Capítulo seis: No somos tan diferentes


Luego de esa noche, de ver a ese encapuchado. No pude dormir bien, tenía pesadillas en las que su silueta aparecía y mataba a Rachel, yo sufría como si ella fuera lo más valioso que tuviera en el mundo.

Las pesadillas se volvían muy repetitivas y la culpa me estaba comiendo viva.

¿Por qué ese hombre quería matarme a mí? ¿Tenía sentido? ¿Sería alguien de la isla? Y si no lo era ¿Cómo sabía de la existencia de la isla? Esas preguntas rondaban en mi mente.

Rachel apenas estaba mejor de las quemaduras, no quería traerle problemas, pero tenia miedo de que las pesadillas que tuve se volvieran realidad.

Hubo una noche en la que ya no aguanté y fui a su habitación. Toqué varias veces la puerta y al no obtener una respuesta, me preocupé.

Sin alzar mucho la voz, grité su nombre un par de veces. Al cabo del tercer llamado, ella abrió la puerta.

—¿Qué sucede? —preguntó bostezando.

—¿Por qué rayos no abrías la puerta? Pensé que te había pasado algo —la regañé.

Su cuerpo sigue con las marcas del fuego, tiene machucones y partes de la piel enrojecidas.

—Estaba durmiendo, tu grito me despertó —bostezó y se frotó sus dedos sobre sus párpados.

—¿Reconoces esta flecha? —le pregunté mostrándose.

—Eh, no, ya te dije que solo usamos flechas de color negro y azul.

—¿Qué simboliza el negro?

Ella miró atentamente la flecha y su expresión facial cambió.

—El negro simboliza venganza, muerte, destrucción, dolor, sufrimiento y guerra, ¿Por qué? ¿Acaso Derek te dio esa flecha?

Giré mi cabeza para ambos lados del pasillo, para asegurarme de que no hubiese nadie oyéndonos.

—¿Puedo pasar? Es importante.

—Claro, adelante —se hizo a un lado dejándome pasar a su habitación, cerró la puerta y me miró confundida.

—No sé qué tenga que ver esta flecha, pero de seguro es algo grave para que hablaras conmigo... —me dijo con la mirada hacia sus pies.

—Me estoy esforzando por dejar la discusión de lado, esto es otra cosa. Esta flecha fue la que causó el incendio.

Ella dio unos pasos hacia adelante y tomó la flecha que tenía en mi mano.

—No es de aquí, el peso, el material, son diferentes a los que usamos aquí, ¿De dónde la sacaste?

—La encontré cerca de donde estabas, en el barranco. ¿Crees que sea de algún enemigo del reino?

—No, nadie usa la de un solo color, ya te lo dije.

—¿Recuerdas algo antes del incendio?

—Estaba parada en donde me dejaste cuando te fuiste. Luego fui a caminar en profundidad por el acantilado, y recuerdo que alguien me golpeó por atrás, pero no tengo idea de quién fue.

Era él, era el hombre con el cual me había encontrado.

—Si quedaste inconsciente, ¿Cómo sabes que alguien te golpeó por atrás? —la interrogué.

—Tengo un dolor terrible en el cuello, además tu me dijiste que me encontraste en donde estaba antes, significa que alguien me llevó hasta allí —ella me miró de arriba a abajo, analizándome.

Era buena ocultando cosas, pero un asesino nunca puede ocultar nada ante otro asesino.

—No te preocupa solo la flecha ¿Verdad? Hay algo más.

—No es nada, descansa. Todavía te tienes que recuperar —me dirigí hacia la puerta.

En cuanto sentí como ella me tomó del brazo y me detuve, miré por sobre mi hombro. Tenía el ceño fruncido, parecía que era inútil ocultarle algo, pero no podía confiar en ella ni en nadie.

—No me mientas, confía en mí...

No puedo.

—En serio, Rachel, no es algo que te incumbe. Son solo problemas míos...

Ella se acercó a mí, lo suficiente para ponerme tensa, sentía un escalofrío en todo el cuerpo, sentía como se me erizaba la piel.

No sabía que estaba sintiendo, solo sabía que no podía contarle la verdad, pero algo en mi me decía que podía confiar en ella.

—Mientes... Dime la verdad, yo puedo ayudarte... —su tono de voz me daba confianza.

Ella miraba mis labios y yo los de ella, no sabía qué me estaba pasando, no podía controlarme. Cerré los ojos y me alejé lentamente. Al abrirlos la vi, estaba cruzada de brazos.

—Bien, cuando fui al barranco apareció un tipo con una máscara de neón...

—¿Él lanzó la flecha?

