Capítulo 16
No volví a hablar con Richard Vallaj, la última vez que hablamos fue hacía un par de horas. Sin embargo, nosotros dos seguimos diciendo lo mucho que nos extrañábamos (porque sí nos extrañábamos bastante; o eso era lo que él me decía). Incluso Richard me cantó una canción, una bella canción que hablaba sobre cómo era que se enamoró de mí desde que tenía dieciocho años (justamente fue a los dieciocho años que se enamoró de mí, según me contó él). Y fue tan hermoso cómo cantó (cómo me había cantado a mí). Richard era tan hermoso conmigo, yo le dediqué la canción de amor que describe una relación apasionada pero fugaz. Sí, me sentía enamorado de Richard Vallaj; ¡por fin lo aceptaba!, (y decir que me sentía enamorado era poca cosa comparado a lo que realmente sentía por él), pero algo andaba mal, recordé que Jessie Jones era mi amiga y yo estaba enamorado de su exnovio, no; era imposible. Tomé el teléfono y volví a llamar a Dylan, apenas pasado un día desde que lo llamé por teléfono para pedirle un consejo. Ahora le pediría otro consejo.
—Habla Dylan —dijo.
—¿Cómo se le llama a alguien que está con tu exnovio y que considerabas tu amigo un poco personal? —le solté la pregunta sin siquiera saludarlo primero.
—Chapulín —respondió sin dudarlo ni un poco y eso lo hizo mejor—. ¿Ryck ya por fin está con Logan?
—¡No, porque quien le gustaba a Ryck era yo, Dylan! —casi grité—. Perdón, pero no, Ryck no está con Logan…
—Ok, ¿entonces quién está con quién, Louis Gerald? —Dylan ya sabía la respuesta, de lo contrario no me habría hablado con voz burlona.
—Yo estoy con Richard Vallaj —fue ahí que sentí la humillación y las burlas por parte de Dylan.
—¡Felicidades, Louis! —no fue humillación, estuvo bastante bien y su voz era como de admiración y respeto hacia mí, era como si yo hubiera ganado un premio bastante importante—. Logan ni me caía tan bien, ¿sabes?
—Shut up! —lo callé—. Yo soy amigo se su exnovia —escuché una clara risa de parte de Dylan, se rio más fuerte, pude oír el sermón que vendría después de eso.
—Pues ya ni modo, ¿no? I mean, ya estás con él y no hay nada que puedas hacer.
—Sí pero no quiero ser «chapulín», como tú dices —era verdad, no quise convertirme nunca en un maldito «chapulín»—. Solo puedo pensar en lo mal que lo pasará Jessie cuando se entere.
—¿Por qué habría Jessie de pasarla mal, Louis? —tal vez Dylan no tenía ni idea de lo que pasaba—. Ya sabes lo que dicen «pasado pisado». Además de que es su exnovio; si ella terminó con él fue porque ya no se sentía cómoda estando con él.
—O sea, sí, Dylan, pero Jessie y yo somos amigos —estaba nervioso, hablé con tanta prisa que tuve que repetírselo un par de veces más a Dylan para que me pudiera entender.
—¿Tan nervioso estás, Gerald? —sí, yo estaba muy nervioso y cansado de repetirle a Dylan que me encontraba con los nervios de punta por eso—. Vale, cálmate primero, ¿Jessie ya lo sabe? ¿O sospechas que ya sabe algo? —¿acaso Dylan me estaba ignorando o por qué su pregunta?—. ¡No!, ¿se lo vas a decir? Dependerá mucho de ti.
—Pero…
—Recuerda el viejo refrán —Dylan me interrumpió; ay, no, tal vez sí había escuchado el refrán al que Dylan se refería—. «Ojos que no ven, corazón que no siente» —yo ya estaba enterado que Dylan iba a decirme ese refrán, lo escuché en México un par de veces en el pasado (y no solo en México, fue en varias partes de América y de Europa; como en España).
—No sé si pueda seguir haciéndole esto a Jessie —empecé a hablar—. Lo siento, pero ella es muy importante para mí y no me gustaría perder su amistad.
—«No sé si pueda seguir haciéndole esto a Jessie porque ella es muy importante para mí y no quiero perderla ni a ella ni a su amistad» —Dylan lo repitió en un tono de burla, aparentemente le divertía mucho mi situación—. ¿Qué crees, Louis Gerald? —yo iba a responderle, pero me ganó la palabra y decidió hablar antes que yo—. ¡Ya se lo hiciste y se lo sigues haciendo!
—Tal vez tengas razón, querido amigo Dylan —admití, aunque por otro lado comenzaba a cansarme de estar hablando con Dylan.
—¿«Tal vez»?, ¿dijiste que tal vez? —solo asentí con la cabeza—. Hmmm, me parece que no, mi estimado —Dylan aclaró que no era un «tal vez»—. Yo la tengo, my dear Louis Gerald. La tengo tanto y sé que estás a punto de llamar a Richard después de colgar mi llamada telefónica —¡diablos! Dylan tenía razón, yo sí estaba a punto de colgar la llamada y llamar a Richard, de nuevo.
—¿Cómo diablos lo sabes, Dylan? —le pregunté, aunque creo que fue algo muy obvio.
—Era muy fácil de adivinar, Louis —síp, era obvio que Dylan diría eso—. Eres tan predecible y tan obvio.
—Whoa! —exclamé en voz alta—. ¡Si supieras cuántas veces me han dicho, exactamente, lo mismo! Este año que está pasando. ¿En serio soy muy obvio?
—¿Sabes cómo les dicen en México a los chicos homosexuales que se les nota muchísimo que son homosexuales?
—No —le respondí—. Viví la mayor parte de mi vida en Estados Unidos, así que no sé qué quieres decir.
—Bueno, el ambiente homosexual en México es muy, ¿cómo te diré? —Dylan comenzó a titubear mientras hablaba y sentía que algo iba a ir mal—. ¡Más amigable! Well, sort of, tanto que entre la misma comunidad LGBT nos ofendemos y sabemos que es broma, en ocasiones, claro. Porque a veces no lo es…
—Dylan, creo que ya entendí —no lo pude interrumpir, porque siguió hablando.
