio una pequeña sonrisa. Luego le indiqué cual era la dirección a la cual debía ir y en cuestión de unos segundos llegamos a la mansión abandonada.

Me volvió a cargar entre sus brazos hasta que nos adentramos en la vieja estructura y delicadamente me sentó sobre una silla que estaba junto a la mesa.

—Sube las escaleras, la segunda puerta es el baño, allí puede que encuentres algo que me ayude —asintió y se dirigió hacia las escaleras.

La mansión estaba impecable, solo había algunas cosas en mal estado, había polvo y telarañas. Imagino que hace años que nadie viene aquí y por eso está un poco sucia, sé que los que trabajaban para nosotros no querrían volver a la casa de asesinos.

Rachel bajó de las escaleras y apoyó unas tijeras, algodón, unas gasas, vendaje y un desinfectante.

—El desinfectante debe estar vencido.

—No, yo traje uno por las dudas, solo que no tuve en cuenta que no tenía vendaje —tomó un poco de algodón y le echó desinfectante.

Se agachó a la altura de mi abdomen y lentamente levanté el borde de mi musculosa para que ella pudiera encargarse de la herida.

—Creí que al ser un lugar abandonado en medio de la nada no habría materiales para primeros auxilios —limpió mi herida y yo no sentía nada.

—Nadie vendría a una casa de asesinos...

—Si la asesina eres tú, iría con gusto —me dio una sonrisa cálida.

—Gracias por no hacerme caso —sonrió.

—Gracias por el beso —en ese momento recordé lo cursi que debí haberme visto.

—Pudiste haber muerto... —ella tomó una gasa y el vendaje.

—Tú igual —sostuve la gasa sobre la herida mientras ella vendaba mi abdomen.

—Ya lo tenía, pero no sentí cuando el cuchillo me atravesó.

—Él te tenía a ti, entíendelo, no puedes luchar esta batalla sola —se levantó para tomar las tijeras y cortó la tela del vendaje.

—No necesito a nadie —dije con firmeza.

—¡Entíendelo, Kate, perdiste esta batalla contra tu hermano y no quieres admitirlo! ¡No eres invencible! —exclamó un poco asustada.

—No la perdí, Rachel. Yo no pierdo batallas.

—¿A eso le llamas una batalla? ¡Pudo haberte matado de no ser porque yo estaba ahí para salvarte!

—¡Yo no te pedí que vinieras y me salvaras, te dije todo lo contrario!

—¡Y agradezco no haberte hecho caso! ¡De no ser por mi estarías muerta! —suspiré y entendí que ella tenía razón.

—Solo quería mantenerte a ti y a los demás a salvo, no puedo perderlos...

Rachel puso sus manos en mis rodillas y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, sentía como una especie de electricidad.

Ella tenía el don de hacerme sentir cosas que nunca antes sentí, cosas nuevas y a veces odiaba que tuviera ese poder.

—Se que... se que te lastimé mucho... pero... ya no lo soporto más. Desde que rompimos mi vida ha sido un verdadero infierno... y como si no fuera suficiente ... tú me odias y eso es lo peor que me pudo pasar... Ni siquiera ser reina se compara con ser tu novia... vendería la isla, cada pieza de oro y plata para tener tu perdón... pero sé que las cosas no son así... —dijo mirándome a los ojos.

Se acercó cada vez más a mi rostro hasta que nuestras narices se tocaron y nuestros alientos chocaron. Mi corazón empezó a latir tan rápido como la primera vez que nos besamos.

Nos estábamos acercando cada vez más, solo faltaba un milímetro para que nuestros labios se juntaran, pero fue entonces cuando escuchamos el sonido de una persona recargando un arma.

Ambas observamos a la señora, la cual tenía una escopeta apuntádonos. Cuando la detalle parte por parte, me di cuenta de que ella me resultaba familiar.

—Este no es un lugar para esas cosas.

Ambas alzamos las manos en señal de rendición. Me acerqué a la señora para verla de cerca y comprobar si era quien estaba pensando.

No puede ser...

—Es mi mansión, pero dudo que nos dispare, señora Nora...

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