Capítulo quince: Un comienzo

Estaba durmiendo y sentí que algo me rodeaba la panza, al fijarme me di cuenta que eran los brazos de Rachel que me traían hacia ella. Estaba dormida, pero aún seguía intranquila.

Ella creía que los chicos eran como los de la isla, malos, traicioneros, etc.

Otra razón para que ella no se separe de mí.

Estaba apunto de volver a dormir, en cuanto escuché unas voces, me fue imposible volver a dormirme. Las manos de Rachel estaban entrelazadas sobre mi vientre y lentamente las separé, para poder levantarme.

Aun seguíamos en el yate, al parecer esa isla no solo era desconocida, casi invisible, sino que estaba muy lejos de nuestra ciudad.

Abrí la puerta lentamente y eché un vistazo a la escena, la cual era ver a Valo y a Joanna discutiendo en voz baja, mientras los demás dormían en los asientos.

—¿Pueden callarse? —pedí con voz de cansancio.

—¿Cansadita, Kate? —me preguntó alzando las cejas y bajándolas repetidamente.

Joanna lo miró y le lanzó una mirada amenazadora.

—Deja a Kate en paz, tiene que descansar.

—Hasta que al fin me hablas, ¿no?

Joanna y Vanlo se amaban desde hace años, pero nunca estuvieron juntos ya que Joanna tenía problemas con su familia y Firox no quería que nadie se le acercara. De hecho él suele ahuyentar a los novios de Joanna.

Era raro verlos pelear, siempre estaban de acuerdo en todo.

—Ya vas a empezar —suspiró.

—Al menos tengo el valor de empezar algo —rebatió con los brazos cruzados.

—¿Sabes? Nunca debió suceder nada. Me voy a dormir —nos dijo y dio media vuelta y se fue para uno de los asientos.

—¿Qué rayos? —pregunté perpleja.

—¿Estás mejor? —me pregunto intentando cambiar de tema.

Parecía que tuvieron una pelea fea, así que no quise indagar mucho para hacer que se peleen de nuevo.

—Sí, mucho mejor.

—Bueno, entonces, buenas noches y asegúrate de usar protección.

—Cállate, idiota.

—¿Así tratas a un amigo que se preocupa por ti? —negó con la cabeza.

—Mejor ve a dormir.

Él se fue a uno de los asientos y se puso a mirar por la ventana.

Me dirigí al cuarto y me metí a la cama lo más lento y despacio posible para no despertarla.

En cuanto me adentré a la cama sus brazos envolvieron mi vientre. En ese momento me di cuenta que ella estaba despierta.

—No vuelvas a irte —me susurró.

—Tranquila, puedes confiar en ellos —le dije haciéndole caricias en la mano.

—No confío en nadie, solo en ti...

Lo que decía era verdad. Ella nunca confío en nadie, y en cuanto confío en alguien, la traicionó.

Será difícil para ella confiar en mis amigos, después de todo el infierno que vivió en esa isla, no me sorprende que tenga miedo, pero esta era una nueva etapa para ella y para ambas.

Sabía que con el tiempo ella se encariñaría con los chicos.

Quise cambiar de tema para poder tranquilizarla y alejar cualquier mal pensamiento que tuviese.

—En cuanto lleguemos a la ciudad debemos comprarte ropa.

—Uso la tuya y listo, no necesito ir a comprar ropa —dijo con una voz de cansancio.

—Las cosas no funcionan así. Cada quien debe tener su ropa y sus cosas.

—¿Qué tiene de malo la ropa que llevo puesta? —preguntó de mala gana.

Me di la vuelta para tenerla frente a frente. Ella tenía los ojos cerrados, el ceño levemente fruncido y se hizo la dormida.

No entendía ese cambio tan repentino.

—¿Qué tienes? —pregunté sin entender.

Ella no me respondió. Solo siguió haciéndose la dormida.

—No sirve que te hagas la dormida, ¿por qué no me dices que tienes?

—Porque te vas a reír... —dijo apenada.

