Capítulo dos: La compasión no forma parte de la isla
Luego de la noche que tuve, me dispuse a cambiarme de ropa, por una más cómoda debido al lugar en el que estaba. Tomé un vestido de lino fino, de color blanco con un listón dorado, sandalias marrones. Mientras me estaba cambiando, una persona empezó a golpear la puerta, me dirigí a abrirla y me sorprendí cuando vi a la chica de la noche anterior.
—Hasta que abres —ella estaba apoyada contra el umbral de la puerta.
—No tardé tanto —objeté.
—¿No escuchaste cuándo toqué la puerta más temprano? —negué con la cabeza.
Ella rodó los ojos y me explicó que me daría un recorrido por la isla para conocerla mejor. La isla era extremadamente gigante, había mucha naturaleza, pero también mucha edificación, así que cada ciudadano tenía su tarea asignada. Algunos eran soldados del reino y otros simples ciudadanos cumpliendo con su tarea de todos los días.
Estábamos caminando por una montaña totalmente verde, llenas de flores azules, lilas, fucsias, había de todos los colores posibles. El viento era hermoso, el aire era limpio, no se comparaba al aire de la ciudad.
—No pensé que la isla fuera tan grande.
—Pues sí... la mitad de la isla me pertenece, la otra mitad le pertenece a mi hermana —agregó.
—Tiene sentido, ambas son hermanas, es normal que compartan herencia.
—Exacto, pareces ser alguien que entiende como reinar.
Era normal que cuando los hijos fueran mayor de edad, y sus padres estuvieran muertos, los herederos compartieran la herencia. Eso me decía algo de ella, sus padres habían fallecido.
—Créeme entiendo más de lo que quisiera —miré las flores que había a mi alrededor.
—Ya se había tardado —me dijo la arquera.
En cuanto levanté la vista observé que se acercaba un chico de cabello marrón oscuro con un traje sencillo, de color gris y su pantalón de color marrón claro, también llevaba unas botas puestas y un cinturón que llevaba una espada.
—Así que ella es la nueva. Cuando oí que estabas con ella pensé que sería para torturarla, no para que den un paseo como si fuesen las mejores amigas —sonrió como si fuera un ángel, pero estoy segura que es un demonio.
—Cierra la boca, Derek —espetó—. Mi hermana quiere que la tratemos bien, así que no hagas una de tus estupideces —ella rodó los ojos.
—Tranquila, cariño, trataré de no hacerle nada —dijo con una sonrisa arrogante—, Pero será difícil, es tan indefensa, Seguro que ni podría sostener una espada —dijo el chico burlándose de mí, a pesar de que la arquera le dijera que no intente nada.
Di unos pasos hacia él para quedar cara a cara y que sus ojos marrones miraran mis ojos verdes. Al centrar mi mirada en sus ojos pude notar lo arrogante y obstinado que podía ser este chico irritante.
—El único indefenso aquí eres tú, te crees muy valiente con una espada, pero ¿de qué sirve una persona que solo se siente valiente con un arma? Las personas como tú no valen la pena —me di la vuelta, dándole la espalda.
Él me tomó del brazo, su mano estaba caliente, volví a mirarlo y noté cuán enojado y molesto estaba por el comentario. Su cabello se interpuso entre sus ojos y los míos. La arquera observaba todo como si fuese algo cotidiano. Tal vez aquí sí lo era, pero en la ciudad no.
—No me provoques, niñita, no sabes de lo que soy capaz —dijo de manera intimidante.
—Al contrario, si me provocas te arrepentirás. Estás avisado —le dije amenazadoramente mientras me deshacía de su agarre.
Empecé a caminar sin rumbo, solo quería estar sola.
Cuando me fui pude sentir que la mirada de la arquera se centraba en mí, no sé porque ella no era del todo cruel conmigo, pero sabía que si iba a pasar el resto de mi vida en esta isla, tenía que enpatizar con los demás, o al menos intentar no provocarlos.
Pasé de tener una vida normal a tener una vida de guerrera.
Llegué a un sitio en donde no había nadie, solo había flores, pasto y árboles. Me senté contra un tronco y desde allí se podía ver todo el paisaje de la isla, el sol fuerte, el viento pesado, pero a la vez fresco. Pude sentir la presencia de alguien detrás del árbol.
