Capitulo 38 - Primogénito

Sus ojos estaban a punto de salir de sus orbitas, su mente estaba bloqueada y la única parte de su cuerpo que podía mover ligeramente era su cabeza que giraba de un lado a otro intentando reconocer donde estaba parado. Para Joe era difícil comprender como había llegado hasta ese lugar, ni si quiera estaba seguro en donde se encontraba en realidad, hasta que a lo lejos pudo distinguir un gran grupo de enfermeras y doctores caminando por un pasillo de paredes tan blancas como el uniforme de aquellas señoritas que caminaban de allí para allá, entrando y saliendo por distintas puertas enumeradas. Por un momento se preguntó si se había desmayado y lo llevaron al hospital mientras estaba inconsciente o quizás se trataba de un sueño, porque de haberse desmayado, de seguro hubiese despertado acostado en una camilla dentro de una habitación y no estaría parado en medio de lo que parecía que fuese una sala de espera. Así que, sacando sus propias conclusiones, terminó convenciéndose de que aquello era imposible. En especial porque todo lo que veía era muy vivido.

Lo último que recordó antes de llegar hasta ahí, era haber estado discutiendo con Darien, pero éste hizo un extraño acto de escapismo que Joe no podía entender. En ese momento él deseó estar con Anna y de paso poder darle su merecido de una vez por toda a Darien

— ¿que está sucediendo? — preguntó Tomo con notoria curiosidad

— No estoy muy segura — respondió Vicky con extrañeza.

Por su parte, Elizabeth, quien estaba sentada junto a la joven pareja de matrimonio; se puso de pie lentamente mientras se llevaba una mano a su pecho

— Dios... es Chris — susurró con la voz temblorosa. Ella no dejaba de mirar a Joe por ningún instante y su corazón latía con muchísima fuerza, algo en su interior le decía que no se equivocaba, aquel joven desconocido y mirada desorientada era su hijo, su Chris, aquel que dio por perdido y muerto desde hace mucho tiempo.

Caminó hasta donde se encontraba Darien y Joe y se abrió paso entre un grupo de distraídos doctores que se cruzaba en su camino éstos, no miraban por donde caminaban, pues estaban ocupados revisando algunas fichas medicas y hablando entre ellos sin fijarse lo que sucedía a su alrededor mientras Elizabeth intentaba ir al encuentro del recién llegado.

Temiendo que pudiese estar equivocada y evitarle la decepción Douglas Molly quisieron detenerla

— Mamá, espera — la llamó tratando en vano de seguir sus pasos.

— Elizabeth, no vayas — dijo su esposo ya casi alcanzándola sin embargo , ella no parecía que estuviese escuchando a su hija o a su esposo, simplemente, se limitaba a caminar a pasos rápidos y cortos como si fuese atraída por un poder magnético que le hiciese perder todo sentido de la realidad. Douglas pudo oírla susurrar repitiendo sin parar " es mi Chris" sin siquiera voltear hacia atrás, sus ojos estaban fijos en el desconcertado y confundido Joe

— Chris — dijo la hechicera acercándose a ellos

— ¿Qué? — dijeron al unisonó Darien y Joe en un tono de sorpresa. Elizabeth alzó su mano con lentitud y la posó en la mejilla de Joe

— Eres tú, Christopher — insistió la hechicera, Joe asustado apartó su rostro de manera brusca, dejando la mano de Elizabeth suspendida en el aire

— No... No sé de quién me habla, señora — dijo él retrocediendo un paso.

— Elizabeth no creo que sea el momento ni el lu... — intentó persuadir Douglas jalando da del brazo delicadamente, pero la mujer no dejó que terminara la frase y se zafó del agarre de su esposo y se acercó un poco más a Joe

— Es mi Chris — insistió ella — lo siento aquí — se llevó una mano a su pecho y luego intenta nuevamente posar su mano en la mejilla de Joe, éste al sentir el frio tacto de la mano de aquella mujer, dio otro paso atrás

— Está confundida, señora — dijo él

— No, no lo estoy eres tú...— dijo  ella  entre lagrimas 

— ¿Cómo llegaste hasta aquí, Joe? — preguntó Darien interrumpiendo a su madre mientras se paraba frente a frente a Joe, llegando incluso a apartar a Elizabeth de su lugar con su codo de manera un tanto brusca mientras se cruzaba de brazos. Para él era algo imposible de creer que su némesis de pronto tuviese poderes mágicos como todo hechicero, y que encima de todo pudiese ser su hermano perdido. Pese a que su madre se empeñaba y se veía esperanzada en la posibilidad de que él pudiera ser el niño perdido que Lee les arrebató, Darien prefirió no alimentar aquellas esperanzas.

Tenía que averiguar que estaba sucediendo realmente, sobre todo porque los tiempos no estaban para confiar en cualquier persona y mucho menos en Joe, su eterno rival quien nunca fue santo de su devoción y mucho menos de fia. Se negaba a creer que él pudiese ser su hermano perdido, no podía ni quería aceptarlo, sin embargo debía comprobar quien era exactamente aquel mortal que ahora, de pronto era un hechicero o eso parecía ser.

