T R E I N T A Y O C H O

Después de analizar y analizar que mi actitud con Theo no era la correcta, caí en cuenta de que tampoco debía esconderme de Luka, no es que lo haya estado haciendo muy seguido o a propósito pero sí procuro no toparme con él luego de ver esos ojos de sorpresa que puso cuando me vio saliendo del apartamento de Theo. Siguiendo esa lógica irrefutable, guardo la vergüenza sin sentido en el cajón de la cómoda para ir a su apartamento a saludar, total y estamos con Luna más aburridas que un pez y aún no son ni las siete de un soso domingo.

—Vamos a saludar y nos quedamos un rato con Gabriel —digo a mi perrita que de solo ver que voy a abrir la puerta ya muestra su característica euforia de siempre—. Y si está Luka, pues también con él.

Llego hasta su puerta y toco dos veces mas no obtengo respuesta; cuando estoy resignada a ir a acostarme con Luna de nuevo a morir en el aburrimiento, abren la puerta. Es injusto que aún con todo lo que ha pasado mi ser sufra una fractura cada vez que lo veo.

—Hola, ¿qué hacen? —Luka parpadea dos veces y asumo que estaba durmiendo lo que me produce vergüenza de haberlo interrumpido. Ojalá no sea de esos que recién levantados son gruñones.

—Estaba durmiendo —confirma. Luna se sienta en el suelo junto a mí, reacia a Luka como siempre—. ¿Qué quieres?

—No deseaba molestar —respondo ante su tono seco, desvío la mirada y añado—. Lo lamento, solo venía a saludarlos, pero vuelvo después.

—No... perdón, no molestas. —Restriega sus ojos y parece recobrarse totalmente de la somnolencia. Se mueve un poco hacia un lado y extiende su mano levemente—. Entra.

—Vamos, Luna.

Ingreso y el apartamento está a oscuras, Luka enciende la luz de la sala y cierra la puerta a mis espaldas; es cuando noto el silencio total que advierto un detalle.

—¿Gabriel también duerme? En serio, puedo venir después.

—No duerme, Gabriel no está. Solo estoy yo.

¿Es normal ponerme nerviosa porque estemos solos? Sí, yo creo que sí, total y no estamos solos, Luna está con nosotros. Puedo estarlo imaginando, pero creo que Luka ha evitado mirarme directamente aunque también puede ser por haberlo despertado; yo suelo molestarme con cualquiera que me despierte.

—Puedo volver después —insisto; lo mejor es que siga durmiendo.

—¿Necesitas a Gabriel?

—No, venía a saludar.

—¿Y no te basta conmigo?

Puedo decir que he tratado lo suficiente con Luka como para distinguir sus palabras llenas de sarcasmo, burlas o ironías del enfado real. Más aún porque cada vez que me dice sus frases de siempre lo hace mirándome a los ojos, con una sonrisilla en los labios y el tono que usa es el que sirve para jugar con los colores de mi piel; sin embargo, esta vez no hay nada de eso, está realmente fastidiado.

—Yo no he dicho nada.

—Lo das a entender —espeta.

—No quiero volver después porque Gabriel no esté, quiero volver después porque con esos humores de perros no te aguantas ni a ti mismo. —El reclamo salió un poco más fuerte de lo que pretendía pero pelear con Luka tampoco es mi intención, así que tampoco tengo porqué aguantar esto—. Dale mis saludos a Gabriel y ya; vuelve a dormir, de nuevo lamento haberte despertado.

Desando los seis pasos que había dado y tomo el pomo de la puerta, antes de girarlo Luka responde.

—Claro, mejor vete a donde tu novio, allá tienes mejor compañía.

Su afirmación más que molestarme, me extraña; uno, porque no tengo novio y dos, porque yo no le he hecho nada a Luka como para que me trate de esta manera. No son ni siquiera sus palabras sino ese tinte de repulsión o de rechazo que imprime en ellas. Ese tono que a cualquier persona le molesta por la ofensa que se esconde tras las palabras dichas.
Suelto el pomo y giro hacia él; tiene su vista en el suelo con una expresión que interpreto como algo de vergüenza por haber dicho eso.

—¿Cuál novio? ¿Estás demente? No tengo ni idea de qué mosca te picó pero no tienes el derecho de hablarme de esa forma. No te pases de imbécil.