—¿Acaso me estás siguiendo? ¿Temes que escape de esta isla? —le pregunté a la arquera que estaba detrás de mí.
Ella salió detrás de un árbol. La escuché acercarse y cuando me giré a verla, me miró extrañada.
—Calma, solo quería saber como estabas —se sentó a mi lado—. No le hagas caso a Derek, solo se cree la gran cosa, pero es un idiota —me dijo ella con las manos en alto en señal de rendición.
—¡Déjame en paz! Solo quieres verme sufrir, seguro esperas la mínima oportunidad para matarme, eres como todos... —puede ver como su mirada cambiaba.
No estaba segura, pero creo que ella de verdad quería acercarse a mi, pero no podía confiar en nadie en esa isla, solo en mi misma podía confiar y eso era suficiente.
—Te equivocas, no soy como crees, de haberte querido torturar lo habría hecho cuando dormías, pero no lo hice y no lo haré —se levantó de mala manera y se fue sin decirme nada más.
Era evidente que le había molestado mi comentario.
Tal vez no se lo merecía, ella solo trataba de ayudarme, pero la verdad es que seguía confundida ante todo lo sucedido, lo último que quería era hacerme amiga de una asesina.
Necesitaba pensar.
Llegó el atardecer y prácticamente había pasado la mayor parte del día conociendo la isla por mi cuenta. Pensaba en cómo extrañaba a mis amigos, extrañaba sus peleas por quién se comió el helado, por quien jugaba primero a la consola. En realidad actuábamos más como hermanos, que como amigos. Las personas a veces nos consideraban infantiles para nuestra edad, pero eso nunca nos importó.
Los días pasaban y la arquera se había alejado de mí. Desde que la isla entera supo que tenía la protección de la reina, me maltrataban, me decían cosas horribles, me insultaban e incluso ya había estado en alguna que otra pelea. Lo peor era que Derek y sus amigos, ellos no me dejaban en paz, trataba de contenerme ante sus provocaciones, pero no sabía cuánto más aguantaria.
No era de acero.
Una tarde decidí ir a caminar y despejar mi mente, si es que eso era posible. Estaba tranquila, caminando por el pasto verdoso para tener un poco de paz, pero al observar que Derek y sus amigos se acercaban a mi, supe que no sería posible.
—Miren a quien tenemos aquí, a la chica que se cree una guerrera —le dijo a sus amigos burlonamente.
Intenté hacerme la sorda una vez más, pero sabía que esta vez no podría controlarme.
—¿Jugando a la sorda nuevamente? —hizo una pausa para que yo respondiera—. ¿No tienes educación? ¡Te hice una pregunta! —se irritó, sus amigos se cruzaron de brazos y algunos se reían.
—Déjame en paz Derek, eres demasiado cobarde como para enfrentarme sin tus amigos —le di la espalda.
—Si tú estás aquí, es porque estás sola en este mundo y tu familia de sangre te abandonó.
Las cosas no sucedieron así.
No soporté el maltrato de Derek, y sin siquiera darme cuenta mi puño ya estaba viajando hacia su ojo, lastimándolo. Él me miró y vi como su puño venía hacia mi cara, lo esquivé moviéndome a un costado y por la ira que corría en mis venas, detuve su brazo y mi puño fue rumbo a su cara.
—No te conviene pelear conmigo Derek, no quiero hacerte daño.
Sus amigos se vieron entre si y todos sacaron sus espadas a la vez, pero yo no tenía arma alguna, ellos eran demasiados. Se fueron acercando de a poco y en un pestañeo uno de sus amigos logró hacerme un corte en el brazo, con lo que parecía ser una daga.
Al romperse las capas de mi piel, la sangre empezó a brotar de mi brazo como si fuera agua, giré la cabeza por todos lados en busca de algún objeto para defenderme, pero no encontré nada. A lo lejos se escuchaba el ruido de un caballo, todos miraron por detrás de mi, también lo hice y vi a la chica de cabello negro y ojos azules, expectante ante la escena.
Se bajó del caballo negro y mientras sus botas pisaban la arena, ella se acercaba más y más, con la cabeza en alto, el mentón firme y su mano hecha un puño alrededor del mango de su espada. Se puso delante de mí y ante ese acto, Derek y sus amigos dieron unos pasos hacia atrás.
