Capitulo 1.
Él abrió los ojos y poco a poco comenzó a acostumbrar su vista al turbio liquido amniótico. Estaba acostumbrado a sentir ese aroma a cloro tan particular, pero no estaba acostumbrado a mirar abajo del agua, pues desde que tiene memoria, Él sólo ha visto oscuridad, y más que oscuridad; sólo mantenía los ojos cerrados. Pero ahora que ya se sentía listo para ver por primera vez el mundo, decidió abrirlos y contemplar lo que lo rodeaba, sin embargo, no había nada más que agua envolviendo su cuerpo entero dentro de una capsula de cristal. No, Él no era un niño, tampoco se encontraba dentro de un vientre materno, pero estaba a punto de nacer. Su ombligo estaba unido a un gran cordón umbilical cuyo extremo contrario no se podía ver a simple vista.En un comienzo, a Él le agradaba la tibieza de aquel refugio acuático. Le gustaba abrazarse a sí mismo y dormir horas, nunca pensó que en algún momento dado, debía salir de ese lugar para sobre vivir; de pronto, sentía total dependencia de sus pulmones, pero éstos no les daba el oxigeno que necesitaba estando debajo del agua, y para su sorpresa, se dio cuenta que ya no podía respirar más, llevándolo a tal desesperación; que comenzó agitar sus cuatro extremidades en busca de una salida. De pronto comprendió que ya era tiempo de abandonar su matiz de cristal, era tiempo de nacer y salir por primera vez a la vida para cumplir con su destino.Con una fuerza casi inhumana, rompió la fuente en un sólo golpe de puño. El científico, ávido y excitado, observaba desde su lugar como el cristal comenzaba a romperse desde arriba abajo formando pequeñas rajaduras blancas que semejaban las patas de una arañas, o las pequeñas ramas de un árbol seco.Emocionado, el hombre de bata blanca podía oír el ruido que provocaba el cristal al crujir , primero con un suave y débil sonido que paulatinamente aumentaba hasta estallar estrepitosamente. La presión del liquido amniótico en grandes cantidades , hizo explotar la matriz desintegrando cada partícula de cristal. El verdoso contenido de esa gran matriz se desparramó por el suelo dejando caer también el tembloroso cuerpo de Él, quien luchaba intentando respirar el oxigeno que la matriz ya no le podía proporcionar. El científico rápidamente se inclinó sobre Él para comprobar que sus signos vitales estuviesen funcionando bien; ignorando el hecho de que estaba de rodillas en un suelo inundado de liquido amniótico y empapado de pies a cabeza, mientras que su creación era un ser entumecido y desnudo temblando entre sus brazos. Él sintió de pronto como su garganta fue atravesada por una larga y fina manguera que pasó por sus vías respiratorias succionándole los pulmones, y aunque fue algo doloroso e incomodo; se dio cuenta que eso fue lo que finalmente le permitió respirar con normalidad.Finalmente, el científico lo ayudó a ponerse de pie y lo guió hasta una camilla en la que hizo que El se subiera, el joven hombre obediente se subió en un solo brinco cual maquina que funciona en forma automática.— Dime ¿Cómo te sientes? — preguntó el científico en un tono imperativo— No lo sé — contestó Él desorientado— ¿Quién eres?— No lo se— Yo si se quién eres — dijo el científico revisándole las pupilas dilatadas a su nueva creación — tú eres Nº 30.— Nº 30 — repitió Él, quien a partir de ese momento ya tenía una identificación aunque sólo fuese un numero.Treinta porque era la última creación del científico que sería identificado con un número, treinta era también la cantidad de experimentos similares que el científico había hecho con ayuda de la hechicería y la ciencia. No todos fueron exitosos, algunos ni siquiera lograron nacer, otros sucumbieron a los primeros meses de nacimientos por distintas razones, rivalidad entre ellos matándose unos a otros. o simplemente no lograban adaptarse y sobrevivir en este medio ambiente. Por lo que el hechicero científico tuvo que reforzar sus poderes y sus conocimientos sobre la ciencia