T R E I N T A Y T R E S
Tengo desde ahora la convicción de que cuando sufres por amor es porque es lo único que está mal en tu vida así que el dolor o la atención se traspasan solamente al ser amado. Ya que mi vida está más distorsionada que una pintura de Picasso no he estado tan mal por el asunto de mi desencanto. Quiero pensar que en algún lugar de la conciencia de Luka está la culpa o al menos la vergüenza y por eso no me ha hablado casi aunque la verdad me parece bastante inmaduro.
—Puedes terminar el inventario y te vas, Cinthya. —Andy tiene unas ojeras que no le había visto antes haciendo juego con su claro mal humor.
Aunque no está enojado, más bien parece cansado, exhausto. Cuando una persona tan enérgica y de voz fuerte como él llega con esa actitud resulta desconcertante así que todos hemos optado por guardar silencio y no hacer comentario alguno al respecto.
No es que tenga realmente ganas de irme pero tampoco puedo quedarme en BurgerBoy a vivir y son cerca de las cinco, así que es hora de irme despidiendo de todo. Hago lo que Andy me pide y tras corroborar dos veces que todo está bien, me dispongo a arreglarme.
Para llegar al cuarto de los casilleros debo inevitablemente pasar cerca de la oficina de Andy y mi vena curiosa es picada cuando escucho los amortiguados gritos del gerente. Mirando a ambos lados para pasar desapercibida, me acerco a pasos suaves hasta quedar muy cerca de la puerta, lo justo para poder escuchar.
—¡Tienes que solucionar algo! ¡No puedes solo mantener el secreto y perjudicarnos en el camino! No entiendes que esto solo no te afecta a ti y eres un egoísta. Enfrenta tus actos y consigue los huevos para cumplir lo que prometiste.
Nunca había escuchado ese tono tan furioso de Andy. Realmente se oye iracundo y hasta a mí me daría un miedo terrible que me hablaran así, incluso por teléfono. Hay una pausa larga de un par de minutos en que –supongo– le responden del otro lado y ya que no lo oigo hablar más, doy dos pasos cuidadosos hacia atrás, con la intención de dejar de ser tan chismosa e irme, sin embargo, escucho una última frase antes de que Andy cuelgue.
—Pues el tiempo sigue corriendo, Dylan y necesito una respuesta ya. No puedes seguir jugando así.
Por sorpresa e instinto salgo corriendo a buscar mi maleta. ¿Cuáles serían las posibilidades de que fuera ese Dylan? ¿Y por qué tiene asuntos con este Andy? Yo sabría si se conocieran, ¿no? Dylan sabe que trabajo acá y si conociera a Andy, me habría dicho que es amigo de mi jefe. ¿Y si... ? No. Es impensable que Dylan sea más que amigo con Andy. ¿No? Eso es... ¡Oh, por Dios! Dylan podrá ser...
No. No. Total y es otro Dylan, hay cientos en la ciudad. ¿Verdad? Sí, es imposible que haya tanta casualidad.
—Vamos a sacar a Kisha, ¿vienes con Luna? —Adriana me sonríe, está en el umbral de mi puerta con su amabilidad de siempre.
Ya la noche cayó pero estoy taaaan aburrida que incluso ese insulso plan se me hace interesante. Adriana me observa expectante mientras Luna le salta alrededor.
—Claro, ¿por qué a esta hora? —Observo la pantalla de mi celular en busca de la hora—. Son las ocho.
—Hoy cierran la avenida principal a los autos para dejar la vía a peatones y ciclistas —explica—. Mi hermano dice que es bonito caminar por la avenida en la noche, así que ¿por qué no? Solo faltan dos días para irme así que...
—Bien, un segundo.
Busco mi chaqueta, la correa de Luna, las llaves y el celular. Salimos y bajamos los cinco pisos hasta su apartamento, donde Theo se está poniendo su chaqueta. Al verme hace un ademán con su mano.
—Voy por mi chaqueta —anuncia Adriana.
