Capítulo diecisiete: Una cita arruinada
Estaba durmiendo hasta que una sensación que Rachel logra que sienta, me despertó. Ella me estaba dando besos en el cuello con sus delicados labios, tenía que aguantarme las ganas de despertarme y comerla a besos.
Me encanta que ella me despierte a besos y hacerme la dormida solo para disfrutar de sus caricias, me gusta la sensación que genera en mi.
Sus labios bajaron hasta mi clavícula mientras su mano acariciaba mi abdomen por debajo de mi blusa de tiras de mi pijama de color rojo. Inconscientemente sonreí ante sus caricias y creí que se daría cuenta, pero ella siguió bajando hasta que empezó a besar mi pecho y dejarme chupones.
—Sé que estás despierta —susurró.
Abrí los ojos lentamente y me encontré con sus ojos mirándome tiernamente, pero a la vez con una sonrisa pícara.
—Me gusta cuando me despiertas así —sonreí.
—Al menos no fue como hace dos semanas, que te desperté, gemiste y los vecinos tocaron la puerta para decirnos que no hagamos ruido —ambas sonreímos al recordarlo.
—Es que al principio me asusté, pero luego me fue imposible no hacer ruido —ella se rió y negó con la cabeza.
Hace dos semanas que lo hicimos por primera vez y la verdad fue genial, Rachel me hizo sentir muy cómoda y tanto ella como yo lo disfrutamos, pero a la mañana siguiente ella decidió despertarme igual que hoy, solo que el deseo le ganó y me mordió, haciendo que soltara un gemido y que los vecinos se asustaran.
Rachel se empezó a reír y yo la miré extrañada, sin saber el motivo de esa linda risa.
—¿De que te ríes?
—De nada —fuimos interrumpidas por el timbre.
Ambas nos miramos sin entender. Rápidamente ella se quitó de encima mío para que yo pudiera levantarme.
—Quédate aquí, iré a ver quien es —le di un beso en la frente.
Que raro, no estamos esperando a nadie.
Mientras bajaba las escaleras con miedo, porque sé que si fueran mis amigos o Joanna, llamarían para avisar que vendrían, pero como no habían llamado, supuse que podría ser el enmascarado.
Aunque los psicópatas no tocan a la puerta, nunca se sabe.
Al terminar de bajar las escaleras me dirigí hacia la cocina en busca de un cuchillo afilado, lo tomé y con firmeza fui hasta la puerta.
Giré la llave rápidamente y en cuanto lo abrí levanté el cuchillo para clavarselo, pero al darme cuenta que era Kan lo bajé de inmediato.
—Que linda bienvenida me das —ironizó.
—Lo siento, creí que eras alguien más.
Me hice a un lado para que él pudiera pasar y en cuanto lo hizo cerré la puerta con llave y dejé el cuchillo en la barra.
—¿Quién creíste que era? ¿Un asesino serial o algo así?
—No importa. ¿Por qué no avisaste que venías?
—Lo hice, te mandé un mensaje ayer en la noche y te llamé hace un rato, como no contestabas quise venir a ver como estabas y por lo visto la pasaste bien —dijo mientras miraba mi cuello.
—¿Qué tengo?
—Ve a verte a un espejo —lo miré extrañada.
Sin pensarlo me dirigí al baño y lo primero que vi en el espejo fue mi cuello lleno de chupones y mordidas de Rachel.
Ahora ya sé de qué se reía.
La amo, pero me da vergüenza que mis amigos me vean así.
Maldecí por dentro solo porque Kan me vio así y si alguno de mis amigos me ve así, todo el mundo lo sabrá y Joanna no parará de hacerme más preguntas de las que ya me hizo.
Salí del baño y un recuerdo de antes de llegar a la isla llegó a mi menté.
—No diré nada, si tú guardas mi secreto —sonrió con malicia.
—Kan, no es secreto que te gusten los chicos, todos lo sabemos. Es muy notorio —objeté.
—Lo sé, pero no quiero que se lo confirmen a nadie, me gusta ser reservado —explicó.
—Bien, guardo tu secreto y tú guardas el mío —me ofreció su mano para estrecharla.
