Capítulo cuarenta y uno: No todo es lo que parece
Al igual que otras veces, me encontraba en una situación no muy agradable, encadenada, sufriendo frío, hambre y todo tipo de torturas más. Había estado mucho tiempo sin estar bien alimentada y comer lo poco que Oliver me daba no era suficiente para que mi cuerpo resistiera.
Siempre creí que la ira era un buen incentivo, pero ahora veo que la venganza también lo es.
Nada importa ahora, solo necesito asesinarlo y estaré tranquila en la otra vida.
Todo estaba oscuro y entre la oscuridad encontré una luz: el deseo.
No sabía por qué exactamente, pero había imaginado todas las formas posibles en las que Oliver podría morir. Tal vez ahorcado, tal vez quemado o tal vez lo mataría a golpes, puñetazos o incluso a puñaladas.
Cualquier cosa era útil.
De pronto oí como los pasos de él se acercaban a la puerta, aunque estaba oscuro, observé lo que sería la puerta y por debajo de ella, observé cuatro sombras. Dos eran los pies de Oliver, ¿pero de quién podrían ser los otros dos?
Al abrir la puerta bruscamente, la luz se encendió y cegó mis ojos. Los cerré fuertemente y escuché más de una pisada. Me levanté con un poco de dificultad y saqué fuerzas de donde no tenía.
Al abrir los ojos y lo vi él. Su cabello teñido de blanco estaba sucio, había marcas de golpes en su rostro, tenía un ojo morado y su pecho estaba lleno de heridas. Un día él fue un doctor fuerte y valiente, pero Oliver lo mató lentamente.
Los músculos que a Kan discretamente le gustaba presumir, ya no existían, ahora sólo había huesos con una leve capa de piel cubriéndolos. Él tosió un poco y abrió sus ojos.
—¡¿QUÉ LE HICISTE?! —grité con ira.
—Yo no hice nada —respondió con inocencia.
Oliver lo estaba tomando del cabello y cuando lo soltó, Kan cayó al suelo como si fuera una hoja. No hizo ningún gesto al estar en el frío suelo, era como si su vida ya no tuviera sentido alguno.
Sus ojos ya no tenían vida, ni esperanza. Algo dentro de él se había quebrado, ni cuando peleaba con su padre lo vi tan destrozado.
—¿Kan? —me acerqué lo más que pude, pero las cadenas en mi cuerpo no me lo permitían.
—No durará mucho más —lo observó con detenimiento y mientras sus ojos lo detallaban lentamente, sonrió—. Habría sido un buen asesino, pero la regla básica de todo es que el amor no existe, solo le das la oportunidad a alguien para que te destruya, pero ustedes, las personas normales, nunca lo entenderán.
El peliblanco levantó levemente su cabeza y me observó desde los pies hasta la cabeza.
—¡Déjalo! ¡Por favor! ¡Él no tiene nada que ver en esto! —supliqué.
Oliver se dio la vuelta lentamente, sonrió con felicidad y se puso de cuclillas para estar más cerca del peliblanco.
—El amor mata, Kate. Ya lo entenderás, pero primero quiero que veas lo que sucede cuando alguien me fastidia —fruncí el ceño confundida.
Recordé cuando Oliver me dijo que si era necesario, me inyectaría algo para mantenerme con vida, pero eso no tendría sentido, ya que él nunca supo nada sobre dónde hay que inyectar la aguja y lo que se necesita para sobrevivir.
Solo con él podría llevar a cabo una parte de su venganza.
Hace días que Kan está aquí contigo...
—Hace días que lo tienes aquí preso, ¿por qué? —soltó una risita con sarcasmo y se levantó.
—Quería divertirme, usando su mayor miedo y lo hice.
Kan empezó a toser y se acurrucó en el suelo cuando el frío lo invadió.
—¿Cuál es su mayor miedo?
—El miedo de cualquier persona diferente, como lo eres tú, como lo es él. Perder a quienes más aman y Kan está viviendo lo que es vivir con el corazón roto, igual que tú,
¿Qué? No...
—Kaden... Tú... lo asesinaste —sin poder creerlo, retrocedí algunos pasos.
—El amor no existe, Kate. Deberías saberlo —dijo con naturalidad.
Dirigió su mano hacia su cintura, se levantó su poléra de color negro y pude observar un revolver de calibre veintidós. Conocía esa arma y su bala también. Era pequeña, pero muy extensa, lo suficiente para herir a alguien y matarlo.