—… y yo no me llevaba así con ellos, pero sabía que no lo podían decir en serio ya que así son —Dylan siguió hablando; a pesar de que yo ya estaba aburrido y bostezando—. El punto aquí es que ya olvidé que estaba a punto de decirte algo; no sé por qué saqué a colación lo de la comunidad LGBT en mi país de origen; México, te juro que lo olvidé.
—¿Lo olvidaste? ¿De verdad? —repetí en tono de pregunta.
—Sí, es una locura y lo sé —Dylan comenzó a reír—. Te iba a decir algo relacionado con la comunidad LGBT y de eso estoy seguro; sin embargo, no puedo recordar lo que era —puse mala cara cuando Dylan se olvidó de decirme lo que estaba a punto de decirme por contar una parte de su historia, me quedé callado mientras aún sostenía el teléfono en mi oreja, pero el coraje y la amargura se me pasaron al poco rato—. Lo siento si te molesta, Louis. Es solo que no lo recuerdo.
—Para nada —comencé a explicarle—. Si dices que olvidaste lo que ibas a decirme, pues te creo; pero si descubro que realmente sí sabes lo que estabas a punto de decirme… —no supe ni qué iba a decirle a Dylan—. Algo se me ocurrirá.
—Ok, ¿algo más en lo que pueda ayudarte, mi estimado amigo Louis Gerald? —supe que yo ya tenía harto a Dylan con todos los consejos que le pedía, así que le pedí una disculpa por todo lo que le había hecho pasar en esos días que solo le llamé para pedirle un consejo—. Bromeas, ¿cierto? No te preocupes por nada, eres mi amigo, te quiero mucho y no tienes nada de qué agradecerme, ¿sabes?
—¡Gracias, en serio! De verdad, muchísimas gracias por todo; te quiero, Dylan —le agradecí por todo.
—No es nada, Louis Gerald —Dylan me respondió al poco rato—. Ahora ve y llama a tu hombre, deja de perder el tiempo conmigo. Yo te dije que lo ibas a hacer, te iba a decir que eres una jota obvia, pero creo que te hubiera ofendido un poco.
—Eso haré, mil gracias, Dylan —antes de colgar el teléfono, tenía que decirle algo a Dylan—. Y, sobre lo otro, no pasa nada; pero prefiero que no me llames «jota obvia», ¿de acuerdo?
—No hay ningún problema, amigo —yo mismo comencé a creer que Dylan era mi mejor amigo y tal vez no era Ryck; él lo fue durante mi último año—. ¿Puedo colgar ya para que llames a Richard?
—Sí —me preparé para despedirme de Dylan como siempre lo hacía con el resto de las personas algunas veces—. Cuídate mucho, nos vemos, Dylan. Yo te quiero, te mando un beso; mwah! Byeeee.
—¿De verdad acabas de despedirte así de mí? —Dylan, de repente, cambió su tono a uno un poco más serio, sentí que había hecho algo malo—. Por favor, dime que no te gusta el origen de esa despedida.
—No me gusta —mentí un poco, no me consideraba fan, porque no era cien por ciento su fan—. Ni a Richard ni a mí nos gusta, pero creo que ambos vimos un video de ella, al final se despide de sus fans de esa manera —le conté a Dylan, no sabía que tuviera algo de malo que me gustara una creadora de contenido mexicana. Pero yo ignoraba mucho del tema sobre la vida de creadores latinos—. ¿Tendría algo de malo si me gustara?
—No —empezó a hablar Dylan y sentí cómo rodaba los ojos—. Son tus gustos y se respetan, pero ella es una persona horrible e insoportable —le pedí a Dylan que me comentara más acerca de ella, de repente me dio curiosidad—. Es una chica blanca, privilegiada, con aires de superioridad, delirios de grandeza, clasista y misógina.
—¿Por qué dices todo eso de ella?
—Dices que viste un video, that's ok, tal vez no lo notaste; pero ve los demás videos y te vas a dar cuenta de quién es Karina Murillo en realidad —después de decir esto, Dylan colgó el teléfono, maldición, o sea: como si ser fan de Karina Murillo, fuera algo malo. Tal vez lo era, pero yo no lo sabía; evidentemente, no sabía si era algo malo o no.
Tardé unos minutos en volver a llamar a Richard, incluso antes de poder llamarlo, recibí una llamada de Marie Wilson, dudé un poco; pero contesté de todos modos.
—¿Hola, Marie? —respondí el teléfono con un tono de sorpresa en mi voz.
—Sí, hola, Louis Gerald —saludó—. Sé que probablemente estés muy ocupado con tu carrera de cantante, me enteré que ibas a ser actor y todo eso; pero estábamos pensando Katherine, Candy y yo, hacer una reunión con los chicos de Apple White, ya sabes, ¿no? —Marie siguió hablando, explicándome qué tenía pensado hacer; tenían planeado hacerle una despedida bien hecha a Marcus Miller, porque no habían podido hacérsela—. Todos han confirmado hasta ahorita, solo faltas tú; por lo menos todos los de nuestra generación. Será en un par de semanas a partir de hoy, ¿contamos con tu presencia?
—¿En plena pandemia? —me puse a la defensiva—. ¿A qué costo? ¿Con qué propósito o con qué finalidad?
—Creo que ya te dije esto cuando recién empezamos a hablar o me pareció haberlo hecho —comenzó a hablar Marie con voz apagada—. Con la finalidad de darle un último adiós a Marcus Miller, ¿no era tu mejor amigo? —prosiguió con un tono más encendido.
—No —respondí, Marie carraspeó—. No «era», él aún lo es y lo seguirá siendo.
—There you go! —hizo una enorme exclamación—. Sirve que, de esa forma, recuerdas a Marcus y le das la despedida que tanto necesitamos darle y tanto merece que le demos. Estoy segura que no te vi en su funeral.
—Sí, sí fui al funeral —me defendí de su falsa acusación—. A quién no recuerdo ver es a ti, Wilson.
—Sí, eso no importa —me evadió el tema del funeral de Marcus—. ¿Vendrás a la despedida o no? Necesito que me digas algo para así, de esta forma, poder contemplarte en la lista de invitados.
—Sé lo que se siente, Marie —empecé a ceder—. Pero no sé si iré o no. Te mantendré al tanto —y le colgué el teléfono. ¿Ir o no ir? Ese era el dilema; esa era la cuestión, porque aunque Marcus siempre será mi mejor amigo, no siempre me trató tan bien como a los demás trataba. ¡Sí! Ahora sí tenía una excusa para llamar a Richard: le preguntaría si iría a la despedida de Marcus Miller.