—¡¿Qué creen que hacen?! —les preguntó la arquera dispuesta a defenderme sin saber lo que había sucedido.
—¡Esa idiota me dejó el ojo morado, y me llamo cobarde! —me acusó.
—¿Y esa es la justificación para atacar? ¡Y además ustedes son cinco, ella es solo una! ¡¿Y cómo quieres que no te diga cobarde si siempre la molestas junto con Zayn, Melik, Malik e Ivan?! —ellos se quedaron perplejos ante su reacción.
—¿Qué rayos te sucede, Doson? Tú nunca fuiste así —le dijo él, tapándose el ojo morado con su mano.
—Eso no te incumbe —respondió firmemente—. Ahora tú y tus amigos se irán o mandaré a que los maten a todos. ¡Ahora largo! —les ordenó.
Se miraron entre sí nuevamente y de a poco empezaron a irse sin poder objetar nada contra la arquera.
Ella parecía furiosa, no sé si sería por el acto cobarde que ellos cometieron o por el hecho de que sucedió la pelea en la parte de su isla. Sinceramente me agradaba más esta versión de ella, una versión en donde ella tiene corazón y no una roca.
Me extendió su mano para ayudarme a levantarme del suelo y yo la tomé con un poco de recelo y dudando de que toda su buena conducta fuera solo una farsa para acercarse a mi. Observó la herida que tenía en mi brazo y frunció su ceño.
—Tienes un corte, te llevaré con Erick —me dijo con total seriedad.
Nos miramos a los ojos, ella vio mis ojos verdes y yo vi el azul profundo que emanaba de sus ojos.
—Mejor vámonos antes de que vuelvan.
Se dirigió hacia el caballo y se subió en él. Extendió su brazo para que yo tomara su mano y pudiera subirme al caballo. Me costó un poco, debido a que nunca antes me había subido a un caballo.
—En caballo llegaremos más rápido —comentó.
Yo me senté delante y ella detrás mío, sus manos estaban alrededor de mí, sujetando la cabezada que controlaba al caballo. Hizo una señal con las piernas y el caballo entendió al instante que tenía que correr y así lo hizo.
Sin darme cuenta, gran parte del dolor que sentía, había desaparecido y una pequeña sonrisa se formó en mis labios mientras cabalgábamos en dirección al castillo.
Llegamos y ella le pidió a un guardia que se encargara de Titán, al parecer ese era el nombre de su caballo. Y la verdad no me extrañaba que su caballo tuviera ese nombre, él era gigante y muy veloz.
Rápidamente recorrimos los pasillos del sitio hasta llegar a unas puertas de madera dorada, decorada con curvas de color verde agua y rojo. Entró sin tocar la puerta y el chico que estaba allí haciendo su trabajo se sorprendió.
—Hasta que te dignas a venir —soltó.
Detrás de ella aparecí con la mano toda ensangrentada.
—¿Qué le sucedió? —vino hacia mí y me sentó en una silla que había cerca suyo.
—Derek, eso le sucedió...—le dijo con enojo en su voz, ella frunció el ceño
El chico de cabello marrón colocó un líquido sobre una servilleta y aplicó presión en mi herida. Luego se levantó a buscar algo a un estante y de él sacó un pequeño envase con algo dentro.
—Esta hierba te ayudará a aliviar el dolor y a que tu herida sane más rápido —dijo con total delicadeza.
—Gracias... —tomó un rollo de venda y me lo empezó a envolver la herida hasta que no se vio más.
—Tienes suerte, es solo un corte, aunque haya salido mucha sangre no quiere decir que la herida fue tan profunda como aparenta.
—Gracias por curarla, Erick —la arquera le agradeció..
—Oye, sabes que siempre contarás conmigo, enana —le sonrió—. Trata de cambiar el vendaje una vez por día y trata de no esforzar mucho el brazo, así la herida cicatrizará mejor —me ordenó.
—Gracias... Por todo.
—Tuviste suerte que apareciera para ayudarte, te dije que no cayeras en sus provocaciones —me dijo la arquera en un tono molesto mientras estaba apoyada en el umbral de la puerta con los brazos cruzados.
—No me pude contener, y para empezar ellos venían a molestarme desde hace días.
