D I E Z



De alguna habitación del segundo piso llega corriendo escaleras abajo una mota blanca de pelo que llega a mí y me brinca encima asustándome como nunca, haciendo que pegue un grito al cielo mientras mi vida pasa a través de mis ojos.

—¡Deisy! —grita Julián llegando en una carrera hasta mí. El animal nada mas escuchar su voz se baja de encima para llega a él batiendo la cola con emoción contenida—. Eres una grosera.

Mi corazón aún retumba por el susto e inconscientemente me agazapo en el sofá con las rodillas pegadas a mi pecho. Cuando la euforia de la perra baja un poco, Julián centra su atención en mí con unos ojos que piden disculpas y a la vez desean soltar a reír por mi posición.

—Debiste decir que tenías un perro —asevero, bajando las piernas y poniéndome de pie.

—Lo siento. Ella es muy hiperactiva.

La perra lo mira con esa devoción implícita que solo los animales son capaces de dar y luego me mira a mí; como si recordara que no me conoce se lanza de nuevo y se pone en dos patas ubicando las delanteras en mis hombros. No puedo creer que sea tan grande; incluso es un poco más alta que yo ahora que la tengo frente a frente. Todo mi miedo o enojo se cae cuando me lame la mejilla, es cuando mi cuerpo cede y caigo de nuevo al sofá, la perra se bajó y no caímos juntas pero se acomoda a mi lado ocupando todo lo que queda de sofá y pone su cabeza en mi regazo.

—Es gigante.

—Es más que todo pelo. Cuando va a la peluquería pierde unos centímetros —explica Julián riendo.

—Deisy, eres hermosa —le cuchicheo a la perra rascándole la oreja—, eres enorme y casi me matas pero eres preciosa.

Siempre quise tener un perro pero mamá es alérgica y las mascotas no eran una opción; definitivamente esta perra ya se ganó mi amor y la ventaja de los animales es que siempre te devuelven el cariño, no como las inestables personas.

—Le agradas —afirma Julián recostado en la pared.

—Claro que le agrado, es un amor de animal —Todas mis palabras van realmente dirigidas a Deisy, no a a Julián—, ¿Quién es hermosa? Sí, tú, tú... Qué bella, tú, Deisy.

Ojalá los chicos reaccionaran a mí con el mismo entusiasmo que Deisy; ella hasta parece que sonríe cada vez que la acaricio. Cuando dejo de rascarla levanto la vista a Julián que no se ha movido de su lugar.

—A Gianella le tomó tres visitas hacer que Deisy se acostumbrara a ella. Deisy es muy celosa pero parece que ya me cambió por ti.

Quizás los animales tienen ese sexto sentido y sintió que Gianella lo amaba y por eso sus celos. En mí no debe sentir nada de eso.
Hablando de amores no correspondidos, debo invitar a Luka a comer helado, y ya que soy pobre y no cargo datos móviles, mi deber es buscar Internet ajeno.

—Oye, ¿Me das tu clave de Wi-fi?

—¿No aceptas el desayuno pero sí quieres robar Internet? —inquiere. Me sonrojo de vergüenza pero con la intención de mantener mi petición, la vergüenza no me dejará hablar con Luka, el Wi-fi sí.

—Dijiste que me sintiera como en mi casa —defiendo—, en mi casa tengo internet.

—Dame tu celular.

Con toda la discreción posible saco mi teléfono de mi escote. Sin embargo soy consiente de lo poco discreto que es eso y el calor no tarda en llegar a mis mejillas acompañando las cejas arqueadas de Julián. Levanta las palmas demostrando indiferencia lo cual agradezco y me recibe el aparato, anota la clave y me lo devuelve.

—Gracias.

Nada más perderlo de vista cuando volvió a desayunar, busco en mis contactos el de «El rubio» y afortunadamente aparece en línea. Pensando en tantos saludos ingeniosos para comenzar una conversación, escribiéndolos y borrándolos unas diez veces, me decanto por un simple «Hola». Me pone de los nervios esa mísera acción y más aún cuando veo los chulitos azules y el "escribiendo...".

