T R E I N T A Y U N O

Si hay algo desagradable es esa esperanza de  esperar algo que no va a llegar. Algo tan simple como una llamada de mi mamá que esperé y esperé a que llegara, felicitándome por mi cumpleaños pero que dadas las once de la noche dejé la esperanza de lado. El hecho de repetirme desde temprano que el no recibir la llamada era una posibilidad, no hizo menos dolorosa la decepción.

Tuve esa noche para pensarlo, para llorar por ello y aceptar que definitivamente había perdido a mis padres y a pesar de todo, eso duele. Al menos en un futuro cercano será imposible que ellos vuelvan a hablarme y no sé muy bien cómo sentirme al respecto. Por otro lado, esta semana que viene, más específicamente el lunes, empiezan las clases en mi universidad y eso contribuye un poco a mi estado bajo de felicidad.

Agradezco a la vida que decidió poner esa pequeña oportunidad de ascenso en mi trabajo y cada minuto que tengo libre lo dedico en mi mente a hacer cuentas de cuándo podré volver a la universidad. Los cálculos no son muy prometedores.

Ya llevando unos diez días de supervisora tengo bien aprendidas las labores y nada se ha salido de control. Hoy es sábado, mañana no trabajo y como por decisión de la vida y sus ganas de no dejarme descansar mañana, una de mis amigas de la universidad aparece hoy a comer a BurgerBoy. Estoy en caja así que es mi deber atenderla.

—¡Cinthya! —exclama al reconocerme. Ella es bastante gentil y si bien no es que seamos unidas, pasamos juntas gran parte del semestre—. ¿Cómo has estado?

—Bien. ¿Qué tal tú, Loren?

—¡Excelente! Estuve donde una tía en estas vacaciones y... —Su acompañante, quien creo es su hermano menor, señala el letrero del menú—. Para él una Especial, por favor. En fin, he estado estos días preparando todo para volver. ¿No te emociona? Yo realmente...

—Yo... no voy a estudiar este semestre —confieso, sintiendo pesadas esas palabras. Me entristece mucho más de lo que quisiera admitir—. He tenido problemas y debo aplazar...

Su mirada de lástima, esa que tanto quiero evitar siempre, cruza por su rostro.

—Lo lamento, Cinthya. Espero puedas volver el próximo semestre —dice, es bastante obvio que ese lapsus involuntario de incomodidad que puso en su comentario la dejan con ganas de retirarse pronto así que le cobro velozmente y continúo atendiendo.

Solo un semestre, eso fue todo lo que pude estudiar y en ese entonces –hace seis meses– veía todo posible y a un paso difícil de distancia. Ahora sólo parece que el camino se desapareció del mapa y solo me dejó ahí de pie en medio de la nada, esperanzada de que vuelva por obra y gracia de Dios.

Le pedí encarecidamente a Andy que me diera horas extras. Estar acá en BurgerBoy me distrae (además del dinero que viene bien), ahora que vivo sola, cada momento en mi habitación es una tormenta de aburrimiento y de problemas existenciales así que prefiero trabajar y mantener la mente ocupada. Andy lo cedió; increíblemente parece que supiera que estoy más perdida que un perro en misa y se apiada de mi tiempo, comprendiendo y llenándolo con trabajo. No es que sea mi amigo porque apenas y cruzamos el saludo pero creo que ya se acostumbró a mi presencia.

He visto, con mucha emoción, que Gianella y Julián andan hablando mucho de nuevo. Él le sonríe muy dulcemente y ella... bueno, ella está igual que siempre. Espero que puedan al menos volver a su amistad y de no ser algo más, que Gia consiga a alguien. Ella merece lo mejor y sinceramente dudo que Julián lo sea pero allá ellos. Quedamos hoy todos hasta la última hora y ya con el establecimiento cerrado, nos preparamos para salir. En el cuarto de los casilleros, Julián me habla.

—¿Estás bien? —Ata sus cordones mientras hace su pregunta, Gia está en el baño—. Estabas más animada esta mañana.

—Sí.

