Capítulo cinco: ¿Una coincidencia?

El tiempo pasó y las cosas cambiaron. No quise hablar más con aquella arquera que parecía interesada en mí, sabía que estar cerca de ella solo me traería problemas y angustias, además luego de la pelea que tuvimos imagine que ella tampoco querría hablar conmigo.

Ahora entrenaba sola, o con algún soldado.

Rachel solía espiarme, ella creía que sabía ocultarse, pero yo tenía más entrenamiento que ella y estaba más atenta, sabía que ella me vigilaba todo el tiempo, a veces estábamos en los entrenamientos y podía sentir su mirada en mí, pero siempre la ignoraba.

De cierto modo me sentía segura sabiendo que si sucedía algo ella sería para mi, tal vez por eso nunca le dije que es pésima disimulando.

Creo que ya habían pasado dos meses, la verdad no estaba segura. Había perdido mi teléfono cuando nos secuestraron, pero de todos modos la batería se habría agotado, así que no me serviría de nada.

Una noche la reina me invitó a una cena. No quería ir, pero era mejor no buscar problemas con una psicópata.

Caminé hasta la sala del trono, en donde los guardias me dieron la bienvenida.

Se sentía muy raro volver a ese lugar. Yo había matado a un hombre par salvar a una mujer que apenas conozco, pero que nunca salió de mi cabeza.

Si Shera estuviera conmigo en esta aventura, seguro me diría que no importa, porque es el pasado y así debía ser, pero mi mente no paraba de pensar en ese momento.

Seguí caminando hasta llegar a la mesa en donde estaba la reina, esperándome.

En la mesa había un mantel de color blanco con línea doradas, también había candelabros, a pesar de que ya hubiera bastantes lámparas de fuego.

El cocinero y los demás ciervos trajeron la comida y la fueron colocando sobre la mesa.

—Siéntate —me ordenó.

Retiré la silla para sentarme.

—¿Para qué es la cena? Dudo que tengamos algo de qué hablar —comenté.

—¿Cómo osas cuestionarme?

—No fue mi intención —mentí.

—Es justamente por eso que me agradas, pero todavía estamos esperando a alguien.

Recién me había dado cuenta que eran tres platos que estaban sobre la mesa.

—¿A quién? —pregunté confundida.

Las puertas doradas se abrieron, dejando ver a esa chica de ojos azules y cabello largo.

Su cabello estaba recogido para el lado derecho, el vestido de lino que traía puesto me dejaba ver sus brazos descubiertos.

—¿La cena no era solo para dos? —ella me miró y yo desvié mi mirada.

—Si te hubiera dicho que ella vendría, ¿habrías aceptado?

—Me habrías obligado a venir de todos modos —se sentó.

—¿Cómo te sientes, Rachel?

—El papel de hermana mayor no te queda. Ve al grano —clavó su tenedor en la carne y se llevó un trozo a la boca—. ¿Qué ocurre?

—Tengo un comunicado que hacerles a ambas.

—¿Y de qué trata? —volvió a preguntar poniendo sus manos entrelazadas sobre la mesa.

—Como es evidente, y Rachel lo sabe, aquí en la isla no tenemos un general. Cuéntale lo que pasó con el último general —le ordenó

—El último murió atravesado por tres flechas, si mal no recuerdo —añadió la arquera.

—Y como no tenemos un general, quería que tú, Kate, seas mi general. Rachel me contó como peleaste en la guerra que tuvimos hace unas semanas, me contó de tus habilidades y llegué a la conclusión de que eres mi mejor opción para ser general de mi ejército.

En ese momento todo tuvo sentido, el secuestro, los entrenamientos, la guerra, ella quería probarme hasta donde podía llegar para ser su general.

Rachel estaba estupefacta, por alguna razón sus ojos mostraban terror cuando su hermana dio el comunicado.

La reina no me dio tiempo a darle una respuesta que enseguida dio otro comunicado.

—También quería avisarles que estaré fuera de la isla por unos días.

—¿A dónde vas?

—No te interesa a donde voy, Rachel. Tú te quedas a cargo del reino en mi ausencia y tú, Kate, te quedas a cargo del ejército, los entrenamientos de niños y de adultos.

Todavía no sabía cómo reaccionar ante la noticia. Jamás hubiera imaginado que mi propósito en la vida era ser general en una isla en el medio de la nada.

