Capitulo 8 .
Hace una semana que Anna se negaba a regresar al departamento de Joe, él y Peyton han intentado convencerla de que vuelva, pero ella simplemente se niega diciendo que ese es su hogar ahora, y no se siente capaz de abandonarlo por ningún momento, incluso ha dejado de ir a la escuela porque la única frase que se le viene a la mente es: "tú vivirás aquí y me esperarás a que vuelva" literalmente, ella se sentía esclava de esas palabras que Darien le metió en la mente antes de desaparecer sin que ella se diera cuenta, sabía que no estaba, pero también sentía que él regresaría en cualquier momento.
— ¿Siquiera podemos ir a verte?— preguntó Joe al otro lado de la línea telefónica
— De acuerdo, vengan, anota la dirección
— Genial, estaremos ahí dentro de un rato — dijo Joe tras terminar de anotar la dirección que Anna le dictó
— Ah, Joe
— ¿sí?
— ¿Podrías traer mis cosas? No todas, sólo algunas como mi ropa y libros
— De acuerdo — dijo él esta vez en un tono más triste, definitivamente sentía aquello como una despedida y eso que aun no se veían — pronto estaremos por allá ¿ sí?
— De acuerdo, nos vemos — dijo ella para luego cortar la llamada.
Una hora después, Joe conducía en círculo tratando de encontrar la casa correcta
— ¡No puedo creer que te hayas perdido! — le reprochó Peyton quien estaba como copiloto tratando de entender la caligrafía de Joe — ¿ y qué dice aquí? ¿No te entiendo es un cinco o un dos?
— ¡No me he perdido! ¿De acuerdo? — replicó el baterista — ¡esta es la calle, sólo hay que encontrar la casa! — enseguida suspiró pesadamente y continuó esta vez mas tranquilo — Y ese es claramente un cinco... o un dos... no me acuerdo — añadió entre dientes
Cuando finalmente encontraron la casa al ver una siluete que se les acercaba al auto saludándolos, se dieron cuenta que era Anna indicándoles cuál era la casa. Al estacionar en la puerta ella estaba esperándolos con los brazos cruzados sobre su vientre y una débil sonrisa en sus labios; su rostro llevaba una expresión cansada que preocupó mucho a sus amigos. Era extraño para ellos no verla radiante y con mejores atuendos. En esa oportunidad llevaba puesto ropa grande y holgada porque le pertenecía a Darien y en comparación con las prendas, el cuerpo de Anna era pequeño. Este descuido a su imagen se debía a qué desde que se empecinó en quedarse ahí, ni siquiera había ido al departamento a buscar ropa para cambiarse, pero según ella, no era tan malo, la ropa de Darien estaba impregnada a ese olor tan peculiar que él llevaba; una mezcla entre leña, tierra de hoja y pino silvestre. El bosque completo estaba plasmado en el hechicero y su esencia quedó impregnado en esa casa, en la fibra de cada tela y en los rincones de cada habitación de aquel lugar; a Anna le gustaba mucho ese olor y es por eso que en cierta forma no le apetecía usar su propia ropa, porque pensaba que sí usaba las prendas que le pertenecían a su novio, él estaría más cerca a pesar de no verlo.
Pantalón de algodón que le quedaba a la cadera y largo en los pies, una camisa a cuadrillé azul cuyas manga las tenia remangada porque éstas le quedaban hasta la punta de los dedos era lo que componía su atuendo desgarbado y poco femenino. Joe estaba molesto y culpaba a Darien por el estado en que Anna se encontraba
— Hola, chicos — saludó ella
— Hola, amiga — dijo Peyton abrazándola cariñosamente
— Te trajimos lo que pediste — dijo Joe algo serio mientras se dirigía a la maleta de su auto, enseguida sacó una caja muy grande llena de libros y Peyton le ayudó tomando una maleta de ropa
— Gracias— dijo sonriendo Anna — pasen, están en su casa. Anna entró a la casa y ambos chicos la siguieron
— ¡Wow! — dijo admirada Peyton mirando a su alrededor
— Lo se — respondió Anna ante la reacción de su amiga — ¿no es hermosa?
— Es fantástica
— ¿Donde pongo esto? — intervino Joe bastante molesto, no le causaba ninguna gracia estar poniendo un pie en la casa de su eterno rival.
*/*/*
El bosque era oscuro, aun más de noche, pero eso no era impedimento para que la juventud arriesgara la vida por un poco de diversión.