Contestó el teléfono después de un rato.
—Hola, Louis —me saludó Richard con voz alegre—. Déjame adivinar, ¿me llamaste para ver si voy a ir a la despedida de Marcus Miller?
—Hola, Richard —lo saludé de vuelta, Richard me descubrió, me puse un poco nervioso por ello—. Pues…, no, para nada. Solo pasaba a saludar y…
—Ay, por favor, Louis —me interrumpió y a su vez comenzó a reír—. Sé que me llamaste por eso.
—Como diría Dylan, soy una jota obvia, ¿no crees? —dije lo que Dylan me había dicho, empezó a reír.
—No, no lo eres, luego te explico el verdadero significado de esa expresión.
—Entonces ¿Dylan me mintió?
—No sé… ¿Quién es Dylan?
—No importa —siempre pensé que presentar a Dylan con Richard (o viceversa) sería algo malo, o tal vez no era lo correcto; en todo momento quise mantenerlos reservados el uno del otro, por evidentes razones—. ¿Entonces irás?
—Sí, claro, me resulta interesante—me respondió después de unos segundos de espera; segundos de espera que parecieron años—; pero sería más interesante si fueras tú —me ruboricé un poco—. ¿Quieres ser mi cita ese día?
—¿Yo? ¿Quieres que sea tu cita? ¿En serio?
—No le veo nada de malo —sentí que Richard estaba sonriéndome con su hermosa sonrisa que esos dientes blancos como las perlas podían hacer realidad; Richard Vallaj estaba pidiéndome ser su cita; ojalá me hubiera invitado al baile de graduación de Apple White—. ¿Quieres ser mi cita en el reencuentro de los estudiantes de Apple White para darle una despedida a Marcus Miller?
—Sí —le respondí mientras sonreía como un loco enamorado por él—. Sí quiero ser tu cita, Richard, me encantaría y sería todo un honor para mí.
—Afortunado seré yo porque tú serás mi cita ese día —casi podía verlo a esos hermosos ojos azules y acariciar su dorado cabello con mis dedos—. Yo… yo creo… No sé si deba decirlo… Tal vez sea muy pronto, pero… es solo que… yo… Siento que te amo…—y colgó el teléfono, me quedé anonadado, y decepcionado, por lo que me había dicho solo para que enseguida colgara el teléfono.
—Y yo te amo mucho más, Richard Vallaj, y muchísimo —le dije a la nada y solté una lágrima silenciosa, le lloré a Richard porque me colgó el teléfono; no le lloré a Richard un mar de lágrimas, porque eso sería algo tonto, pero sí le lloré un par de lágrimas.
¿Cómo podía ser posible que me arrojara una bomba de ese tamaño y después simplemente colgara el teléfono? Decidí volver a llamar a Dylan, de nuevo con la excusa de un consejo. El teléfono sonó tres veces hasta que por fin respondió él mismo.
—¿Ahora qué pasa con Richard, Louis Gerald? —pude notar cansancio en la voz de Dylan (¿Dylan estaba durmiendo o ya estaba harto de que en cada oportunidad que tenía lo molestaba con un tonto consejo por mi desastrosa vida amorosa?), tal vez fue la segunda. Quise desechar esa idea de mi mente porque apenas unos minutos atrás él me dijo que yo era su amigo y que me quería.
—Nada, solo pasaba a saludar —le comenté a Dylan, tratando de fingir—. Ya veo que estás bien, entonces pues espero que te encuentres de lo mejor y sigas pasando un maravilloso día —escuché que Dylan estaba soltando un enorme bostezo seguido de una queja.
—No te quieras hacer la víctima conmigo, Louis —se puso a la defensiva—. ¿Qué necesitas? Nunca me llamas «solo para saludar», si me llamas es porque necesitas mi ayuda y ya te dije que está bien, que con gusto te ayudaré; pero si empiezas a actuar así, olvídate.
—Sí, lo sé. Pero ahorita que me respondiste el teléfono, te escuché molesto y cansado porque, hipotéticamente, te estaba pidiendo un consejo respecto a Richard.
—Lo siento mucho, Louis —sí escuché arrepentimiento en su voz—. Estaba tomando una siesta y de repente me llamas, ahora me dices que es «solo para saludar», perdóname; pero no soy ningún imbécil —se explicó al tiempo que bostezaba (otra vez)—. ¿Me hablaste solo para contarme algo de Richard sí o no?
—Tal vez —le respondí mientras ponía los ojos en blanco.
—Nada de «tal vez» —alzó mucho la voz, porque ahora él estaba gritándome—. ¿Sí o no?
—Sí —hablé con un tono despectivo y a regañadientes—. ¿Me vas a ayudar o seguirás regañándome?
—Te ayudaré —tam vez Dylan no quería pelear—. ¿Qué pasó?
Inmediatamente comencé a contarle a Dylan lo que pasaba; cómo me ruboricé en el momento en el que hablaba con Richard Vallaj, cuando me invitó a la despedida de Marcus Miller (también tuve que contarle que Marcus Miller había muerto), los bonitos halagos o palabras que él me dijo y que planeaban hacerle una despedida bien hecha porque nunca se encontró el cadáver de Marcus y no pudieron despedirse bien de él.
—Entonces ¿cómo carajos le van a hacer una despedida si aún no encuentran su cadáver? —Dylan tenía razón, aunque no era nada del otro mundo; solo sería un funeral simbólico.
—No tengo la más mínima idea —en ese momento no pensé muy bien lo que dije puesto que me quedé en shock—. Supongo que van a llevar cosas que les recuerden a él y haremos algo así como un altar hacia él; un funeral simbólico —ahí fue cuando se lo mencioné que sería como en una serie de la década de los 2000, después de la muerte del actor que interpretaba a uno de los personajes protagonistas—. Como en esa serie después de la muerte de ese actor.
—Ya veo, puedo entender bien lo que pasa, Louis Gerald —empezó a ser razonable conmigo—. Ahora, respóndeme una pregunta.
—Adelante.
—Aquí voy —se aclaró un poco la garganta para después volver a hablar—. ¿Tú quieres ir con Richard sin importar quién esté ahí?
—Sí —respondí, sin planearlo o meditarlo ni un solo segundo—. Sí quiero ir con Richard Vallaj como mi cita; sin importar nada ni mucho menos nadie.
