T R E I N T A Y C I N C O
Estoy casi segura de que va a estar en la boda de la mamá de Theo, como acompañante de Adriana y aunque he intentado no mostrar la ansiedad que esa incertidumbre me produce, creo que mi movimiento frenético de las manos y el incesante mirar de allí a acá como si fuese a salir de las sombras, no ha sido muy sutil.
En el elevador, con Theo a mi lado vestido en un traje que luce bien en su altura exagerada, siento el sofoco asfixiante propio del... puede ser temor.
—¿Qué pasa? —pregunta mi acompañante sin mirar en mi dirección—. Parece que fueras a la silla eléctrica.
Hay algo en Theo que hace que no me moleste contarle, sé qué es eso: a él acaban de romperle el corazón y es como si psicológicamente el hecho de que no esté feliz emocionalmente, haga que tenga algo de empatía con él.
—¿Sabes si Luka va a ir con tu hermana? —dijo, sintiendo un picor malsano en la garganta.
Otra ventaja de Theo es que así como no es expresivo en exceso para lo bueno, tampoco lo es para no malo y sé que al menos no se va a burlar de mis preguntas curiosas. Guarda silencio a mi pregunta y suspira, las puertas del elevador se abren anunciando que llegamos al primer piso y sale él primero. Lo sigo.
—Te seré sincero. —Salimos a la calle y nos detenemos en una esquina a esperar el paso de algún taxi—. Sí, lo más posible es que lo lleve. Y no sé si pueda servirte de algo pero conozco a Adriana y sé que con Luka solo se está divirtiendo; ella es así y luego de que su novio la engañó hace un tiempo, no busca nada serio.
—Pero aún así está con él.
—Lo lamento, Cinthya. No sé qué más decirte —dice indiferente—. Mira el lado positivo, el tipo ese quiere hacer feliz a mi mamá y contrató un servicio de comidas maravilloso. La comida será deliciosa y gratis.
—Si te soy sincera, solo vine por eso —respondo—. No es que ir a una boda con don expresivo fuera muy atrayente.
—Quizás te diviertas. Si me das un par de tragos, dejo de ser tan serio —confiesa, con un deje bromista en su tono— y ya que es la boda de mi madre, beberé lo que quiera.
—Empiezo a creer que me trajiste para que te cargue de vuelta.
—Ojalá pudiera decir que sí.
Volviendo a su sonsonete que dice «No voy a decirte nada más», se cierra el tema y unos minutos después llega el taxi que nos lleva.
Una boda en donde la novia está vestida de azul. Eso es nuevo. Aunque he de admitir que se ve muy bonita y no parece que tuviera dos hijos ya adultos, la madre de Theo está muy bien conservada y además, es su boda, la felicidad está en sus ojos. Cuando llegamos saludó a Theo muy entusiasmada como si esperara que no apareciera y Theo estrechó la mano del ahora esposo de su mamá con formalidad pero con rencor. Aún pienso que Theo es un exagerado.
La mesa de la familia próxima a los novios es la que encabeza el salón; allí había un puesto para Theo pero él declinó de la oferta y me llevó a la mesa más alejada de la su madre. Aparte de dos hijos adolescentes del nuevo esposo y de las madres de ambos novios, están Adriana y Luka junto a ella. Sus manos no se han soltado desde que llegaron, un poco después de nosotros y cada que se miran se sonríen. Opté por no ir a saludar y como una boba, estoy en lejanía, dándoles fugaces vistazos, solo para picar más lo que duele.
Luka se ve hermoso con traje de smoking, su cabello está despeinado aunque parece que pasó horas haciendo que luciera así y ese tono rubio brilla aún más cuando corona esa sonrisa preciosa que ha exhibido desde que entró. Adriana es exactamente la clase de chica que esperas ver con alguien como Luka, con unos tacones enormes negros y un vestido que la hace ver como el sueño de muchos chicos y hace que otras nos sintamos menos. Ojalá Adriana fuera antipática para poder tenerle un poquito de rencor por llevarse algo que en realidad no era mío, pero no, ella es un amor de persona y en realidad es una buena amiga, así que no me queda más que aceptar las cosas como son y beber un trago más de los que ponen en la mesa.
Creo que desde donde está Luka no alcanza a ver la mesa donde estoy yo y por eso no me preocupa mirarlo y mirarlo y hacer pucheros infantiles tras mi copa mientras los novios abren la pista con su primer baile como esposos.
Mis codos reposan en la mesa, una mano sobre la misma y la otra en mi mentón en una imagen clara del aburrimiento pero por la situación y no por la fiesta. Siento los dedos de Theo en el brazo que se extiende en el mantel y volteo a mirarlo. Se acerca lo suficiente para hablarme en confidencia aunque sin hacer conexión de miradas, la suya está perdida en el horizonte.