—Tal vez, no lo confirmo, solo sé que es alguien que me quiere muerta y está jugando con mi mente.

—¿Puedes describir al sujeto?

—Era alto, más o menos de un metro ochenta, campera, pantalones y guantes negros, una remera blanca y la máscara de neón.

—¿Pudiste ver su color de cabello? ¿O alguna marca que lo identificará?

—No —afirmé

—Tranquila, lo investigaré.

—No, tienes que descansar y recuperarte.

—Sufrí cosas peores, créeme cuando te digo que estas quemaduras no son nada.

¿Qué tanto sufriste para creer que estar al borde de la muerte no es nada?

—¿No recuerdas hacerle una cicatriz a alguien así como a Derek? —dije con ironía.

—No todos los castigos se pagan con cortes, seguro sabes que hay otros métodos.

—Por desgracia...

Me dirigí a la puerta nuevamente, pero esta vez fue diferente, al cerrar la puerta la arquera me detuvo, me abrazó, y me agradeció por haberla salvado. Luego de eso me dio un beso en la mejilla diciéndome buenas noches.

¿Qué estaba pasando? ¿Acaso una asesina estaba mostrando empatía? ¿Estaba... mostrando sentimientos?

Estaba confundida, todavía no la sabía leer, no como a Derek y sus amigos psicópatas.

Llegué a mis aposentos y me metí en la cama, lista para tener una noche de sueño.

Desperté de un salto. Aún seguía absorta por lo sucedido, no sabía qué me tenía confundida, si el hecho de que un hombre misterioso apareciera en la isla provocando un incendio o el hecho de que de repente Rachel parecía ser mi mejor amiga.

Abrí la puerta de mi cuarto y vi algo envuelto en una tela blanca con un nudo.

Miré hacia ambos lados del pasillo como si alguien viniera y me dijera "oye, yo te deje esto aquí, ábrelo" pero claro que no sucedió nada, tomé "el paquete" el cual pesaba un poco y lo coloque en mi cama, cerré la puerta con llave y desenvolví la tela en mi cama.

Mire lo que había y sonreí de lado, era la armadura que Rachel me había mandado a hacer para mi, junto a ella estaba la espada que tanto me había gustado.

El traje era de color negro con los bordes dorados, tenía un cinturón en el cual cabía la espada y un bolsillo de pierna el cual contenía una daga.

El mango de la daga era de color rojo con un difuminado de color negro, la hoja de la daga era muy fina, parecía que podía cortar cualquier cosa. Junto al traje había unas botas negras de cuero, las cuales se ajustaban con cordones. Había una nota debajo de todo el armamento.

"Se que tarde en dártela pero ya la tienes, la daga servirá para que te defiendas en caso de alguna pelea. Si tienes problemas con el talle avísame.

Rachel"

Me puse el traje el cual sorprendentemente me quedaba perfecto, era un poco incomodo el bolsillo de la daga pero me acostumbraría a él, la espada encajaba perfecto en el cinturón, me coloque las botas y las ajuste.

Se sentía raro recibir un regalo de Rachel, ella era una asesina no mi amiga.

Eso era algo que debía recordar siempre, pero por más que lo recordara no podía olvidar las pocas veces en las que hubo algún problema y ella seguía preocupándose por mi.

Me dirigí hacia la puerta, gire el cerrojo, había otra nota en el piso, miré a ambos lados del pasillo pero no había nadie. Tomé la nota y la leí.

"¿Estarías dispuesta a salvarla? Porque ella a ti no..."

No entendía la carta, ¿Ella? ¿La carta se refería a Rachel? ¿Salvarla de qué o quién? No sabía si esta sería una broma de Derek, lo cual era lo más probable.

Pensé en quién podría ayudarme, pero todos en esa isla me odiaban.

No había nadie con quien pudiera contar, bueno yo no contaba con nadie pero Rachel sí, recordé al médico, Erick, por lo que había entendido ellos eran buenos amigos.

Fui corriendo lo más rápido que pude hacia sus aposentos, mis nudillos tocaron aquella madera áspera y la puerta se abrió.

—¿Kate? ¿Sucede algo? ¿Te volvieron a herir? —me preguntó confundido mientras se tocaba el cabello.

—No... pero Rachel podría estar en peligro, no sabía a quién más recurrir...

Me dejó pasar y cuando vio mi rostro, se preocupó.

—Me dejaron esta carta, no sé si signifique algo... —le ofrecí la carta a lo que él la tomó y la leyó.

—Quien sea que te haya dejado esta carta no sabe nada —dijo poniéndose su mano en su mentón como si estuviera pensando.