—Está perfecto —sentí su sonrisa a través del teléfono—. Así me gusta que hables: seguro de ti mismo —después de decir esto, me felicitó—. Entonces no tendrás problema alguno con que Jessie Jones esté ahi, ¿verdad? —no pensaba en eso, porque no me importaba tanto; aunque yo le había dicho que sí me importaba lo que Jessie pudiera haber pensado sobre mí porque ella era mi amiga y me interesaba lo que dijera o hablara sobre mí—. Ahora no sé qué estés esperando para llamar a Richard y decirle que sí quieres ser su cita para la despedida de Marcus Miller.
—Te lo agradezco mucho, Dylan —olvidé dos pequeños detalles en contarle a Dylan: que Richard me confesó que me amaba y me colgó el teléfono apenas un segundo después de que lo dijera y también el hecho de que ya había aceptado ser la cita de Richard—. De hecho, sí hay algo más que tengo que decirte.
—Por favor, no me digas todo lo que me dijiste la última vez que hablamos haciendo referencias a Karina Murillo , ¿quieres? —Dylan había dicho esto con un tono muy irritado y molesto, como si de verdad odiara a Kurillo (su apodo).
—No lo haré —hablé entre dientes mientras ponía los ojos en blanco por eso; tan innecesario—. Gracias por dejarme en claro que no te gusta que lo haga.
—No es nada, Louis —¡qué muchacho tan soberbio era Dylan! Bastante parecido a Richard Vallaj.
—Antes tengo que decirte algo: Richard me dijo que me ama e inmediatamente colgó el teléfono y yo ya le había aceptado su cita a Richard, pero necesitaba estar pretty sure de que de verdad quiero ir con él —sentí la necesidad de volver a llorar, me resistí.
—Ay, Dios mío —volvió a resoplar—. ¡¡Tu novio es un verdadero imbécil!! —yo solo me reí fuerte por lo que Dylan había comentado acerca de que «Richard era mi novio (ojalá fuera así)»
—Primero que nada: no es mi novio y segundo: no digas que Richard es un imbécil, por favor, porque no lo conoces para nada —sí era verdad y sí, me molestó muchísimo que Dylan se refiriera así de él, cuando él no conocía a Richard Vallaj en realidad; hice muchísimo énfasis en que Dylan no conocía a Richard, Dylan aceptó no referirse a Richard como un «imbécil».
—Sí, ya todo estará bien, pero quiero que sepas que lo amo y quise decírselo; él no me dejó hacerlo —sonreí, recordando que Richard era un niño muy hermoso, tenía que despedirme de Dylan, ya era tarde para seguir hablando—. Adiós —me despedí de Dylan porque sentí que ya no necesitaba hablar con él.
—Adiós —dijo e inmediatamente colgó el teléfono.
Ese Dylan muchas veces podía ser tan soberbio, aburrido, criticón, orgulloso… Inmediatamente me callé porque me di cuenta de que estaba criticándole todo lo que hacía o decía. ¿Que no se supone que yo no criticaba a los demás porque no me hubiera gustado que alguien me juzgara a mí? ¿En qué clase de hipócrita prejuicioso y soberbio me había convertido?
Volví a llamar a Richard (Dios, últimamente solo llamaba a Richard y a Dylan, revisé mi historial de llamadas y, efectivamente, en las últimas 24 horas, solo había llamadas hacia Dylan y hacia Richard Vallaj). Cuando Richard me respondió el teléfono, me respondió de forma muy cariñosa. Dios mío, lo amaba, era tan hermoso conmigo; todo lo que hacía, me decía y cómo jugábamos bromas inofensivas entre nosotros dos…, lo nuestro sí era especial. Después de un rato de estar hablando, le confesé que sí; sí aceptaba ser su cita para ir a la despedida de Marcus Miller (otra vez, aunque en esa ocasión ya estaba más seguro de querer serlo).
Aunque fue en plena pandemia y aunque se suponía que no podíamos juntarnos más de diez personas en la misma habitación. Me pregunté a mí mismo dónde estaríamos despidiéndonos de Marcus Miller.
Pero una respuesta vino a mí sin avisar. Estaríamos en el gimnasio de Apple White. Se lo dije a Richard y pensó que era perfecto que estuviéramos ahí.
—Iré por ti a París y nos vamos juntos hasta Itaville —Richard empezó a planear todo lo que haríamos en un par de semanas que iríamos de vuelta a América para darle una despedida bien hecha a Marcus Miller.
—Me encanta la idea, mucho, mi chiquito bonito —quise tener a Richard Vallaj a mi lado, lo necesitaba casi como el respirar.
—Está perfecto, mi niño —¡joder, Dios mío! De verdad que sí me sentía enamorado de Richard Vallaj. Repito: E – NA – MO – RA – DO. Cuando me llamó así, pude sentir que mi corazón palpitaba a una velocidad de mil millones de latidos por hora.
—Te amo —le confesé a Richard, poco después de que él me había empezado a hablar de no-sé-qué-cosas, no le puse atención porque solo podía pensar en su dulce y hermosa voz—. Muchísimo y no, no voy a colgarte el maldito teléfono.
—¿Lo dices en serio?
—Sí, ¿por qué no lo diría en serio?
—No lo sé, ¿no te parece que es muy pronto para decir algo tan serio como la palabra con A?
—¡Un segundo! —exclamé, casi le grité porque me puse un poquito desesperado; él me puso así—. Tú me lo dijiste primero, después de eso me colgaste el teléfono y me dejaste llorando sin saber si acaso hice o dije algo mal; tal pareciera que no te importó y hasta te defendí con Dylan porque él mismo decía que tú eras un imbécil por haberme hecho llorar, Richard Vallaj —sentí las lágrimas inundar mis ojos nuevamente—. ¿Qué tienes que decir ante eso, Vallaj?
—No seas Drama Queen —empezó a hablar mientras sostenía una risa y yo solté un gruñido—. Sabes que estoy jugando, ¿cierto? —estuve a punto de decirle que no lo sabía; realmente no tenía ni idea de que Richard estaba bromeando conmigo acerca de eso—. Te jugué una broma, tal vez de mal gusto; pero inofensiva al final del día —aunque él me robó la palabra en ese momento.
—¿Qué estás tratando de decirme? —mi pregunta lo tomó por sorpresa, aparentemente, porque se quedó un rato entre shock, anonadado y mudo.