— Yo... no lo sé — respondió Joe aun mas confundido

— ¿ Eres hechicero? — preguntó Darien como si fuese un policía interrogando a un criminal

— ¿ Qué...? ¡No, eso no existe! ¿De qué estás hablando? — tartamudeó intentando en vano entender que estaba pasando en ese lugar; cada palabra que escuchaba de Darien o de Elizabeth era para él un hilo mas de aquella tela de arañas tejida por confusiones y dudas que se formaban dentro de su cabeza, llegando incluso a sentir una fuerte jaqueca.

— No te creo, eres un hechicero y lo quisiste ocultar todo este tiempo — le recriminó Darien sintiendo más rabia aún, se preguntaba porque no quería admitirlo si eso era tan evidente. Todos vieron como apareció de la nada, y aunque Darien no lo vio, aquello fue obvio ya que en cuestión de segundos Joe apareció ahí de pronto desde su departamento, el cual se encontraba bastante lejos.

— ¿Que? ¡Estás loco! — contestó Joe dando un paso mas atrás para alejarse de ahí. No obstante cuando dio media vuelta Darien se le adelantó rápidamente y se interpuso en su camino

— ¿Trabajas para Lee? — continuó Darien; Joe no respondió simplemente miró a Darien aún mas confundido y colericé, enseguida le dio un fuerte empujón para hacerlo a un lado, pero Darien volvió a interponerse en su camino

— ¡Contesta! ¿¡ Lee te envió!? — esta vez agarrándolo del cuello de la camiseta

— ¡No lo conozco! ¡Ni siquiera sé de qué estás hablando! — gritó Joe entre molesto y confundido intentando liberarse del agarre del hechicero tomando su brazo con ambas manos

— ¡Eres hechicero y lo estas ocultando! — acusó Darien una vez más — ¡confiesa ya! — vociferó sin soltarlo

— ¡Darien, basta! — Intervino Elizabeth — ¡estamos en un hospital por el amor de dios! — Darien soltó a Joe de inmediato, respiró un poco para recuperar el aliento y poco a poco logró calmarse, se cubrió el rostro con una mano mientras caminaba de un lado a otro , se refregó los ojos, piñizcó ligeramente el puente de su respingada nariz y volvió a dirigirse a Joe quien lo observaba con ira en sus ojos mientras se arreglaba la camiseta y respiraba agitadamente

— Bien... — continuó — sí no eres un hechicero, y no sabes de qué rayos hablo dime ¿Cómo crees que desaparecí de tu casa?

— No lo sé — contestó cortante Joe —eres un raro

— ¿Cómo apareciste hasta aquí? — continuó el hechicero ignorando el último comentario de su rival

— NO-LO - SE — contestó Joe enfatizando cada palabra de esa respuesta

— No te creo

— Ese es tu problema

— ¡Responde! — gritó Darien abalanzándose hacia él. Pero los demás lo detuvieron para evitar que Joe fuese golpeado, sin embargo, éste lejos de retroceder; se puso en posición de defensa.

« Deja el escándalo, Darien y mejor usa la persuasión » — le aconsejó Jared

Con la rabia, Darien se soltó bruscamente del agarre de quienes intentaron detenerlo, y admitiendo que el Avatar tenía razón, tuvo que respirar profundo, contar hasta diez mentalmente y mantener la calma. Enseguida se acercó a Joe caminando con pasos tan firmes como un elefante corriendo, que una vez más Joe tuvo que retroceder, pero el hechicero lo detuvo sujetándolo de ambos lados de su cabeza firmemente obligarlo así a mirarlo a los ojos para que su poder de persuasión surja efecto.

— Dime como apareciste aquí — dijo en un tono persuasivo e imperativo

— Yo... simplemente estaba pensando en lo mucho que deseaba seguirte, encontrarte y partirte tu cara de niño bonito — respondió Joe con ira pero obediente ante la persuasión mental de Darien

— ¿Trabajas para Lee?

— No conozco a ningún Lee

— ¿Te envió Mia o Jullie?

— No

« Es obvio que no tiene idea de todo esto, mejor pídele a Molly que vea su pasado »

— Molly — llamó Darien en un tono más calmado, pero sin quitar esa seriedad en su voz. Ella se acercó a él en silencio, casi con miedo y timidez — haz lo tuyo — ella obedeciendo tomó la mano de Joe, pero él intentó quitarla

— Tranquilo, no haré nada malo — dijo Molly trasmitiéndole tranquilidad. El profesor de batería, no ofreció resistencia esta vez, de pronto sintió que podía confiar en ella, pero eso era sólo porque Darien comenzó a usar su poder de empatía, trasmitiéndole tranquilidad y confianza a Joe.

Mientras Molly sujetaba la mano de Joe, sus ojos se clavaron en los de Darien para trasmitirle todo lo que vería atreves del confundido profeso.