Alexiz era una chica inteligente con sentido común y sensible mientras que su novio Paul era un tipo arrogante, musculoso capitán del equipo de rugby de su universidad ( que por cierto no era la misma que la de Alexiz) su ego era tan grande como su musculoso cuerpo por lo que cualquiera que lo conociera por primera vez creería que su cerebro era del tamaño de una nuez.
Él en realidad no estaba enamorado de Alexiz, sólo salía con ella por haber perdido una apuesta, claro está que la chica lo sospechaba, pero se hacia la tonta porque le gustaba pensar que Paul la amaba en realidad, tanto como ella a él. Sin embargo sabía que no podía engañarse así misma por mucho tiempo, tarde o temprano debía acabar esa insana relación.
Ambos chicos se alejaron de su grupo de campista para ir a un claro muy cerca del rio. Se besaban desesperadamente y con algo de deseo mientras que, prácticamente se arrancaban la ropa a causa del aumento de adrenalina y la cantidad de ron que bebieron o más bien a causa de la cantidad de alcohol que Paul bebió pues Alexiz nunca bebía al punto de emborracharse, ella no era de pasar una fiesta inconsciente y hablando incoherencias o haciendo el ridículo, aquel comportamiento no iba con su personalidad. En cambio él era más de los que pensaba que si se acababa el alcohol se acababa la fiesta. Y ahí estaban a punto de tener relaciones, el ávido por que todo pasase rápido, ella no muy convencida de lo que estaban a punto de hacer, lo besaba un tanto esquiva pero entonces Paul perdió la paciencia y se abalanzó contra la chica que en aquel momento sólo tenía los primeros tres botones de su blusa desabotonada mostrando su tierno corpiño y su falda un poco enredada en sus pantys medias. Él la forzaba a arrimarse contra un árbol mientras la tomaba por su muslo y le alzaba la pierna a la altura de su cadera haciendo que ella sólo se sintiese mas incomoda.
— ¡No, Paul, espera ve más despacio, ve más despacio por favor! — le pedía ella entre besos desesperados que ella no estaba dispuesta a responder
— Vamos, no seas exagerada — respondió él apegando su pelvis a la de ella. Alexiz podía sentir aquel bulto rozándole la entrepiernas por sobre la ropa interior
— ¡Ay, eso dolió, bruto! — espetó ella empujándolo para alejarse de él al sentir el mordisco que Paul le propinó en el cuello dejando sus dientes marcados sobre la piel de la chica. Entonces alejándose de su novio bastante molesta decidió volver al campamento
— ¡Basta de quejas, nena ven aquí! — dijo él tomándola del brazo y obligándola bruscamente a volver al árbol donde la tenia arrimada.
— ¡Déjame en paz! — Exclamó ella forcejeando porque Paul comenzaba a arrancarle las pantys y la ropa interior por debajo de la falda — ¡no quiero, déjame! — gritó ella mientras Paul la sostenía por el cuello con una mano y con la otra buscaba a tientas el cierre de su pantalón. Estaba a punto de cometer su plan cuando finalmente logró liberar su miembro penetrando así a Alexiz con fuerza y brusquedad, ella en aquel momento se sentía violentada y no iba a permitirlo, liberando sus brazo ella le dio un puñetazo a Paul, pero eso sólo lo hizo enfadar
— ¡Maldita perra, eres mía! — le gritó tomándola por las muñecas para inmovilizarla, ella creyendo que ese sería el fin se sintió indefensa y lo único que deseaba era que algo pasase para que Paul se detuviese, sin embargo lo que no sospechaba ninguno de los dos es , que aquella noche si pasaría algo, algo que terminaría mal para ambos.
Una ráfaga de viento recorrió por los arboles que rodeaban el claro, de pronto Paul sintió que alguien lo tomaba por la espalda agarrándolo de la chaqueta, un fuerte jalón lo lanzó al suelo cayendo boca arriba sobre el pasto, levantó un poco la cabeza para ver quién era y no supo reconocerlo
— ¡Pero qué mierda...! — de pronto, se sintió mareado y poco estable por lo que creyó que no era prudente levantarse completamente en ese momento.
— Pro...profesor, ¿L...Leto, es usted? — Preguntó Alexiz— el hombre volteó hacia ella y la miró con extrañeza y curiosidad, era la primera vez que N° 30 veía a alguien del sexo femenino y cazarla a ella sería una nueva experiencia, aunque para él todo era nuevo en realidad.