—¿Cómo? No entiendo, la carta dice que si yo estaría dispuesta a salvar a Rachel...

—Pero también dice que ella no te salvaría y se equivoca, tú no lo sabes y no debería decirte esto porque se que Rachel se molestara, pero ella no te ve como una forastera —él se acercó más a mi—. Ella no te ve como una enemiga como todos aquí, ella te ve como algo más...

—¿Qué?¿Acaso quieres que seamos mejores amigas? —dije con cierta ironía para que él entendiera que yo no quería ni la más mínima relación con ella.

¿Eres idiota o qué?

—Conozco a Rachel desde que éramos niños ¿Sabes? Ella nunca se preocupó por alguien que no fuera ella misma, fue criada así para asumir el trono algún día. Ella ha cambiado, está experimentando algo que la familia real no experimenta.

¿Qué podría experimentar? ¿Qué era eso que la realeza no puede experimentar?

—Bien por la princesa, se volverá una reina y los demás somos sus juguetes. Ahora si no te importa volvamos a la carta, no quiero que ella me mate solo porque me cuentas algo que no tiene sentido.

El rodó los ojos, se pasó la mano por su cabello marrón como si estuviera pensando en algo.

—La carta es para ti, significa que esto ¿Podría ser una prueba?

—No... Creo que esto es algo más personal...

No confiaba en él, pero si quería salvar a la arquera de un peligro debía al menos intentarlo, de todos modos él no trató de hacerme un corte, así que no perdía nada intentando confiar en él.

Le conté todo con respecto al incendio, le conté que encontré la flecha y que estaba segura de que eso había causado el incendio.

No parecía sorprendido en lo absoluto.

—Veo que no te sorprende mucho...

—Es normal que la familia real siempre esté en peligro, no sería la primera vez que la secuestran. Será mejor que les preguntemos a los guardias si vieron algo sospechoso.

Estábamos caminando por el pasillo rumbo a la salida del castillo.

Así que no era la primera vez que la secuestraban, y si ¿De verdad yo le importaba? No tenía sentido, confiaba en Erick pero solo para salvarla, nada de lo que él diga me afectaría, pero la curiosidad me mataba.

—Cuando fue...

—¿La primera vez que la secuestraron? —completo él, a lo que yo asentí.

—Fue cuando tenía seis años, la secuestró un bando enemigo, la tenían como una rehén, como una moneda de cambio para detener una guerra que se avecinaba.

—Era tan solo una niña...

—Con una responsabilidad enorme. Verás que tanto ella como su hermana fueron criadas para no sentir sentimientos positivos, como lo que ustedes conocen como amor, felicidad, afecto, etc. Por eso creo que tu le interesas de alguna manera, tienes algo que llame su atención.

—Claro que voy a llamar su atención, no todos los días secuestran a alguien y lo traen a esta isla o ¿si? —dije con ironía sosteniendo mi espada en el cinturón.

Llegamos a la salida y les preguntamos a los guardias si habían visto a la arquera, pero nos dijeron que no la habían visto desde la mañana, que debió ser cuando me dejó la armadura.

Seguimos caminando por un camino de piedras y alrededor pasto y flores, la isla podría ser un paraíso o un infierno dependiendo del lado en el que estés, en mi caso era el infierno.

Fuimos a la orilla de la isla en donde vi las armas de la arquera en un tronco, no era común que ella andará sin su carcaj y su arco.

Tomé su arco y me puse la carcaj en la espalda, mire su arco recordando lo que Erick decía.

Tal vez él tenía razón, tal vez ella estaba cambiando, pero no quería que lo hiciera porque yo no quería sentir nada hacia ella, no podía.

Escuchamos un grito que provino del acantilado.

—Rachel... —susurré.

Erick y yo fuimos corriendo en esa dirección, tomé una flecha de la carcaj y la coloque en la cuerda listo para apuntar y disparar.

Erick sacó dos cuchillos que tenía debajo de su vestimenta.

En cuanto llegamos al barranco dejamos de oír los gritos, cerré mis ojos como si eso fuera a darme la habilidad de escuchar mejor, pero no oí nada.

—Debe estar por aquí —él avanzó un poco, adentrándose al barranco.

Se detuvo y miró al suelo, allí había un collar con una cuerda negra y un dije de una flecha. Él lo tomó y miró hacia adelante.

—El collar... está en esa dirección —dijo señalando a un camino recto.

Íbamos caminando con cuidado de no ser descubiertos, pero por suerte el día estaba nublado, lo cual era raro, casi siempre había un sol fuerte y potente como si no hubiera un mañana.