—Hola, Theo.
—¿Cómo estás? —dice sonriente. De Theo descubrí que efectivamente no es un gruñón todo el rato y que solo estaba de malas el domingo; he tenido curiosidad de saber qué fue lo que pasó con su ex o lo que sea pero aún no agarro la confianza de preguntarle.
—No me quejo, ¿y tú?
—Bien de la mierda pero salir a caminar me ayuda —responde.
—No te ves molesto —objeto.
—Me está costando mucho mantener la calma —explica y no puedo evitar soltar una risita. Quizás sí es un gruñón todo el tiempo.
Es increíble la cantidad de gente que sale a la avenida abierta para peatones. Parece que es un plan familiar y romántico para la gente común y por eso hay tantos grupitos, caminado, en bicicleta o en patines. Aunque eso no disminuye el frío de la noche. Mi mano va agarrando la correa de Luna, a mi lado está Adriana con Kisha y al otro lado Theo con una mirada perdida en el horizonte.
—¿Esto te relaja? —inquiero a Theo, encogiéndome de hombros mostrando el helaje que me rodea. Él asiente solemne aunque sin responder gran cosa. Miro a Adriana—. Tu hermano no es de hablar mucho, ¿verdad?
Theo masculla una risita entre dientes aunque ni siquiera me dedica una mirada.
—No entra en confianza tan rápido y menos luego de que le rompen el corazón.
—¡No seas metiche! —brama él a su hermana. Adriana ríe; yo lo encuentro inapropiado.
A la velocidad de un suspiro el corazón se me acelera al escuchar desde mi bolsillo el tono designado a Luka. Ambos acompañantes notan mi cambio de actitud y sus ojos viajan a mí, les sonrío restándole importancia al asunto y con un índice les indico que me den un momento; me alejo unos pasos, llevando a Luna conmigo.
—¿Hola?
—Hola... —responde en un murmullo—. ¿Qué haces?
—No mucho.
Se hace una pausa en que el silencio nos roba los minutos del celular. Apenas y escucho su respiración y no tengo ni idea de qué responder.
—¿Estás enojada?
Más bien triste, pero él no debe saber eso.
—¿Por qué lo estaría?
Otra pausa en que aguanto la respiración esperando que la suya rompa la tensión.
—Lo que dije hace unas noches... Caro, lo siento por...
Suficiente fue con escucharlo de su persona ebria como para querer aguantarlo de él estando sobrio y más capaz de decir la verdad.
—No lo sientas. Fuiste sincero, aprecio eso.
—No me has contestado los mensajes.
—No cargo Internet, ¿recuerdas? ¿Qué enviaste?
—Solo lo que te digo ahora. Que lo siento —responde tras unos segundos—. Que esperaba no me odiaras y que...
Se calla. Mierda, se calla. ¿Por qué pitos se calla en un momento así? El temblor de mis manos es testigo de mis nervios e incluso con ese frío, mi frente suda.
—Luka, está bien. No estoy enojada... Solo no saques el tema, ¿de acuerdo?
—Quiero verte.
—Llego al edificio en un rato, podrías...
—¿Estás muy lejos?
—No. A unas calles, estoy con unos vecinos paseando a Luna. ¿Quieres venir?
Tras darle unas escuetas indicaciones, accede y vuelvo con la pareja de hermanos con la sangre corriendo a kilómetros por hora en mis venas. Theo, en su indiferencia normal enarca una ceja hacia mí, antes de que me pregunte, Adriana da un salto en su lugar.
—¡Oh, por Dios! Son unos amigos del colegio —informa en un chillido, señalando un grupo que va unos metros más adelante—. ¡Voy a saludar!
Brincando cual Bambi, se aleja dejando la correa de Kisha en manos de Theo. Cuando llega a ellos, los abraza como si fueran desaparecidos recién encontrados y ellos le corresponden con igual entusiasmo.
—Tu hermana te robó tu ración de entusiasmo en la vida —digo en tono bromista. Theo observando a Adriana niega con la cabeza casi sintiendo vergüenza ajena.