Ambos nos estrechamos la mano y sentí una corriente eléctrica pasar por todo mi cuerpo haciendo que la piel se me pusiera de gallina.
—Me gusta ponerte así —escuché que susurró en mi oído.
—Bueno, ahora que todo está aclaro me iré para no tener que ver sus muestras de afecto.
Rachel miró con curiosidad los brazos de Kan, que tenían unos tatuajes, uno de una serpiente, otro de una rosa y otro de un sol y la luna con pequeñas estrellas.
—Son tatuajes —explicó.
—Son lindos —sonrió.
—Bueno, Kan, gracias por preocuparte, pero tendrás que irte así le doy una sorpresa a mi novia -él rodó los ojos.
—Procura no dejarla en silla de ruedas —me guiñó un ojo y se fue por la puerta.
Ella rodeó mi cintura con sus brazos y me atrajo hacia ella, corrió el cabello que estorbaba en mi cuello y empezó a darme besos.
—No sabía que tenías una sorpresa para mí —susurró.
—Quiero llevarte al cine y pasear contigo.
—¡Sí, me iré a cambiar! —se emocionó y se fue a cambiar.
No había podido llevar a Rachel al cine por falta de dinero, pero ahora quería llevarla al cine, a comer y a jugar juegos.
Al rato nos encontrábamos frente a mi motocicleta de color negra, me subí y extendí mi mano para que Rachel pudiera subirse.
—¿La ayudo, princesa?
—Por supuesto, forastera —tomó mi mano y la ayudé a subirse a la motocicleta.
Ella tomó el casco entre sus manos y me lo ofreció, yo negué con la cabeza y se lo coloqué.
—Quiero que estés segura —ella me sonrió.
—A tu lado estoy segura —me guiñó un ojo.
Se bajó el visor del casco de color negro y yo giré la llave para poder arrancar.
Mientras viajábamos recordé que hace unos días noté a Rachel un poco extraña, no sé explicarlo, pero algo la abrumaba, cuando le pregunté qué le sucedía me dijo que no era nada, que era impresión mía, pero estaba segura que no lo fue, la conozco bien y sé que algo le perturba.
Decidí no volver a tocar el tema ya que ella no volvió a estar así y pensé que tal vez si era impresión mía.
Salí de mis pensamientos en cuanto sentí que la mano de Rachel acariciaba mi panza por encima de la remera, al mirar sus manos acariciándome de esa forma tan tierna, sonreí y la mire por el retrovisor y en sus ojos podía ver lo feliz que estaba y lo feliz que era aquí en la ciudad.
Me encantaba verla así, feliz, libre, sin presiones o algo que la lastime. Haría lo que fuera porque esa sonrisa permanezca siempre.
Llegamos al estacionamiento y estacioné para que pudiéramos bajarnos. Dejamos el casco en un locker que había especialmente para dejar el casco u otras pertenencias.
Entramos al sitio y una alfombra roja se posaba en el suelo mientras que en el techo había luces, en las paredes había posters de las películas y a parte de los juegos también vimos que había algunos lugares que vendían con helados y comida rápida
—Que lindo lugar —miraba todo a su alrededor.
—Sí, pero nada se compara con tu belleza —pensé, pero creo que lo dije en voz alta porque ella se puso colorada.
—Te amo —me dio un beso en los labios y entrelazó nuestras manos.
Miré nuestras manos unidas y sonreí. Caminamos hasta el mostrador de cine y le pregunté a Rachel qué película quería ver y ella dijo que quería ver La quinta ola. Compré dos tickets, pero teníamos que esperar dos horas ya que recién estaba por comenzar la película.
—¿Hay más juegos?
—En el siguiente piso —caminamos hasta la escalera eléctrica.
Subimos al siguiente piso y al llegar, Rachel quedó encantada con todos los juegos que había allí.
—Vayamos a ese —dijo señalando los autos chocadores.
—Tus deseos son órdenes, princesa -ella solo sonrió.
Fuimos e hicimos la fila y esperamos un poco hasta que por fin pudimos entrar. Nos subimos a un auto de color rojo porque Rachel dijo que el rojo representa el amor y la pasión que sentíamos una por la otra.