Aunque siendo general puedo cuidar que Rachel no sufra ningún atentado.

Cállate, ella no me interesa.

La cena transcurrió normal. La reina me hablaba de mis nuevas obligaciones y me dio unos consejos para que al liderar al ejército me tomen enserio.

—Rachel, vete —le ordenó.

—No terminé —frunció el ceño.

No quiere que me quede con ella a solas...

—No me interesa, vete. Tengo que hablar con Kate.

Rachel se resistió, pero terminó cediendo. Se levantó de la mesa y se fue.

—No te conviene acércate a ella.

—¿Perdón? —pregunté confundida.

—Verás, querida, Rachel siempre obtuvo lo que quiso, lo que ella quiere es a ti, pero si eres lo suficientemente inteligente sabrás que estar con ella no te conviene.

—Disculpe, pero no tiene sentido que usted me diga todo esto.

—Mira, Rachel es... Como decirlo, una persona sin sentimientos, cruel, despiadada, le encanta divertirse con el sufrimiento de las personas. En este caso tú.

Quedé confundida, no tenía sentido que me dijera eso ¿o si? Tal vez esta advertencia tenía que ver con lo ocurrido anteriormente.

Aunque era verdad que si estaba a su lado podría pasarme cosas.

—Ella es muy oscura y no puede salir de esa oscuridad que la rodea. Entiéndelo, tú sólo eres un juguete para ella, en la mínima oportunidad ella te torturará y odiaría perder a mi nueva general.

Yo me quedé callada, en silencio, confundida...

Rachel no aparentaba nada de lo que la reina decía, parecía ser una buena persona, con sentimientos, aunque fuera fría.

Jamás creí que ella sería ese tipo de persona que va por ahí jugando con los demás como si fuéramos nada.

—Ahora retírate que tengo que irme —sin pensarlo le levanté y me fui de la sala del trono.

Este tipo de cena no me lo esperaba. ¿Una general? ¿Qué me aleje de ella? ¿Qué clase de oscuridad la rodea?

—Cuidado —sentí que coque mi hombro con alguien.

—No te vi —es Erick.

—Tranquila, no fue nada —me sonrió.

Se quedó viendo mi brazo por unos instantes.

—Te quedó una cicatriz —soltó.

—Sí, eres un buen médico.

—Hablando modestamente, soy el mejor. Por cierto, Rachel dijo que quiere hablar contigo.

No tiene caso mentir, quiero saber que tiene para decir, pero lo único que me falta es que suceda algo de lo que me arrepienta.

—Dile que no puedo cambiar mi posición de general.

—¿La reina te nombró general? Felicidades —me abrazó.

—Gracias, ahora tengo que irme —seguí caminando.

Más tarde me encontraba en el acantilado. Allí era todo muy hermoso, en un sector había flores de color rosa y violeta, el aire era puro, no se comparaba al aire de la ciudad.

Para mi, lo más importante era que nadie estaba en ese lugar, solo yo y las estrellas en el cielo.

Estaba sentada en el suelo, admirando las estrellas y pensando en todo lo que sucedió desde ese maldito secuestro.

Escuché unos pasos leves, pensé que sería un enemigo, pero era alguien más.

Cuando di media vuelta pude ver a la arquera, estaba con su vestido.

Se acercó hasta mi.

—Te había dicho que no quería volver a verte, cuando estoy cerca tuyo solo ocurren desgracias y yo soy el instrumento para que esas desgracias suceden.

—No vine a pelear, solo... Quería saber como te sientes respecto a que eres general —me levanté dispuesta a irme.

—No me vengas con cuentos Rachel. Una princesa no necesita preocuparse por nadie más que por sí misma, y menos por una asesina —le dije con frialdad.

Ella estaba siendo sincera conmigo, pero yo no quería engañarme, no quería que me siguieran mintiendo.

Mi infancia se basó en puras mentiras, no quería que mi presente sea así también.

—¡Crees saber todo sobre asesinos, solo porque tú lo fuiste! —pero en ese momento la interrumpí.

—Soy una asesina, no me digas que ya no lo soy, porque gracias a tu plan con tu hermana lo volví a ser.

—¿Sabes? Te conozco desde hace un tiempo, incluso desde antes que llegaras a la isla.

La típica acosadora. Jamás creí que tendría una.