—¿En serio piensas que yo podría reírme de ti? —le acaricié la mejilla y ella abrió esos ojos azules que podían volver loco a cualquiera.

Ella mantuvo su mirada en la mía y entreabrió la boca para decir algo, pero se arrepintió.

Analicé su comportamiento tan repentino y entendí que capaz le tenía miedo al cambio.

—¿Tienes miedo al cambio?

Ella asintió y no dijo palabra alguna.

—Tranquila, iremos de a poco. Primero te instalas en casa, si quieres podemos quedarnos en mi casa o en la mansión.

—Aún no me acostumbro a los demás...

—Está bien, con el tiempo te agradaran y de seguro te enojaras por quien se comió tu helado y querrás golpearlos.

—¿Helado? ¿Qué es eso? —preguntó extrañada.

Se me había olvidado que mi novia no sabía nada de la civilización.

—El helado es un postre congelado que es muy rico, pero si comes más de lo necesario puedes empacharte —intenté explicar.

Pareció gustarle la idea porque en cuanto le terminé de explicar lo que era un helado, sus ojos brillaron.

—¿Veremos series? —preguntó emocionada.

—Claro, de hecho, le pediré a Vanlo que me haga una lista de todas las series que nos recomienda. Ahora a dormir que mañana tendremos un día largo —le di un beso en sus labios carnosos.

                             * * *

Habíamos llegado a casa y Rachel miraba todo con curiosidad. Había convencido a los chicos de que yo estaba bien y que quería estar con Rachel a solas, en mi casa. Así que ellos me dijeron que de a poco nos vendrían visitar para que Rachel se acostumbrara y no tuviera miedo.

Claro que también era para que ellos se aseguraran de que yo estuviera bien y que ninguna carta o alguien me amenazara nuevamente.

De todos modos tenía mi celular que Katar me dio, así que estaríamos comunicados.

Ella se acercó a mi escritorio en donde encontró una tablet y a su lado un lápiz digital, que yo usaba para dibujar y para el trabajo también. La miró con curiosidad, como si fuese algo peligroso.

—Es una tablet, no muerde —bromeé para calmar el ambiente.

—¿Y qué hace? ¿Qué función cumple esta tabla negra y esa cosa que le sale por el costado? —dijo refiriéndose al cargador que había quedado enchufado en la tablet.

Afortunadamente no quedó enchufada al tomacorriente.

Me acerqué al escritorio, desbloqueé la tablet y al ver que se prendió ella se apartó con un poco de miedo y se quedó mirando, analizando cada movimiento que yo hacía.

—No pasa nada, tranquila —me miró y volvió a acercarse cuidadosamente.

Ella vio mi fondo de pantalla y abrió los ojos sorprendida.

—¡¿Tienes a una persona metida ahí adentro?! —al oír eso me empecé a reír. No podía contener la risa

—No, es una foto —ella me miró aún más confundida—. Una foto es cuando captas un momento, no tiene nada de malo —intenté explicarle.

—¿Y quiénes son esos dos que aparecen en la foto?

—Somos Katar y yo cuando nos conocimos.

Ella frunció el ceño y se quedó aún más confundida.

—No pareces muy contenta...

Al recordar el día en el que Katar me encontró y empezó a cuidar de mí, recordé toda mi vida antes de conocerlo. Todo ese dolor, todo ese sufrimiento... No estoy segura de haberlo superado...

—No nos conocimos en las mejores condiciones...

Ella se me quedó viendo, me acarició la espalda con su mano y dejó un tierno beso en mi mejilla.

—No recuerdes cosas feas. ¿Cómo funciona esa cosa? —preguntó mientras miraba el lápiz digital.

Tomé el lápiz, abrí la aplicación que usaba para dibujar y rápidamente le enseñé lo principal para dibujar en digital. O al menos le enseñe que podía cambiar de pinceles y de colores.

Ella se sentó en mi escritorio y empezó a arrastrar el lápiz sobre la pantalla en blanco. Aproveche y me fui a bañar para relajarme.

Al salir del baño me fijé que no había nadie en la sala. Me dirigí al escritorio y me fijé en el dibujo que había hecho.