Estuvimos un rato jugando y yo me reía, mientras veía como Rachel chocaba el auto de un niño solo porque él le sacó la lengua cuando le dijo que existían más personas a las cuales chocar, que nosotras dos.
—Es solo un niño, déjalo —ella volteo a verme con el ceño fruncido.
—¡Pero él empezó!
—Es solo un niño.
—Cuando nos casemos y nuestros hijos se coman tu comida no me reproches que ellos se comieron tu comida, porque te diré que son solo niños —soltó.
Ambas nos quedamos mirando sorprendidas y atónitas con lo que escuchamos.
No puedo creer que ella quiera todo eso conmigo...
—Y-yo... Creo que hablé de más —bajó su mirada al suelo.
—No —tomé sus manos—. Yo quiero mi vida junto a la tuya —le sonreí.
Ella levantó la mirada y me empezó a besar toda la cara de felicidad y se detuvo en cuanto vio una cabina para tomarse fotografías.
—Quiero ir allí —me tomó del brazo y me arrastró hasta la cabina.
Corrí la cortina de color ojo y en cuanto entramos nos sentamos, la cabina empezó a tomarnos fotos. La primera foto que nos tomó fue de nosotras dos sacando la lengua y haciendo el símbolo de la paz con nuestras manos.
La segunda foto fue de nosotras dos dándonos un beso en los labios, la tercera fue de nosotras dándonos otro beso y levantándole el dedo del medio a la cámara y la última foto fue de nosotras dos riéndonos.
La cabina nos dio la tira con las cuatro fotos y ambas sonreímos al verlas.
—Mi favorita es la primera foto —me abrazó por la cintura, me acercó a ella y me dio un beso en la cabeza.
—La mía es la del beso. Me encantan tus labios —le robé un beso.
Luego de eso fuimos a otros juegos y cuando ya era la hora de ir a la sala de cine, compramos pop-corn y dos vasos con bebidas.
Formamos la fila, le dimos los tickets al joven y entramos a la sala. Ella se sentó en el lado izquierdo y yo en el derecho, dejamos las bebidas en los apoya vasos y antes de que las luces se apagaran, Rachel ya se estaba comiendo las palomitas.
—Oye, deja algo para mí —tomé un puñado de palomitas.
Ella corrió el pote de palomitas y cuando la miré con el ceño fruncido, entrecerró sus ojos, pensando en si me iba a compartir o no. Sin pensarlo le robe un beso y al separarnos ella estaba totalmente roja.
—Bueno, así, sí —sonreí.
Mientras ella se enfocaba en la película, las luces se apagaron y pude notar como algunas personas nos miraban raro. No le di importancia, pero Rachel los miró con una mirada fulminante y ellos dejaron de murmurar cosas.
—¿Por qué nos miran con asco y desprecio? —preguntó acercándose a mí.
—Porque existen los prejuicios y le temen a lo diferente —expliqué.
—No somos diferentes a ellos, somos personas que se aman y punto —dijo en voz alta para que ese grupo de chicos la escuchara.
—Tienes razón, arquera —tomé su mano y entrelacé nuestros dedos.
Colocó su mano suave en mi mejilla y me atrajo hacia ella para unirnos en un profundo beso.
Lo hizo para dejarle a todo el mundo claro que no nos importa la opinión de los demás y que no nos escondemos ante homofóbicos y principalmente ante los prejuicios.
—¡Qué asco! —se quejó un chico.
—¡Te da asco que bese a la mujer que quisieras tener entre tus piernas, pero quien la tiene entre sus piernas soy yo!
En ese momento todo el mundo dirigió sus miradas hacia nosotras y yo me puse muy roja por la situación.
—¡CIERREN LA PUTA BOCA Y DEJEN DISFRUTAR LA PELÍCULA! —dijo un anciano.
Nosotras nos miramos y pese a las miradas de los demás, nos empezamos a reír y ella pasó su brazo por detrás de mi cuello y me abrazó.