—Crees que eres diferente a nosotros, pero en el fondo sabes que no es así, en el fondo no te arrepientes de haberlo matado. Solo te arrepientes de que esa parte oscura de ti haya salido a la luz.

—¿Tú me vienes a hablar de la luz y la oscuridad? ¿Aquella que juega con todos, los hace sufrir, y que probablemente los tortura? No eres quien para darme lecciones de moral. Ahora por favor, no vuelvas a hablarme —le dije mientras me iba del acantilado, dejándola sola con la noche y el cielo estrellado el cual brillaba junto a la luz de la luna.

Ella tenía razón, en parte. Tal vez lo peor no era haber matado a aquel hombre, no, lo peor era la promesa.

Soy diferente a ellos, yo tengo mis límites, ellos no. O al menos quiero creer que los tengo.

—Oye —una voz femenina se dirigió a mi.

Me di la vuelta y ella estaba ahí.

—No te quiero cerca mío.

—¿Qué hablaste con mi hermana?

—No quiero estar cerca tuyo, déjame en paz.

Me dirigí al castillo, para ser más específica, a mis aposentos.

Cuando llegué, no lo dude y me tire en la cama, necesitaba descansar, ya había sido mucha emoción por hoy.

¿Era verdad lo que dijo la reina sobre ella? Porque si ella tuviera razón, Rachel me hubiera matado cuando me quedé a dormir en el castillo abandonado.

Recordé la noche en la que conocí el castillo y recordé que ella estaba triste porque había peleado con su hermana y que hoy ella me preguntara que hable con su hermana, fue bastante raro.

¿Y si ella le hacía algo a Rachel? No, deben ser pensamientos míos.

De un momento a otro la puerta se abrió de la nada.

—¡¿No sabes tocar?! —Erick entró con la respiracíon agitada.

—Rachel... Ella

—No me interesa nada que tenga que ver con ella, ya te dije...

—¡Hay un incendio en el acantilado! No supe a quien más recurrir y no encuentro a Rachel.

No... ¡Otra vez no! Rachel...

Mi corazón empezó a palpitar muy fuerte y rápido, sentía que se me iba a salir. Los nervios y los peores escenarios aparecieron en mi mente para asustarme aún más de lo que ya estaba.

—Creo que sé dónde puede estar —ambos salimos de mis aposentos.

—¿Tienes algún detalle de cómo sucedió el incendio? —ambos corríamos como si se acabara el fin del mundo.

Y tal vez el mundo no se acababa, pero por alguna razón, las piernas me temblaban y no paraba de ponerme más nerviosa.

—No, solo sé que Rachel está a cargo mientras  su hermana no está. Al no encontrarla te busqué a ti.

Poco después llegamos a un escenario de película de terror. Las personas estaban alrededor de las llamas, tirando jarras y baldes que contenían agua, para apagar al potente fuego.

Sentía el calor en todo mi cuerpo, ver las llamas consumiendo los árboles, el césped, el cielo que era iluminado por la luz de la luna, ahora estaba cubierto de humo.

El humo subía y nadie podía hacer nada para impedirlo.

—¿Saben si alguien estaba en el acantilado? —nadie me respondió.

Alguien tuvo que haberla visto...

—No estoy seguro, pero creo haber visto a Doson allí arriba —me dijo Derek, tosiendo por la falta de oxígeno.

Noté que tenía una cicatriz en el costado de su cara, pero no le tomé importancia, de seguro se habría peleado con alguien más que no sea yo.

—¡Vete y llévate a todos de aquí, que nadie se quede, puede ser peligroso! —me acerqué al fuego.

Puedo hacerlo, su vida depende de que yo la salve.

Se fuerte y valiente.

—¿A dónde rayos vas?

—Tal vez a cometer un suicidio —susurré para mi.

A pesar de todo, no podía dejarla ahí, en el intenso fuego que destruía todo a su paso.

Me adentré al lugar lleno de fuego, y naturaleza quemada. Apenas había un lugar para pisar, algunas ramas caían de los árboles y palmeras dificultando caminar por el lugar.

Tenía una sospecha en donde podría estar, tal vez ella estaría en el lugar en el que la dejé. Seguí caminando, profundizando y no la encontré.

Comencé a gritar su nombre, así tal vez me escucharía, pero por más que gritara no había respuesta. Hasta que una rama cayó delante de mí, por poco arriba mío.