—Creí que habías unido las piezas por tu cuenta, pequeño.
—¡No! —esta vez sí grité—. No he unido ninguna maldita pieza en su maldito lugar. Explícame.
—Pues porque yo también te amo, muchísimo, Louis Gerald —le iba a preguntar por qué carajos colgó el teléfono después de confesármelo—. Te colgué porque sentí que dije algo mal: tal vez no era el momento ni el espacio, o lugar, para decírtelo; tú merecías que la primera vez que lo oyeras fuera que lo escucharas fuera de mi maldita boca y no por medio de un maldito teléfono móvil, porque estamos a un continente de distancia —pero él me robó la palabra antes de que yo mismo pudiera formular la pregunta.
—¿Lo dices en serio, Richard?
—Oui, sí, yes, my love —mis ojitos se iluminaron cuando Richard me dijo que sí en 3 idiomas: francés, español e inglés.
Con tan solo recordar lo que Richard me decía, me sentía la persona más feliz y afortunada del mundo. Y no me refería solo a que Richard era guapo, porque era hermoso, claro; hablaba de que Richard me hacía sentir bien, amado y especial con sus palabras que me decía en cada momento del día que estuviéramos juntos. Pude notar que me sentía enamorado, sobre todo porque sabía que él sentía lo mismo por mí; me quedaba claro. Ya me lo había dicho y demostrado muchísimas veces. Tantas que era imposible que las contara por mi propia cuenta. Pasados unos días, Logan volvió a llamarme por teléfono, tuve que admitir que su llamada me tomó por sorpresa; nunca esperé que me fuera a llamar. Se suponía que no estábamos juntos, al inicio no supe cómo reaccionar; dudé un poco (to be honest), aunque al final le respondí el teléfono y escuché casi todo lo que Logan tenía para decirme.
—Logan —lo interrumpí a la mitad de algo que me decía—, ¿por qué no mejor hablamos después de que todo esto pase o cuando estés un poco mejor? —intenté calmarlo un poco ya que Logan estaba llorando—. ¿No crees que podría ser lo mejor?
—¿Qué va a pasar? —apenas le escuché, habló en un tono bastante ininteligible, no pude entender bien lo que Logan estaba hablando, así que tuve que descifrar el mensaje que me estaba diciendo por teléfono—. ¿Qué va a pasar con nosotros? A eso me refiero.
—No lo sé, Logan —¿que no se suponía que Logan me había sido infiel (si hasta me lo dijo en mi maldita cara) y en ese momento me decía que quería estar conmigo? Comencé a creer que Logan tenía ciertos problemas psicológicos y tenía que tratarlos con un poco de urgencia si quería estar bien con alguien—. ¿Podrías decirme qué tienes? ¿No se supone que me fuiste infiel, Logan?
—¡Por el amor de Dios, Louis Gerald, no! ¡No lo hice! —me gritó, casi lo podía sentir frente a mí gritándome (no habría sido la primera vez que lo hacía conmigo), al parecer ya se le había pasado la tristeza y ahora pasaba a tener odio—. Ya te dije que no te fui infiel, ¿me vas a seguir reprochando esa pequeña mentira piadosa que dije o me vas a creer lo que pasó en verdad?
—No te creo —finalmente se lo dije, yo era un muy fiel creyente de que ese día, en ese momento, algo en Logan cambió y era gracias a mí—. No te creo, Logan, por más cierto que sea. ¿Así o quieres que te lo deletree? ¿Quieres que te diga algo más, Logan? —escuché que resopló y entre dientes dijo la frase “fuck!” «No es cierto, Louis, Gerald».
—Así está bien —respondió después de un rato de hablar entre dientes, se quedó callado un momento; ese momento de silencio me pareció eterno—. ¿Irás a la despedida de Marcus Miller, Louis? —me cambió de repente el tema, Logan era muy buen actor, ya que de verdad me hizo creer que estaba llorando y que estaba sufriendo por no estar conmigo. Honestamente sí le creí a Logan por todo el show que se estaba montando.
—Sí —le respondí al segundo de que me preguntara, aunque dentro de mí sentía algo; una especie de mala vibra (tal vez era mi sexto sentido el que me decía que no debía responderle que sí iba a ir a la despedida de Marcus)—. ¿Tú irás, Logan?
—Sí —ay, no; ¿Logan, Richard y yo juntos en la misma habitación? Esto era lo que mi sexto sentido me decía que no le respondiera que sí iba a la despedida de Marcus Miller—. ¿Con quién irás?
—Lezley —cierto, Logan estaba en Norteamérica junto con Lezley y yo estaba en Europa—. Creo que últimamente es más mi amiga que tuya, y eso que ustedes son mejores amigos —algo andaba mal en todo eso, porque Logan tenía razón; ya hacía tiempo que no hablaba con Lezley (nada de comunicación; llamadas, mensajes ni siquiera interactuaba o reaccionaba a mis fotos en Facebook o Instagram).
—Depende —respondí mientras apretaba los dientes— ¿Le has hablado de nosotros?
—No del todo —gracias, Logan, no lo jodiste como siempre—. Solo le he dicho que nos dimos un tiempo —ok, sí lo jodió, pude pensar en solamente una cosa y esa cosa era que jodió mi amistad con Lezley porque yo mismo sabía que si ella tuviera que elegir entre Logan y yo: elegiría a Logan.
—Gracias —puse los ojos en blanco e hice la voz más sarcástica que pude haber hecho—. Oye, me tengo que ir, nos vemos en dos semanas —y le colgué el teléfono a Logan Queen Davidson.
«¿Quién se cree que es ese idiota de Logan?», pensé inmediatamente después de colgarle el teléfono con un nudo atorado en la garganta. Hubo tantas cosas que quise decirle, pero que no pude hacerlo debido a que nunca hubo la oportunidad de hacerlo. Eso es lo peor que te puede pasar: quedarte callado cuando quieres decirle cosas hirientes a alguien que sabes que él también te está hiriendo; aunque también es una especie de autocontrol. Tomé la optativa de llamar a Lezley, esto para ver si estaba enojada conmigo; respondió el teléfono después de que este haya sonado casi al instante.
—¿Hola? —Lezley respondió el teléfono con un tono de fatiga—. ¿Qué pasa, Louis? ¿Todo bien?