Era la ventana del castillo abandonado, estaba el hueco de la ventana y de fondo estaba la luna, con las estrellas. En los márgenes superiores e inferiores estaba escrita una frase que ahora tenía otro significado; ¿Nos vemos en donde las estrellas?

Que lindo detalle.

Esa frase se había vuelto muy significativa para nosotras, se había vuelto como una clave. Me pareció muy tierno el dibujo y decidí ponerlo como fondo de bloqueo.

Sonreí al ver ese dibujo sencillo, pero hecho con mucho cariño.

Subí las escaleras que se conectaban con el dormitorio y vi que Rachel estaba leyendo un libro que había en mi biblioteca. Sus ojos se movían a la par que continuaba la lectura y sus piernas estaban estiradas en el suelo.

Me gusta verla mientras ella está distraída, porque me permite ver lo hermosa que es, sin hacer nada para que caiga a sus pies. Me gusta detallar cada parte de su rostro y de su cuerpo. Me gusta todo de ella.

—¿Es interesante el libro? —ella levantó la vista y me sonrió.

—La historia de Romeo y Julieta es interesante —me sonrió.

—El final te sorprenderá.

—¿Cuál es el final?

—No quiero arruinar tu sorpresa.

Al ver que no le iba a dar la respuesta frunció el ceño y cerró el libro.

—¿Te gustó el dibujo? —me preguntó mientras se paraba y se acercaba a mi

—Sí, me encantó.

—Es para que lo uses como fondo antes de abrir la pantalla.

Dejó el libro sobre la mesita de noche y sus brazos cubrieron mi cintura y mis brazos se dirigieron hacia su cuello.

Me encanta sentirme segura a su lado.

Nos fuimos a acostar a la cama, nos tapamos y yo me recosté contra el respaldo de mi cama y Rachel se puso encima mío, mirando al techo.

—¿Cómo te sientes respecto a todo?

—Confundida, pero sé que estarás a mi lado pase lo que pase y no tengo que temer de nada.

—Claro que estaré a tu lado, Rach. Nunca dudes de mi amor por ti...

—Nunca dudé de eso...

—Rach... Te amo

Me sonrió y sin pensarlo sus labios colisionaron con los míos en un profundo y tierno beso.

Amo sus labios.

Unos días después me encontraba bajando las escaleras que conectaban mi habitación con la sala. Al ir a la cocina y ver que no estaba mi pote de helado me reí.

Resultó que Rachel es una gran fan del helado, dentro de poco habría que comprar una heladería.

Había aprendido un poco de la tecnología y de cómo funcionaba el mundo a través de la televisión, de los celulares y de las redes sociales.

Hoy era un día importante, porque junto con Joanna iríamos a comprarle ropa. Durante estos días le tuve que prestarle uno de mis pijamas y ropa que ya no usaba.

—Buenos días —me dijo ella rodeando mi vientre con sus brazos.

Si la hubiera conocido en otra instancia de mi vida, ni siquiera le hubiera permitido que me enseñara algo o que me pusiera un dedo encima. La verdad esta era mi mejor etapa y yo podía dar lo mejor de mi.

Le devolví los buenos días y ella se dirigió al freezer y al ver que no había helado pareció acordarse que ella se lo había comido.

—No hay helado —me dijo e hizo un puchero.

—Debe ser porque cierta persona se lo comió a las tres de la mañana.

—¿Ah, si? ¿Quién pudo haber sido? —dijo haciéndose la tonta.

Quiso cambiar de tema ya que ella no quería ir a comprar ropa.

—No cambies de tema, Rach. Iremos a comprarte ropa y Joanna vendrá con nosotras.

—¿Por qué viene ella?

—Porque yo tengo cero sentido de la moda y Joanna es mejor en esa área que yo, además así podrás interactuar con más personas.

—Contigo me basta —me dijo, tomando mi mandíbula y uniendo nuestros labios en un beso profundo.