Soltó el arma y esta cayó cerca de Kan, este estiró su cuello para poder observarla y se arrastró por el suelo hasta alcanzarla.
—Mátalo, Kan. ¡Mátalo! ¡Merece morir por quitarnos todo! Asesinó a Rachel y ahora asesinó a Kaden... Mátalo, por favor.
La mano huesuda del peliblanco tomó el arma y sus dedos temblaron. Se arrodilló sin fuerza alguna y pude observarlo mejor, su vida ya no tenía sentido, había perdido a quien más amaba y ya nada podía cambiarlo.
Conocía bien ese sentimiento, ese vacío, había estado en su lugar y quería morir. Hasta que entendí que para poder morir en paz, primero debía matarlo y ahora tenía la oportunidad perfecta.
—Él no tenía que morir —susurró.
—Lo sé, Kan, pero ahora tienes la oportunidad de matar a Oliver —colocó el arma entre sus manos y con la mirada baja, la observó detalladamente—. ¡¿QUÉ ESPERAS?!
—Ya no tengo nada por lo que vivir...
Abrí la boca para decir algo, porque entendía el sentimiento de soledad, angustia y temor que sentía, pero no podíamos flaquear, debíamos hacer lo correcto. Asesinar, algo de lo que había estado huyendo y que ahora lo sentía tan natural como respirar.
Colocó su dedo en el gatillo y cuando creí que le dispararía, Kan se metió el revólver en la boca y grité. Le supliqué que no lo hiciera, que podíamos vengarnos y salir de aquí juntos, pero no me escuchó.
Su dedo tiró para atrás el gatillo y la bala salió del cañón, atravesó su paladar, luego su cráneo y salió de su cuerpo en cámara lenta. Mis ojos no se movían, mis piernas temblaban y no podía moverme.
Estaba petrificada.
Las lágrimas salieron de mi sin control.
—Kan...
Su cuerpo cayó al suelo y la sangre se esparció por las baldosas frías y húmedas. El cuerpo sin vida de mi amigo estaba en frente de mi y otra vez, no pude hacer nada. Solo me quedé observando como otro de mis amigos moría.
—No tuvo valor para vivir sin el amor de su vida —se cruzó de brazos y sonrió—. Quería una muerta más divertida, no esto, pero supongo que no siempre se tiene lo que se quiere.
—¿Por qué? Kan y Kaden nunca te hicieron daño... —murmuré con un nudo en la garganta.
—Lo sé, ¿pero acaso olvidaste lo divertido de ver la muerte de las personas? ¡Sus almas abandonan su cuerpo y tú tuviste asiento en primera fila! ¿No estás satisfecha? —preguntó con ironía.
—Estás completamente enfermo...
Dio unos pasos hacia mí, mientras sus pisadas retumbaban en toda la habitación. Sus ojos brillaban de felicidad, había algo que los mantenía con vida y al igual que su mirada, su sonrisa era perversa y siniestra.
Sus labios cada vez se ensanchaban más y más, hasta que no pude reconocer al hombre que un día fue mi hermano, porque si bien nunca habíamos tenido una buena relación, siempre lo reconocí, siempre sabía sus pasos y lo perverso que podría ser.
Eso ahora era el pasado, este hombre que estaba de pie frente a mi, con esa sonrisa y esa mirada, era una persona totalmente diferente. Oliver se había convertido en alguien muy similar a mi padre, igual de perverso e igual de oscuro.
Oliver ya no parecía humano, parecía un monstruo enfermo por el sufrimiento de los demás. Yo no era una santa, también había cometido actos de los cuales me arrepiento, pero esa culpa seguiría allí por el resto de mi vida.
En cambio a Oliver le divertía, como si estuviera mirando una película.
—Esto no acaba aquí, hermanita. Sufrirás por haberme abandonado y por habernos traicionado. Sufrirás como ninguna víctima antes. Haré de desees no haber nacido y sobre todo, desearás no haber conocido a esa mujer que ablandó tu débil corazón —fruncí el ceño e hice mis manos un puño, clavándome las uñas en las palmas de mis manos.
—¡VETE! ¡VETE Y NO VUELVAS JAMÁS! —espeté, sabiendo que era algo inútil.
Él se echó una carcajada, cruzando sus brazos y negando con la cabeza.
—Por ahora me voy, pero más tarde te traeré otra sorpresa —se puso de cuclillas y con sus manos tomó las muñecas de Kan.