Hola, Caro.

¿Cómo estás, Luka?

Eso es. Casual.

La verdad, acostado viendo Peppa con Mateo. Pero aparte de eso, bien.

Es taaaan lindo. Un suspiro y una sonrisa amplia llenan el momento.

Genial.
Oye, te debo un helado, ¿Qué tal hoy?

¿No estás trabajando?

Hoy descanso.

Me habías dicho que no te dejaban salir.

Estoy casi segura de que decirle que estoy de escapada no suena muy maduro que digamos, aunque por otro lado, si le digo que sí me dejaron salir pensará que le mentí la primera vez. Una verdad a medias, o evadir el tema. Sí, eso es.

Puedo hoy, ¿Vienes?

Bien. ¿Dónde estás?

En la casa de un amigo, pero supongo que después de la una o dos estoy libre.

¿En casa de tu inexistente novio impuesto por tus padres?

No, en casa de un compañero, ¿Qué importa?

Pues, disculpa.
Qué agresiva.
Te veo a las dos entonces.

¿Dónde?

Tú dime. Tú invitas.

Si tan solo conociera algo más allá de los límites de mi casa y BurgerBoy. Pero no quiero que sepa que a mis veinte años estoy más perdida en la vida que un perro en misa así que me decanto por pedir auxilio al dueño de esa casa. Lo llamo de un grito y llega con un plato en su mano, comiendo en el camino.

—¿A dónde iremos? —pregunto.

—Por ahí, ¿Por qué?

—¿Hay alguna heladería cerca a «por ahí»? —Abro mucho los ojos esperando una respuesta rápida antes de que Luka piense que no contestaré. Julián enarca su ceja incitando a que le cuente—. Me veré en la tarde con un... conocido y no sé a dónde ir.

Detiene su cuchara a medio camino para examinarme con la mirada entrecerrada. Estoy considerando que es un poco mal educado usarlo para pasar el rato mientras puedo encontrarme con Luka y más aún ser tan explícita al respecto, pero además de querer salir con mi futuro desencanto, también quiero indirectamente aclararle a Julián nuestra relación. Julián traga lo que tiene en la boca y asiente para sí mismo sin mostrar expresión alguna hasta que finalmente, habla.

—Dile que se ven en el centro comercial Oasis. Estaremos cerca.

—Gracias.

En el centro comercial Oasis.

Te veo entonces.

Estando sentada solo puedo canalizar la energía bailando de un lado a otro incomodando el descanso de Deisy que gimotea buscando más cariño.


Julián está algo callado y ya llevamos tres cuadras andando; he estado mirando a mi alrededor simples casas esperando que lleguemos a alguna parada de bus o al lugar a donde me llevará pero parece que vamos camino a ningún lado. Julián lleva sus manos refugiadas en sus bolsillos y a pesar de que es un día caluroso, lleva puesta su sudadera negra. Finalmente nos detenemos en el límite enjaulado de un parque que parece ser enorme, se ve mucho césped, árboles y algún que otro ser humano paseando algún perro. Es un simple parque.

—Llegamos —anuncia, rindiéndose ante el calor y quitándose el buso quedando en una camiseta roja con el logo de Flash.

—¿Qué parque es este?

No es por sonar exigente pero esperaba algo más que una explanada de césped.

—Parque central de Limery. Te mostraré algo.

Llegamos a la entrada pública y atravesamos el gran arco amarillo; un camino de piedra atraviesa varias secciones del pasto y algunas hechas por las pisadas humanas; a lo lejos se oye la carcajada de un niño que corre tras su perro quien a su vez es perseguido por su padre. Adentrándonos un poco, se descubre un lago donde ofrecen montar en botes y un arenero que distrae a varios niños que allí juegan; me he tentado mentalmente de quedarme en alguno de esos lugares que se ven divertidos pero Julián los ha pasado de largo conociendo en camino así que no he objetado nada.