—¿Quieres saber la razón por la que no iba a venir solo? —pregunta. Me encojo de hombros y Theo señala con su mentón a la entrada del salón. Dirijo mi mirada allí—. Mira.
Una pareja va entrando, él es tan alto como Theo pero de contextura más ancha, está con un traje elegante aunque sin corbata, dándole ese aire de despreocupación que se amolda con su caminar delicado, debe tener unos veinticinco o veintiocho años a lo mucho, no es el más apuesto, pero vamos, con traje todos lucen bien. En su mano lleva envuelta otra mano que pertenece a una chica de cabello rubio precioso hasta la cintura con un lindo arreglo en su lado derecho; un vestido rojo ceñido que deja ver la delgadez general que posee aunque con un pequeño bulto en la parte baja del abdomen, debe tener unos tres o cuatro meses de embarazo y el cuadro general de ambos es muy lindo; son como la pareja perfecta y ambos sonríen al adentrarse e ir a saludar primero a aquella mesa familiar.
—¿Quién...?
—Él es un primo —interrumpe mi pregunta. Su mirada sigue quieta posiblemente en el centro de mesa y en sus manos mueve una copa con whisky—. Y ella es mi ex novia.
Mi sonrisa se borra cuando uno las piezas en mi mente. Luego de decirlo, bebe de un solo trago el medio vaso de licor que tenía y arruga la frente por el picor del alcohol, de repente siento como más compasión y entiendo más los humores del pobre Theo.
—Lo...
—Tu situación con el rubio ahora no luce tan mal, ¿eh? —ironiza, mostrando una medio sonrisa lobuna y bufando. Ni siquiera puedo enojarme por ese comentario porque es cierto—. Estuve dos años con ella y al parecer mi mamá la quiere como a una hija y le valió mierda lo que me hizo, porque «Ella debe estar en mi boda» —imita la voz de su madre, con un rencor contenido que hasta a mí me duele.
—Si quieres nos podemos ir —propongo. Obviamente estar acá le sienta mal y un plato de comida no lo vale.
—No podemos, Cinthya. Es cosa de orgullo, ¿entiendes? No puedo irme como si les huyera aunque lo que deseo es largarme a la quinta porra y alejarme de esa perra.
—Si no quieres que la perra te vea herido, entonces que te vea feliz como si no hubiera un mañana —aseguro. Theo levanta una de sus cejas negras y juro que casi veo una maldición en sus ojos. Bebo de un sorbo mi champaña y me levanto, él me observa desde abajo y le tiendo la mano—. Vamos a divertirnos.
Deja mi mano ahí en el aire, me observa a mí y luego a mi mano y a mí de nuevo. Mira a ambos lados y me examina de nuevo como si estuviera completamente loca.
—Necesitarás más que unas palabras de apoyo para que yo baile.
—Vamos, es de mala educación dejar a una dama con la mano extendida —reprendo. Retiro mi mano y la tiendo insistentemente de nuevo, haciendo un arco con mis cejas, expectante—. Vamos, te daré un whisky.
—Tal vez debí venir solo —resonga, soltando su copa y tomando finalmente mi mano—. Ojalá al menos sepas bailar o solo voy a hacer el ridículo.
—Puedo contar con los dedos de las manos las veces que he bailado —confieso—, pero no me he caído ni una sola vez, así que eso es buen presagio.
Puedo apostar que veo una risa en su rostro. Por lo menos la pista está llena y no seremos el punto focal exclusivo de nadie. Con algo de fastidio Theo pone su mano en mi cintura y comienza a moverse cual tronco andante. Resoplo y le pincho la espalda con un dedo. Escucho un quejido; antes de que me reclame, me adelanto.
—Baila como si quisieras, así no quieras.
—Si hubiera sabido que eras así de positiva, no te habría traído. No te habías mostrado así conmigo.
—Ahora lo sabes, piénsalo para la próxima.
—Como si fuera a haber próxima —susurra, aunque alcanzo a escucharlo. Lo pico de nuevo y ahora sí veo y escucho su risa para luego sentir que sí se está moviendo.
Ponen uno de esas mezclas de música bailable que no acaban nunca y como luego del segundo minuto, Theo se mueve menos rígidamente y parece que distrae un poco a la mente de su tormento. Le he dado vueltas y he hecho tonterías para hacerlo reír sin pensar en que todos me miran y apenas han funcionado un par de veces. En un instante, quedamos abrazados aunque sin dejar de movernos.
—¿Ves que no hay que andar deprimido?
—Eres imposible, no me dejas ahogarme en la miseria en paz —reclama, en tono exagerado de molestia—. Uno trata de andar deprimido y llegas tú con el entusiasmo por los putos cielos.
—Escuché un «Gracias, Cinthya, me haces sentir mejor» —remedo su voz—. Así que, de nada, Theo, es un gusto.
