Capítulo 14

—Guapo, ¿quieres quedarte un par de días en lo que me voy de regreso a América?; aquí en mi casa, conmigo —al parecer, Richard Vallaj me estaba invitando a quedarme con él un par de días; a la vez debí preguntarle cuándo es que iba a volver al continente americano. Asentí con una expresión de asombro y alegría, al mismo tiempo me sentía bastante feliz por estar con Richard Vallaj. Solo volví a la habitación del hotel por ropa, mi cepillo de dientes y dinero extra para poder quedarme unos días con Richard.

Cuando Richard se fue de vuelta a América, fue que por fin pude regresar al hotel con David. Richard y yo estuvimos viviendo juntos aproximadamente tres semanas; yo comía, dormía, me bañaba y hasta ensayaba ahí.
Por evidentes razones, estaban Logan y David muertos de celos; David me quería solo para él y Logan seguía y seguía insistiendo en que lo perdonara, que nunca me fue infiel y otra sarta de idioteces más.
Sin embargo, yo no le creía nada y en mi mente estaba la sensación de que Logan estaba besándose con otros chicos -incluso chicas, ya que aparentemente era bisexual- aunque él juraba que no, que nunca fue así.

Vivir con Richard era maravilloso, ambos nos complementábamos bastante bien y vivir con él ya era como vivir en pareja; hacíamos todo juntos: nos desvelábamos viendo películas en Fox Premium, Amazon Prime Video, Netflix o HBO; a David mi estadía con Richard Vallaj le molestaba muchísimo. Y tal vez tenía razón, porque le dije que lo amaba. Diablos, sí que me había convertido en una mala persona. Sí existía una palabra para lo que yo era, pero no estaba seguro cuál era la jodida palabra.

Una vez incluso Richard y yo tuvimos una sesión de fotos; muy hermosa, al subirlas a Instagram, por accidente, comenté el hashtag #Louchard que era nuestra «relación», Richard solo se rio junto a mí y comentó “#Louchard forever!”.

Incluso Richard una vez despertó antes que yo, solo para verme dormir (ya que, según él, me veía «hermoso, tierno y más perfecto de lo que yo ya era»; damn! Él ya estaba enamorado de mí). Era como estar en un sueño, claro y me encantaba; nunca quise despertarme.

Gracias a Dios: Lezley, Logan, Ryck y Candy no seguían a Richard en Instagram; la foto se subió desde su cuenta, además de que su cuenta era privada y no podían ver sus fotos de Richard si no lo seguían. Claro que yo no subí la fotos a mi cuenta porque yo ya era considerado un «artista, cantante y figura pública», subir la foto pudo haberme traído bastantes problemas.
Me encantaba estar con Richard, era tan romántico y a la vez tan hermoso, no quise separarme de él por nada; pero al final tuvimos que irnos cada quién por su lado.

¿Lo bueno? Pudimos despedirnos muy bien en el hangar que tenía escondido; bastante bien. ¿Lo malo? Se fue bastante rápido y apenas vi cómo se iba su jet privado. Cuando entré a la recepción del hotel, me dijeron que en la habitación ya había alguien más ocupándola y que David se había ido del hotel.
Inmediatamente llamé a David; sin respuesta, volví a intentarlo unas diez veces más, quería suponer que David estaba ocupado y no podía responderme alguna de las once llamadas que le dejé.

El cubrebocas, la careta y los guantes me estaban asfixiando (disfemismo de que ya estaba un poco harto y cansado de traerlos puestos). Salí y comencé a caminar sin rumbo alguno; aunque, para empezar: no había nada abierto porque estábamos en medio de una pandemia; una muy fuerte pandemia que tuvo sus orígenes en Wuhan, China. Así que solo caminé y caminé por las calles de París, sin Richard Vallaj, sin David Smith, sin Logan Queen; simple y sencillamente yo.

Al principio me aburrí bastante, hasta incluso llegué a pensar en ir al Louvre, para estar un rato y ver un par de obras; pasar el tiempo. Pero no podía ir porque había pandemia y por ende el museo de Louvre estaba cerrado. Me preguntaba: ¿por qué no fui antes, mucho antes, de la pandemia por la que estábamos pasando? Tal vez porque yo no tenía ni idea de que una pandemia mundial de esa magnitud azotaría el planeta entero. Algún día tendrían que volver a abrir el Louvre y yo estaría listo para cuando eso pasara.
Volví a intentar llamar a David y por fin me respondió el teléfono.

—Hola, Louis Gerald —habló con un tono de voz bastante malhumorado, ¿qué carajos? Ni siquiera le había hecho algo—. ¿Qué necesitas? —de nuevo su maldito tono de voz bastante malhumorado.