—La mía y la de media ciudad —apostilla—. Está medio loca.
—A mí me agrada.
—A todo el mundo le agrada, ella tiene esa...
—¿Chispa?
—Algo así, es de las que cae bien a donde llegue. —Alcanzo a vislumbrar una sonrisita de esas de orgullo fraternal, aunque la borra antes de que haga mi comentario casual, en lugar de eso, él hace el suyo—. Así que... te llamó el Diablo.
—¿Cómo que el Diablo? —inquiero, riendo.
—Casi te da un ataque respiratorio, ¿quién aparte del Diablo deja esa impresión? No vives con tu madre, así que no es ella... Así que... ¿Un novio?
Su serena actitud para acusar o burlarse de algo, en este caso de mí, es una cualidad/defecto que me encantaría tener. Poder intimidar a las personas sin malicia y con un par de palabras debe ser maravilloso; aunque por otro lado, soy yo que soy muy intimidable.
—Ninguna de las anteriores.
—Para no caer en un silencio pendejo, ¿me cuentas o qué?
—O tú cuéntame qué pasó con tu ex —contraataco. Su sonrisa se borra por completo y entorna los ojos—. ¿Ves? No es bonito.
—Bien, tú ganas. Pero lo del silencio era en serio, háblame de algo —pide—. De lo que sea que no incluya romances fallidos.
—Eso es lo que tengo en mi vida, ¿de qué te hablo entonces? —Mueve su mirada a la mía y me sonríe, divertido ante mis palabras.
—Debe haber algo en tu aburrida vida que puedas contarme —insiste. Muerdo mi labio, pensativa.
—Veamos... Vivo sola hace casi dos semanas... Tengo a Luna hace menos que eso; trabajo en un BurgerBoy... es la primera vez que salgo a una caminata de estas y cumplí años la semana pasada.
—Wow... —exclama con exageración—. Realmente no hay nada que puedas contarme que sea interesante.
Le doy un codazo y escucho por primera vez una risa sincera de su parte, no una mueca, sino una risa real llegando a carcajada. Aunque sea dejándome a mí en medio, me gusta hacer reír a la gente, más cuando esa gente es más amargada que mi madre.
Exagero, nadie es más amargado que mi madre.
—Rebate eso —reto.
—Bien... llevo dos años en ese edificio, Kisha es de Adriana así que estoy solo normalmente; estudio pedagogía en Idiomas, voy en cuarto semestre y trabajo en una empresa de exportación e importación de Licores.
Bien, mi currículum de la vida es bastante fácil de superar. Theo eleva su mentón con superioridad y me observa, esperando que le dé una aprobación que no va a recibir.
Una mano se ubica en mi hombro acelerando cada latido y célula de mi cuerpo, su aroma llega a mí antes que su voz.
—Hola, Colibrí. —Deja un suave beso en mi mejilla y si fuera de mantequilla, ya estaría derretida. Todo Luka representa mis debilidades y ese poder que tiene sobre mí me angustia y a la vez me encanta—. Me hiciste falta estos días —susurra cerca a mi oído.
—Hola... —Es lo único que logró murmurar pendejamente entre dientes. Theo carraspea junto a mí y recuerdo que él existe—. Oh, Luka, él es Theo un vecino del piso 12.
—Un gusto. —Estrechan sus manos y Luka permanece con su brazo a mi alrededor.
Para mí sigue significando el mundo que tenga esas muestras de cariño, la única diferencia es que ahora que Luka fue claro conmigo y aún sigue tratándome así puedo asegurar que desde que nos conocimos solo ha sido él mismo, es decir que cualquier cosilla que pudiese haber pasado solo fue producto de mi enamoradiza imaginación. Mientras su cariño perdure al menos a modo de amistad, puedo aceptarlo. Debo aceptarlo.
—¿Por qué decidiste salir tan tarde? —pregunta mi rubio.
—Ellos me invitaron —explico—. Había vía nocturna y ellos querían salir y... aquí estamos.