Desde afuera no se veía tan enorme, pero parece que por cada dos metros que recorremos, hay otros diez por caminar. Se respira un aire algo diferente y un ligero olor a tierra mojada se percibe en la brisa que nos recorre mandando mi cabello hacia adelante tapándome la vista.

—Hasta con tu cabello te haces un ocho —burla Julián, observando cómo retiro un mechón de mi boca. Resoplo y maldigo internamente por no traer algo para amarrarme mi mata rebelde de pelo.

—Pudimos traer a Deisy —opino, desviando así el tema de mi percance.

—No la iban a dejar entrar a donde te voy a llevar —responde, despertando en mí la curiosidad y la expectativa.

Sonrío y mi cuerpo da un brinquito de emoción ampliando la sonrisa. Estar en cualquier lado con cualquier persona es algo nuevo para mí y es genial.
Mi entusiasmo exagerado prende la risa y burla de mi compañero pero decide omitir comentario alguno.
Sigo caminando a su lado por mucho rato más hasta que en el fondo del terreno (creo), se yergue una gran carpa blanca, como esas de los hibernaderos que conservan plantas raras. Pienso que va a seguir de largo pero es justamente allí donde desvía camino para dirigirse a la entrada; instantáneamente mi sonrisa disminuye hasta quedar una expresión de confusión inmensa.

—Acá es —dice con emoción. Emoción que no puedo compartir muchísimo pues no considero que ver cilantro sea de lo más excitante del universo.

Asiento y lo acompaño hasta dar con la puerta, accedemos a una taquilla que ya queda bajo techo y Julián compra dos entradas; avanzamos otros diez pasos a la segunda entrada: la de acceso al hibernadero. Una señora vestida como una guardabosques nos permite la entrada y al cruzar, cada chispa de emoción vuelve a mí, más recargada y más alegre.

—¡Un mariposario! —chillo dando un salto y elevando la cabeza lo más que mi cuello me permite para observar todo con detalle.

Al único invertebrado del planeta al que no le temo, es a las mariposas, las amo: me parecen fascinantes. Cientos de ejemplares de mil colores y tamaños revolotean a nuestro alrededor sin fijarse en nosotros que caminamos tranquilamente bajo ellas, porque ellas no están en nuestro hábitat, nosotros estamos en el suyo y me siento incluso pequeña en este lugar. Una muy bella y de color anaranjado, creo que es una monarca, se posa en mi hombro descansando sus alas, sonrío tanto que duele y trato de no moverme para que no se vaya. Con toda la quietud que consigo, me giro a Julián quien también tiene dos sobre su ropa.

—¿Te gusta? —pregunta acortando nuestra distancia y acomodándose a mi lado. Otra mariposa, ahora azul, se para en mi otro hombro.

—¡Esto es genial! —exclamo ahogando el grito.

—Supuse que te gustaría —presume orgulloso—. Primero me dije: "la llevaré a algún centro comercial" y luego me dije "Nahh, ella es Cinthya, no es normal como las demás y el centro comercial es muy común para ella" y acá estamos.

He intentado pensar que Julián solo me ve como a una compañera, sin embargo, ya que mi experiencia en coqueteos es casi nula, no estoy muy segura de cómo funciona, pero esas frases me incomodan. No por lo que dice sino por el tono que usa que prefiero pensar que no es un flirteo. Una bella mariposa verde cruza por mi rostro bastante cerca y me inclino hacia atrás en reflejo y a la vez desviándome un poco de su comentario.

—A Gianella debe encantarle el este lugar —opino sugestiva. Él simplemente se encoje de hombros sin quitar su sonrisa.

—No hemos venido juntos nunca —responde.