—Oye... —llama mi atención en un susurro, elevo el mentón y me sonríe—. Lamento todo lo que ha pasado. Empecemos de nuevo, como compañeros de trabajo y posibles amigos. No molestaré más con... eso.

Una sonrisa de lo más sincera cruza mi rostro. Quizás en unos meses pueda considerarme la madrina del amor de estos dos por ponerme de metiche en lo que no me incumbía.

Bien, exagero, pero puede pasar.

—Es lo mejor que me han dicho hoy —asevero en un suspiro. Julián ríe.

—Entonces tu día no fue de lo mejor. —Se coloca su chaqueta y cuelgo mi bolso a mi espalda—. Estoy tratando... de corresponderle. No le he dicho nada, solo... quiero volver a mi amistad con ella. Quizás pase algo, quizás no, pero no quiero perderla.

—Por algo se empieza, Julián.

Gianella aparece y nos sonríe, toma su bufanda y salimos. El edificio donde ahora resido no es realmente lejos, quizás por eso es que Luka y Mateo vienen con tanta frecuencia. Son apenas unas doce calles que estando por toda la vía principal, no se hacen peligrosas. Eso tiene un par de ventajas: uno, puedo ir y venir a pie siempre que quiera y ahorro ese dinero; y dos: Luna decide venir diariamente conmigo en la mañana y sorprendentemente no se ha perdido nunca. Basta con que yo salga para tenerla por ahí a mi alrededor, es como si tuviera un censor que sabe exactamente dónde estoy. Ya tiene un collar con mis datos por lo que no me preocupa tanto perderla.

Al tocar el suelo de la calle, una ventisca nos recorre, elevando la bufanda de Gia y revolviendo mi cabello. Julián, al igual que cada tarde o noche que salimos juntos, profiere un chiflido que me facilita el encuentro con Luna. La perra que ha crecido considerablemente en estas casi dos semanas, no tarda en llegar corriendo a nosotros y brincarnos a los tres a modo de saludo.

—Ese animalito es más cumplido que muchos hombres —susurra Gianella, solo para que yo la oiga.

—Y me ama más que cualquiera también.

Cuando quieres evitar pensar en algo, la mente se encarga de que no puedas evitar pensar en ese algo y por eso durante todo el camino al edificio he tenido en mente que no voy a estudiar este semestre. La educación debería ser gratuita pero se ha demostrado que para ser alguien en la vida hay que tener recursos o mucha suerte y una beca. Y la suerte para mí no es una opción.

Luna también agarró otro mal hábito que es salir a correr del elevador a la puerta de los Greisnar. Parece que no le es suficiente solo llegar a nuestro apartamento sino que debe pasar a saludar antes, aunque es su defensa diré que Luka es por quien menos se entusiasma, creo que no lo quiere exactamente mucho que digamos. Eso me alegra a cierto nivel, que mi mascota no se desviva por mi enamorado es una buena señal de que puedo olvidarlo cuando yo quiera. Sí, claro.

A los ya usuales arañazos que Luna da a la puerta vecina, salen a abrirle y la perra sigue como dueño por su casa. Cuando yo llego, me paro en el umbral sin muchos ánimos de quedarme, hoy realmente no es mi mejor día. Gabriel asoma la cabeza desde el sofá posiblemente preguntándose qué hago en la puerta, antes de que diga nada, me dirijo a él en tono alto.

—Hola, chicos.

—¿Por qué no entras? —pregunta Denny, que fue quien abrió.

—Estoy cansada —excuso—. Quiero acostarme y ya.

—Es sábado en la noche —dice Gabriel.

Reparo en sus atuendos y es más que obvio que van a salir. Están perfumados, peinados y debo admitir que se ven muy apuestos ambos, apoyando esa teoría de que los más sexys tienen que ser gays. Esa teoría no tiene ni fundamentos pero con ellos parece válida.

—Pues que se diviertan —digo—. Traten de llegar vivos y caminando por sí solos.

—Sí, mamá —murmura Gabriel.