—¡Hola! ¿Acabas de despertarte, amiga Lezley? —arrastré las palabras—. ¿O por qué te escuchas como si te recién despertaras?
—Tomé una siesta, sí —me explicó Lezley mientras soltaba un bostezo—. ¿Tiene algo de malo, Gerald? Quiero decir, es un poco tarde aquí en Norteamérica.
—Lo siento, estás de vacaciones, ¿no es así, Lezley? —me levanté de mi cama, ya estaba un poco cansado de estar acostado y decidí salir a caminar a la sala a caminar un poco.
—Sí, Gerald —volvió a bostezar—. Es un poco tarde, ¿podemos hablar después?
—¿Estás molesta conmigo, Lezley? —le pregunté sin avisar antes.
—¿Es una broma? —se molestó un poco, al parecer—. ¡Claro que no! ¿De qué estás hablando?
—No, no es una broma —respondí cabizbajo; aunque ella no podía verme, así estaba, con una voz melancólica—. Pero no me has hablado desde hace ya un rato y no sé a qué se deba.
—Dime, ¿tú a qué crees que se deba, Gerald? —¿entonces lo sabía?—. Hagamos un recuento y recapitulemos.
—No sé… —casi carraspeé.
—Piénsalo bien, Gerald.
—No hice nada —se me cortó la voz.
—¿Seguro? —Lezley ya lo sabía, ella ya sabía que Logan y yo «nos habíamos pedido un tiempo.».
—Bueno… —comencé a titubear—. ¡No!
—¿Qué dices? —Lezley estaba tan consternada como yo.
—Le dije a Logan que nos tomáramos un tiempo —Lezley no hizo ni una sola señal de asombro, obviamente ella ya sabía lo que había pasado entre Logan y yo—. ¿Lo sabías, señorita Lezley Anderson? —Lezley volvió a bostezar.
—Sí, lo sabía —maldito Logan—. Logan me lo contó —claro que Logan te contó todo, Lezley—, pero no dijo por qué y yo no quise preguntarle porque es un tema un poco sensible para mí y además no me importa tanto si él no me quiere contar.
—Oh —me sentí culpable por maldecir a Logan—. ¿Logan no te dijo nada acerca de la ruptura, entonces, Lezley? —Lezley lo negó todo, después le cambié el tema a que la extrañé en mi cumpleaños y me hizo muchísima falta ese día—. Ya sé que estamos en medio de una pandemia muy fuerte de covid-19, Lezley; pero de igual forma vinieron Dylan, David y Lindsay.
—¿Quiénes? —olvidé que solo Lezley conocía a David, pero no conocía ni a Dylan ni a Lindsay.
—Un par de amigos; a Dylan lo conocí en el restaurante donde fuimos a comer Logan, tú y yo antes de ir a la torre Eiffel a reunirnos contigo y con Ryck; fue el mesero que nos atendió toda la noche antes y después de que te fueras, Lezley Anderson —le expliqué quién se suponía que era Dylan—. Y Lindsay es como una ¿influencer? La conocí en un concierto e hicimos Match al instante.
—¿Debo ponerme celosa?
—¡Por supuesto que no, Lezley! —le recordé que ella era mi mejor amiga—. A pesar de que no me acompañaste en mi cumpleaños, y Lindsay sí, no tengo rencor y sigues siendo la mejor.
—Gracias, Gerald —sonreí y agradecí internamente que no estuviera enojada conmigo—. Tú también sigues siendo el mejor, pero cuéntame ya qué pasó entre Logan y tú porque tal vez no me interesó oírlo de parte de Logan, pero a ti sí te puedo preguntar.
—Hmm… —comencé a dudar—. En resumen: Logan no me felicitó por mi cumpleaños, me confesó que me fue infiel —Lezley exclamó una expresión de sorpresa—. Sí, lo sé, difícil de creer; pero te decía que me fue infiel y luego me dijo que no era cierto y que yo era lo mejor de su vida, blah, blah, blah; me dijo una sarta de estupideces y mentiras que claramente no le creí.
—Whoa! —Lezley sí estaba sorprendida, debido a que ella apostaba a que nosotros dos nos íbamos a casar algún día; ella era la que más fe tenía en nosotros—. Siento mucho lo de Logan, Louis.
—No importa —sí importaba—. ¿Sabes lo que significa Louchard? —le cambié el tema, listo para contarle lo que pasaba entre Richard y yo.
—Hmmm, déjame pensar —se detuvo a pensar y silenció la llamada—. ¡Lo tengo! Fue muy obvio, por Dios —después de un rato estando callada, por fin me respondió y sentí un vuelco en el corazón—. Es la relación entre Richard y Louis Gerald, ¿no es cierto?
—Maybe —respondí con los nervios de punta a Lezley—. ¿Tú qué opinas, Lezley?
—Lo que yo opine, o no: es irrelevante, mi estimado Louis Gerald —fuck! Necesitaba saber si ella ya tenía una mínima idea de lo que pasaba conmigo.
—¿Eso qué quiere decir con exactitud a mi pregunta, Lezley? —hice una pequeña pausa mientras formulaba la pregunta.
—Piénsalo y me lo haces saber, seguiré descansando, Gerald —comenzó a despedirse de mí—. Te quiero muchísimo, aunque no me cuentes qué pasa entre tú y ese tal Richard —Lezley no sabía que yo le hablaba de Richard Vallaj—. Te mando un beso, adiós.
—Adiós, Lezley, muchos de vuelta —y colgué el teléfono con la esperanza de que Lezley me llamara de nuevo; pero no lo hizo.
Entonces ¿Lezley sabía que yo ya estaba con Richard, pero no sabía que era Richard Vallaj? Guau, ¡qué tétrico! En ese punto de mi vida, no sabía si se verdad quería que todos supieran lo que pasaba entre Richard y yo. Entré en Instagram para ver el comentario #Louchard que puse en su foto que subió; solo para ver que él había escrito “#Louchard Forever!”. Simplemente lo hacía porque me gustaba recordar, leer lo que escribió y crecía dentro de mí un sentimiento muy hermoso.