—Está bien, seguro no fue tu culpa —hizo una pausa–. Vamos, te acompaño hasta tus aposentos.
¿Cómo podía estar tan segura? ¿Ella preferiría creer en mí antes que en su amigo? Este comportamiento era un poco extraño, pero no me convencía del todo.
—Ni siquiera viste como empezó la pelea como para...
—Conozco a Derek desde que somos niños, sé que le encanta meterse en peleas —me interrumpió.
Me quedé pensativa por un momento, no entendía nada, ¿tenía sentido que ella me ayudara? De todos modos no podía dejar de pensar en que había bondad en ella, tal vez no era mucha, pero al menos sabía que existía en ella.
—¿Por qué me ayudaste? —pregunté cuando llegamos a la puerta de mis aposentos..
—Porque la pelea era en mi territorio, si hubiera sido en el territorio de mi hermana, todos ustedes estarían siendo castigados —ella abrió la puerta para que yo pudiera pasar.
Al entrar cerró la puerta y me senté en el borde de la cama.
—Tal vez esa no sea la única razón que tengas para protegerme —le dije sosteniendo con mi mano en mi herida y ella se sentó a mi lado
—¿Y por qué otra razón te salvaría? —preguntó.
Por alguna razón sus mejillas se ruborizaron un poco, pero no le tomé demasiada importancia, seguro seria por que en la isla hacía mucho calor.
—No sé, tu hermana me quiere para algo y creo si estoy muerta no le servirá de mucho.
—Ah, claro. Mi hermana... ¿Cómo supiste que somos hermanas?
—Es increíble lo que Derek puede decir —dije con sarcasmo.
Gracias a Derek supe que la mujer de cabello negro era la reina de la isla y la arquera era su hermana, osea, una princesa. Es curioso como me dio esa información, pero no me dijo su nombre.
Dirigió su mirada al suelo y se quedó pensativa por unos momentos.
—Perdona por haberte tratado mal la otra vez, es... solo que,,,, —la saqué de su trance.
—Tranquila, lo entiendo, sé que aún todo esto es nuevo para ti —suspiró—. Le diré a mi hermana lo ocurrido, así no podrá exigir que entrenemos —se levantó de la cama y se fue de mis aposentos sin decir una sola palabra.
* * *
Habían transcurrido unas horas, en las cuales había descansado y pensado sobre lo ocurrido. Aquella arquera me intrigaba, era un poco frustrante no entenderla, pero al fin y al cabo era su vida, no la mía.
De pronto alguien comenzó a tocar la puerta. Con cierto recelo me levanté a abrirla y al hacer observé que la arquera estaba en la puerta.
—¿Puedo pasar? —me preguntó.
—Adelante, pasa —contesté mientras me hacía a un lado para dejarla entrar.
—¿Cómo está tu brazo? —-me preguntó con sinceridad.
—Bien, solo me duele un poco, pero no es nada que no haya vivido antes —ella entró y a continuación cerré la puerta.
—Quería preguntarte acerca de la pelea, ¿Cómo fue que inicio todo? —se cruzó de brazos.
—¿Por qué te interesa saber? Se supone que estés de su parte no de la mía...
—Como ya te dije, sé que fue él quien inició la pelea, pero necesito escuchar tu versión.
—El creído me venía provocando hasta que no resistí y lo golpeé.
—Entiendo, debes saber que los castigaré por lo que hicieron —dijo en un tono de superioridad.
Al escucharla decir eso, recuerdos dolorosos se aparecieron por mi mente, los recuerdos de mi pasado no me dejarían vivir en paz y no quería sentirme culpable sobre algo que podía evitar.
—No... no lo hagas, no es necesario-
—¿Cómo dices? —me observó confundida—, uno de ellos te hirió, no puedes dejar que esto quede impune.
—No quiero que ellos sean castigados, se equivocaron y de seguro no van a cambiar. Los asesinos nunca cambian, sería como una pérdida de tiempo para ti —me observó sin entender lo que decía, pero parecía que estaba de acuerdo.
—Está bien, si así lo deseas, no les haré nada, pero si te vuelven a hacer algo solo dime -dijo en un tono de voz cálido.
—Ellos no se quedarán sin hacer nada, así que seguro intentarán hacer algo otra vez.
—Tienes razón, pero aun así, dime si algo te sucede.