Luka sale de su habitación, rebatiendo la teoría de que los más sexys son gays porque él no lo es y está más bueno que el pan caliente. Parece que hoy no va a trabajar porque tiene ropa para fiesta. Nunca lo había visto tan bien peinado y recién bañado, Dios, esto no ayuda a mi enamoramiento. A veces pienso que los presentes cuentan los segundos en que me quedo como lela mirando a Luka, luego recuerdo que nadie me presta tanta atención y zanjo el dilema en mi mente.

—Te ves muy bien —halago a Luka, sin poder evitarlo. Él pule una sonrisa ladeada en juego perfecto con su buen aspecto. Sacudo sutilmente la cabeza y volteo a la sala de nuevo—. Luna, vámonos.

—Gracias —responde Luka a mi halago repentino—. Vamos al centro, por el sector del Boulevard. ¿Vienes?

Mi mano viaja a  mi cabello, ubicando los mechones que cuelgan tras mi oreja. Cierro los ojos dos segundos y sacudo la cabeza, negando.

—Gracias, estoy cansada. Quizás otro día.

Un suspiro algo deprimente sirve de guinda a mi negación. Luna sale del apartamento así de repente como entró sin siquiera reparar en el rubio.
Me despido en voz alta y tras recibir los comentarios de «Amargada» del moreno, me dispongo a caminar a mi puerta. A unos pasos, Luka me detiene.

—¿Estás bien?

—Sí.

—¿Por qué me mientes?

Me aterra pensar que soy tan trasparente a todo el mundo porque todos parecen notar cuando algo me inquieta, pero me aterra más que uno de esos alguien que quiere darme consuelo es Luka; es un gesto bonito que trate de preocuparse pero cada acción es un pinchazo más que tambalea mi nube, bajándome a Villa friendzone y me duele.

Especialmente porque sí necesito a alguien con quién hablar, pero ese alguien no quiero que sea Luka. Todo mi ser se debate entre buscar consuelo en él o seguir en mi ilusión de lo platónico, sin embargo cuando veo en sus ojos esa misma mirada que me dio Loren hace unas horas de lástima, toda duda se pierde.

—No te miento, Luka. Fue un día pesado, quiero dormir muchísimo. —Río, disipando la tensión y su ceño fruncido—. Flojera es mi segundo nombre.

—Si quieres me puedo quedar contigo —propone.

—No. Lo último que quiero es dañar tu noche de diversión. —Con mi puño golpeó suavemente su hombro, tratando de trasmitirle la confianza necesaria a mis palabras—. Hoy no soy buena compañía, es como estar con un oso perezoso.

—Quería que vinieras.

—Lo siento.

Ya que mi voluntad con Luka presente es tan voluble como la gelatina cruda en el agua, opto por darle la espalda y entrar rápidamente a mi apartamento, cerrando la puerta tras la entrada de Luna. Me quitó los zapatos y me recuesto en la triste cama, Luna se acurruca a mi costado.

—¿Crees que soy ridícula? —Luna acomoda su cabeza sobre mi abdomen, mirándome desde abajo—. Yo también lo creo. Debí haber ido con él.

El día de mi cumpleaños, cuando salimos al centro, luego de comer la torta nos cruzamos con unos amigos de la universidad de Luka. Eran tres y ya olvidé sus nombres, no importa, el punto es que el «Les presento a mi vecina» me dolió más que la ausencia de la llamada de mi madre. Vale, apenas y somos amigos y soy muy consciente de ello pero cuando estoy en su apartamento o cuando solo somos los cuatro con Gabriel y Denny, puedo casi imaginar que somos pareja y por su trato conmigo la fantasía es real; entonces me doy cuenta de que él sí tiene una vida fuera de las paredes de este edificio y que yo no pertenezco a esa vida de la manera que me gustaría.

No quiero ir a cualquier lado que incluya tratar con amigos de Luka para seguir siendo su vecina a ojos de todos.

—Quizás mañana lo podemos invitar a comer helado —propongo al animal—. ¿Puedes creer que la primera vez que nos vimos fue para pagarle un helado? Creo que esa vez que hablé tanto rato con él, empecé a enamorarme. En realidad tengo el defecto de enamorarme a la velocidad de la luz, solo que mis antiguos no amores se iban antes de que alumbrara del todo, eso porque casi no hablaba con ninguno, en cambio Luka sigue ahí, dejándose ver todos los días, evitando que esa luz se apague.