Cuando busqué la foto, no la encontré, entonces me pude dar cuenta de que Richard había borrado la foto. ¿Debía llamar a Richard? ¿Tuve que preguntarle por qué había borrado la foto? Tal vez la respuesta era muy obvia y era que: él no quería levantar sospechas y lo mejor era tener un perfil bajo en sus redes sociales. Seguramente debía ser eso, pero sí me sentí mal porque Richard había borrado la foto de nosotros en WalMart y, sobre todo, donde yo le comenté “#Louchard” y él me respondió “#Louchard Forever!”.
Me sentí triste, porque yo pensaba que amaba muchísimo a Richard, pero ahora solo sentía que él solo «toleraba» mi amor.
Esperé a que fuera una hora considerablemente sensata para llamar a Lezley y contarle lo que pasaba entre Richard y yo o ¿tal vez Lindsay tendría una respuesta buena? ¿Lindsay o Lezley? Volví a llamar a Dylan para que me aconsejara a quién debía llamar.
—Llama a la chica cuyo nombre empiece con la letra L —le agradecí a Dylan, colgué el teléfono y me fui a mi directorio para buscar a la chica cuyo nombre comenzaba con la letra ‹ele›. Tremenda sorpresa que me llevé cuando vi el nombre de contacto de Lindsay justo abajo del nombre de Lezley.
Puse los ojos en blanco y volví a llamar a Dylan, después de un rato de burlas hacia mí, decidió responderme diciendo que llame a la chica cuyo nombre comenzaba con L y tuviera una vocal después de la letra L. Volví a buscar y me llevé la maldita sorpresa con que a ambos nombres les seguía una vocal después de la ‹ele›.
Regresé a llamar a Dylan, se hizo el desentendido un rato, pero después me dijo que llame a la chica cuyo nombre empieza con L, seguida una vocal y que su nombre termine con letra Y. Me di una face palm cuando vi que, de nuevo, ambos nombres tenían similitud con lo que Dylan me dijo. Volví a poner los ojos en blanco.
—¡Dylan! —le grité al teléfono—. ¡Los dos nombres tienen las mismas cualidades que tú me diste para llamar a alguien!
—Sí y te pensaba decir que la tercera letra es una letra consonante con una letra ‹e› en el nombre de la letra, refiriéndome a la letra N.
—Eres horrible, ¿te lo han dicho? -le espeté a Dylan, él solo se burló de mí.
—Fue a propósito para que te dieras cuenta que llames a quien llames está bien.
—¿Llamo a la chica que sea? —puse los ojos en blanco—. ¿No era más fácil decirme esto desde el principio?
—Necesitaba darme cuenta de cuántas veces lo tenías que hacer para darte cuenta de que andaba jugando contigo, mi estimado Louis Gerald —tenía que tratarse de una broma y de muy mal gusto, fue por eso que se lo pregunté a Dylan para estar seguro—. No, no fue ninguna broma de mal gusto —respondió sin titubear—. Bueno, tal vez sí, si lo vemos desde otro punto de vista.
—Eres malo, Dylan, tengo que admitirlo y mucho —se lo confesé después de un rato de pensar mi respuesta—. Pero, a pesar de todo, fue una broma bastante bien planeada, si puedo ser sincero contigo.
—Lo sé —Dios mío, ¡qué muchacho tan soberbio!—. Soy muy bueno ideando bromas, ¿no?
—Sí, tengo que admitir que lo eres —tenía que decirle que también era el muchacho más soberbio que había conocido antes, pero no lo hice (ni por error me pasó por la cabeza decirle lo soberbio que creí que era).
—Bueno, iré a llamar a Lindsay, nos vemos, Dylan —colgué la llamada con Dylan, decidí bajar a la cocina por un vaso con agua y tal vez un pequeño snack; me hice unas palomitas de maíz con mantequilla para hacerse en el horno de microondas.
Tomé una bebida gaseosa muy fría del refrigerador y volví a mi habitación solo para llamar a Lindsay nuevamente.
—Hola, Louis Gerald —me respondió la chica, un poco seria—. ¿Todo en orden, pequeño?
—No —comencé a llorar—. Richard borró la foto que subió de nosotros dos donde le comenté “#Louchard”; haciendo referencia a nuestra relación, y él se rio y respondió “#Louchard forever!”. Me siento triste porque la borró. ¿Por qué lo hizo?
—Bueno, espera —se preparó para comenzar a bombardearme con muchísimas preguntas—. ¿Cómo era la foto? Quiero decir: ¿cómo estaban ustedes dos en la foto? Sigo sin darme a entender, ¿no? —tardó un rato en volver a formular la pregunta—, ¿dónde estaban ustedes dos en la foto? —al fin hizo su pregunta bien.
—Sí, entiendo —comencé a recordar esas bellas fotos—. Eran varias fotos; estábamos en Waltmart con nuestros cubrebocas, jugando con los peluches que había en exhibición: disfrutando de la compañía del otro.
—Y tú comentaste “#Louchard”, ¿no es cierto? —asentí con la cabeza después de que escuché cómo Lindsay bebía un poco de su té, al poco rato reaccioné con que Lindsay no podría saber jamás que asentí con la cabeza; así que solo le confirmé lo que me preguntó—. ¡Ay, Richard; ay, Louis Gerald!
—¿Qué, Lindsay? —no supe cómo reaccionar exactamente.
—¿Puedes explicarme por qué permites que Richard te trate como basura, Louis Gerald? —¿quería saber por qué yo permitía que Richard me tratara como «basura»? No, Richard no me trataba así. Él era gentil y tierno.
—No, él no me trata así —le respondí furioso y apretando los dientes—. Él es una buena persona, es amable y tierno; además de que debe haber una razón para que la haya borrado -dije esto último estando al borde de las lágrimas.
—Claro que sí la hay, como por ejemplo: ¡que a Richard le avergüenza que lo vean contigo!
—¡Cállate! —en ese momento sí lloré, y lloré otro mar de lágrimas; tan largo y tan profundo como el océano pacífico—. No sabes nada sobre Richard y sobre mí…
—Corrección —Lindsay me interrumpió lo que estaba a punto de comentarle—. No sé nada sobre ti, y mucho menos sé algo; cualquier cosa, sobre Richard, pero no es muy difícil adivinar que Richard solo te está usando.
—No es cierto —balbuceé mientras lloraba un mar de lágrimas (de nuevo), fácilmente se podía nadar en el océano de lágrimas que le lloré a Richard—. Richard sí me quiere y él mismo me lo dijo.
—Si «te quiere», explícame algo, ¿por qué borró la foto? —Lindsay podía ser una maldita si se lo proponía.