—Ten —dijo entregándome el collar de Rachel. —Cuando la encontremos quiero que se lo des, no se lo des a nadie más.

—¿Qué?¿Por qué me lo das?

—Porque yo estaré ocupado atendiéndola y no tendré cabeza para darle su collar.

—Bien —dije tomándolo el collar de mala gana.

Guardé el collar en un pañuelo que tenía y lo metí dentro del cinturón.

Poco después de caminar un poco volvimos a escuchar algo, esta vez no iba a esperar más, fui corriendo rumbo al sonido que se oía.

—Rachel tenía razón, esta chica es muy impulsiva —escuche decir a Erick,

Seguí corriendo hasta que la encontré a manos de dos hombres, uno que la custodiaba y otro que le estaba pegando una bofetada.

—Vuelve a tocarle tan solo un cabello más y la flecha no será lo único que te lastime —le dije apuntando la flecha hacia él.

El hombre se levantó del suelo con una sonrisa y mirada siniestra, como si disfrutara del sufrimiento de Rachel.

Mal nacido.

Ella tenía el pelo entre la cara, lo tenía despeinado, tenía las manos atadas delante de sus rodillas, sus pies también estaban amarrados con una soga. También tenía un trapo en la boca.

Seguro debieron habérselo puesto después de gritar.

Escuché que Erick llegaba detrás de mí, aunque si fuera por él, Rachel ya estaría muerta.

—Te daré una oportunidad, te vas por las buenas o por las malas ¿Cuál decides? —le dije, él hombre soltó una risita, se paso su mano por su cabello de color negro.

—¿Quieres oro?¿Diamantes? ¿Joyas? Te lo daremos, pero con la condición de que la sueltes —le dijo Erick.

Desvíe mi mirada hacia Rachel, ella negaba con la cabeza, pude ver que dos moretones se estaban formando en su mejilla.

Mi ira solo aumentó.

Quería acabar con ese mal nacido, quería que pagará por lo que le estaba haciendo pasar, quería matarlo.

Por primera vez en mucho tiempo, quería volver a tener justicia con mis propias manos.

—Miren, solo hago un pedido, no quiero oro ni nada de esa mierda.

—Un pedido ¿A nombre de quien?

—No me permiten dar esa información, jovencito.

El hombre se abalanzó sobre mi con una daga, yo la esquive por debajo y lancé la flecha al hombre que estaba detrás de Rachel mientras escuché que Erick le hizo un corte al hombre de cabello negro.

Me acerqué a Rachel tirando el arco al suelo, desesperada por sacarle el trapo y las sogas que la mantenían inmóvil.

Removí su cabello con delicadeza hacia detrás de su oreja, vi que tenía un poco de sangre en la sien, le quité el trapo y corte las sogas con la daga. Sus muñecas estaban un poco coloradas.

Erick seguía apuñalando al hombre que según yo ya estaba sin vida.

—¡Y eso es para que aprendas a no meterte con mi amiga! —gritó él con toda la ira que era capaz de sentir.

Él parecía un ángel, pero si lo hacías enojar podría ser el mismísimo diablo.

—Erick, déjalo, ya estaba muerto en cuanto le cortaste la garganta —le dije mientras ayudaba a Rachel a levantarse.

Ella me miró y sonrió de lado.

¿Cómo puede sonreír sonreír luego de este secuestro? Sus palabras me vinieron a la mente.

Sufrí cosas peores, créeme cuando te digo que estas quemaduras no son nada.

—Te queda bien el arco y la flecha —dijo ella tocándose las muñecas debido a que la soga le apretaba mucho.

—Erick, tenemos que curarla, tiene dos moretones y sangre en la cien.

—Bien, entonces vámonos.

—¿Puedes encargarte de los cuerpos? —él asintió.

Volvimos por donde vinimos y no sucedió nada más.

Antes de irnos Erick quiso clavarle un cuchillo al otro hombre que me había atacado, clavándole el cuchillo en el corazón.

Durante el camino ninguno de los tres dijo nada, pero ella tenía una mirada triste y logré ver como una lágrima se deslizaba por su mejilla enrojecida.

Llevamos a Rachel a sus aposentos para que Erick pudiera curarla, al parecer no tenía nada grave solo unos moretones y algún que otro corte.

Erick se retiró de la habitación dejándonos a ambas solas.

—¿Cómo te sientes? —le pregunté preocupada.

Ni siquiera sabía porque me preocupaba una princesa asesina.

—Pues me duele toda la cara debido a los moretones, sacando eso... no tengo nada que no haya vivido antes...

Pude ver que sus ojos se apagaron, como si un interruptor les sacará ese brillo que tenía.