Empezó a arrastrar el cuerpo por el gélido suelo, mientras la sangre dejaba un rastro y mis ojos no podían creer la escena que estaba frente a mi.
Tiré de mi cuerpo hacia un costado, tratando con todas mis fuerzas de deshacerme de estas cadenas que me mantenían unida al suelo. La ira siempre fue un buen incentivo para poder hacer lo que quieras cuando se trata de la violencia y la ira, era lo que más me sobraba.
Me lo había arrebatado todo, el paraíso que no sabía que tenía, me fue arrebatado de mis manos como si fuera arena del desierto. No sé cómo las cosas podrían cambiar, porque Rachel no estaba a mi lado, Kaden y Kan estaban muertos, al igual que mi hermana de corazón y aparentemente de sangre. Solo me quedaba la venganza y si era posible, poder irme y dejar a Katar en la isla, donde estaría más seguro que a mi lado.
O eso creía, ¿por qué cómo fue posible que Oliver capturara a Kan?
—Por qué las cosas no son como crees, Kate —respondió la voz de Shera.
Abrí mis ojos y ahí estaba ella, con una mancha de sangre en su pecho, donde su herida había sido su perdición.
—¿Por qué no me dejas vengarme? ¡Lo quiero muerto! ¡Me arrebató todo lo que tenía! ¡TODO! —mis rodillas comenzaron a temblar del frío, la ira recorría mis venas, reemplazando a la sangre que me daba vida.
Los recuerdos que había vivido con mis amigos aparecieron en mi mente como cuchillos en mi corazón. Recordé cuando Rachel los conoció, todos dieron lo mejor de sí para que todo saliera bien y pese al desorden que armamos entre Rachel, Joanna y yo, había sido una de las mejores reuniones que tuve en la vida.
Creo que fue ese mismo día, donde mi vida por una vez, pareció ser normal, pero no existe la normalidad para asesinos como yo, Oliver, Rachel y Kaden. A veces la familia te une, pero también puede ser ella la que te separe de quienes más amas.
Mi padre y Oliver me alejaron de Shera, de Rachel y de la familia que me había adoptado hace tantos años. Lo único que tenía ahora, era una simple ciudad de recuerdos que viví con mis seres queridos.
—Ellos se fueron, Kate, pero tú sigues aquí porque tienes algo por lo que vivir —comentó.
—¡¿Y PARA QUÉ VIVIR SI LO PERDÍ TODO?! ¡TODO LO QUE ALGUNA VEZ OBTUVE, ME FUE ARREBATADO, ME DESTRUYERON! ¡¿Y AÙN ASÌ ME PIDES QUE CONTINUÉ ADELANTE?! ¡¿CON QUÉ PROPÓSITO?!
—Con el propósito de vivir la vida que siempre quisimos, lejos del crimen, lejos de la policía, del FBI, de la ciudad, lejos de todo, Katie.
—¡¿Y CUAL ES EL SENTIDO DE VIVIR TODO ESO SOLA?! ¡DIME!
—Tú crees que estás sola, pero no es así. Ve más allá de lo que la situación te permite ver, no te enfoques tanto en lo que tus ojos ven, sino en lo que tu corazón y mente perciben —caminó hacia mí como si su herida no existiera.
Entonces lo comprendí aún más, no solo estaba alucinando, sino que mi mente quería hacerme creer que había una salida, que había una luz, como Rachel lo fue en mi vida.
Algo que a las personas siempre nos cuesta aceptar, es que aquella persona que tanto amamos se fue y que luego solo hay oscuridad, porque aquella luz que alumbraba nuestros días, se había desvanecido cual espejismo.
—Eres mejor que esto, Katie. Eres asombrosa, valiente, perseverante y sobre todas las cosas, eres una sobreviviente de la vida. Algo que no todos pueden serlo, porque la mayoría se rinde ante la primera adversidad.
—Por más que lo mate, mi corazón quedará triste por el resto de su vida.
—Otra vez te estás enfocando en la situación que ven tus ojos, no en aquella que puede suceder.
—¡¿Y qué podría suceder?! ¡¿Qué Rachel atravesara esa puerta?! —levanté mi brazo sucio por la sangre y la señalé—. ¡ESTO ES LA VIDA REAL! ¡RACHEL ESTÁ MUERTA Y NO PUEDE SOBREVIVIR!