Luka se acerca un poco y por primera vez me observa a los ojos. Sus cejas están fruncidas y juraría que se contiene para no gritar. Elevo el mentón sin pizca de temor, ni siquiera me intimida su altura o el hecho de que aún en estas circunstancias lo veo tan hermoso que duele.

—No hay necesidad de que lo niegues.

—¿Negar qué? Estás loco.

—El hermano de Adriana es tu novio.

—No lo es, es un amigo y... —Ante el desafío que Luka carga en su mirada, me entra la cólera al sistema nervioso. No es posible que salga con semejante ridiculez—. Y en todo caso, ¿eso a ti qué? Yo no ando preguntándote qué relación tienes con Adriana.

—No tengo nada con Adriana.

—No te he preguntado. No es de mi incumbencia.

Se queda sin respuesta ante mi premisa; si alguien viera la conversación de lejos no adivinaría que no estamos de los mejores humores, aparte de la carga emocional de las palabras que se dicen no hay indicios de una discusión real, ni él ni yo levantamos la voz y hay relativa calma en el ambiente. Luka relaja los hombros sin dejar de mirarme y suspira, cierra sus ojos un segundo y al abrirlos retrocede dos pasos hasta apoyar su espalda en una de las paredes cercanas.

—¿Qué hacías en su casa el domingo pasado? —pregunta. No obstante, es una de esas preguntas que no necesitan respuesta, esas que suenan más a afirmación o quizás a reproche. No me deja responder, sino que añade en el mismo tono:— ¿Pasaste la noche con el hermano de Adriana?

—Oye, yo no te ando preguntando con quién pasas las noches, así que eso no es asunto tuyo —repito.

Resopla suavemente, digiriendo las palabras pero como si esperara exactamente esa respuesta. Yo no debo sentirme culpable, de eso estoy segura, hasta donde la moral me dicta no he hecho nada malo.

—Debería ser asunto mío —farfulla—. Debería ser completamente asunto mío.

—Pero no lo es, tú y yo no somos más que amigos y vecinos.

—¿Segura?

La conversación se ha trasladado de manera curiosa y peligrosa a un terreno que no deseo mucho pisar; si hay algo que me ha hecho sentir mal en las últimas semanas es el enamoramiento insano que tengo con Luka y la verdad, en cada episodio que mi mente arma de cuando hablo con él, en ninguno estoy yo confesándole que lo amo o siquiera que me gusta aunque eso es algo que salta a la vista y que podría asegurar que hasta la inocencia de Mateo notó. Es más, a veces quiero creer que él sabe con seguridad lo que me hace sentir, que es consciente del desequilibrio emocional que me produce cuando lo tengo tan cerca pero entonces creo que también me hiere adrede y en la práctica se burla de lo que siento y en serio deseo no tener ese concepto de él.

—No quiero hablar de esto —sentencio, desviando la mirada.

—¿Qué es "esto"?

—De ti y de mí. No vale la pena hablar de esto.

—Yo creo que sí. Porque el sábado en la fiesta me dijiste prácticamente que Adriana no te gustaba o algo así y yo entendí que era porque estabas enamorada de mí y luego vienes y pasas la noche con su hermano y...

—¿Y qué quieres que te diga? ¿Que te mentí? ¿Que estaba ebria y no sabía lo que decía? ¿Qué tanto quieres subirte el ego, Luka? —Mis palabras se imprimen con un tono de rencor escondido que no planeaba que saliera. Este es uno de esos momentos en que siento que voy a explotar si no me alejo y lo último que quiero es gritar a Luka o enfrentar en voz alta y frente a él sentimientos que no deseo sentir.

—Quiero que me digas la verdad.

—No te he mentido desde que te conozco.

—Pero tampoco has sido clara.

Mi temporizador interno empieza con una cuenta regresiva sin escapatoria.

—Bien, sí me molestó que empezaras a salir con Adriana pero lo que te dije es cierto, creo que es una chica muy amable y linda.

—Pudiste decírmelo en el momento en que empecé a salir con ella.

—¿Para qué? ¿Qué hubiera importado?

—¡Habría importado mucho! —exclama, en un tono más alto—. ¡No entiendo por qué no me dijiste que yo te gustaba y ya!

Y entonces la bomba interna explota.

—¡¿Qué no entiendes por qué?! ¿Es una broma Luka? Quiero pensar que no eres tan ciego como para no haber notado lo mucho que me gustabas, dudo mucho que no supieras que cada vez que me hablabas me gustabas más y más, no me salgas con esas estupideces de que por qué no te dije nada y ponte mejor a pensar que quizás era para guardar un poco mi asquerosa dignidad.