Agité mi brazo para ver mejor entre el humo y el fuego y la encontré, allí estaba Rachel, desmayada junto a un árbol. Fui corriendo como pude hacia allí, y me puse mi dedo delante de su nariz para saber si respiraba, y así era, pero tenía una respiración muy leve.

Estaba sudando, tenía algunas hojas por su cuerpo y algunos mechones de cabello pegados a la piel. Algo que no había notado hasta ahora, era que tenía un collar de cinta negra con un dije de una flecha.

La tomé en mis brazos, cargándola. Cuando me di vuelta para volver por donde vine, vi que el fuego era más potente.

Me sería imposible llegar con Rachel en mis brazos hasta el castillo, y ya empezaba a toser por la falta de aire.

Giré mi cabeza tratando de buscar una salida, y la única idea que se me había ocurrido, era un suicidio, pero era saltar al agua o morir por el intenso fuego.

Fui corriendo hacia donde terminaba el acantilado para a continuación saltar y caer sobre la helada agua. En cuanto entre al agua, traté de nadar sosteniendo a Rachel con una mano y la otra estirándose sobre el agua, salí a la superficie y llevé a Rachel a la orilla como pude.

Por suerte el acantilado no era tan alto. De haberlo sido no hubiéramos sobrevivido.

La puse boca arriba para escuchar su corazón, pero su latido era muy débil, si la llevaba con Erick sería demasiado tarde, pero para la suerte de Rachel sabía cómo hacer respiración de boca a boca, comprimí su pecho un par de veces para ver si reaccionaba, pero no.

Incline su cabeza hacia atrás levantando su mentón, puse mis dedos sobre su nariz apretandola. Soplé dos veces, suavemente, y luego de intentarlo muchas veces había despertado. Escupió un poco de agua, ella me miró desde la arena en la cual se encontraba apoyada.

—¿P-por qué...? —murmuró

—No hables, aún estás muy débil. Tengo que llevarte con Erick, no te esfuerces —le dije mientras la tomaba nuevamente en mis brazos.

Su respiración seguía siendo muy leve, pero creo que el que haya despertado había sido algo bueno.

Ella podría ser una asesina, una persona que disfrutará del sufrimiento de otras, pero por algún motivo que desconocía, ella me preocupaba. Debía saber el porqué

—Cuidado Kate, no vayas a ser mejor que yo en esto —bromeó Shera.

Estábamos volviendo de hacer nuestra primera misión juntas, ya habíamos entrenado toda nuestra vida, para este momento, el momento de la iniciación.

Ambas tuvimos que pasar unas pruebas muy difíciles. Entre ellas torturar a un agente del FBI.

—Pero qué dices, claro que soy mejor que tú, solo que tú no lo admites —sonreí.

—Debes admitir que torturar a ese agente fue inspirador —dijo ella con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Inspirador? Más bien terrorífico.

—No seas tan dramática.

—¿Yo? ¿Dramática? Le sacaste algunos dientes tan solo para cumplir esta tontería de la "iniciación" —hice comillas con mis dedos.

—Bueno, no es como que hayamos tenido muchas opciones. Sabes muy bien lo que les pasa a los que no entran en el negocio familiar, además tú también lo torturaste —seguimos caminando.

—Sí, sé muy bien lo que les pasa y más en mi caso. Que lo haya hecho no quiere decir que me haya gustado, solo lo hice para sobrevivir, esa es una de las reglas.

—Claro, sobrevive a toda costa, traiciona a quien tengas que traicionar y bla, bla, bla. Conozco muy bien las reglas, Katie —me dijo ella mientras caminábamos por una carretera abandonada.

—No me digas así, me hace sentir que tengo un nombre de un gato.

—Aburrida —se quejó ella.

—A veces me pregunto ¿por qué somos amigas?

—Admite que no puedes vivir sin mi.

—Admito que podría vivir sin que te comieras mi helado sin permiso.

—En mi defensa tardas mucho en comerte tu helado.

—No es cierto, solo lo dejo para la noche, que por cierto el helado nunca llega a la noche.

—Así me amas, Katie.

—Te dije que no me digas así.

—Aburrida —ella rodó los ojos en señal de burla.

Sin darme cuenta, habíamos llegado al castillo. La llevé a sus aposentos y le pedí a un ciervo que llamara a Erick.