Quisiera regañar a Julián por ser tan indiferente a Gia pero la verdad es que no es asunto mío y no tengo ganas de meterme en lo que no me incumbe. El silencio se acomoda sobre nosotros, denso y críptico hasta que Julián se sacude un poco y estornuda, liberando así a los cuatro ejemplares que lo usaban de apoyo.

—Debes tomarme una foto con estas bellezas —murmuro cuando siento más bichos sobre mí.

Julián obedece y saca su celular; es inútil tratar de acomodar mi cabello para la foto o todas se irán pero intento acomodar mi posición un poco para no salir jorobada; sin embargo estaba mirando al piso cuando el flash parpadeó.

—¡Aún no! —chillo entre dientes. Una de las que tenía en la manga se me va—. Deja me acomodo, esa foto será mi fondo de pantalla y debo salir bien.

—Solo siendo tú sales bien.

Este sería el momento en que la pantalla imaginaria de mi cerebro proyecta un emoji de póker face  junto a un Pacman para representar mi extrema incomodidad y sonrojo. Pero como mi vida no es una red social, me limito a asentir con esa risita nerviosa mirando el suelo. Cuando siento que el calor de mi cara disminuye, levanto la vista a Julián de nuevo.

—Ahora sí. —Expone su celular de nuevo y saco mi sonrisa de Fortident que usan los famosos en los comerciales hasta que el flash me deslumbra un poco y a su vez, con mi movimiento repentino, todas las mariposas se alejan.

Al quedar sola de nuevo, me estiro recuperándome de mi estática posición y flexiono mi mano a Julián para que me deje ver la foto.
Yo soy de las que no son muy hermosas, pero definitivamente me veo mejor en persona; no tengo buen registro ante una cámara, pero no hay nada que un par de filtros no arreglen, además de que lo importante en esta, son las mariposas. La envío a mi celular rápidamente ya que Julián sí carga datos, y aunque no me llegue aún porque yo no tengo, ya sé que está segura en mi celular.

Julián detecta mis intenciones de borrar la que está enviada y me arrebata el teléfono.

—¿Qué haces? Esa foto es mía.

—¿Para qué quieres mi foto? Igual y salí... no bien —reclamo. Él se encoje de hombros guardando su celular en su pantalón.

—Yo creo que saliste hermosa. Las mariposas son un buen accesorio para una rosa.

No es justo: ya que no suelo recibir esos comentarios, mi mente se convence cada vez de que es absolutamente necesario sonrojarse hasta donde no llega el sol cuando él los hace. Quisiera hacerle una exposición con carteleras de que mis cambios de color tipo semáforo son a causa de algo involuntario y que son naturales en mí para que no piense que son ocasionados por él de esa manera. Jamás he dejado a nadie en la friendzone, ni quiero hacerlo jamás y no sé si esto cuente.

—¿Qué hora es? —digo sobrecogida incapaz de responder algo a su ¿piropo?

—Como las doce, supongo —responde dudoso.

—Vamos a comer algo. Yo invito.

Accede, pero antes disfrutamos un buen rato mas del lugar recorriendo cada centímetro cuadrado y viendo una cantidad impresionante de insectos. Hay varias personas además de nosotros en la excursión pero aún hay suficiente espacio para que no nos atiborremos. No hay mejor lugar que este mariposario.

Para mi único día de libertad condicional decidí sacar mis ahorros de varios meses sacados de lo poco que me dan mis padres para pasajes y fotocopias de la universidad. Ya que prefiero subir escaleras a diario para llegar a casa, tengo lo de esos pasajes que si bien no es mucho, alcanza para un día de salida. Total y no vuelvo a tener un día de estos así que no necesito mis ahorros más adelante.

Por el mismo motivo anterior, la merienda se resume a un puesto de comida rápida a unos metros del mariposario donde estábamos, al menos Julián no réplica nada y acepta de buen agrado el perro caliente lleno de todo que pidió. Ya que el sol quema sobre mi cabeza, me quité la chaqueta y la llevo colgando del bolso mientras caminamos buscando una banca. Al no encontrarla, nos sentamos en el césped bajo un grueso árbol. Miro el reloj de mi celular y apenas y es la una, aún tengo tiempo.