— ¿ Quién eres? — preguntó él
— So...soy yo, profesor... Alexiz Moor — dijo muy nerviosa y confundida la chica tratando de verlo para intentar reconocerlo realmente, puesto que la silueta del recién llegado estaba en claro oscuro y sólo se podía distinguir la mitad de su cuerpo. Él caminó hacia Alexiz y ella sonrió débilmente.
— Oh, sí... es usted — dijo aliviada mientras le tomaba la mano al hombre que creía que era su profesor — gracias, me ha salvado de ese pesado.
Al sentir el cálido contacto de esa muchacha, supo, que ella no merecía la muerte, pero tampoco podía liberarla del todo, pues pese a su calidez, N° 30 necesitaba de su alma para sobrevivir y cumplir con su propósito de existir en ese mundo.
Entre tanto, Paul un poco más estable y menos ebrio, se ponía de pie y con determinación se fue contra N° 30 llevando un pedazo de troco en sus manos para darle en la cabeza sin embargo, los reflejos de N° 30 eran súper desarrollados y con un movimiento rápido volteó hacia el joven atleta a quien volvió a derribar con un puñetazo fuerte en el pecho, sólo que esta vez no le dio la oportunidad de recuperarse, lo sostuvo con fuerza del cuello casi asfixiándolo para retenerle la cabeza en el pasto húmedo del claro. Rápidamente puso su rodilla sobre el pecho de Paul inmovilizándolo completamente, fue en ese momento que pudo inclinarse sobre él y con fiereza comenzó a morder su cuello en la parte de la yugular, salpicando gran cantidad de sangre. Ese era el mayor placer del avatar del ahora difunto Darien, le encantaba saborear la sangre y sentir como ésta salpicaba en su rostro y su cuerpo, le gustaba sentir la viscosa y fría textura de la carne en sus labios, las gotas deslizarse por su mentón y oír gritar a su victimas mientras se la devoraba, aunque extrañamente, e ignoraba la razón él también podía sentir en su cuerpo el sufrimiento de Paul. Era algo que le asustaba, pero al mismo tiempo le gustaba, y la excitación y adrenalina era mayor.
Los gritos de terror de Alexiz se mezclaban con los gritos de dolor de Paul y una vez que N° 30 decidió que ya estaba satisfecho, se puso de pie lentamente cerrando los ojos con suavidad e inclinando la cabeza hacia atrás para expresar su satisfacción. Enseguida se dirigió a la muchacha y la miró de manera emigrante. Esta le devolvió una mirada suplicante y él sonrió abiertamente al verla temblar.
— Considérate afortunada, por ahora...Alexiz Moor — dijo N° 30 sonriendo de lado — ella estaba totalmente paralizada del miedo y lo que mas quería era poder correr y pedir ayuda — lástima que no puedo decir lo mismo sobre él — añadió al voltear hacia el cuerpo desollado de Paul. Se acercó una vez más a la chica y lentamente acarició su mejilla manchándola de la sangre de su novio; mientras la miraba a los ojos, el terror que ella sentía era casi palpable y N°30 deseaba realmente no tener esa molesta sensación que frecuentemente ignoraba ¿ por qué rayos él también podía sentir lo que sus victimas sentían? ¿Era parte de ser un avatar?
Posó sus labios sobre los de ella como si fuese a besarla, pero en realidad, de esa forma comenzó alimentarse de su alma pura y sana, el dolor que ella sentía en todo su cuerpo era insoportable, pero N°30 sabia como tranquilizarla al punto de sentirse anestesiada... al punto de sentirse él mismo anestesiado así tampoco santería dolor . El alma de Alexiz era hermosa, ella jamás quiso dañar a alguien apropósito y si lo hizo alguna vez supo disculparse y también perdonar, ella no era egoísta como el idiota de su novio, siempre fue generosa y alegre, era del tipo de persona que ahora están escasas en el planeta. N° 30 estaba encantado y deseaba consumir toda su alma, pero sabía que eso la mataría y su creador le pidió explícitamente que dejase vivos a los que poseían almas puras como lo de esa chica y llevársela a su creador, él debía obedecer. Se separó de Alexiz y la sostuvo en sus brazos, ella aún seguía viva, pero débil sin fuerzas apenas abrió sus ojos y lo miró suplicando piedad.
— Mátame — masculló ella en un hilo de voz
— No puedo — contestó él. Enseguida la cargó en sus brazos y la llevó al laboratorio como su creador se lo había ordenado la noche anterior.
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