Odiaba que lo hiciera porque cada vez que lo hacía yo me ponía roja como un tomate y me quedaba idiotizada al ver sus ojos y sentir el calor de su cuerpo junto con el mio.

Ella se apartó y al mirarme empezó a reírse.

—Te ves adorable cuando estás roja.

—Boba. Mejor llamaré a Joanna para decirle que venga —tomé mi celular.

Joanna se había tomado unas "vacaciones" para estar con los muchachos y buscarme. Así que cómo le quedaban unos días libres me pareció bien que ella y Rachel se conozcan mejor.

Creo que ya es hora de que Rachel tenga una vida normal y para eso quería ir de a poco, para que no se sintiera estresada o presionada con la situación de su llegada.

Joanna llegó al edificio y nosotras no subimos a su auto de color gris. Durante el camino Rachel estuvo viendo cada parte del auto, miraba el volante, los pedales, el asiento, todo.

Rachel no quiso hablar con Joanna y yo no la quería obligar, tiene que ser todo a su tiempo y Joanna lo entendió.

Llegamos al shopping y mientras Rachel veía todo con emoción y asombro, nosotras buscábamos una tienda para comprarle la ropa necesaria.

Entramos a tienda por tienda, vimos diferentes piezas, accesorios y ropa, pero nada parecía gustarle.

—Algo tiene que gustarte, no puede ser que no te guste nada, digo, no puedes pasar toda tu vida usando la ropa de Kate —comentó ella, empezando a frustrarse.

—Claro que puedo —argumentó la ojiazul.

—No, no puedes. Si es necesario estaremos todo el día aquí para que te compres ropa —la regañé.

—Sí, mamá —me dijo rodando los ojos.

Creo que el estilo de Rachel no era estar a la moda sino que era algo más serio, creo que le gustaba mi ropa, pero no por ser mía, sino por el estilo.

—¿Quieres una campera de cuero? —le pregunté.

Ella no me prestó atención porque estaba viendo algo en una vidriera, al dirigir mi mirada hacia la vidriera vi que estaba viendo un polerón de color lila, junto con un jean de color gris oscuro.

Pareció gustarle porque empezó a correr hacia la vidriera como si no hubiera un mañana. Joanna y yo empezamos a seguirla.

—¿Lo quieres? —le pregunté con una sonrisa.

Ella asintió con una sonrisa y entramos a la tienda para poder comprarlo.

Entramos a la tienda y le preguntamos al vendedor si tenia un polerón de color lila para el talle de Rachel, compramos eso y unos jeans que a ella le gustó.

Joanna se detuvo a ver unas remera y yo vi como mi pelinegra miraba con atención unas camperas de cuero.

—¿Quieres una?

—Sí, pero para ti.

—¿Para mí? —pregunté extrañada.

—Sí, dejaste la tuya en la isla y sé que te gustan las camperas de cuero, así que pensé que debía comprarte una nueva.

—No sé qué hice para que estuvieras en mi vida, pero te agradezco por estar —le di un rápido beso en el cuello.

—Váyanse a un hotel para eso, esto es un lugar público —replicó Joanna mientras alzaba y bajaba las cejas rápidamente.

—¿Por qué no vas tú con Vanlo? Seguro que no le molestaría —bromeé.

Ella dejó de mirar las remeras y me lanzó una mirada asesina como si hubiera dicho lo peor del mundo.

—¿Ellos dos son novios? —me susurró.

—Creo que no, pero ganas no le faltan. De hecho a ninguno de los dos —afirmé.

—Yo ya me compré ropa, ahora es tu turno.

—Solo te compraste un polerón y dos jeans, necesitas más que eso —la volví a regañar como a un niño—. Ahora que lo dices esta campera tiene cierres extra —dije tomando una de las camperas en mis manos.

La campera tenía cierre a un lado del abdomen y una rosa en la parte de atrás de la campera. También tenía cierres en las mangas dándole un aspecto más delicado.

No lo dude ni un instante y fui a pagarla y de paso Joanna se compró un poleron de color bordó.