—¿Cómo? ¿Te das cuenta que ahora estoy desamparado? —casi le grité a través del teléfono—. ¿Por qué? ¿Dónde carajos estás con mis cosas? Y fíjate cómo me hablas.

—¿Puedes decírmelo en francés? No te estoy entendiendo muy bien —sentía que odiaba a David y no porque no supiera hablar francés, sino porque él me estaba entendiendo bien lo que yo decía y decírmelo en francés no era necesario.

¡De acuerdo, está bien! —hablaba con mucha amargura y molestia en mi voz—. Ok. ¿Dónde diablos estás con mis cosas?

Muchísimo mejor —ya estaba rojo de ira porque David me daba muchas vueltas a una maldita pregunta—. Decidí alquilar una casa, tus cosas están conmigo, está justo al lado de donde vivías con Richard Vallaj.

¡Perfecto, en seguida iré. ¿Por qué tienes mis cosas, en primer lugar?

—Ya me cansé de hablar en francés, perdón —vaya, ya era hora de que al fin pudiera hablarme en español—. Ven por ellas cuando mejor te parezca.

—¿Cómo supiste que estaba con Richard Vallaj? ¿Quién te dijo todo eso? —empecé la ola de preguntas que estaban en mi mente—. ¿Cómo lo conoces? ¿Estabas siguiéndome?

—Una por una, por favor —a veces podía sentir que de verdad odiaba a David, en especial, por ese tipo de cosas—. Primero: lo conozco por mi primo Marcus —sí, era mucho más que obvio que por esa razón David conocía a Richard Vallaj—. Segundo: no, no te estaba siguiendo; y por último: los vi en Walmart el otro día comprando cosas y muy lejos el uno del otro por la distancia social que, se supone, debemos tener.

—Impresionante —alcancé a decir mientras recordaba la vez que Richard y yo fuimos al Walmart más cercano y ahí comenzamos a jugar con las cosas que colocábamos en el carrito de supermercado, con mucho cuidado de que nadie nos viera (porque #pandemia), pero estar con él era maravilloso, extrañaba esos días donde solo éramos él y yo.

Stop daydreaming! —David me despertó de mi ensoñación despierto con Richard Vallaj—. ¿Quieres, por favor, enfocarte?

—Sí, perdón, David —pensé en eso más tarde—. ¿Qué me decías?

—Puedes venir por tus cosas en el momento que mejor te parezca oportuno, ¿sí? —¡por fin! Pero ¿en dónde me iba a quedar yo si Richard no confiaba tanto en mí como para dejarme las llaves de su casa en París?

—Ok, David —le confirmé, ya sabía a dónde tenía que ir; solo necesitaba ir por ellas y llevármelas—. ¿Alguna otra cosa más?

—Sí —comencé a sentir maripositas en el estómago porque lo dijo con una voz que él usaba cuando había buenas noticias, comencé a sentirme bien, sí ese tipo de emoción—. Te conseguí una audición para el rol protagónico de una película, ¿te interesa? —grité de emoción, la gente que me reconocía comenzaban a saludarme (no podían pedirme una foto porque #pandemia; pero era interesante que me mandaran saludos, besos y abrazos). Ya extrañaba cómo era mi vida muchísimo antes de la pandemia.

—¡Claro que sí me interesa! —grité tan fuerte como pude—. Muchísimas, de verdad, muchísimas gracias, David. No sabes cuánto te agradezco —alegría; había bastante alegría en mi voz, ya que solo le agradecí con un tono bastante sublime en mi voz—. Y, bien, ¿cuál es la película?

—Corrección —comenzaba a hablar después de haberse quedado callado un rato—. «Películas», conseguí dos audiciones —volví a agradecerle al cielo por la oportunidad.

—Sí, está bien, pero creo que me puedes decir para cuáles películas haré una audición.

—Sí —sentía los nervios al mil por hora porque nunca había podido ser actor de verdad, solo en obras escolares y era todo, pero necesitaba esos papeles—. «Quédate  y El Amor es Peligroso».

—¿Saldré en una película? —pregunté con toda la emoción del mundo.

—No, harás la audición para participar en una película —comenzó a explicarme (otra vez) David—. Es muy diferente.

Le colgué a David en ese momento y me salí corriendo en su búsqueda, no podía ser verdad. Iba a salir en una película, quizá dos películas, estaba lo suficientemente emocionado como para no poder pensar bien. Estaba muy feliz y estaba sonriendo, a pesar de que no se me veía por el cubrebocas y la careta, yo de verdad estaba feliz; aunque no tendría por qué estarlo, ya que solo era una audición, no era nada seguro si iba a estar en las películas o no.