—Tampoco yo y aquí estoy.
—¿Eres una alucinación? ¿Un fantasma?
—El mundo es un lugar increíble, Katie. Hay maravillas en el más allá y lo mejor de todo, es que puedes acompañar a quienes amas, pero solo si ellos lo permiten.
Esto no tenía sentido, los fantasmas no existían y nunca existirán, ¿pero entonces qué me estaba sucediendo? ¿Tantos días encerrada aquí me volvieron una loca? ¿Tanto sufrimiento me venció?
—No, nunca nadie podrá vencerte, porque tú ganaste —sonrió de lado.
—¿Qué? ¿Cómo puedo ganar si estoy sola en esta fría habitación?
—Fácil, no eres débil y siempre encontraste la manera de salirte con la tuya y esta vez, Katie, no será diferente. Solo será memorable —sus labios de color crema pálido, me mostraron una sonrisa traviesa, como la que solía hacer cuando sabía que yo ganaría.
Como cuando nos conocimos enfrentando a esos hombres.
Me guiñó el ojo y lentamente su cuerpo fue desvaneciendo, hasta que mis ojos no lograron volver a verla. Ahora tenía muchas más dudas que antes, no había comprendido nada de lo que me había dicho e incluso me estaba cuestionando si ella tenía razón o no.
Porque al fin y al cabo, ella era un producto de mi imaginación. Solo un juego perverso sin sentido alguno. ¿Pero qué perdía? Ya nada podía ser peor que perderlo todo y cuando lo pierdes todo, ya no queda nada más por vivir, solo me restaba esperar a que la muerte llegue lo antes posible.
Siempre fui capaz de salir de cualquier prisión o cualquier lugar en el cual estuviera prisionera o al menos era así cuando era pequeña. Si algo de lo que dijo la alucinación de Shera era verdad, es que siempre fui perseverante y esta vez no podría ser diferente.
Solté algunas lágrimas más, mientras el agua de ellas hacía que ardía mi piel y suspiré. Observé las palmas de mis manos, tratando de pensar en una manera de salir, hasta que se me ocurrió una idea que me generaría mucho dolor.
Levanté la vista y observé la mesa llena de instrumentos que estaba contra la pared. Arrastré mis pies por el suelo, mientras cada paso que daba me dolía cada vez más las plantas de mis pies.
Al acercarme a la mesa, mentalmente conté cuantos pasos me faltarían para tomar alguna de esas herramientas. Conté tres pasos y si estiraba mi cuerpo y mi brazo, era probable que pudiera tomar el martillo.
—Puedes hacerlo, Kate —susurré, dándome ánimos cuando en realidad quería morir.
Tomé la parte del pulgar que se unía a la palma de mi mano y lo apreté fuertemente, para luego correr al pulgar de su lugar habitual y dislocarlo. Grité del dolor, sabiendo que esta habitación era aprueba de sonidos y Oliver no me escucharía.
—¡Mierda! Como duele.
Pese al dolor que sentía en toda mi mano izquierda, tomé las cadenas que me apriosanaban y con mi mano derecha, las pasé por encima de mi mano, haciendo que de esta forma, mi mano quedaría libre.
Estiré mi cuerpo para llegar a la mesa metálica, pero todavía me faltaba un poco. Seguí estirando mi brazo lo más que pude, hasta que oí como Oliver se acercaba. Inmediatamente volví a mi posición normal, de pie en medio de una habitación de horrores.
Oí cómo colocó su mano en la manija fría de la puerta, la empujó y a medida que la puerta se abría observé unos ojos azules que conocía perfectamente. Su cabello estaba despeinado, sus músculos estaban heridos y sucios con sangre y quien sabe qué más.
Sus ojos se dirigieron hacia mí y pese a lo traumado que podía ver en él, sus ojos desprendieron un brillo de felicidad por encontrarme.
—Hola, pequeña —saludó Katar.
—Parece que no solo conquistaste a esa perdida, sino que también conquistaste a este imbécil. Otro traidor, en realidad.
Mis ojos no podían creer que Katar estaba vivo y más importante, estaba cerca de mi. Y aunque eso me puso un poco feliz, preferiría que estuviera en cualquier lugar del mundo, menos en este.
Traía puesto la ropa de la isla, su camisa de color beige, su pantalón de color marrón oscuro y sus botas de un color tan oscuro, que eran casi negras.