Niega con su cabeza y me da un empujón para darme una vuelta; cuando estoy de espaldas a él me cruzo con Luka que a su vez le da un giro a Adriana que termina frente a su hermano.
—¿Me la prestas una canción? —grita Luka a Theo, Adriana toma la mano de su hermano para bailar con él, Theo y yo cruzamos una mirada cómplice pero antes de responder, Luka lo hace—. Gracias, ya te la devuelvo.
Toma mi cintura y en dos pasos, quedamos alejados de los hermanos. Me atrevo a levantar mi vista a Luka; se ve mejor de cerca.
—¡No sabía que vendrías, Colibrí! —vocifera, con una sonrisa ladeada.
—Puedo decir lo mismo.
—Era obvio, estoy saliendo con Adriana —responde risueño con una sonrisa que me atraviesa el alma y no me deja atajar el jadeo que sale, aunque la música lo tapa lo suficiente para que solo yo lo escuche—. Si tú empiezas a salir con Theo podríamos hacer citas dobles.
—No salgo con Theo —atajo, sin ninguna sonrisa en mi rostro—. Es un buen amigo.
El ritmo bailable de la música y los movimientos acordes de nuestros pies difieren con ese rencor que sale de mi voz y el cambio de expresión en el semblante de Luka.
—¿Qué pasa? —cuestiona, siendo tan ciego o indiferente como puede—. ¿Ha sido grosero contigo? Adriana me ha dicho que tiene un temperamento fuerte.
—No es así conmigo, es buena persona. Que sufra por amor no lo hace mala persona —respondo.
Evado adrede la mirada y aprieto los dientes. Mi mano sigue en su hombro pero la empuño y la otra, que sostiene la suya, se tensa a su contacto. No dejo de mover mis pies pero Luka nota mi cambio.
—¿Estás bien conmigo? ¿Qué te hice?
—Nada, Luka. Tú no me hiciste nada.
Yo me lo hice sola.
Se calla por un momento, como si pensara qué decir a continuación. La música finalmente acaba para dar paso a una más lenta; suelto la mano de Luka con la intención de alejarme pero afirma su agarre, obligándome a devolverme y mirarlo a los ojos.
—¿Te... —Parece dudar decir lo que tiene en mente. Se acerca muchísimo a mí y me habla a dos centímetros de distancia— te molesta que salga con Adriana?
—Adriana es una chica muy linda y muy gentil.
—Esa no es mi pregunta, Carolina —replica casi exasperado—. ¿Te molesta que salga con ella?
—¿Qué diferencia hace? —escupo e intento soltarme de su agarre pero no lo consigo.
—Pensé que teníamos las cosas claras, Carolina —reclama. La sangre empieza a hervirme de rencor—. Me dijiste que no sacara el tema, pero...
—Entonces no lo saques.
—Eres mi amiga, te dije que...
El requiebre de mi corazón me pincha en el alma más fuerte que cualquier golpe físico. Me suelto finalmente de un jalonazo fuerte.
—Te dije... te dije... —interrumpo, repitiendo sus estúpidas palabras. Antes de alejarme, me acerco a su oído, poniéndome un poco en puntas a pesar de los tacones que llevo. Luka se queda estático y sus manos quedan a sus lados, sin tocarme—. Dile a un corazón que no se enamore y verás lo terco que puede llegar a ser.
Sorteo la gente con cuidado de no tumbar a nadie y llego a mi mesa, donde aparte de alguna señora y un señor, Theo está sentado con su vaso en la mano. Me siento de inmediato a su lado y le arrebato el vaso para beber su contenido. El fuego del whisky me escoce hasta que llega al estómago; arrugo la nariz y retraigo los labios por el desagradable sabor.
—¿Quieres otro? —pregunta Theo tranquilamente. Niego con la cabeza—. ¿Quieres hablar? —Muevo la cabeza de nuevo, negativamente—. No puedo creer que sienta compasión de ti y te vaya a ofrecer esto, ¿quieres bailar?
—¿Podemos solo quedarnos acá sentados mientras reparten la comida y luego irnos?
Lo veo sonreír y no puedo evitar sonreírle de vuelta.
—Es lo más sensato que has dicho en toda la noche —exclama—. Pero sí beberemos whisky.
—Bien. Pero te prohíbo terminantemente dejarme sola en lo que nos vamos.
—Trato hecho. —Me tiende un vaso y eleva el suyo—. Por los amores que salen mal...
—Y los que ni siquiera empezaron pero se siente como si fueran de toda una vida.
—Salud.