—¡Eso ni siquiera tiene sentido! —gruñe y se planta muy cerca de mí. Con mi dedo presiono su pecho a la vez que le respondo con la misma hostilidad.

—¡Claro que no tiene sentido para ti! ¡Nada de esto tiene sentido para ti porque no sabes lo que es! ¡Son cosas que personas como tú no entienden nunca!

—¿Qué quieres decir con personas como yo? —bruscamente retira mi mano de su camiseta y da dos pasos hacia atrás. Ya en este punto ni siquiera me importa discutir con él o el hecho de que hasta acá llegue nuestra amistad, yo solo quiero desahogarme.

—¡Personas que nunca han sentido un rechazo!

—¡Claro que he tenido rechazos! ¿Qué piensas? ¿Qué he tenido todo lo que...?

—¿Por tu apariencia? —interrumpo en un siseo. Luka calla y aprieta la mandíbula—. No, claro que no. Dime una sola vez que te hayan rechazado por tu apariencia, Luka. Exacto, ¡nunca! Personas como tú no entienden eso, lo mucho que duele cada rechazo y lo lejos que queda eso de mis manos porque soy así y no voy a cambiar por una más bonita y digna de ti o de nadie.

—Yo nunca he dicho...

—"Tu personalidad me seduce, pero no eres mi tipo" —repito sus palabras de la otra noche, sintiendo esa punzada de rencor y tristeza recorrerme completa—. Espero que no creas que soy tan estúpida como para no entender esas pocas palabras. ¿Sabes? desde el día en que te conocí supe que iba a enamorarme de ti, eso lo tenía más claro que el agua, aun así, no imaginas lo feo que es escuchar eso y luego simplemente verte con la primera cara linda que se te cruza. Dime, ¿te parece justo?

—Quería invitarte a salir —masculla. Cruzo mis brazos y resoplo.

—Sí, Luka, hemos salido antes. ¿Sabes en qué termina eso? Salimos, comemos algo, hablamos muy cómodamente, me encanta hablar contigo... luego llegamos a donde sea, me besas, me haces sentir por esa puta vez como alguien querida, como alguien que de hecho está en una relación, luego el tiempo se acaba, la burbuja se rompe y la realidad golpea. Todo eso fue suficiente para mí hasta que vi que ya tenías a alguien.

—No sé qué decirte...

—Te diré algo que espero que quede entre ambos —anuncio. Luka calla, destenso mis brazos y siento cómo el nudo se forma en mi garganta con una desagradable sensación en el estómago. Trago saliva para no perder la voz—. El día de la marcha Denny habló conmigo, me dio a entender que tú no eres de los que se enamora, que te cuesta mostrar tus sentimientos y pensé para mí misma que quizás te habían herido en el pasado y esa era la causa. Me dije también que no iba a presionar nada porque sabía no iba a pasar nada, me repetí que contigo no iba a tener relación o vínculo alguno porque era imposible y además estaba la advertencia de Denny... y entonces esa noche conociste a Adriana y me di cuenta de que no te cuesta iniciar algo, sino que te costaba que fuera conmigo.

—No te menosprecies de esa manera.

—Toda la vida he tenido mis inseguridades, Luka, igual que todo el mundo. —Tomo aire, llenándome del valor que el oxígeno pueda darme y finalmente confieso:— Pero mis inseguridades nunca dolieron tanto como cuando el rechazo vino de tu parte.

La lágrima osa salir, así, de repente y es una sola, lo que solo dice que la tensión del momento la sacó. No tengo deseos de llorar, no tengo ganas de nada. Luka se despega de la pared y con cautela se acerca y toma mi mano, subo mis ojos a los suyos pero me suelto de su agarre.

—No soy muy bueno en estas cosas del amor y sé que quizás te di los mensajes equivocados y es cierto, no veía algo contigo en un comienzo pero...

—Enamorarse siempre es hermoso —inicio, interrumpiendo una posible declaración forzada por la culpa. Luka esboza una sonrisa pequeña en sus labios, pero la borra cuando continúo—, excepto cuando es de ti.

—No digas eso, Colibrí...