Fue así, que pudieron ver el pasado. Dos pequeños niños de tres y dos años, deambulando por el bosque mientras sus padres estaban tres pasos más atrás de ellos; los pequeño corría entre los árboles, lo más rápido que sus cortas piernas les daban al tiempo que reían inundando con su alegría todo el lugar. Las aves pequeñas cantaban a su alrededor y sus padres gritaban sus nombre a modo de juego en forma cantarina. De pronto, un hombre misterioso toma en brazos al mayor de los niños y muy pronto éste se puso a llorar llamando a papá y mamá, estos desesperados intentaron ir por él, buscarlo; pero el niño mayor ya no estaba, sólo podían oír el llanto desesperado por todo el bosque y a su pequeño hermano gritando su nombre como si su querido hermano mayor hubiese muerto, pero el niño mayor ya no estaba, se lo había tragado la tierra.

La imagen cambió, ahora el niño era más grande (un pre- adolescente de unos once o doce años para ser exactos) y vivía en una hermosa mansión de Los Ángeles, California. Su padre productor de música, su madre una famosa actriz, ambos muy ocupados para pasar tiempo en familia.

El niño se encontraba en su gran habitación repleta de instrumentos y equipo de música, pero su instrumento más amado, era una imponente batería, la que no dejaba de tocar en ningún momento, mientras se encerrara ahí, lo que generalmente, era casi siempre al llegar de la escuela. Muchas veces incluso, cuando no estaba frente a los bombos y platillos , movía sus brazos en el aire al son de la música que escuchaba en sus audífonos, siguiendo el compas de aquel instrumente de percusión que tanto le gustaba, como también en ocasiones golpeaba la mesa con cucharas o lápices tratando de seguir el ritmo de alguna melodía que se le viniera a la cabeza en las mañanas mientras desayunaba... pero, pese a todas sus posiciones materiales y mimos constantes por parte de la servidumbre, en su mirada se reflejaba la triste soledad que lo acompañó , una característica propia de un niño con pocos amigos (amigos por conveniencia) y la falta de cariño de papá y mamá desde que tenía memoria, memoria que borró todo rastro de grandes hechos de un niño feliz que vivía en un bosque, para él, aquello sólo era un vago recuerdo o un sueño recurrente que no significaba nada.

Los años pasaron, el niño ahora es un hombre hecho y derecho. Terminó sus estudios de pedagogía en música, pronto heredará la productora de su padre y con sus veinticinco años de edad imparte clases de música en la prestigiosa academia de arte de Nueva York, Julliard.

Tiene un departamento en la calle Broadway que comparte con tres chicas muy guapas, pero sólo una de ellas llama su atención, una que estudia teatro en la misma escuela en el que aquel profesor imparte clases. Muchas veces se encuentra con ella en los pasillos, pero no le habla, por asuntos profesionales, también a veces se encuentra con uno de sus colegas, a quien desde el principio lo tachó como su rival, no sólo porque tiene a la chica que le gusta, sino que también siente que hay algo extraño en él y no le es de fiar.

— Esto es imposible — susurró Darien, una vez que cortaron esa conexión y volvieron a la realidad del presente

— Por primera vez estoy de acuerdo contigo — dijo Joe


— Chris... — dijo Elizabeth intentando acercarse a él

— No, señora, mi nombre es Joseph y me niego a creer todo esto... yo no soy uno de ustedes, no puedo ser uno de ustedes — dijo mirando a todos los presentes con repudio

— Créelo, soy tu madre, él... él es tu padre, Douglas — dijo señalando con la mano a su marido — y él... él es tu hermano menor, Darien — añadió acercándose a su hijo — y esta jovencita — señaló posando sus manos sobre los hombros de Molly — es tu hermanita, la adoptamos años después de que te fuiste pero siempre supo de ti.

— Siempre te vi como mi hermano mayor aunque nunca te haya conocido — añadió Molly dulcemente

— Sí, y te hemos buscado todos estos años — continuó Elizabeth

— No — susurró Joe negando con la cabeza — ¡usted no es mi madre, tampoco tengo hermanos! — al decir eso, miró a Darien con desprecio

— Somos tu familia — sollozó la pobre hechicera desdichada

— ¿Pues qué cree? Estoy bien, no necesito a otra familia, más que la que siempre he tenido y menos necesito a un grupo de fenómenos como ustedes

— Pero, Chris — insistió Elizabeth posando su mano en el brazo de Joe

— ¡No! — gritó alejándose de ella y al mismo tiempo una flama de fuego salió de su mano cuando ella lo tocó y de la nada también quebró los ventanales de aquella sala. El sistema de incendio se activo cayendo una especie de lluvia por toda aquella planta.

Doctores y enfermeras corrían de allí para allá tratando de salvar a madres y bebés mientras que Joe se escabullía entre aquel caos alejándose de ahí ignorando todo a su alrededor.

y así como Darien se negaba aceptar a Joe como parte de su familia, por su parte, Joe se negaba a creer y aceptar que era parte de una misteriosa familia de hechiceros, él nunca creyó en esas cosas y no lo haría ahora ni nunca aunque muchos hechos en su vida comprobaban que así era.



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