Fuimos a otra tienda en donde yo compraba mis camperas de cuero y otras cosas, así que ya era amiga del vendedor.

—¡Kate! Cuando tiempo, extrañé a mi clienta favorita —bromeó Tom.

—Claro que voy a ser tu clienta favorita, ¿acaso prefieres a alguien más? —al terminar de decir eso Rachel me dio la espalda y se fijó en unas botas negras que había junto a un maniquí.

Él se rió y me recomendó un par de camperas de cuero que había, también me recomendó unos jeans de color azules y unas botas nuevas que habían llegado. Luego él se dirigió a la entrada para atender a otra clienta.

—Creo que se molestó —comentó Joanna.

—Pero ¿por qué? —pregunté sin entender.

—Tú dices que ella cree que todos somos malos, ¿no? ¿Qué tal si ella cree que Tom puede hacerte daño? Incluso podría pensar que yo te haré daño o simplemente no se siente cómoda conmigo.

En parte tenía sentido. Ella pensaba que cada persona a la que me acercara podría traicionarnos o hacerme algún daño. Por eso mismo le costaba empatizar con los demás.

Me acerqué a Rachel y ella me seguía dando la espalda.

—Solo era una broma, no es para que te tomes todo enserio —coloqué mi mano en su hombro y ella se dio la vuelta a verme.

—¿Confías en él? —preguntó de manera seca.

—Rach —tomé sus manos y empecé a acariciarlas—. no todos son malos y traicioneros. En la vida hay personas buenas, pero no puedes dejar que las personas malas que marcaron tú vida te hagan creer que todo el mundo es así.

Ella lo pensó, como si fuera una máquina que tuviera que procesar alguna información nueva.

—Disculpa... —se avergonzó bajando la cabeza. Le di un beso en la frente y ella me sonrió.

—Soy irresistible, ¿verdad?

—Váyanse a un hotel, por Dios —rió la chica de cabello marrón.

Seguimos viendo ropa y accesorios en la tienda. Rachel se compró una campera de jean de color negra, otra de color azul oscuro, unas botas, y unas remeras sencillas.

Nos despedimos de Tom y al rato estábamos caminando por el tercer piso del shopping y me acordé de que Rachel necesitaba un pijama.

Las tres fuimos a una tienda de pijamas, pero digamos que no salió todo bien.

Joanna quería comprarse un pijama de pastelitos, pero el chico que estaba en el mostrador se empezó a burlar de ella y eso la hizo enojar. Y tuvimos que sacarla de allí antes de que hiciera algo de lo que se arrepintiera.

Luego de un rato fuimos a comer helado ya que Rachel no paraba de pedírmelo como si fuera una niña de cinco años.

De todos modos se me hacía muy tierna que actuará así, y así la quería, feliz, alegre y haría todo lo posible para ver esa sonrisa cada segundo de mi vida.

***

Era sábado y los chicos nos habían propuesto que vayamos a comer con ellos y ponernos al tanto de las cosas que sucedieron.

—No te asustes cuando te llenen de preguntas, solo quieren conocerte mejor —acaricié su mano que estaba entrelazada con la mía.

—Tranquila, no me asustaré.

Estábamos caminando por la acera del vecindario. Rachel estaba asombrada con las estructuras de las casas y edificios que había en la ciudad.

Todo le gustaba, todo le atraía y tenía una sonrisa que nadie se la sacaba.

Llegamos a la mansión y Rachel se frenó para observar mejor la estructura. La mansión era moderna y de color blanco, a lo lejos se llegaba a ver los márgenes de los ventanales de color negro, algunas plantas que estaban en la entrada y se veían las luces prendidas.

—Si prefieres quedarte aquí junto a los demás, no hay problema. Es mejor que estar en casa.

—Gracias, pero prefiero tu departamento.

—¿Por qué?

—Porque es un lugar donde estamos seguras y solo somos tú y yo, mientras que los demás no existen y eso me encanta —sonrió.

La tomé de la cintura con delicadeza y la atraje hacia mi y mientras sus ojos miraban con tentacion mis labios, yo sentía una extraña sensación en todo mi cuerpo, como un cosquilleo.