misma para poder crear a mas experimentos a los que él llamaba: Avatares. Sus propósitos era justamente esa, plagar al planeta de avatares extinguiendo a la raza humana y evitar así que la tierra sucumbiera en las garras de estas bestias de mente superiores y retorcidas llamados: seres humanos. Sí lo piensas de este modo, sus intenciones son nobles, pero de un modo algo equivocado. Él, el hechicero; no discriminaba entre el bien y el mal, para este hechicero científico, todo ser humano era una amenaza que había que exterminar desde su nacimiento y remplazar a la humanidad completa por los Avatares. — Estás aquí por una razón — continuó el científico— ¿Y cuál sería esa razón? — quiso saber Nº 30 con la mirada fija en un punto en blanco. El hechicero científico sonrió de lado complacido por aquella pregunta.— Una buena parte de tu alimentación es la energía vital humana — comenzó a explicar el hechicero — sin ella no podrás sobrevivir, deberás consumir tanta energía humana como puedas y traer sus cuerpos aquí.— ¿Por qué debo traer sus cuerpos, señor? — preguntó Nº 30; el hechicero lo miró extrañado, él siempre daba esas instrucciones a cada una de sus creaciones, pero ninguna cuestionaba sus ordenes como lo hizo su última creación— Tú sólo hazlo, y cuidado con consumir toda su energía, eso los mataría y yo necesito los cuerpos de tus presas aún con vida— Como ordenes. — respondió Nº 30 — tengo hambre ahora —añadió lacónicamente con una voz mecánica como si estuviese ido — Ah... sí, sí tranquilo mi querido amigo — dijo el hechicero científico con una enigmática sonrisa en su rostro. A continuación, cruzó la habitación y se dirigió al sótano donde lo esperaba un asustado joven hombre amordazado y atado de pies y mano sobre una camilla. Representaba unos treinta o veinticinco años de edad. Éste hombre estaba semi desnudo, y de su ombligo se extendía un largo cordón, cuyo extremo ignoraba pues aquel cordón grueso de un tono lila grisáceo, era tan largo que no parecía tener fin.El hechicero científico lo miró sonriéndole con sarcasmo, y enseguida lo tomó bruscamente por los hombros para obligarlo a levantarse — Llegó la hora de hacer tu última parte del trabajo mi querido ayudante — dijo él, mientras tomaba al joven hombre por las piernas y lo cargaba sobre sus hombros.Subir las escaleras del sótano, de vuelta al laboratorio con un cuerpo sobre su espalda no era problema para este loco hechicero científico dado que pese a su edad, él tenía un estado físico casi inhumano.Dejó al joven hombre a los pies de Nº 30 y éste lo miró de manera inmutable , sin embargo su instinto le decía lo que debía hacer con el que sería su primera víctima. Por un instante presa y depredador se miraron a los ojos y el joven ayudante horrorizado deformó su rostro mostrando la angustia y sorpresa— ¿Por qué él se parece a mí? — preguntó el joven ayudante. Y efectivamente, ambos eran exactamente iguales, o más bien, Nº 30 era idéntico al ayudante, su clon para ser exacto, los dos tenían grandes y profundos ojos azules, labios un poco inflado y una nariz perfectamente respingada y algo pequeña; delgado y con una musculatura muy marcada, su cabellera era una larga melena castaña que les llegaba hasta los hombros, la única diferencia era que el ayudante llevaba una barba de varios días y Nº 30 tenía el rostro totalmente lampiño, pero sus facciones eran las mismas.— Interesante pregunta, querido amigo, veras él es un Avatar... tú Avatar.