Antes de Rachel, antes de llegar a la isla, había conocido a una chica, nunca fuimos novias, solo fuimos amigas. Gracias a Joanna, descubrí que ella solo me quería para tener coito y no porque me amaba, sin mencionar que no quería admitir públicamente nuestra relación porque le daba miedo que todos la miren raro. Así como nos miran a Rachel y a mí.
Corte toda relación que tuve con ella y después de eso conocí a la princesa que ocupa mi mente y mi corazón.
Me gustaba que Rachel no tuviera miedo a las miradas, a los comentarios y ofensivas. Creo que el hecho de que ella me bese en público, sin miedo alguno, dice mucho de ella. Dice que me ama y no le tiene miedo a nada ni nadie y eso es lo que más amo de ella.
Salí de mis pensamientos y recuerdos cuando vi que en la pantalla estaban por la escena en la que la protagonista se separa de su hermano y cuando giré a ver a Rachel, una lágrima recorría su mejilla
No sé explicarlo, pero su expresión no es de alguien que llora en una película, es como si fuera como si ella la protagonista y es como si ella perdiera a su hermano.
Ella dejó caer el tarro de palomitas y su respiración se empezó a acelerar y tomó mi mano con fuerza.
Un ataque...
—Rachel, ¿quieres algo para tomar? - no respondió—. ¿Quieres que nos vayamos? —ella asintió.
Me levanté, le ofrecí mi mano para ayudarla y como pudimos pasamos entre las personas hasta llegar a la salida del cine. Nos dirigimos hacia el baño y ella se mojó un poco la cara con agua y luego entró a un cubículo del baño y me dijo que la esperara afuera porque necesitaba espacio.
Mientras estaba afuera esperándola, me puse a pensar en la situación. Rachel ya había tenido ataques, pero ninguno fue así y fue extraño que no me pidiera que la contuviera, todo fue extraño, pero lo que me importa es que ella esté bien.
Luego de quince minutos ella salió y juntas salimos del baño, con nuestras manos unidas.
—¿Estás mejor? —salimos del baño y nos dirigimos hacia algunas tiendas que vendian comida rápida.
—Sí, perdón por sacarte de la...
No la dejé terminar la frase, ya que mis labios se posicionaron sobre los suyos en un beso tierno.
—No te disculpes —susurré a centímetros de sus labios carnosos y rosados.
—Kate... Te amo —sonrió.
—¿Quieres comer hamburguesas? —ella me miró extrañada.
—Creo que todavía tengo mucho por aprender.
—Con gusto te enseño todo, pero cobro la hora —sonreí.
—¿Cuál es el precio?
—Un beso.
—¿Solo uno?
—Quiero el pago por adelantado.
Me besó sin miedo alguno y aunque mis ojos estaban cerrados, pude sentir las miradas de algunas personas, pero no me importó. Que todos sepan que tengo a la mejor novia del mundo.
Fuimos a una de las mesas y esperamos a que una mesera nos pidiera nuestro pedido y lo trajera.
—¿Segura que estás bien? Podemos ir a casa si quieres —tomé sus manos con delicadeza.
—Tranquila, estoy bien —sonrió de lado.
Estábamos hablando tranquilamente hasta que una chica rubia se nos acercó y cuando mis ojos se dirigieron hacia ella, no supe qué hacer.
—Kate, que linda estas. Como siempre -sonrió con malicia.
—Nadie pidió tu opinión —le dijo la ojiazul al ver que yo estaba incómoda.
—Hablaba con Kate, no contigo -rebatió.
No puedo creer que ella esté en el mismo lugar que yo. Se supone que es una ciudad, no un pueblo.
—Vete de aquí y olvídame —dije mirándola a los ojos con una mirada que solo era capaz de expresar repulsión hacia ella.
—Lo haría, pero las fantasías en mi mente no quieren soltarte —Rachel separó nuestras manos y con toda la ira que sentía, se levantó de la silla.
—No le hables así a mi novia o no respondo.
Ambas son de casi la misma estatura, pero Rachel es muy alta y la mira como si fuese una escoria, como si quisiera matarla.
Adiós a nuestra cita romántica.