—No sé porqué tanta preocupación por alguien como yo, no me conoces, no sabes nada de mi.
—Tal vez no sepa nada de ti, pero puedo leerte como a un libro, así que sé lo que me muestras y lo que tus ojos expresan.
—No sabía que eras sentimental... Los asesinos no podemos ser así, es una de las reglas... —hice una sonrisa de lado.
—Yo... La verdad no te entiendo, eres hija de los mejores asesinos y en vez de estar orgullosa de eso... Haces que el ser una asesina fuera lo peor del mundo.
—No somos nadie para decidir quien vive o quien muere —ella frunció su ceño confundida.
—Habla por ti —dijo de mala manera.
—¿Y por quién crees que hablo? Por ti no sería —rodó los ojos.
—Mejor me voy —se levantó de mala gana, se acercó a la puerta y al abrirla se fue.
Llegó la noche, la cual era iluminada por las estrellas y como era costumbre mía, fui a la orilla a admirarlas, para mi mala suerte la arquera parecía haber pensado igual que yo.
Estaba recostada sobre un árbol, me acerqué a ella y me observó, su mirada era fría, se parecía a la de su hermana, aunque no del todo. Ella movió la boca como si intentara decirme algo.
—Mira, forastera, si quieres sobrevivir en esta isla debes seguir las reglas.
—Ya conozco las reglas universales de todo asesino —alzó las cejas, sorprendida.
—Dímelas, te escucho —se burló
—Regla número uno: No tener empatía por nadie. Regla número dos: No ceder ante súplicas. Regla número tres: Haz lo que sea necesario para sobrevivir. Regla número cuatro: Traiciona a quien te traicione. Regla número cinco: Los testigos no existen. Regla número seis: El amor no existe.
—Que bueno que las sabes, así no perderé mi tiempo contigo. Está de más decir lo que sucede si rompes el trato con mi hermana —recalcó.
—Como te decía, no necesito tus reglas, se arreglármelas sola, y sé los riesgos —le dije mirándola a los ojos, sentí su voz nuevamente.
—Sé que crees que las reglas son estúpidas, pero si no quieres sufrir síguelas -me senté a cierta distancia de ella.
—Como digas, princesa —dije sin darle importancia a lo que me dijo.
La verdad no entendía a la arquera, por momentos era amable y dentro de todo gentil, pero también hubo momentos en los que me trataba como nuestra relación mandaba, ella una princesa y yo una forastera, de mi parte siempre la traté igual.
Las reglas que había aprendido en mi infancia eran las únicas qué necesitaba para sobrevivir, pero no aplicaría a ninguna de ellas, ya no quería más muertes en mis manos, ya no.
Luego de un incómodo silencio que había entre nosotras, opté por marcharme, ya que, ella no parecía que se iría. Volví al castillo rápidamente, debido a que tenía que reposar y la verdad tenía mucho en que pensar.
No me resignaba a que mi vida acabara de esta manera. ¿Quién querría pasar el resto de su vida cerca de el tipo de personas que siempre odió? Sin mencionar que la arquera era un enigma viviente.
No quería estar aquí, pero sabía que tampoco tenía escapatoria alguna. Estaba entre la espada y la pared.
Sumida en mis pensamientos, llegué al pasillo en donde se ubica mi lugar de descanso, pero con una sorpresa un tanto desagradable. Derek y sus amigos.
—Quítate, tengo que pasar —él sostenía un cuchillo, lo pasaba entre sus dedos, como si de un juguete se tratase.
—Te lo diré una vez y espero ser claro, aléjate de Rachel, o te haré sufrir un infierno.
Así que ese es su nombre. El significado de su nombre es curioso, viendo como es ella no entiendo porque le pusieron ese nombre.
—Mira no quiero problemas. No me interesa si ella es tu novia o lo que sea que haya entre ustedes —estaba apoyado en la pared, como si hace rato me estuviese esperando.
—No creo que esté siendo sincera —añadió un chico pelirrojo con el cabello echado hacia atrás, pareciendo uno de esos modelos de los comerciales de perfumes.
—Tal vez si le damos una lección aprenda quiénes somos, ¿no lo crees, Derek? —dijo otro de sus amigos
Derek es jefe del grupo, el pelirrojo que parecía ser su mano derecha, un ojiverde, cuyo color de cabello era tan negro como un agujero oscuro, y otros dos que tenían en cabello alborotado, eran gemelos.