— ¿Hizo un avatar de mi? — dijo el ayudante sorprendido, él sabía perfectamente lo que eso significaba, pues ha sido el asistente del hechicero científico por muchos años; de pronto se miro la panza y vio aquel cordón umbilical y se dio cuenta que el otro extremo estaba unido a Nº 30— Hizo un avatar de mi... me traicionó, ese no era el trato— ¿Y según tú cual era el trato? — preguntó seriamente el hechicero— Sabe cuál era, me dejaría libre de ser su asistente después del último avatar— Sí, y este es el último, te dije que te liberarías de ser mi eterno asistente, pero no que vivirías otro día después de eso— El aquelarre se enterará de esto — dijo el ayudante en un tono de amenaza— No lo creo, amigo mío... el secreto muere contigo — dijo el hechicero con voz ronca y fría Mientras estos dos discutían, Nº 30, indiferente, esperaba casi con impaciencia el momento de alimentarse. El joven ayudante intentó huir, pero el hechicero lo tomó por los hombros y lo obligó nuevamente arrodillarse a los pies de su doble, quien no dio su brazo a torcer al ver las suplicas silenciosa del ayudante al percibir la angustia, al olfatear el miedo y palpar la resignación— ¿Moriré, no? — le preguntó el joven ayudante a Nº 30— Así parece — respondió él. Extrañamente no era sorpresa para Nº 30 darse cuenta que aquel pequeño dialogo fue en una silenciosa comunicación mental— ¿Cómo te llamas? — le preguntó Nº 30al ayudante— Soy Darien — dijo él cerrando los ojos— Bien, Darien, déjame decirte, que no lamento que las cosas sean de este modo, es mi naturaleza— Al menos intenta corregir mis errores— Lo haré — prometió Nº 30.— Y dile Anna que siempre la amaré— No sé quien es ella, pero te prometo que se lo diré sí la llego a ver. — Tras decir eso, con lentitud pero sintiendo ansias se arrodilló frente a Darien, éste con resignación esperó su muerte deseando que aquello apenas se sintiera o fuese una muerte rápida y sin dolor . sin embargo, no fue así; cuando Nº 30 puso sus manos en la cabeza de Darien presionando sus sienes, el joven ayudante sintió una fuerte punzada que atravesó su cerebro creyendo que le estallaría en mil pedazos. Su corazón comenzó a palpitar a mil latidos por segundos, su presión se elevó rápidamente y muy pronto sintió que se desvanecía. El dolor en su pecho era como sí un tanque le pasara encima; quería gritar, pero su voz fue apagada antes de poder expresar su tortuoso dolor con el destello de una luz blanca y cegadora que escapaba de sus ojos y atrabezaba su boca, mientras su cuerpo se sacudía como muñeco de trapo mal tratado y con poco relleno. Finalmente, Nº 30 lo soltó y el cuerpo de Darien cayó al suelo como chuapino usado. Sin embargo eso no fue suficiente; no estaba seguro porqué, pero de pronto tuvo la sensación de que necesitaba más para saciar su hambre, pues tomar la energía vital humana era para Nº 30 como tomar aire o beber agua, lo mantenía fuerte pero no lo saciaba del todo. Lentamente, mientras se relamía los labios con mucha ansiedad, Nº 30 se inclinó sobre el cuerpo inerte de su víctima; sorprendido el hechicero científico contemplaba con la boca abierta y los ojos desorbitado como su última creación desgarraba a mordiscos la garganta del joven ya muerto, sumergiéndose en la sangre que bebía y la carne que devoraba cual ave carroñera — Eres... un monstruo— dijo el hechicero científico casi sin timbre en su voz, Nº 30 alzó la vista mirando a su creador con una gran sonrisa roja de satisfacción, el hechicero pudo ver un cambio en su rostro, sus ojos ya no eran azules, eran negros completamente, sus globos oculares estaban inyectados en sangre y debajo de su ojo izquierdo se le podía ver una vena notoriamente hinchada.— No... — dijo su creación con suficiencia mientras negaba suavemente con la cabeza — sólo soy lo que tú creaste en mí. — No era mi intención crearte así, no sólo te alimentas de las almas puras, también los desollas — Este chico no tenia su alma pura, dentro de su ser había sufrimiento y dolor provocado por él mismo a otras personas— explicó Nº 30 — tú lo obligaste a eso, de hecho, su alma la consumí porque él ya no la quería... Le torturaba, yo jamás me alimentaría de un alma impura y sucia como la suya— ¡vaya! — Exclamó sorprendido el hechicero — cree a un justiciero, un verdugo— Más bien, un cazador — replicó Nº 30 nuevamente con esa sonrisa roja propia de la sangre que lo alimentaba.
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