Mi ánimo no disminuyó ni un poco, seguía bastante feliz por estar en una película, bueno, hacer una audición para una película (para dos, realmente, pero quizá sí me podría quedar en una película). Al llegar a la casa de Richard, busqué la que estaba a un lado, justo como dijo David, y golpeé la puerta al llegar hasta ahí. David inmediatamente fue a abrir la puerta de su casa; la cual era bastante bonita y muy bien decorada. No podía esperar menos por parte de David, considerando que era parte de la familia Miller y su empleo era bien pagado. O eso pensaba yo, porque era representante o manager de artistas en progreso. En cuanto lo vi, decidí abrazarlo, él me devolvió el abrazo; aunque nos separamos casi al instante porque podía pasar un policía y vernos abrazados. Sí podía ser considerado como delito, porque estábamos en medio de una pandemia.

—Vine tan rápido como pude —le comenté al entrar a su casa—. ¿Me conseguiste una audición, entonces?

—Me sorprende que sigas dudando de mis habilidades —él empezó a hablar—. Soy yo, soy como el maldito Scooter Braun; pero no tan exitoso, y ya te dije que por ti haría lo que sea, incluso si ahora estás enamorado de Richard Vallaj —en ese momento me congelé. ¿Yo? ¿Enamorado de Richard Vallaj? No, de ninguna manera, imposible. Negación. Me encontraba en estado de negación porque, en ese momento, no quería enamorarme.

Bueno, necesitaba admitir que sí, tal vez sí estaba enamorado de Richard Vallaj. Y de ninguna manera podría negarse que él también sentía algo por mí, aunque fuera algo pequeño. Claro que Richard lo sentía, si me lo había dicho hacía unas semanas atrás, era algo evidente que Richard Vallaj sí sentía atracción por mí. Él mismo me lo dijo, me lo dijo y yo sentí mil millones de mariposas salir de mi pecho en ese momento, aunque no lo haya pensado en el momento y solo haya pensado en que Richard no era mi fan.

—Entonces…, ¿estaré en una película de Netflix? —le volví a preguntar con evidente emoción en mi voz.

—Por segunda vez, sí, tal vez en dos, pero solo es una audición —me lo repitió David y yo lo abracé—. Oye, ¡distanciamiento social!

—¿Ni porque soy yo me aceptarías un «abrazo de campeones«? —le hice mi mirada de cachorrito, con los ojos bien abiertos y la boca cerrada, él se resistió y lo negó—. ¿Por favor, David? —¡maldito! Si hace un par de meses yo le decía que no saliera con sus estupideces de «abrazo de campeones», porque yo sabía que él iba a intentar pasarse conmigo.

—¿Ahora de la nada quieres volver conmigo porque ya no estás ni con Logan ni con Richard Vallaj? —me había atrapado en mi engaño—. Perdóname, pero contigo yo quiero algo lindo y duradero, no lo que pasó en el hotel hace unos días; «amor de una noche», le dicen.

—¿Crees que yo… —David se veía rebelde y obstinado, con ese suéter color mostaza, su cabello a medio hacer; dormía una siesta cuando llegué a su casa, su piel grasosa y sus dientes blancos (a pesar de todo, estaban sucios, les hacían falta una cepillada dental) de conejo.

—Basta —le interrumpió y levantó su mano derecha—, , Louis. Sí, creo que conmigo solo quieres amor de una noche, y lo siento mucho, pero yo no quiero eso.

—¿Conmigo? —me alejé un poco.

—Perdón —respondió—. Pero ni contigo ni con nadie.

Me rendí y decidí irme a sentar al sofá, encendí la televisión y decidí poner algo de Netflix. Mi consciencia no estaba tranquila porque tal vez David tenía razón y yo solo buscaba «amor de una noche» con él. David ya no quería estar conmigo y eso me constaba porque ni siquiera quiso darme un «abrazo de campeones», como los llamaba él cuando yo todavía le gustaba.

—¿Te arrepientes de lo que pasó entre nosotros dos, David? —me atreví a lanzarle la pregunta, yo, en mi mente, quería un «no» por respuesta.

—Sí —no fue lo que esperaba, me golpeó muy fuerte en todo mi ego, fue un golpe bajo—. Yo, obviamente, quería tener sexo contigo, Louis; pero no de esa forma. No me gusta tener sexo con cualquiera solo por el mero placer y necesidad, creo firmemente en que se necesita amor para ello; para tener sexo y estar desnudos el uno frente al otro.