Me senté a su lado en la cama y recordé que tenía su collar, saqué el pañuelo de color blanco y le di el collar.

—Ten...— murmure sin saber como reaccionaría al saber que tenía su collar.

Ella dirigió su mirada hacia el pañuelo que estaba desenvolviendo.

—Erick me dijo que te lo diera a ti y solo a ti, a nadie más, él prefirió que yo te lo entregará.

Ella tomó el collar y una tristeza gigante la invadió por dentro. Sus ojos pueden decirme el peso que ella carga en su conciencia y corazón.

Pude ver que por su mejilla corría una lágrima, ella solo me abrazó, llorando como nunca antes la había visto, le devolví el abrazo conteniéndola como si eso fuese a calmarla.

—Tranquila, no llores, esos idiotas están muertos y no volverán a hacerte daño... —murmuré.

Ella dejó de abrazarme y me miró, en sus ojos solo se veía tristeza y sufrimiento, pude verlo, ella no estaba así por el secuestro, había algo más que la afligía.

—¿Quieres hablar de lo que te aflige? —con sus ojos llenos de lágrimas asintió a mi pregunta.

—... pero solo contigo... —murmuró con la voz un poco débil.

Se limpió las lágrimas con sus manos y nuestras miradas se encontraron. Tomé su mano para que supiera que podía contar conmigo.

—Hace años... cuando fue... Mi primer secuestro, mis padres... ellos me salvaron, el secuestrador les lanzó unos cuchillos, uno a cada uno... yo... yo lo vi todo, estaba escondida detrás de un árbol... la mano de mi madre sostenía este collar... ella me miró y me dijo que nunca debía tener miedo... —su mirada se dirigió nuevamente al collar que estaba entre su regazo y sus manos—. Desde entonces mi hermana me odia, por mi culpa nuestros padres están muertos, no lo entendí hasta que fui más grande... Este collar es lo único que me queda de ella... Es por eso que... a veces me viste triste, porque discutía con mi hermana, ella dice que soy una perdida, una enferma, incluso llegó a decirme que sería mejor que yo hubiera muerto y que ellos hubieran vivido...

No sé cómo explicar como me siento. Siento impotencia de no poder ayudarla.

Ella no tiene la culpa de esa tragedia, su hermana solo la ve como la culpable.

No sabía que decir, no sabía qué ella podía ser capaz de sentir amor hacia alguien, ahora entendía lo que Erick me había dicho, ella estaba cambiando por mi.

—A veces es mejor encontrar un culpable para lidiar con el sufrimiento.

Me miró confundida.

—Tienes que saber que nada de lo que dice tu hermana es cierto. En este tiempo me di cuenta de que eres genial, no eres lo que pensaba, eres muy valiente por todo lo que has soportado y mereces ser feliz, mereces que alguien te ame por como eres, y te quiera con tus ángeles y demonios —le sonreí de lado y mi mirada se dirigió hacia el collar.

Tome el collar y lo observe con detenimiento.

—Es muy bonito, tu madre debió tener un buen motivo para dártelo... ¿Te lo pongo? —ella asintió

Se dio la vuelta para que pudiera ponérselo, se recogió el pelo hacia un costado y pude ponerle el collar.

—Te queda lindo... —le dije cuando se dio la vuelta.

—Gracias, Kate por... bueno, por todo...

—Cuenta conmigo. Por cierto la armadura es genial —dije haciendo una sonrisa de lado para aliviar el ambiente.

—Que bueno que te gustó...

—Será mejor que te deje descansar —dije levantándome de la cama, pero me detuve al sentir un tirón en el brazo.

—¿Puedes quedarte conmigo hasta que me duerma?

—Claro, no hay problema... —le dije sentándome de nuevo al borde de la cama.

Ella se acurrucó en su cama y yo la tape como a una niña que tenía que irse a dormir.

Me quedé a un lado de la cama, y ella se durmió.

Parecía un ángel durmiendo, parecía que nada le afectaba, parecía una pequeña yo, invencible, fuerte.

Fue entonces que entendí que incluso los corazones más fríos podían sentir algo de calor.

Tenía que marcharme de la habitación, pero algo dentro de mí me detenía.

No quería dejarla sola, al menos no después de todo lo que sucedió. Se notaba que ella tenía una especie de trauma.

Busqué en su cómoda unas mantas y las coloque en el suelo para dormir.

Me volví a sentar, pero esta vez a su lado, viendo como dormía tranquilamente.

Creo que su pasado no es muy distinto del mío, ambas sufrimos y tuvimos que volvernos fuertes porque de lo contrario la tragedia nos arrastraría junto con ella.

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