—Debe tener sus razones propias e importantes —seguí llorando—. Deja de decirme que no me quiere, por favor —le supliqué con la voz destruida y yo ya estaba tirado en el piso abrazando mis rodillas contra mi pecho.
—Escúchame, Gerald: si Richard te quisiera, jamás; pero jamás, habría borrado la foto, tal vez solo seas un pasatiempo para él —le pedí varias veces que parara, pero Lindsay no lo hizo por ningún motivo—. Te quiero mucho, y lo sabes, me lastima escucharte así; pero llegó la hora de entender que, tal vez, solo eres un pasatiempo para él.
Colgué el teléfono antes de que Lindsay intentara (de nuevo) decirme que Richard no me quería. Seguí y seguí llorando hasta quedarme dormido. Al despertar, tomé mi teléfono y reproduje algo al azar, con algo de suerte tal vez se reproduciría algo así como “Shake It Off, Look What You Made Me Do, Me & My Girls, On My Way, What The Hell o algo que fuera movido” para que se me quitara esa tristeza que sentía; pero justamente tenía que reproducirse “All Too Well”. No la quise quitar, porque tal vez yo era bastante masoquista como para escuchar cinco minutos de una canción sumamente triste. Incluso toda la letra de la canción me recordaba a Richard Vallaj. Salvo que no dejé mi bufanda en la casa de su hermana que, aunque Richard sí tenía una (Cindy Vallaj), no tenía el gusto de conocerla a ella ni a su esposo o a su hijo Mike. Pero sí él me llamara de nuevo, me rompería como una promesa, casualmente cruel con la excusa de ser honesto. Pero qué tonterías estaba diciéndome a mí mismo, incluso aunque Richard me llamara, no me rompería como a una promesa porque, para empezar, él ni siquiera estaba enterado de que me sentía triste por su culpa; por su maldita culpa me sentía triste. Cuando Taylor llegó al puente de la canción volví a llorar como nunca había llorado por alguien; nunca le había llorado a alguien tanto como le lloré a Richard.
¿Ahora con quién iba a ir a la despedida de Marcus Miller? Era una pregunta que estaba evitándome todo el tiempo que duré llorando por Richard Vallaj. Si tan solo Marcus me viera ahora… ¿Qué me hubiera dicho él? ¿Estaría decepcionado de mí porque le estaba llorando un mar de lágrimas a Richard? Es que ese era el problema, jamás sabría si llorar por Richard Vallaj era bueno o malo, porque yo ya le había llorado muchísimas lágrimas (incluso tal vez ya le había llorado más que a Logan; a él lo amé demasiado; pero con Richard las cosas fueron diferentes). “And you call me up again just to break me like a promise…, so casually cruel in the name of being honest”. Como ya lo dije, en esa parte lloré horrible y como nadie se pudiera imaginar jamás. Si tan solo Richard pudiera verme, ¿qué me diría él? ¿Estaría igual de decepcionado que Marcus (en caso de que Marcus lo estuviera)? Quizá nunca lo sabría, quizá Richard ni siquiera estaría llorando por mí, quizá y solo quizá; tampoco sabré nunca si algún día Richard se enterara de las lágrimas que estaba derramando por él.
Tantas preguntas y tan poquitas respuestas, en mi interior quería pensar que Richard la pasaba igual de mal que yo, quería y necesitaba saber qué estaba haciendo, en qué estaría pensando y, sobre todo, si estaría pensando en mí; de la manera en la que yo lo hacía. En vista de que yo era un idiota, y me gustaba mucho el sufrimiento propio, entré a WhatsApp para ver las historias de Richard Vallaj. ¿Ya mencioné que me encantaba el sufrimiento y era un idiota? Well, pues vi algo que no tenía que ver: Richard Vallaj estaba pasándola genial, bebiendo un estupendo alcohol y estaba reunido con sus amigos, porque él y sus amigos; todos ellos, eran geniales. Richard no estaba mal, estaba emborrachándose con un par de amigos en su mansión (la cual reconocí porque ya había estado ahí antes), fuck! Él ni siquiera estaba triste por mí (y ni siquiera tenía que estarlo, Dios, ¡qué tóxico era!). Decidí no amargarle la noche a Richard y lo dejé disfrutar la mini fiesta que tenía con sus amigos mientras se emborrachaba. Pero tomé mi laptop para entrar en internet y buscar algo; decidí buscar cómo se les llamaba a las personas que salían o hacían fiestas en medio de una pandemia, para ser específico: en la pandemia por el virus del covid-19. Lo que me había encontrado en internet no me gustó para nada; era un término tan vulgar y poco conocido (al menos para mí; quizás en Twitter se veía más ese término y yo no estaba mucho en Twitter por falta de tiempo debido al trabajo y a mi vida personal y profesional).
Al parecer, tenían un nombre algo raro; se les conocía como «covidiotas» y no quería que Richard fuera parte de esos «covidiotas», me negaba a pensar que él era parte de ellos. Pero ahí estaban las señales, Richard Vallaj era un covidiota. Me puse triste de solo pensar que Richard era de esa forma como llamaban a los que hacía o iban a fiestas en pandemia; cerré mi laptop y me recosté de nuevo en mi cama y seguí pensando. ¿Qué pasaría con Logan Queen Davidson? Quizá ya era tiempo para que él y yo nos separáramos, porque ya no me sentía bien siéndole infiel a Logan (primero con David y luego con Richard), pero fue porque estaba… ¿Cómo se les dice? ¿«Dolido»? Tal vez. Quizá Dylan lo sabría, pero no lo llamé por evidentes razones, sentí que ya lo había molestado muchísimo. Pobre Dylan, de verdad que llegué a sentir mucha lástima por él: porque yo no conocía amigos suyos, yo era su amigo y solo lo llamaba para pedirle algún consejo o pedirle que, por favor, me explicara ciertos regionalismos de México o que me dijera ciertas cosas que yo no entendía. Sentí mucha lástima por Dylan; no sabía si él sí tenía amigos, si él tenía una buena vida, ¿cómo aprendió los tres idiomas tan fácil y rápido?, pero además de todo, ¿cuál era su puta edad? Porque ese era una pregunta de la cual no conocía la verdad de esa interrogante. Y quizá nunca la conocería. Nunca se lo pregunté y él tampoco me ofreció decirme su edad.
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