La perrita gruñe internamente y lo logro escuchar por el silencio eterno que nos engulle. Debo conseguir un televisor o algo porque esto es muy aburrido, como dijo Kevin.

—Ojalá se apagara pronto.

De mi plácido sueño soy sacada cuando mi teléfono sobre la mesita de noche emite el estruendoso sonido. El corazón se me acelera del susto y busco claridad para ver en la penumbra el aparato que alumbra. En mi aturdimiento alcanzo a ver la hora: 2:58 a.m. La llamada sabrá Dios de quién se pierde e instantáneamente intento conciliar el sueño de nuevo, al hacerlo, suena otra vez.

—¡Maldición! —Enfoco la pantalla y deslizo el dedo al número desconocido—. ¡¿Qué?!

Cinthya, soy Denny —responden del otro lado. Mi alarma se enciende increíblemente rápido en mi mente.

—¿Están bien? ¿Qué pasó?

Estamos bien... Escucha, me da vergüenza pedirte este favor pero eres a la única que puedo llamar.

¿Qué? Me asustas...

No es nada malo. Mira, estamos en la entrada del edificio pero Gabriel y Luka están increíblemente ebrios y solo puedo ayudar a uno. —Suspiro de alivio de saber que nada malo les pasó. La voz de Denny suena algo pastosa pero está sobrio—. ¿Puedes bajar y ayudarme?

Sí, dos minutos.

Me coloco una chaqueta cualquiera, estoy en pijama pero es la de pantalón largo de niña pequeña así que no importa. Luna se levanta conmigo, con la emoción a mil por salir pero como sé que no haría muchísimo acompañándome, debo –con mucha dificultad– cerrar la puerta con ella adentro. Solo será un rato.

Los pasillos del edificio a esta hora y estando completamente sobria y sola son espeluznantes, añadiendo al silencio que reina un panorama no muy atrayente. Bajo en el elevador y calo mi chaqueta al salir, el viento está helado. Denny está de pie, esperándome.

—Hola, Denny.

—Lamento levantarte a estas horas —empieza— y diré en defensa de este par que jamás se embriagan así estando juntos. Normalmente es solo Gabriel y Luka es más recatado, pero no sé... querían beber por lo que queda del año. Me ayudaron a ponerlos en el taxi pero cuando los bajé, el viento los atontó más y cayeron sentados en aquella acera.

Señala tras de él donde efectivamente hay dos hombres sentados, sosteniéndose el uno con el otro y con las cabezas agachadas. No debería, pero me permito reírme fuerte de su estado y el de cansado de Denny.

—Al menos tú estás... bien.

—Cuando veo que Gabriel empieza a perder los sentidos, dejo de beber. No quiero pensar en dónde amaneceríamos si los tres quedamos dormidos en algún bar.

—¿Se pueden mover al menos? Porque por más que quiera ayudar, dudo poder cargar a cualquiera.

—Sí. Solo necesitan ayuda, no puedo colgarme a uno a cada lado así que... te llamé. Podría haber hecho dos subidas, una con cada uno pero qué pereza.

Caminamos hacia el par de chicos, llamo su atención y ambos levantan sus mentones a mí. Para mi sorpresa, Gabriel se levanta de un brinco y se lanza a abrazarme. Ya que es (los tres, en general) más alto que yo, casi me derriba de no ser porque Denny sostuvo mi espalda.

—Mierda —siseo, cuando me veo prisionera de sus brazos.

Carsolinsa —articula lo que creo que es mi nombre. Pasa su palma por mi rostro, restregando mi cabello en un intento de caricia—. Te quiersho mushoo...

—Gabriel, la tumbas —reclama su novio. Gabriel levanta su vista a él y me suelta cual trapo viejo para lanzarse a abrazarlo a él—. Debemos subir, amor. Vamos, camina.

—A ti te amooo —dice. Este sería el momento perfecto para el «Awwww» del público imaginario de mi mente.

—Te juro que jamás habían llegado a este extremo —defiende Denny, mirándome—. Quizás el licor tenía algo o... no sé, pero solo ellos dos quedaron tan mal de todos los que estábamos juntos.