Sus manos y tobillos estaban unidos por cadenas que lo inmovilizaban, al igual que a mi. Entonces recordé que mi pulgar estaba dislocado, lo oculté bajo la palma de mi mano derecha y observé fijamente a Oliver.
—No soy un traidor... —tosió.
—Claro que sí, tu hermano era un asesino y lo dejaste morir en la cárcel.
—Él se lo merecía, había asesinado a mi novia en el momento más importante de nuestras vidas.
—Ah, había olvidado que Dakar quería matar a los futuros prometidos.
No puede ser, Katar nunca me había dicho que se iban a comprometer... Eso podría explicar el profundo deseo de querer matarlo, mató al amor de su vida y a la futura madre de los hijos que nunca tuvo.
Katar era el tipo de chico que soñaba con tener un trabajo, tener una esposa y tres hijos. Siempre me había dicho que quería cumplir esa fantasía con Mary, pero su hermano le arrebató la felicidad.
Dakar y Oliver eran más parecidos de lo que aparentaban.
—Entonces eras su amigo —dije.
—Nos llevábamos bien, Kate, pero lo necesitaba para mi venganza —río—. ¿Todavía no lo entiendes? Yo tengo el control del mundo entero, si quiero a alguien muerto, cuando yo quiera estará muerto y si quiero que alguien sufra, sufrirá hasta cuando yo quiera.
—No eres Dios sobre la tierra, maldito enfermo —espetó el ojiazul.
—No pretendo ser Dios, pretendo ser el Diablo —sus ojos brillaron.
—No por mucho tiempo, Oliver.
—¿Y qué podrían hacer dos idiotas contra mi poder? —preguntó sarcásticamente—. La ciudad es mía, al igual que el mundo.
Los ojos de Katar mostraban una rabia que solo había visto una vez en la vida, cuando su hermano hablaba con el cadáver de Mary y él se quedó petrificado. Su ira era la misma y la última vez que él hizo caso a la ira, su hermano murió, aunque las causas no las conozco del todo.
El ojiazul se arrodilló ante Oliver, una de sus piernas estaba flexionada, mientras que su otra rodilla tocaba el suelo. Por un momento creí que Katar se había rendido, pero lo conocía muy bien.
Así como no se rindió conmigo cuando me encontró y quise alejarme de él, ahora no se rendiría cuando tenía la oportunidad de salvarme y de irnos de aquí.
—Eres igual de débil que ella —me observó con repulsión.
—Sí, tienes razón —su mano se dirigió lentamente hacia su bota de color marrón—. Yo también soy un asesino —rápidamente metió su mano dentro de su bota, sacó una pequeña daga y se la clavó en la tibia anterior.
Oliver gritó de dolor y se alejó un poco, en ese instante aproveché y con el cuerpo adolorido, caminé hasta la mesa metálica y estiré mi brazo con la esperanza de poder tomar el martillo o algo que pudiera ayudarme.
Pero al intentar hacerlo, me di cuenta que había medido mal mis pasos, no llegaba del todo y por lo tanto, las herramientas no estaban a mi alcance como creía. Observé la cadena que había quedado fuera de mi alcance y tiré de ella para poder romperla.
Mientras hacía eso, Katar se levantó, a la vez qué Oliver se quitó la daga rápidamente de su músculo, El ojiazul se lanzó sobre él y empezó a darle puñetazos por todo el cuerpo. Levantó su brazo y le dio un puñetazo en el rostro.
Ellos dos seguían peleando y yo seguía tirando de las cadenas, lo hacía con tanta fuerza que finalmente se rompieron y rápidamente lancé la cadena a una de las patas de la mesa, en la cual quedó enredada.
Tiré de ella nuevamente y acerqué la mesa a mi. Al hacer eso algunas herramientas cayeron al suelo, haciendo eco por toda la habitación, entonces Oliver me observó y Katar aprovechó su distracción para tomar la daga y volvérsela a clavar, solo que esta vez lo había hecho en el abdomen.
Ahora sí estiré mi brazo y mis dedos alcanzaron el martillo. Dejé la cadena a un lado y empecé a golpear las cadenas con la cabeza del martillo. Lo hice una y otra y otra vez, hasta que observé que una pequeña grieta se estaba formando en ellas.
Levanté la vista mientras repetía el mismo movimiento una y otra vez. Katar estaba todo sudado, Oliver estaba en desventaja o eso creía, hasta que él lo tomó del cuello y Katar dejó de golpearlo.