Cuando una pareja tiene problemas, por ejemplo Theo y su ex, duele tremendamente porque de cierta manera ambos se juraron amor eterno y se prometieron fidelidad y muchas cosas que al primer tropiezo se mueren, es lógico reclamar y resentirse porque fue un juramento que se echó a la basura junto a unos sentimientos que se proclamaban eternos. Luego está mi caso con Luka, todo lo que haya podido pasar solo fue una ilusión de mi mente que se alimentó de mis vagas fantasías, él jamás me prometió nada así que en teoría no tendría porqué reclamarle en absoluto. Es como un amor fantasma, solo que solamente yo lo puedo ver.
Cuando el licor corre por las venas, todo se ve y se siente posible. Eres capaz de decir «Yo no lo quiero» y ser sincero porque el licor hace que la mente trabaje diferente, que trabaje con más calma y solo viendo lo positivo. La calma es imaginaria, sí, pero se siente tan real que el deseo de tener el estado de embriaguez por más tiempo se hace apetecible.
Theo juntó su silla más a mí y tras cada sorbo de whisky habla más y más incoherencias. Es divertido escucharlo, creo que incluso está contando chistes pero quién sabe. Yo me río con el, ignorando todo lo que pueda molestarme, solo escuchando la música que muchos bailan y los medio susurros que Theo me dice el oído y me cosquillean.
Estamos ambos encorvados en las sillas, pero de repente se me ocurre levantar la vista para ver a mi alrededor y mis ojos se estancan en la pista donde Luka besa a Adriana apasionadamente y a la vez con ternura, como varias veces me besó a mí.
Presenciarlo es más duro que saberlo e imaginarlo. Es más duro que anoche, cuando con Denny también lo vi. Agarro mi bolso a mis espaldas y Theo mira hacia la pista también y entiende inmediatamente que me tengo que ir de allí sí o sí. Nos ponemos de pie.
—Si quieres quédate —le digo, al ver que toma su saco—. Solo... no puedo estar más acá.
—Tampoco yo —afirma—. Pero nos llevamos esto. —Toma la botella a medias que está en la mesa y me la tiende—. Échala a tu bolso.
No objeto y obedezco. Theo va a la mesa de al lado cuyos ocupantes están todos bailando y toma la botella apenas empezada de ellos. Elevo mis cejas, cuestionando con la mirada.
—No alcanzamos a la comida, vamos al menos a llevarnos una botella —excusa—. O dos.
Theo resultó ser una buena compañía a pesar de la situación. Él no pregunta nada, lo cual lo diferencia de alguna amiga porque nosotras siempre queremos saber todo. Parece que más fue el tiempo que quemamos que el licor que bebimos porque ninguno de los dos está ebrio ni un poquito. Tomamos el taxi; según el reloj de Theo son apenas las doce y media y cuando llegamos al elevador oprimimos el 12 y el 17.
—Fue... divertido —exclamo, en un intento de llenar ese silencio—. Gracias por invitarme.
—Lástima que no alcanzamos a la comida. Aunque ya es más de medianoche, ¿a qué hora planeaban darla? O quizás no iban a dar.
—O era a la una de la mañana —especulo.
La puerta se abre en su piso y saco la botella de mi bolso. Se la tiendo y él la toma. Sale del elevador y tras susurrar un «adiós» da dos pasos hacia su puerta, cuando las del elevador se van a cerrar, veo su mano deteniéndolas. Las puertas se abren de nuevo y él no dice nada.
—¿Qué pasa?
Duda unos instantes, con su vista en el suelo y mordiendo su labio. Cada una de sus manos tiene una botella empezada y eleva una de ellas.
—Es temprano. No quiero dormir aún y tenemos whisky gratis —dice—. Vamos.
—No sé...
—Ya te invité, es de mala educación negarse al whisky gratis —replica—. Quedará en tu conciencia si me abandonas.
Diciendo eso se quita de las puertas del elevador y camina a paso rápido hacia su apartamento. Muerdo mi labio y lo pienso dos segundos, mirando a lado y lado. Mi tiempo se acaba y las puertas se cierran lentamente conmigo adentro, pero antes de que el espacio se consuma, meto mi pie y estas abren de nuevo. Salgo hacia el apartamento 12 que ya tiene su puerta abierta.
—Solo por no ser descortés —excuso, al ver la mirada burlona de Theo—. Si te burlas, me largo.
Levanta sus manos en son de paz y se sienta en su sofá. Señala su cocina.
—Allá están los vasos, ya me senté así que trae dos, por favor...
Cierro la puerta y llego con los vasos a donde él. Me sirve un poco a mí.
Sube su vaso, esperando chocar con el mío. Hago lo mismo.
—¿Por qué brindas? —pregunto.
—Por la perra esa, que ojalá sea feliz con mi primo —desdeña— y por el puto ese que te tiene sufriendo. Nadie merece esta mierda que llaman amor y aún así lo esperamos, creyendo que es lo mejor. Así que salud por la estupidez que nos hace enamorarnos.
—Qué profundo —me burlo.
—Tengo mis momentos.
—Salud entonces.
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