—¿Y por qué lo hiciste, entonces? —lo cuestioné un poco, ya que era demasiado incongruente lo que me decía—. Y a esa tendencia se le llama «ser demisexual».

—Porque me encantas, es tanto el amor que siento por ti que no me importó en ese momento el hacerte mío —eso dolió, David sí me quería de verdad y yo solo lo estaba utilizando como juguete sexual; una lástima—. Renuncié a mis votos y promesas por ti, jamás me importó y sí, ya sabía de eso que mencionas; soy demisexual.

—¿Ahora por qué sí te importa? —me sentía como una total mierda por todo lo que David estaba diciéndome.

—Al verte con Richard Vallaj, me di cuenta, y pude percatarme, que básicamente yo soy un anciano junto a ti, que mereces ser feliz con alguien de tu edad; además de que Richard también es alguien muy hermoso y él puede hacerte feliz.

—Eso dolió —hablé con una delicada voz, comenzaba a sentirme triste, una vez más por él—. ¿Ya no me quieres, entonces?

—Sí, me encantas; me fascinas, Louis Gerald —David hizo una expresión que simulaba que se rendía, pero realmente no se rindió—. Es solo que no quiero tener sexo contigo si no somos nada más que yo tu manager y tú mi cliente.

—Gracias —jamás había sentido rechazo en mi vida; siempre tenía todo lo que yo quería, pero esa vez era muy diferente por el tipo de rechazo que sentía por parte de David conmigo—. Lo acepto sin problemas, o eso creo, David —claro que había problemas, nunca me habían rechazado de esa manera. Nunca me habían rechazado y punto. Fue entonces que mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas y tuve que decirle a David que necesitaba ir al baño porque me sentía mal de mi estómago; él intentó ir tras de mí, pero fui más rápido y me encerré en el baño a llorar. Tal vez no disfrutaba mucho de mi estancia en París ¡porque lloraba por todo! En serio necesitaba ir a un maldito psicólogo.

—Louis, ¡lo siento! —se escuchaba como David se disculpaba por algo que ni siquiera había hecho mal—. Sé que tal vez no dije las cosas con el suficiente tacto, pero tú mereces honestidad y eso fue lo que yo te di, ¡por favor sal!

—No estoy llorando —por fin hablé con voz baja, débil, ronca y un poco temblorosa; mi propia voz me delató, demonios—. Estoy bien, David, gracias.

No, sé que no estás bien; por favor, abre la puerta y déjame entrar.

¡No quiero hacerlo! —le grité a David con voz temblorosa a través de la puerta de su baño—. ¡Déjame en paz! —se fue y por fin se rindió, se alejó del baño y me dejó solo. Yo me derrumbé con mi espalda contra la puerta del baño de la casa donde ahora estábamos viviendo David y yo. Decir, así como pensar, que ahora David y yo vivíamos juntos me sonaba tan loco (hacía que mi estómago diera vueltas), solo pensaba: ¿qué pensarían Logan, Lezley, Ryck, Dylan y Lindsay al respecto de que ahora me encontraba viviendo con David después de haber estado tres semanas; aproximadamente, con Richard Vallaj?

¡Ah!, ¿y qué además ese día estaba llorando porque David ya no me quería? Solo pude enfocarme en una sola y única palabra; ¡ridículo! Yo debí disfrutar más mi estancia en París por lo menos.

¿Por qué me hacía sufrir y llorar a mí mismo? No lo sabía, pero estaba seguro de que eso tenía que acabarse pronto; así que me levanté, me engujé mis lágrimas y me miré en el espejo: el Louis Gerald Train Brown, acabado y destruido, que estaba ahí, desapareció cuando le ofrecí una sonrisa con mis blancos dientes.

Salí del baño directo a la cocina y me encontré con una botella de whisky; del mejor whisky que tenía David, la tomé, me volví a encerrar en el baño y me tomé la botella con un vaso que tenía David: claro que me emborraché muy feo. Me miré en el espejo, sonreí de nuevo «mírate, sí eres un nuevo Louis Gerald Train Brown», me empecé a reír, me cepillé los dientes y me acerqué a la puerta. Pero antes me di una última mirada en el espero. «Sí, eres un adicto, Louis Gerald»; ¿por qué de repente mi visión hablaba conmigo?

Salí del baño siendo un «nuevo yo», listo para irme a dormir y solo había un problema: no sabía ni estaba tan seguro de cuál era mi habitación de todas las que había en la casa (además de que me sentía ebrio, cabe recalcar). Me dirigí escaleras arriba (porque era normal que las habitaciones estuvieran arriba); busqué y rebusqué mi habitación, sin éxito alguno.