—Te dice que te ama, yo no me quejaría —bromeo. Denny sonríe.

—Se oye mejor cuando está en sano juicio. —Gabriel empieza a besarle la mejilla—. Trata de levantar a Luka y subamos. Hace mucho frío.

Luka no se ha movido del andén donde está sentado, creo que ni siquiera notó que Gabriel se levantó. Asiento a Denny y empieza a caminar con su novio hacia la puerta. Me inclino frente a Luka y toco su hombro, levanta su vista y sonríe.

—¡Colibrí! ¿Qué...? —Mira en ambas direcciones—. ¿Qué haces en la calle a estas horas?

—Vamos, levántate. —Le tiendo mi mano y la observa como si fuera un bicho raro. Ruedo los ojos—. Debemos entrar, Luka. Hace frío.

—¿A dónde vamos?

Destacaré que parece que su habla no se jodió tanto como la de su amigo. Sus palabras salen algo atropelladas pero claras.

—Debo llevarte a la cama, Luka. Levántate —halo con fuerza de su mano pero apenas y lo tambaleo. Esto será difícil.

—¿Tú vas a llevarme a la cama? —pregunta burlón, sin mirarme y riendo como si fuera el mejor de los chistes—. Eso me gusta, vamos.

De un brinco se levanta y también se apoya en mí, casi caigo al suelo pero Luka se sostiene. No me había sentido pequeña a su lado antes como ahora. En el elevador la otra pareja nos espera. Luka camina casi con los ojos cerrados y nos tambaleamos cada tanto porque no puedo con él.

—Me recuerdas a mi hermana —me dice Gabriel en un lapso de lucidez dentro del elevador—. Ella es igual de alegre que tú... o lo era, antes de mandarme a la mierda.

Denny niega con la cabeza en mi dirección, diciéndome que no indague al respecto y opto por callar. Luka lleva casi todo su cuerpo contra la pared con su brazo sobre mi hombro. Las puertas abren y Denny saca a Gabriel primero, halo a Luka yendo tras ellos. Ya voy acalorada de la caminata y Denny abre su puerta, llevándose a Gabriel a su habitación. Hago lo mismo con Luka y lo conduzco a su habitación, logro prender la luz y de algún modo Luka cae como un costal de papas en su cama, atravesado y boca abajo. Suspiro, recuperando el aire del esfuerzo y apago la luz, dispuesta a irme.

—Hey... —masculla Luka cuando voy cerrando—. Hey, Colibrí, ven.

Cuál muñeco de trapo tratando de moverse, Luka cambia la posición sentándose en uno de los lados de la cama y palmeando el lugar libre.

—Duerme, Luka. Mañana hablamos... más bien hoy.

—No, ven. Te quiero acá en mi cama..  —Ríe de sus propias palabras, poniendo un índice sobre sus labios—. Eso sonó bien feo, shhhhh, pero sabes a lo que me refiero... Ven...

Dudo, mirando al otro lado del pasillo. La otra habitación tiene la luz apagada y no hay ruidos, ya deben estar acostados y no... no pierdo nada concediendo eso al borracho. Me siento a su lado, sintiendo el olor desagradable del licor. Su camisa está salida, mal acomodada y apenas y puedo quitarse los zapatos.

—Te ves menos despeinada hoy... —dice.

—Estaba durmiendo, la almohada aplaca mi cabello.

—Acuéstate —pide—. O bésame. Lo que quieras. 

Los borrachos son graciosos, son una mezcla de la inocencia de un niño y la picardía de un adulto. Me pregunto si en su mente eso suena bien o bonito o halagador o incluso coqueto. Como sea, se oye gracioso.

—Me acuesto —decido. Se encoje de hombros e inclino mi espalda, tocando el colchón—. Deberías dormir.

—Debería —conviene—. Me acostaré contigo. Hueles bien.

—¿Gracias?

Intenta acostarse a mi lado pero al parecer la cama es muy pequeña o su trasero no halló el lugar indicado y termina en el suelo, seguido de un quejido y un improperio. Me iré al infierno por reírme de esto.