Junté sus labios con los míos, su mano fue hacia mi nuca y apretó ligeramente mi cabello, y me acercó más a ella.

—¡Chicas! —Vanlo abrió la puerta de golpe.

Nos separamos rápidamente y lo fulminé con la mirada. Vanlo era un buen chico, pero tenía la peculiaridad de que siempre interrumpía momentos que no tenían que ser interrumpidos.

—Tienes suerte de ser mi amigo —él negó con la cabeza.

—Un placer, Rachel. Soy Vanlo —le extendió la mano para estrecharla con la de Rachel.

Ella juntó su mano con la de él y nos invitó a pasar hacia el interior.

Entramos y la escena que nos topamos era... Interesante para Rachel y típica para mi.

Firox y Katar estaban en el sofá, mirando la pantalla grande en la cual jugaban un juego de matarse mientras comían unas papas fritas. Ambos estaban muy concentrados en la pantalla y por lo visto, Katar era quien estaba ganando

—¡Eres un tramposo! —espetó el pelinegro.

—Eres malo para este juego.

—No es cierto.

-—¿Qué es eso? —preguntó en voz alta.

Al escucharla, los dos se voltearon a vernos y rápidamente vinieron a saludarnos.

—Soy Firox y supongo que conoces al tramposo.

—No soy tramposo, solo eres malo jugando.

—Tiene razón —dijo el peliblanco mientras leía un libro en la mesa.

Ella miraba con atención los controles con los cuales se jugaba al juego.

Rápidamente se dirigió al sofá y tomó uno de los controles. Rato después Rachel, Katar y Firox estaban jugando mientras Vanlo estaba en su habitación y Joanna y yo estábamos cocinando lasaña para todos.

Más bien era ella quien cocinaba, porque yo no cocinaba muy bien que digamos. Siempre se me quemaba la comida.

Vi que Katar giró su cabeza y me miró por unos segundos, con una mirada que sabía muy bien qué significaba.

Teníamos que hablar.

—Oye, si Rachel pregunta, dile que estoy con Katar en mi cuarto —le dije a la chica de cabello marrón.

—Claro, no hay problema —siguió cocinando.

Él dejó el control sobre el sofá y se dirigió hacia mi antigua habitación. Ambos subimos las escaleras de color madera claro y mientras veia el resto de la mansión, la nostalgia se hizo presente al igual que los recuerdos.

—Rachel es increíble —sonrió.

—Claro que lo es, es mi arquera favorita.

—Si Vanlo te escucha decir eso, dirá que Green Arrow es mejor —se burló.

—¿De qué querías hablar? —omití su comentario.

—Hablemos en tu habitación —nos detuvimos en la puerta.

Katar se hizo a un lado para que yo girara la manija circular de color plateado y cuando lo hice me sentí de vuelta otra vez.

Ver mi cuarto de color blanco, con el piso de color madera claro, la cama, las mesitas de noche, el escritorio, mi placard con la ropa un poco desordenada. Todo estaba igual, era como si nunca me hubiera ido.

—En el fondo sabíamos que volverías con nosotros y cuando Derek vino a vernos, la esperanza en nosotros creció —comentó.

—Creí que jamás volvería.

—Al menos no estabas sola, tenias a Rachel.

—Las cosas no eran así, esa isla era un infierno. Pero hablemos —me senté en mi cama.

Katar tomó la silla de mi escritorio y la puso enfrente de mi, el respaldo de la silla estaba contra su pecho y sus brazos estaban por encima del respaldo,

—Es sobre la muerte de Dakar... -dijo refiriéndose a su hermano.

—¿Qué sucede?

—Hace unos meses, me arrestaron por ser el principal sospechoso de su muerte —bajó la mirada—. Todo el mundo me vió por la televisión, los reporteros, los paparazzi y los noticieros se aseguraron de que mi imagen como persona quedara manchada. Me humillaron ante todo el mundo y... Por más que yo le dijera a la policía que yo no era el culpable, me di cuenta de que era inútil...