—Querías que fuera clara, lo estoy siendo. —Por segunda vez busca el contacto de nuestras manos y en esta ocasión se lo permito, su cuerpo queda frente al mío con apenas unos centímetros de separación. Bajo la voz para seguir hablando, en esta cercanía un susurro basta para ser oída—. Nunca me había enamorado antes y de poder devolver el tiempo y escoger, no te escogería a ti para experimentar lo que es el amor.

Cada sílaba me lastima la garganta, cada palabra deja un poco de sentimiento y una pizca de la liberación de mis emociones que estaba esperando. Los ciclos no se cierran hasta que se da el paso para ello y Luka me está dando la vía para darlo de una vez por todas.

—Quería invitarte a salir porque me di cuenta de que me interesas —admite—. No te voy a decir que estoy enamorado de ti porque es mentira, pero te quiero, Colibrí.

Esperar algo por tanto tiempo y crear expectativas de cómo será, solo hace que la realidad se haga mediocre. Esperé escuchar eso de Luka desde hace mucho y sin embargo ahora que lo dice no le creo. No es que no quiera creerle, es solo ese sexto sentido que siempre te avisa cuando te engañan, ese que no permite tomar alguna palabra como veraz por más que se desee que sean verdaderas. Ese algo que se llama desconfianza. 

—Eso lo sé, Luka. Me has acogido muy bien en tu casa, en tu vida, no he negado lo agradecida que estoy contigo porque inicié una nueva etapa gracias a ti. Sin embargo, creo que me he podido dar cuenta de que el "interés" que tomas por una mujer es muy voluble, no digo que no exista, pero sí que puede cambiar a la velocidad de la luz.

—No...

—Hace unas semanas sentiste ese "interés" por Adriana y ahora estoy yo. Si algo bueno he aprendido de ti es que debo tener un poco más de amor propio y eso me basta para saber que bajo cualquier circunstancia, merezco algo mejor que ser una más en la lista de caprichos que tuviste y con el tiempo pasaron de moda.

—No te quiero para eso, Colibrí —rebate—. Lo que dices es cierto, cada palabra, pero no puedes comparar el interés que tengo por ti con el interés por cualquier otra, no puedes compararte con un capricho.

Inclina su cabeza con cada palabra que pronuncia. Mis ojos no se han despegado de la dulzura de las mieles de los suyos pero ahora todo tiene otro significado y de eso me doy cuenta cuando a pesar de esas lindas palabras que dice y de lo locas que se pondrían mis maripositas en una situación así, nada pasa.

No hay mariposas, no hay sonrojo, solo hay resignación.

—Creo que es mejor que me vaya.

No responde más que con un beso que entremezcla las respiraciones de ambos, que absorbe miedos y deja dudas, deja preguntas y un enredo enorme en los pensamientos. Los labios que he deseado desde que los conocí y que por un instante son míos se mueven con una ternura que de estar en otras circunstancias incrementarían mi amor por él. Mis manos permanecen quietas a ambos lados de mi cuerpo y las suyas están en mis hombros, con temor o con recelo. Mi respiración ya está en calma, esa que procede a la tormenta. Luka suelta mis labios y apoya su frente en la mía, no soy capaz de abrir mis ojos y creo que él tampoco abre los suyos.

—No te vayas...

Una vibración nos da un buen susto y nos separa ipsofacto, mi celular suena en el bolsillo de mi chaqueta y tras aclarar la garganta lo saco. Luka camina hasta su sillón y se sienta, queriendo salir de ese lapsus incómodo que el celular nos dio al romper así el momento. Miro la pantalla, es un número desconocido. Inspiro hondo, recuperando el aliento.

—¿Hola?

Cinthya...

La manera pesarosa con que mi nombre es pronunciado me pone en alerta, mis neuronas no tardan en hacer sinapsis, unir los puntos, las acciones y la hora tan extraña de la llamada para presentir la mala noticia. Un hueco en mi pecho se manifiesta en forma de jadeo cuando imagino lo peor y cuando no dicen nada más, me desespero, pegando más el teléfono a mi oreja como si así del otro lado fueran a hablar más rápido.

—¿Qué pasó, Carmen? —exijo.

A veces se cree que el dolor viene en rangos del menor al mayor; a veces pensamos que con un desamor llegan los dolores más fuertes, a veces pensamos que nada puede fracturar el alma al punto de dejarte sin aliento y entonces llega el momento, llega la mala noticia y sabes el alcance que una herida puede tener.

—Adam acaba de fallecer.    

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