—Este parque es de mis favoritos —comenta Julián luego del quinto bocado—. Vengo a veces con Deisy a jugar con ella. La próxima vez la traemos.

Mi gesto de "no habrá otra vez en mucho tiempo" no pasa desapercibido a Julián que se limita a reírse.

—Dudo que haya otra próximamente

—Cinthya, ¿Sí sabes lo que es esto? —pregunta de repente. Miro en ambas direcciones por inercia y  tuerzo la boca.

—¿Un parque?

—No, hablo de esto. —Abarca con su mano un círculo a nuestro alrededor, señalándonos a ambos en el trayecto.

—¿Un árbol?

—Cinthya, te invité a salir y esto es una cita.

Listo, adiós a la comodidad que Julián me traía hace unos minutos. Esto de las citas y los chicos y los amores debería traer un manual y así evitar momentos bochornosos como el que traspaso justo ahora. Trago saliva sintiendo la necesidad de refrescar la garganta encontrándola reseca y rasco mi cabeza.

—Una cita de amigos —exclamo muy, pero muy, sabiamente. Que tonta.

—De amigos —susurra para sí mismo pero logro escucharlo—. Haz de cuenta que no dije nada, el tiempo dirá lo que sea.

Pues el tiempo se está demorando en decirle que salga con Gianella.

Lo mejor es seguir su consejo y omitir el último comentario así que intento de la mejor manera seguir comiendo como si eso no hubiese pasado. Julián es grandioso y si tan solo Gianella no fuera tan obvia y Luka no se hubiera aparecido en mi vida, podría verlo como algo más. Es decir, es apuesto y muy divertido, pero no sé... con Luka apenas y he mediado palabra pero tiene un algo que lo hace destacar a mis ojos.
Es como que cuando lo vi llegó ese flechazo directamente y hasta que la nube a la que me subí por su presencia no se disipe, no me puedo bajar y llegar a la realidad. Él eleva esa nube y solo él puede dañarla. Lo hará, pero mientras tanto, puedo gozar de la altura.

—Creo que ya debemos irnos —asevero poniéndome de pie y sacudiendo las migajas de mi ropa cada segundo más ansiosa por ver a Luka.

—O quédate conmigo, hay más sitios acá en Limery que son geniales —propone—. Otra día puedes verte con tu conocido.

No sé si seré solo yo pero tengo un bichito que me complica las cosas cuando debo decir que «No» y me pesa hacerlo; no obstante, mis ganas de ver a mi conocido son más grandes que las de quedarme acá y mientras busco palabras adecuadas para rechazar la oferta, niego con la cabeza mordiendo mi labio.

—Esa es la cosa: después no podré. Lo siento, Julián. —Observo mi celular y faltan quince minutos para las dos así que es tiempo de pedir indicaciones—. ¿Dónde está el Oasis?

El camino hacia la salida lo transito más rápidamente que cuando llegamos y Julián sigue mi paso. Quizás deba caminar un poco para llegar al Oasis y ya que estoy sobre el tiempo, casi deberé trotar.

Detectar una mirada de culpabilidad no es realmente difícil; siendo un experto en la vida o una ingenua como yo, puedes ver esa culpa en los ojos de una persona, claro que solo se ve cuando el sentimiento de arrepentimiento es sincero aunque eso no le quita el peso a la maldad que se haya hecho y ocasione esa culpabilidad. Con el deseo de no pelear antes de saber con certeza las cosas, espero con gesto neutro y deteniendo el paso una respuesta de Julián que desvía la mirada como un perro regañado que ahora debe poner la cara luego de romper algún cojín.

—Como a treinta minutos —confiesa en un murmullo—. En bus.