—Lamento no haber estado cuando más me necesitaste, pero no te tiene que importar los demás. Nosotros sabemos quien eres en verdad y eso es suficiente.

—Lo sé... Pero me despidieron de la empresa en la que trabajaba y no consigo trabajo, nadie quiere a un asesino como empleado y todo era más difícil cuando recordaba que ni tú ni Mary estaban a mi lado...

Es la primera vez que la nombra en meses...

—No eres un asesino y lo sabes.

—Dile eso al resto del mundo —levantó un poco la voz—. Lo siento. Incluso, los muchachos me contaron que en tu trabajo pensaron que yo te había asesinado.

Seguro fue Matt el que esparció el rumor.

Sus ojos estaban llorosos, pero como lo conozco, nunca llorará. No porque no confíe en mí, sino porque no le gusta que lo vea quebrado y débil.

Me levanté de la cama y caminé hasta él y pasé mi mano por su espalda, haciéndole entender que tenía mi apoyo y que siempre estaría para él.

—Y pensar que solo me fui unos meses y sucedió todo esto —murmuré.

—En realidad sucedieron más cosas —giró su cabeza y me miró.

—Solo me fui unos meses, no una década.

—Kate, yo he estado contigo toda tu vida, sé tu historia y también sé cuanto te cuesta abrirte con los demás, pero tienes que decirle a Rachel lo que sea necesario, para que esté preparada.

—Ella sabe mi verdadero nombre y probablemente sabe quienes eran mis familiares.

—¿Probablemente? Acaso no le hablaste de tu pasado?

—No del todo, pero ella entiende que es algo difícil para mí y no me presiona. Todo lo contrario, me apoya y siempre esta para mi.

—Me alegra que ella te acepte y espero que sean felices —sonrió.

Decidimos que ya teníamos que bajar para que los demás no se coman toda la comida sin nosotros. Y para nuestra fortuna, la comida todavía no estaba lista, lo que significaba que no moriríamos de hambre.

Joanna le estaba enseñando a Rachel como cocinar usando nuevos condimentos y ella estaba muy concentrada en lo que Joanna le explicaba, así que decidí no interrumpirlas.

Me quedé viendolas un rato, contemplando lo perfecta que es Rachel, con su tez blanca, su ondulado cabello de color negro, sus ojos azules, sus labios rosas y sus delicadas y suaves manos.

Podría admirarla toda la noche, como si fuese una obra de arte y no me cansaría de hacerlo.

Ambas se estaban diciendo cosas al odio y luego se percataron de que yo estaba allí.

—¿Puedo saber que planean? —dije acercándome más a ellas.

—No —me dijo la ojiazul con una sonrisa pícara.

—¿Al menos puedo saber que cocinan?

—Tampoco —la chica de cabello marrón se limpio con un trapo de cocina y fue a buscar su celular.

Abracé a mi hermosa novia por detrás y apoyé mi mentón en su hombro y le di un pequeño beso en el, ella se sonrojó en el instante en el que la besé y sonrió de manera tímida.

Es tan tierna.

—¿Me ayudas con la harina?

—Claro.

Me separé de ella y busqué un recipiente en la alacena de color madera oscuro y lo apoyé sobre la mesada.

—Oye, Kate —me llamó.

—¿Qué suece...? —en su mano había un poco de harina y la sopló, tirándome en la cara y en el cuerpo.

En cuanto abrí mis ojos pude ver como Joanna y Rachel se reían de lo ocurrido, lo que no sabían es que suelo vengarme de cosas así.

Sin pensarlo, tomé una gran cantidad de harina del paquete y se lo lancé a ambas.

—¡El video! —dijeron ambas al ver que cayó un poco de harina en el celular.

—No me digan que me grabaron —ambas sonrieron de manera inocente.

Luego de eso, las tres estuvimos jugando a una guerra de harina, terminando con nosotras pintadas de blanco.

—¿Pero qué es todo esto? —preguntó Firox confundido.

—¡Ella empezó! —dijimos al unísono.