Todos estaban armados, parecían que eran guerreros con experiencia, pero esa noche lo único que querían era una pelea.
Derek se me acercó con el cuchillo en su mano, con una sonrisa y mirada maliciosa, como si fuera divertido torturar personas, y lo admito, a mi también me habría parecido divertido tiempo atrás, pero esa era mi yo del pasado y que de preferencia, quería que esa parte de mi muriera, pero mi presente siempre se encargaba de hacer que no olvidara mi pasado.
Retrocedí unos pasos, pero los gemelos fueron rápidos y me agarraron de los brazos, uno de ellos me tapo la boca con un trapo para que nadie oyera mis gritos, él siguió acercándose y levantó la manga de mi atuendo, apoyo la hoja del cuchillo sobre mi antebrazo haciendo un corte lento, para ver mi sufrimiento y la sangre brotar.
Yo gritaba, pero con el trapo no se oía lo suficiente como para que alguien me ayudara, y aunque se oyera ¿Quién querría ayudar a una forastera? De seguro nadie o eso pensaba, hasta que sentí que el corte se detuvo, los chicos se quedaron perplejos con la presencia de la arquera.
—¡De esta no se salvan! —exclamó con indignación aquella chica de ojos azules.
Ella se acercó a mí y los gemelos me soltaron y me dejé caer al suelo por el dolor y la pérdida de sangre que sentía, ella se agachó y me quito el trapo que tenía en la boca. Puso sus dedos en mi mentón y me dio una mirada tranquilizadora.
Con delicadeza tomo mi antebrazo observando el corte y la sangre que corría de él. Luego nos pusimos de pie y ella tomó a Derek por el cuello, poniéndolo contra la pared y la hoja de su cuchillo apunto de ser clavada en su pecho, para ser más exactos, en su corazón.
—Si buscas una pelea limpia, búscala con alguien más, porque sino me encargaré yo misma de que vivas un verdadero infierno —señaló con el cuchillo su entrepierna, él la miró horrorizado, pero a la vez como si le gustará el peligro.
No parecían ser novios, mucho menos pareja. Esto era como la típica situación cliché de la secundaria, un chico que se cree mucho, enamorado de una chica peligrosa, una asesina para ser exacta.
—No quiero que ni tú, ni tus amigos vuelvan a molestarla, porque de lo contrario todos perderán lo que no tienen —su voz se tornó intimidante, amenazadora y a la vez aterradora.
Me hacía recordar a mi yo del pasado, valiente, asesina, pero que siempre defendía a los indefensos. Una mezcla rara de emociones que para mí no tenía nombres.
Al terminar de decir eso ella le clavó el cuchillo que poseía su mano, en el muslo izquierdo, como una advertencia de que hablaba en serio sobre lo que había dicho anteriormente.
Derek se fue rengueando y los demás lo siguieron sin siquiera mover tan solo un músculo de su cara.
Ella dio media vuelta, guardó su cuchillo en un bolsillo que tenía en su traje y volvió a agarrar mi antebrazo y mirarlo.
—No parece que el corte sea profundo, pero no soy una médica como para confirmarlo, te llevaré con Erick, él te curará y sabrá que hacer.
Yo no podía decir nada, no entendía lo que estaba sucediendo ¿acaso una asesina ayudaba a otra asesina? ¿Acaso ella esperaba algo de mi a cambio? Apenas había llegado a esa isla del infierno y ya estaban pasando cosas raras y sin explicación alguna.
Volvimos a donde el chico amable estaba esta mañana y cuando la puerta se abrió y un chico alto con rulos se frotaba sus ojos con su manos, bostezando.
—¿Rachel? ¿Qué sucede para que me despiertes a estas horas? —dijo Erick con una voz de cansancio.
—De...
—Solo pasen —bostezó.
Se dirigió hacia la cómoda que había en sus aposentos, abrió el cajón y de él sacó el mismo frasco con la hierba que me hbía puesto anteriormente.
Hizo el mismo proceso, pero pidiéndome más reposo de lo necesario.
—El corte es profundo, pero estarás bien. Si tienes algún dolor extraño, me vienes a buscar —dijo él con una mirada dulce y amable.