Cuando vino se puso feliz de que ella estuviera bien. Me pidió que saliera así podría revisarla.

Esperé un rato afuera, pensando en como me había puesto al saber que ella estaba en peligro.

—Ella está bien —él abrió la puerta.

—¿No tiene ninguna herida de gravedad?

—Nada que no pueda curarse. Quiere verte.

Entre y la vi acostada, estaba tapada hasta el cuello y su cabello estaba esparcido por toda la almohada.

—¿Querías verme? —asintió.

—Erick, por favor espera en la puerta y ciérrala cuando estés fuera le pidió.

—Si eres mandona ahora no quiero imaginarme cuando seas reina —ella rodó los ojos.

Él se fue y ella le dio una palmadita al colchón para que me sentara junto a ella.

—Gracias... Cuando desperté y te vi, no creí que fueras tú la que me salvó.

—Es el deber de un general cuidar al reino y a la familia real.

—¿Por qué eres así?

—¿Así cómo? —fruncí mi ceño.

—Por momentos eres fría y por otros eres amable y te ablandas conmigo.

Porque la única vez que quise a alguien, todo terminó en tragedia y no puedo arriesgarme.

—Es mejor así —respondí.

—Eso no responde a mi pregunta.

Se sentó e hizo una mueca de dolor.

—No hagas esfuerzos, tienes que descansar,

—No evadas la pregunta, responde —me ordenó con un tono de superioridad.

Como odio ese tono.

—Porque tu hermana me dijo que me alejara de ti y eso haré —ella se puso seria

—No por mucho tiempo —sonrió de lado.

Ese tono de arrogancia lo odio ¿Quién se cree?

—Tengo que enseñarte a cabalgar —me quedé en silencio—. Me di cuenta que no sabes cabalgar.

—Está bien, pero cuando mejores.

—Trato hecho —me sonrió.

—Descansa.

Me di la vuelta y me levanté. Sentí un toque suave y cálido en mis dedos, miré de reojo a Rachel y su mano estaba sosteniendo mis dedos, impidiéndome irme.

—¿Puedes... puedes quedarte? —me preguntó Rachel vergonzosa.

Yo no sabia que responder, tenía que averiguar cuál fue la causa del incendio, pero sabía que si la dejaba sola me sentiría mal.

Ya había deseado no verla más y por poco mi deseo se había cumplido, lo menos que podía hacer era quedarme.

—Bien... solo si Erick está de acuerdo contigo.

Ella soltó mi mano y me dirigí a abrirle la puerta para que Erick pudiera entrar.

—¿Seguro que ella está bien?

—Claro, no has sufrido ninguna herida grave, solo quemaduras leves, y algún que otro machucón, pero nada que no se cure. Ahora debes descansar, estás muy débil.

—Claro, Erick, lo haré.

—Bueno yo las dejo solas, debe haber más heridos. Hasta luego —dijo el médico sonriendo mientras cerraba la puerta de la habitación de Rachel, dejándonos a solas.

Había una silla cerca de la cama, la mire y la tome, me senté al costado de la cama.

—¿Por qué lo hiciste? —me preguntó ella sentándose en su cama y mirándome a mi punto débil, los ojos.

—¿Hacer que? —pregunté confundida.

—Salvarme.

—¿No se supone que es el deber de un general cuidar de todos?

—¿Lo hiciste solo por eso?

No sabía cómo responder a eso, por un lado lo hice porque era mi deber como general, pero por otro era como si mi vida estuviera unida a la suya.

—¿Por qué otra razón lo haría? No es algo personal, solo es por obligación.

—Después de todo pudiste haberme dejado morir y no lo hiciste...

—Pude haberlo hecho, pero eso me haría peor persona de lo que soy. Además aparte de ti, podía haber otros inocentes en el incendio.

—¿Inocente? —ella enarcó una ceja— ¿Acaso crees que nadie tiene malos pensamientos? ¿Acaso crees que existen las personas inocentes? ¿Acaso crees que yo soy inocente?

—Sé que las personas tienen malos pensamientos y más en esta isla, pero también sé que hay personas que dentro de todo son buenas, personas normales. Y no, no creo que seas inocente, debes ser culpable de muchos crímenes, pero no me corresponde decidir eso.

—Admiro tu forma de ver la vida. Aún crees que existen personas buenas.