Sabía que lo mataría, no tenía duda de eso. Entonces golpeé aún más fuerte las cadenas hasta que estas se rompieron e inmediatamente la cadena que unía mi muñeca derecha a mis tobillos, también se rompió.
Rápidamente me acerqué a Oliver, quien estaba ahorcando al ojiazul y lo tomé de su cabello rubio. Lo tiré al suelo, me arrodillé ante él y tomé el martillo con ambas manos. Levanté mis brazos y sin pensarlo, la cabeza del martillo golpeó su frente.
De ella salió sangre y nuevamente levanté mis brazos y lo golpeé. Al querer hacerlo de nuevo, Oliver puso su mano sobre mis manos unidas, impidiendo que pudiera dañarlo.
Lentamente se puso encima mío y al estar débil, no podía hacer mucho más que un forcejeo. Katar se levantó y salió rápidamente de la habitación. Lo observé sin comprender su actitud, pero sabía que no se iría por cobardía, porque pese a todo, él era uno de los hombres más valientes que había conocido en mi vida.
—Parece que el asesino resultó ser un cobarde —dijo y sin poder haberlo visto, su puño golpeó fuertemente mi abdomen.
Solté el martillo sin darme cuenta, cerré los ojos por el dolor, ya que, en donde me había golpeado, tenía una herida que no había cicatrizado. De pronto los abrí y una flecha de color azul y negro pasó cerca mío y lastimó su brazo.
Los ojos de Oliver mostraron una reacción sorpresiva, tenía miedo.
Sin importar quien lanzó esa flecha, junté mis fuerzas convenciéndome de que sería la última cosa que haría. Tomé la cadena que había roto anteriormente y me abalancé sobre él. Ahora era yo quien tenía el control de todo, su vida estaba en mis manos.
Más bien, su vida estaba en esta bendita cadena.
Pasé la cadena por su cuello, como si fuera una correa para perro e hice presión contra su cuello. Él empezó a rasguñar mis brazos y aunque dolía, ya nada me importaba, solo quería acabar con esto de una vez por todas.
Sus ojos mostraban terror, como nunca antes lo había visto. Cada vez mis manos hacían más presión y mi sonrisa cada vez crecía más y más, hasta que no entendía el punto de sonreír.
Creo que en el fondo era lo que más quería, asesinarlo.
Sus manos dejaron de rasguñar mis brazos, poco a poco sus brazos fueron cayendo al suelo lentamente, su alma estaba abandonando su cuerpo y eso encendió una chispa dentro de mi.
Tal vez si era una asesina, igual que él, porque al fin y al cabo era feliz con la muerte de alguien, aunque fuera un maldito desgraciado.
Sus ojos se cerraron lentamente y solté la cadena. Al hacerlo sentí un alivio dentro de mí, un peso menos era para cargar en mi espalda. Un asesino menos en este planeta, un depravado y un psicópata menos.
Cerré los ojos, para saborear la victoria que acababa de encontrar. Respiré y exhalé, saboreando lo que se sentía ganar pese a todo y aunque había ganado esta partida, él había ganado la guerra.
Él se la había llevado...
De pronto, oí un sonido, como si algo hubiera sido lanzado cerca de mi. Abrí mis ojos y entre medio de mis pies desnudos, había una flecha de color azul y negro, sin entender lo que estaba sucediendo, levanté mi vista y ahí estaba ella.
—Rachel... —ella sonrió mostrando todos sus dientes blancos.
Tenía el traje de negro con el cual me había salvado cuando Oliver me había secuestrado y llevado a la cabaña. La hacía verse tan linda, tan delicada y perfecta. Sus ojos azules me observaron con cariño y amor, pero esto no tenía sentido.
Se acercó a mí rápidamente y yo di dos pasos hacia atrás.
—Soy yo, mi amor —dejó su arco en el suelo y tomó mi mano.
El toque se sentía tan real, su piel caliente transmitiendo su calidez hacia mi piel fría y húmeda se sentía real, la delicadeza de sus manos se sentía real, este momento se sentía tan real que no pude evitar acercarme a ella y abrazarla lo más fuerte que pude.
Sus brazos me sostuvieron y no pude evitar llorar.
—Te encontré, mi hermosa forastera, perdóname.
—¿Eres real? —en ese momento pude oír el latir de su corazón.
—Lo soy, Kate, lo soy...
—No me importa si eres real o no, solo llévame contigo...
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