Él parecía ser una buena persona, no parecía ser un asesino, torturador o algo así, más bien parecía ser un ángel entre todos esos demonios.
—Bueno ehh... disculpa no te pregunté cual es tu nombre.
—Me llamo Kate, Kate Jones.
—Bien, Kate Jones, estarás bien, solo trata de no acercarte a ellos nuevamente, son muy peligrosos, ellos no le temen a nada solo a Rachel o a su hermana.
—Claro, gracias por curarme y disculpa por haberte despertado —nos acercamos a la puerta para irnos.
—Hasta mañana, Erick —le dijo ella con una sonrisa amistosa.
Nos saludó de una manera tierna y la princesa cerró la puerta, dejándolo descansar.
Parecían ser amigos de la infancia, él parecía ser el único que despertaba algo de amabilidad y bondad en ella, era el único que hacía que se viera como una persona normal.
Ella me acompañó hasta mi habitación, me abrió la puerta ya que con mi mano derecha sostenía mi antebrazo, pensé que ella entraría pero no, solo que quedó fijamente mirándome, con delicadeza me analizaba de arriba a abajo.
—¿Acaso tengo otro corte o qué?
—No, solo quiero saber como inicio todo.
—¿Por qué no le preguntas a tu novio? Él puede explicarlo mejor que yo —le dije molesta, no sabía porque estaba molesta con ella después de haberme ayudado, tal vez por el hecho de que Derek no tenía motivos para hacerme daño alguno.
—¿Así que eso fue lo qué te dijo él? ¿Qué soy su novia? —abrió la puerta.
—Él me dijo que me alejara de ti y para que viera que él hablaba en serio me hizo este corte —espeté molesta.
Era tan frustrante pagar por las locuras de los otros, era tan tedioso, que estaba considerando alejarme de ella.
—Te informo que él no es mi novio, es solo un idiota que cree tener poder sobre todo y todos.
—¿A quién me recordará? —le dije con sarcasmo, dejando las gasas sobre un mueble junto a la pared.
—Es diferente, porque yo si tengo el poder y si tengo poder sobre todo y todos, excepto sobre una parte de la isla y sobre mi hermana.
—Eres arrogante y eso me irrita.
—Mira quien lo dice. Mi hermana te eligió y tú finges que no te emociona —ella se queda en la puerta, no entra.
—No finjo. Fingir es para los que temen decir la verdad, yo no temo decirla, solo temo esconderla.
—Wow, que profundo —me contestó sin darle mucha importancia.
Rodé los ojos.
—Si estás en la parte de mi isla y sucede una pelea yo me encargaré.
—No voy a iniciar una nueva pelea, ya te dije que no quiero vengarme.
—Eres una asesina rara, te estoy dando la oportunidad de vengarte y hacer oídos sordos y ¿me dices que no quieres vengarte? —preguntó ella confundida.
—No lo entenderías... ya hay mucha sangre en mis manos, y ya no soy como ustedes.
—Bueno, asesina o no, voy a protegerte, pero no lo tomes personal, mi hermana te quiere viva y dudo que muerta le sirvas —aclaró.
—Gracias por resaltar lo evidente. Ahora si me permites, tengo que descansar.
—Claro, descansa, pero antes, ten —sacó su cuchillo de su bolsillo y me lo ofreció.
—¿Qué?¿Esperas que apuñale a alguien? —la tomé con recelo.
—No, te doy esto para que te defiendas, si quieres no lo uses, pero si Derek vuelve a hacerte daño, al menos estarás armada.
—Bien. ¿Ahora si puedo descansar? —dije de mala gana.
—Claro, buenas noches.
A continuación cerré la puerta y dejé el cuchillo sobre la mesita de luz, tan solo habían pasado unos días en aquella isla y no podía entender el comportamiento de aquella arquera.
Al ser una asesina siempre me entrenaron para estudiar a las personas, saber sus movimientos, entender sus emociones, pero la arquera parecía que era imposible de leer, no la entendía.
Preferí no pensar en eso y ponerme un pijama que estaba en la cómoda y tratar de dormir, todavía estaba preocupada por Katar no sabía si él estaba salvo o no, pero creo que si le hubiera pasado algo yo ya lo sabría.
Las malas noticias llegan más rápido que las buenas.
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