—Son pocas, pero lo son, no es fácil encontrarlas. Son como un tesoro escondido, que nadie sabe lo hermoso que es al abrir la caja.

—¿Eres poeta o qué? —río ella.

—Muy graciosa. Tengo que irme, necesito saber como inició el incendio.

—Ese es mi trabajo.

—No, tu trabajo es mejorar para cuando vuelva tu hermana, de lo contrario te esposaré a la cama para que hagas reposo.

—No suena nada mal —bromeó ella.

Rodé los ojos y recordé la cicatriz de Derek

—Antes de irme... —me levanté de la silla— Quiero saber si... ¿Tú fuiste la que le hizo la cicatriz a Derek al costado de su cara?

—Sí, y antes de que me digas que no querías vengarte, déjame decir que tu opinión no es ley, la mía sí. Este tipo de cosas son responsabilidad mía y solo yo sé cómo manejarlas.

—No iba a decirte nada, sería inútil y una pérdida de tiempo.

Salí del cuarto rumbo al acantilado, en donde el incendio parecía haber empezado.

Empecé a caminar hacia donde estaba la arquera, todo estaba quemado, nada se había salvado, había un olor muy fuerte a madera y pasto quemado.

Las flores, los árboles, las palmeras, todo estaba destruido, como si nunca hubiera existido.

Encontré un rastro de huellas, no sabía si serían mías o de la arquera.

Decidí seguir el camino trazado por las huellas y me llevaron a lo más profundo del acantilado, nunca había estado allí.

Levante mi vista y vi una flecha clavada en el suelo, la tomé y la observé.

—Esta flecha no es de Rachel, de hecho no es de la isla... —dije para mi.

La flecha era toda negra, desde el principio de la flecha hasta su final.

Miré a mis alrededores como si eso me diera una respuesta, pero no, no conocía las armas de la isla a la perfección, pero la arquera había dicho que todas las flechas tenían dos colores que combinaban, pero esta flecha era diferente, tenía un mensaje diferente.

De la oscuridad salió una silueta alta, con una máscara de neón, capucha y pantalones rasgados de color negro, su remera era de color blanca.

La silueta se acercó a mí, puso su dedo en lo que era la boca de la máscara de neón, haciendo una señal de silencio.

—Un aplauso por tu gran descubrimiento —él chocó sus manos en gesto de burla, yo solo podía mirarlo con confusión.

¿Él había lanzado la flecha? ¿Qué hacía en frente de mi? ¿Por qué no huir? ¿Quién rayos era? ¿Por qué llevaba una máscara?

-¿Qué pasa? ¿No hablas? Ah, ya sé, estás confundida, es entendible ya que no me presenté, pero no es momento para presentaciones, o ¿si, Kate? —dijo con una voz gruesa.

—¿Cómo rayos...?

—¿Sé tu nombre? —completó mi frase.

Él se pasó su mano con guantes por su cabello, no podía verlo bien, entre las sombras de los árboles y la luz que emanaba de la máscara era difícil ver algo que lo identificará.

—Es una larga historia, que algún día te contaré, pero no hoy.

—¿Tú lanzaste la flecha?

—¡Bingo! —grito él, por su voz parecía tener alrededor de mi edad, aunque era muy alto para ser de mi edad.

Esto me hacía acordar a las películas de terror que veía con los chicos, el típico asesino que cuando descubres quien es te das cuenta que fuiste un tonto en toda la película por no adivinarlo antes.

—¿Por qué? ¿Con qué propósito?

—Bueno, el propósito no importa ¿o sí? Para mi no, además si te lo dijera arruinaría todo ¿No crees?

Observe la flecha que tenía en mi mano izquierda, el pensar que la flecha pudo haber matado a la arquera, me puso los pelos de punta y ni siquiera sabía por qué.

—La querías muerta... Pues te salió mal...

—No, no, no, no, a ella no...

—¿A mi? ¿Por qué?

—Aún es pronto para que lo sepas, solo tienes que saber que yo estaré en donde tu estés, y ni cuenta te darás...

Él lanzó una granada de humo y desapareció.

Empecé a toser debido al humo y agite mi brazo para que el mismo se fuera, en cuanto se fue solo quedamos la noche y yo.

Parecía un fantasma, aunque no uno aterrador, la verdad no me sorprendió que alguien quisiera vengarse de mí, maté a muchas personas en el pasado y probablemente querrían venganza.

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