—¿Ellos quienes?
—Mi hermana y yo —responde Theo amablemente—. Allí viene ella.
Señala más adelante, donde Adriana se despide de sus amigos y emprende camino a nosotros de nuevo. Nos sonríe y le devuelvo el gesto.
De repente llega un recuerdo a mí, derivado de lo que sucede ahora. Aquel día en que vi a Luka pidiendo la hamburguesa a Cielo en BurgerBoy y en vez de seguir poniendo papas en las cajitas, me quedé mirándolo hasta que él lo notó y volteé la cara. Ese día que me salvó el empleo.
Ese instante de unos diez segundos que fue cuando el flechazo ocurrió, cuando el encantamiento con el rubio inaccesible empezó; me he preguntado si fue notorio, es decir, si aparte de mirarlo fijamente se me notó en algo la atracción extrema que me causó. Si sonreí de alguna manera extraña o especial que pudiera hacerle pensar al que me viera: «Esa chica está flechada por ese chico»
Un nudo en la garganta se me forma con toda la fuerza del mundo recordando eso a la vez que siento en cámara lenta cómo la mano de Luka se desliza de mi hombro hasta romper todo contacto.
Cómo separa sutilmente nuestros cuerpos dejándome un choque eléctrico allí donde nuestros brazos rozaron por última vez.
Evidencio que sí es notorio porque puedo ver ese flechazo, ese primer encuentro de miradas que denotan atracción en los ojos... En sus ojos mirando a Adriana.
Sonríe.
Le sonríe con una dulzura que nunca me dedicó a mí. Le sonríe a ella como yo le sonrío a él desde que lo conocí. Le sonríe sellando con esa curvatura de sus labios el flechazo que acaba de tener.
Siento la vista nublada pero mantengo la sonrisa a mi vecina. Cuando ella repara en Luka puedo ver claramente que el flechazo es mutuo y que los ojos de ambos crean una conexión ajena a cualquiera que esté alrededor, una que al ser mutua llegará a algo. Adriana se olvida de Theo y de mí, metafóricamente hablando, y son su sonrisa ladeada saluda a Luka.
—Hola.
El rubio da aún paso a ella, extendiendo su mano que se une a la suya a la vez que ambos entran en una burbuja que nos excluye.
—Soy Luka.
Quería saber cómo se sentía un corazón roto, ahora lo sé. No es lindo, no es recomendable pero algo dentro de mí dice que era necesario.
Adriana y Luka caminan un par de pasos adelante de nosotros y con un suspiro de mi parte puedo darme cuenta de que llevaba segundos reteniendo la respiración y la lágrima al fin decide resbalar hasta perderse en mi mentón. Detengo el paso, frenando el de Luna también. Mis pies actúan solos, dando media vuelta y empezando hacia el otro lado.
El nudo en mi garganta se hace peligrosamente grande y siento una mano en mi espalda, el calor de otra persona y antes de voltear, veo a Kisha caminando junto a Luna.
—Lo lamento —dice Theo cauteloso.
No levanto la mirada, incapaz de enfrentar ese desplante tan –relativamente– público. Su contacto se rompe y me limito a asentir.
—¿Hasta dónde llega la vía abierta? —susurro apenas fuerte para que Theo me oiga.
—Unos dos kilómetros hacia allá. —Señala hacia adelante en la dirección que vamos—. Llegamos.
La entrada del edificio se hace visible y me detengo frente al andén que la antecede. Mis ganas de llorar no han disminuido pero con el frío y la compañía de un chico al que no le tengo confianza aún han impedido que eso detone. Quizás internamente no quiero hacer el ridículo frente a él porque en teoría es un desconocido y por eso me niego a llorar. Si llego a mi cama, no voy a poder evitarlo y me prometí ser fuerte.
—¿Quieres... quieres caminar otro rato? —propongo, estando junto a él pero sin mirarlo.
Titubea un par de segundos y finalmente susurra:
—Claro.
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