Entonces opté por irme a dormir al sofá que David tenía, muy cómodo a mi parecer, llevaba mi sudadera negra que decía “J'aime Paris”; una sudadera muy coqueta y muy costosa: pagué unas 300 libras por ella.

Pero valía cada maldito centavo por lo calientita que estaba y porque pude dormir muy cómodamente en el sofá frente al televisor.

Esa noche soñé con Richard Vallaj, estábamos en su casa en Francia — París y solo estábamos viendo una película en Disney+; viendo la película de Hannah Montana en distintos idiomas: en inglés, luego en francés y al final en español (mi sueño estaba dividido en fragmentos), comíamos unas palomitas de maíz con nuestra respectiva bebida y un bote de helado de vainilla. Estábamos besándonos cuando, de repente, llegó Logan (sí, mi sueño estuvo bastante raro y tétrico) a decirme que cómo era posible que lo engañara con Richard Vallaj; luego apareció Taylor Swift cantando Blank Space.

Logan y Taylor hacían un dueto, para que al final Taylor me abrazara y me dijera que me amaba; pero que no fuera tan maldito. Desperté cuando me fui a dormir con Richard Vallaj y me dijo «descansa, precioso, dulces y hermosos sueños». Al cerrar los ojos (en mi sueño), los abrí en la vida real y desperté acurrucado en una habitación; pintada de azul claro con tonos de lila, con pósters de Taylor, Selena, Miley y Demi (magnífico); acomodados de la forma en la que a mí me hubiera gustado haberlos acomodado.

Me levanté de la cama donde estaba, me miré en el espejo que había situado en la pared, justo a un lado de la ventana con vista al patio trasero; y no traía puesta ni mi sudadera o mi ropa que había usado un día antes. Tenía puesta lo que parecía ser una pijama, un pantalón de franela rojo junto con una camisa blanca con mangas negras (bastante coqueta la pijama); sin embargo, parecía que me golpeó un auto que iba a gran velocidad.

Salí de la habitación, al salir me llegó un delicioso y exquisito aroma, seguí ese olor tan peculiar; hot cakes.
Escuchaba que David estaba cocinando, se escuchaba cómo algo estaba en un sartén mientras la licuadora tenía un poco de leche con chocolate. David nunca me escuchó llegar y no me aproximé hacia él, me quedé a ver qué hacía. Lo que estaba cocinando eran unos ricos y deliciosos hot cakes; me encantaban los hot cakes y estaba seguro que David no lo sabía. Regresé arriba, entré al baño, me di una ducha rápida y salí a mi habitación para cambiarme y ponerme cómodo, pensé en dormir; así que volví a usar mi pijama, me recosté, me tapé y David entró a la habitación.

—Buenos días, ya despierta, Bello Durmiente —David se aproximó a abrir la ventana, la cual permitía pasar la luz de día; un maravilloso día—. Ya es hora de despertar, es un hermoso día y quizá estés adolorido.

—No quiero —hundí mi cabeza en la almohada para así evitar la luz de día que me pegaba directamente en la cara; eso es una cosa que yo odiaba—. Vete.

—Te traje el desayuno —¿en serio él lo hizo?—. Hot cakes, con una malteada de vainilla y chocolate, acompañados con unos huevos estrellados y tocino; todo un desayuno americano —¿por qué?

—¿Lo hiciste, David? —me quité la almohada de la cabeza, no entendía por qué David me trataba como un niño; como si fuera su hijo, para ser más exactos; eso daba mucho miedo—. Gracias, pero ¿por qué haces esto?

—No hay tiempo para preguntas, por favor, come algo —me dejó el desayuno en la mesa de noche, justo a un lado de la cama donde yo dormía—. No pienso picar todos los alimentos y dártelos en la boquita cual niño chiquito.

—No, hablo en serio: ¿por qué hiciste lo del cuarto, mis pósters favoritos, mi ropa y ahora el desayuno? —le pregunté ya estando levantado de la cama, así como él también estaba de pie frente a mí.

—Tuviste un accidente y yo solo estoy cuidándote, tus padres me contrataron para ello; soy tu enfermero —¿¡qué!?

—¿Hace cuánto tiempo fue eso? —no, no, no, no, no. ¿Un accidente? ¿A mí? Imposible, seguramente estaba soñando o algo—. ¿Qué me pasó?

—Te golpeó un autobús saliendo del colegio.

—Muy bien, ¿y hace cuánto tiempo fue eso?

—Hace tres años, aproximadamente.

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