—Kate, ¿prefieres a alguien como ella que a mí? —me miró y levantó una ceja.
—Sí, porque amo a la mujer que me ama, que me lo demuestra, que confía en mí y que sobre todo, nunca me dejó cuando más la necesite, ni se avergüenza de mí. Así que, sí, la amo y la amaré siempre —dije firmemente.
—Que linda ramera te conseguiste —le di una bofetada que le dejó la mejilla colorada.
—Nunca vuelvas a llamarla así. La ramera aquí eres tú.
Ella se llevó su mano a su mejilla colorada y me miró con toda la ira y odio que era capaz de sentir.
—Estás cometiendo un error, Kate.
—El único error que cometí fue interesarme por alguien como tú.
Ella dirigió su mirada hacia mí y luego hacia Rachel. La ojiazul solo se le acercó un poco y la rubia dio unos pasos hacia atrás, con miedo. Rachel la miró como si quisiera matarla y ella simplemente se fue.
—¿Estás bien—me abrazó.
—Te lo dije en la isla y te lo diré ahora: No tolero que nadie te haga daño —mis brazos envolvieron su cintura.
Luego de eso le conté la historia que había tenido con ella, ya que Rachel me pidió que le dijera quien es y por qué actuó así.
Ella no lo decía, pero lo veía en sus ojos, quería matarla literalmente, pero sabe que no puede hacerlos por razones obvias. Pero la tranquilicé dándole besos y haciéndole caricias que a ella le gustaban.
Volvimos a mi departamento y ella me dijo que se iba a bañar, entre lo que yo preparaba mi horrible comida, que supuestamente a Rachel le gusta.
Mientras esperaba a que el agua hirviera mi celular empezó a sonar y creí que era Katar, ya que el me dijo que me llamaría más tarde, pero no, era un número desconocido.
Lo atendí, temiendo lo peor y sin darme cuenta, mi corazón se empezó a acelerar.
—¿Me recuerdas? —dijo la misma voz que escuche en la isla.
—Eres el hombre de la isla y quien me llamó hace unas semanas...
—Me gusta que me tengas presente... —dijo con un poco de alegría.
—¿Qué quieres?
—Advertirte que tu vida no es tan perfecta como crees, que estás sola y nada ni nadie podrá protegerte de lo que se avecina.
—¿Para qué advertirme?
—Porque sé que sufrirás y cuando las cosas empeoren, recordarás de donde vienes y tus orígenes.
—¿Eso que signifi...? —colgó.
Me tensé de tan solo pensar que algo podría pasarle a Rachel o a mis amigos, no podría soportarlo. Luego de la llamada llamé a Katar para que me ayudara con esto.
Rachel salió de bañarse y me vio sentada en el sofá, temblando. Se acercó a mí y me preguntó qué sucedió, yo se lo expliqué y me dijo que no tuviera miedo. Estuvo conteniéndome hasta que Katar llegó y me pidió que le relatara lo que sucedió con todos los detalles.
—¿A qué se refiere con recordar tus orígenes?
—Sabes de que no provengo de una buena familia.
—Lo sé, y también sé que no te gusta hablar de tu pasado, ¿pero a qué crees que se refiera con regresar a tus orígenes?
—Tal vez sea mejor que nos quedemos en la mansión, así habrá menos posibilidades de que te hagan daño -propuso la ojiazul.
—No, pondría en riesgo a los demás.
—Sé que no puedo convencerte de lo contrario, pero déjame quedarme unos días aquí, con ustedes. Para protegerlas y ayudarlas en caso de que vuelva a llamar -se ofreció.
—Pero si estás aquí no podrás buscar trabajo —dijo ella con preocupación.
—Buscaré por internet, pero nada ni nadie me alejará de ustedes.
Me abrazó con cariño y nos quedamos así hasta que logré calmarme un poco, pero ahora tenía miedo, me sentía insegura y no creo poder soportar todo esto.
Sé que lastimé a personas en el pasado, pero soy diferente ahora. Ahora no puedo pensar en otra cosa que no sea en Rachel y mis amigos.
No puedo pasar por ese mismo sufrimiento dos veces, no otra vez.
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