Ni siquiera es capaz de mirarme a los ojos y la sangre empieza a hervirme de enojo. Apreto los puños e instintivamente levanto el mentón en un pobre intento de lucir amenazadora. Pone sus manos tras su espalda y desvía la mirada con sus cejas muy abajo.

—Me dijiste que estaba cerca —siseo manteniendo una calma imaginaria.

—Lo siento.

—¿Por qué hiciste eso? —inquiero emprendiendo camino de nuevo a la salida.

—El tiempo se pasó muy rápido... no sé, yo... lo siento. —Su patética disculpa se oye entrecortada por el movimiento físico de mi casi trote de huida.

—¡El único motivo por el que decidí hoy salir de mi casa fue por verme con Luka! —grito, sintiendo el pecho oprimido lleno de cansancio. Me detengo sin tener más opciones a agarrar aire que mis pulmones piden a gritos y Julián hace lo mismo.

—Pues gracias —murmura dolido y jadeando.

Maldición, ahora me siento mal. No era mi intención que sonara así y no quiero hacerlo sentir mal; pero estuvo muy mal, si me hubiera dicho que estábamos tan lejos, hubiera salido antes para llegar a tiempo. Con algo de ira, decido disculparme.

—Perdón, Julián —exclamo y comienzo a caminar más despacio esta vez—. Fuiste muy amable trayéndome acá, en serio, me encantó... pero me hubieras dicho que estábamos lejos para salir más temprano.

—No quería que te fueras.

Dios, ¿Será que eso de que los hombres y las mujeres pueden ser amigos es solo un maldito mito? No puede ser, yo tengo a Kevin y él tiene a Gianella aunque ambos los consideramos a ellos como familia y...  no puede ser que esté pasando por esto.

—Julián, no me hagas sentir mal. Lo siento pero tengo mucha ilusión de verme hoy con Luka.

—Es obvio —susurra resignado—. Perdón Cinthya. Llámalo y dile que si puede ser en Atlántis. Ese queda a unas diez calles.

Al igual que con un perro arrepentido, no puedo resistirme a su gesto. Saco mi teléfono y con un leve temblor en las manos, marco el número. Al menos sí cargo minutos. Solo pasan dos timbrazos y escucho su gruesa y bella voz.

Hola, Caro.

Hola, Luka. —Muerdo mi labio con los nervios invadiendo—. Llamaba para...

No irás a cancelarme, ¿o sí? —cuestiona incrédulo.

—No es eso... es qué... ¿Puedes llegar al Atlántis?

Su silencio me hunde más en la incertidumbre, son los segundos más largos de mi día y finalmente me da respuesta.

—Ese está como a media hora en bus o más.

—Lo siento. Calculé mal el tiempo y estoy en el parque Limery... O si quieres esperar y yo llego en media hora.

—Creo que eso es demasiado esfuerzo por un helado.

¿Escucharon ese crujido? No fue mi corazón, fue una ramita que pisé cuando retrocedí un paso; pero lo de Luka también me entristece.

Cierro los ojos con fuerza llegando a la conclusión de que el destino no quiere que yo forje amistad con Luka. Era demasiado bueno para creer que me pasaría.

—Lo sé —manifiesto—. En realidad no lo vale. Disculpa que nunca te diera tu helado. Aún así, si algún día quieres pasar por BurgerBoy, te puedo dar uno para ti y uno para tu hermano.

Suspiro y observo un milisegundo a Julián que se disculpa de nuevo con sus ojos. Niego con la cabeza para decirle que está bien, total y lo esperaba. Antes de darle «colgar» a la llamada, Luka habla de nuevo.

El helado no lo vale, pero tú sí. Te veo en media hora entonces, Caro. Ya voy para allá.

¿Si han presenciado ese momento en que prendes una fogata y cuando parece que está a punto de apagarse, una chispita del puro centro hace que encienda mágicamente de nuevo? Yo solo lo he visto en televisión, pero más o menos eso pasa en mi ser justo luego de esa frase.

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