—Por Dios, ¿estás bien? —exclamo entre risas. Luka resopla.

—Perfectamente. Quizás mañana me duela.

Se sube a la cama y se acomoda junto a mí, pasando su brazo por mi cintura. Mis mariposas no tardan en llegar, arremetiendo con fuerza mi estómago y mi garganta. Se queda quieto por unos minutos que no desaprovecho y acaricio su mano, la que reposa en mi abdomen. Cuando creo que queda dormido, me deslizo suavemente de su agarre. Pero no está dormido...

—Tu corazón va volando —susurra, subiendo su mano a mi mejilla—. ¿Qué se siente estar siempre con el corazón a mil por hora?

—No es siempre —murmuro—. Solo me pasa cuando estoy contigo.

Su mano se desplaza al lateral de mi cabeza, para darse apoyo y levantarse un poco, justo lo suficiente para mirarme a los ojos y quedar a un suspiro de distancia.

—Estás colorada como una fresa o eso supongo porque tu rostro está hirviendo... —susurra. Su aliento a licor roza con el mío. Cierro los ojos de pura vergüenza—. Abre los ojos. Tus ojos me gustan.

—Creo que debo irme.

—Sshhhh —culmina su siseo acortando el suspiro entre nosotros, transformándolo en una exhalación compartida que dura unos instantes, cuando el beso termina, añade—: No te vayas aún.

Pongo mi mano en su mejilla con ese cariño proveniente de mi amor por él. Le sonrío, aunque es una de esas muecas mal hechas que ocultan una lágrima o un amor reprimido. No sé exactamente cuáles son las posibilidades de que Luka recuerde absolutamente todo lo que le diga justo ahora pero su embriaguez me da el valor de arriesgar un par de palabras y en caso de salir mal, decir que él se las imaginó.

Lo atraigo para besarlo de nuevo y él se deja hacer.

—Eres tan bello —le confieso cuando lo alejo un poco. Escucho en mi mente lo que dije, qué vergüenza—. Suena ridículo pero... lo eres. Me gustas demasiado, tanto que me odio a mí misma por quererte.

—Tu corazón retumba muy fuerte —repite, omitiendo mi halago; baja su cabeza a mi pecho y ubica su oreja sobre mi corazón. Eso no ayuda a desacelerarlo—. Igual que las alas de un Colibrí.

—¿Por eso me dices Colibrí? —pregunto, acariciando su cabello aprovechando su posición.

—Tú eres Colibrí porque yo soy la Luna.

Con esa frase puedo deducir tranquilamente que todo lo que diga justo ahora es solo producto de su estado falto de claridad y que en realidad no tiene sentido. Río sin más y decido que es momento de irme. Ya el pobre está delirando.

—Sí, Luka. Eres la Luna.

—Lo digo en serio.

—Luka, Luna es mi perra. Estás muy ebrio y mañana no recordarás. Yo también debo descansar y...

—Dice la leyenda que el colibrí es el sol disfrazado, enviado por los dioses para seducir a la luna —explica.

Eso es, literalmente, lo más bello que alguien me ha dicho y daría lo que fuera porque me lo dijera en sano juicio. Luka me besa luego de su confesión/delirio, suavemente y con una dulzura ajena a alguien que no está en sus cinco sentidos..

Si solo tengo sus delirios por unos minutos más, puedo seguirle el juego, quién sabe cuándo vuelva a pasar. Si es que vuelve a pasar.

—Si eres la luna, ¿estoy acá para seducirte?

Lo bello de una burbuja es lo extraño que es. Es un fenómeno prácticamente, es casi mágico que el aire se contenga en una pared delgada de jabón y permanezca allí por un par de segundos. También la hace especial lo etéreo de su duración y siempre hay algo que por mera lógica, la debe romper.

Toda esta conversación ha sido una burbuja bella que he disfrutado pero que lamentablemente debe reventarse, en este caso, con la realidad que he conocido desde el comienzo pero había evitado poner clara en mi mente.

—Tu personalidad me seduce, Colibrí. Pero no eres mi tipo.

⭐⭐⭐

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