Yo señalé a Rachel mientras que ellas dos me señalaban a mi y Firox estaba más confundido.

—Vayan a limpiarse —nos ordenó en un tono molesto.

—Ay, no seas aburrido, Firox. Así te van a salir arrugas y serás más aburrido de lo que ya eres —se burló Joanna.

—Solo limpien este desastre —dijo y se fue.

Nosotras nos miramos confundidas y dirigimos nuestras miradas hacia el suelo y la mesada de la cocina, viendo que todo estaba lleno de harina por todos lados.

—Vayan a limpiarse y yo limpiaré este desastre —dijo haciéndose la víctima.

—Joanna, te recuerdo que el plan fue de ambas —sonreí de lado.

—Fue tu novia la que empezó. Ella tuvo la idea.

Mi novia... Que lindo suena.

—Mejor vamos a limpiarnos —tomé de la mano a Rachel.

Subimos las escaleras y llegamos hasta el baño.

A decir verdad, no estaba enojada, de hecho extrañaba mucho estas peleas, era divertido hasta que alguien venía y lo arruinaba.

Entramos al baño, tomé una toalla y empecé a sacudir la harina que estaba en mi remera, campera y en mis jeans. Rachel hizo lo mismo y mientras nos limpiamos, nos lanzábamos miradas, pero eran diferentes.

Era una mirada que no había visto, sus pupilas estaban dilatadas y sus ojos no se movían de mis labios, los estaba mirando constantemente y eso me hacía sentir algo en el vientre y en el pecho.

Dejé la toalla sobre el mueble y Rachel me tomó de la cintura y me puso contra la pared.

Nuestras miradas se cruzaron, nuestra respiración empezó a acelerarse y a tornarse densa. Luego sus ojos se dirigieron nuevamente a mis labios y los míos se separaron un poco.

—Eres tan linda... Con tus ojos verdes, con tu cabello castaño claro, con tu tez blanca y esos labios rosados que tanto amo... —susurró.

Su mano se posó en mi cintura y me atrajo más hacia ella y después de tanta espera, me besó. Mis manos viajaron hasta sus mejillas y profundicé el beso, inconscientemente mi mano se dirigió hacia su cabello y lentamente lo tiré para atrás.

Me había separado un poco de la pared, pero ella me volvió a acorralar. Su mano se dirigió hacia el borde de mi remera y en cuanto ella lo iba a levantar escuchamos el ruido de la puerta.

Con vagancia me separé de sus labios y ella frunció su ceño.

—Voy a matar a quien haya interrumpido —susurró.

Apoyé mi dedo índice sobre sus labios y lentamente lo fui deslizando mientras ella lo observaba con detenimiento.

—¡Kate, más te vale que no esten cogiendo, porque no les pienso guardar comida!.

—¡Joanna! ¡No lo grites!

—Solo las dejé sola unos minutos. Como sea, las espero afuera —dijo al otro lado de la puerta.

Ambas escuchamos como se fue y en cuanto supimos que estábamos solas, nos echamos a reír.

—Por eso prefiero tu departamento. Nadie nos interrumpe —sonrió pícara.

—Eso depende de que tanto ruido hagamos —le susurré en el odio.

Ella quedó toda embobada y yo abrí la puerta del baño para poder salir y en cuanto bajamos todo estaba limpio y los demás estaban poniendo la mesa mientras que Vanlo y Kan servían la comida.

—Oye, Kate, te llamaron —dijo mientras veía mi celular.

—¿Quién llamó? —le pregunté a Vanlo.

—No tengo idea —siguió poniendo los platos sobre la mesa.

Tomé mi celular y me pareció extraño que alguien me llamara. Desbloqueé el celular y llamé al número que me había llamado hace unos momentos.

Al llamarlo no se escuchaba nada.

—¿Hola? —pregunté extrañada.

Nada, solo se escuchaba una respiración fuerte y pesada.

Saqué el celular de mi oreja para ver si la llamada seguía conectada y cuando vi que asi era, volví a hablar, pero no obtuve respuesta alguna.

Que extraño...

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