D I E C I S I E T E


Es prácticamente imposible poder concentrarme en poner la cantidad adecuada de sal en la máquina si Luka y su hermano están solo a unos metros en alguna mesa comiendo. Más aún cuando cada que volteo un segundo, encuentro a Luka mirándome y en una ocasión me guiñó un ojo. Para mi amiga Cielo, mi distracción no pasa desapercibida y no tarda en intervenir.

—Creo que acá no harás mucho si no te concentras, Cindy —resonga despectiva.

—Me concentro —aseguro sin nada de seguridad real.

—El baño necesita una limpieza, ve.

No es la primera y estoy segura de que no es la última vez que Cielo me hace algo así. Definitivamente no llevarse bien con los que mandan es una total desventaja. Resoplo un segundo antes de asentir y disponerme a quitarme el delantal pero entonces Andy aparece a hacer su inspección de cada hora. Lo ignoro y lo rodeo para salir del mostrador e ir a buscar los implementas de aseo.

—¿A dónde vas, Cindy? —pregunta el gerente con autoridad. Miro a ambos lados antes de contestar.

—A lavar el baño. Cielo dijo que necesitaba limpieza, no tardo —informo.

Antes de que de otro paso, Andy me detiene.

—¿Eso es cierto, Cielo? —Su mano está abierta a mí en señal de que espere y sus ojos en la chica que no me quiere ni poquito—. ¿El baño necesita limpieza?

—Sí, Andy.

—Con permiso —murmuro, para que baje su mano y me de paso pero simplemente la sacude en negación.

—No. A ti te puse con las papas y ya que no hay tantos clientes y Cielo no tiene mucho que hacer, que vaya ella. —Los ojos de la aludida se abren de sorpresa e indignación, recibiendo indiferencia del jefe. Yo... no sé qué hacer o a dónde mirar.

—Pero...

—No tardes, Cielo.

Con un enojo para nada sutil y con una rabieta similar a la de una niña, se quita el delantal con brusquedad para salir del mostrador. Andy no muestra afectación alguna por la escena y se retira como si nada. Desvío la mirada a ambos lados sin estar muy segura de lo que acaba de suceder considerando que yo tampoco soy del agrado general del gerente. Tampoco es que quiera preguntar pero mi mente sí lo cuestiona. Andy me habla antes de perderse en la cocina.

—Quedas en la caja mientras tanto. No la embarres.

Asiento y me acomodo mi delantal de nuevo; estoy tan impresionada que incluso la presencia de Luka me sorprende cuando llega hasta mí.

—¿Qué fue eso? Pensé que ese chico no te toleraba. —Su tono es de incredulidad y un poco de burla.

—No me tolera... no sé, quizás tenía alguna problema con Cielo y por eso la castigó.

Esa es la única explicación, es imposible que haya decidido redimir su no-amistad conmigo. En fin...
Una chica con su novio entran por la puerta tomados de la mano y se encaminan a nosotros, a la caja. Miro a Luka con gesto de «vete o me regañarán» y él lo entiende.

—¿A qué hora sales?

—A las tres —respondo.

—Falta como más de una hora. Vendremos por ti.

Dándome nada de información, se aleja y me quedo mirándolo hasta que la voz del cliente me trae de vuelta al presente. Es entonces cuando veo que la chica mira a Luka, pero lo mira mal, casi con odio. Luka lo nota y hace una mueca de disgusto igualmente (pero sin mirarla directamente) para luego levantarse con Mateo y salir. El chico que me habla es ajeno a todo y estoy dudando de si me lo imaginé o no.

—Yo quiero una hamburguesa doble y ella... —Mira a la chica que ya tiene su sonrisa compuesta y observa la cartelera de productos.

—Una vegetariana y una gaseosa de limón.

Anoto sus órdenes y olvido el episodio de hace un momento, total y no es nada. Me cancelan y le doy el cambio al chico que recién noto que tiene un tono rojizo en su cabello muy lindo. Su cabello es perfecto. Mejor que el mío, qué triste.

—¿A nombre de quién?

—William Hamilwein —responde.

Con toda la vergüenza debo solicitarle que deletrée su apellido pero él sonríe amable diciendo que es así en todas partes. Les informo que esperen el llamado y se retiran, sin embargo, antes de llegar a una mesa y gracias a la soledad del salón, puedo escuchar parte de su conversación.

—Acabé de ver a Luka —dice la chica obteniendo toda mi atención. Más que nada por ese rencor en su voz.

—¿Luka quién?

—Luka Greisnar.

El hombre parece reconocer el nombre y mira en todas direcciones, mas ya no está.

—¿En dónde?

—Salió hace un segundo. —El pelirrojo se encoje de hombros.

—¿Estás segura? Sería demasiada coincidencia.

—Es inconfundible.

—No importa, Karen. Eso solo dice que aún respira en el planeta tierra; total y ni se acuerda de ti.

Ella le da la razón y cambia el tema perdiendo así mi interés. Al menos en la conversación porque definitivamente quiero saber quién es ella y ahora sé que no me imaginé el rencor mutuo.

Julián está algo alejado de mi desde el dia del baile y me entristece pero lo agradezco al mismo tiempo. Por lo mismo, me ignora casi totalmente mientras me alisto para salir. Él está hasta las cinco pero se coló en los casilleros a ignorarme. Casi del todo pues pasados unos segundos y ya estado yo lista, decide hablarme.

—Cinthya, quería disculparme por...

—No tienes qué —interrumpo con una sonrisa—. No haz hecho nada malo.

Parece querer objetar o explicar algo pero decide callar y simplemente devuelve el gesto de amabilidad.

—¿Cómo te acabó de ir en el baile?

Mi beso no pasó, estuve bailando con un niño de diez años, no me dieron pastel porque debía ayudar a repartirlo y no alcanzó, Luka actuó como si nada después de eso y no intentó acercarse y me mojé porque llovió.

—Bien. No te vi más.

—Me fui temprano. Fuimos con Gia a comprar unos zapatos que ella necesitaba.

—Genial.

Momento de irme sutilmente.

Calo mi chaqueta y miro a Julián para que se corra un poco pues está en toda la puerta y no se mueve como por seis segundos. Antes de alejarse, murmura en voz baja.

—Te está esperando afuera.

Es deprimente ver el disgusto que usa para decirlo, es muy buen chico. Como sea... un rubio grande y uno pequeño me esperan en una banca de la acera de enfrente, ambos hablando y sin notar mi presencia hasta que me acerco a ellos.

—No es tan complicado —dice Luka a su hermano señalando un cuaderno que ambos miran.

—¡Es imposible! —refunfuña frustrado, tira su lápiz y se cruza de brazos.

—No lo es... —Luka levanta la mirada y cambia su expresión exasperada por una amable—. Hola, Colibrí.

Antes de que responda, Mateo gruñe.

—¡No le digas así! ¡Es Carolina! ¡Ca-ro-li-na! —espeta sílaba a sílaba con un fastidio extremo.

Ambos quedamos igual de sorprendidos y Mateo se levanta de mala gana para echar a caminar hacia la izquierda. Luka se pone de pie con la estupefacción marcada en sus lindos ojos; artículo un «¿Qué fue eso?» y él se encoje de hombros.
Emprendemos marcha tras él dándole un poco de espacio hasta que se le bajen los humos pues camina con los hombros agachados y con pasos pesados aunque dando fugaces vistas a nosotros para asegurarse de que seguimos acá.

—¿Qué hacían? Quizás lo que hacían lo molestó —comento, tratando de descifrar su comportamiento.

—Está tratando de aprender los signos de "Mayor qué" y "Menor qué" —responde en voz baja—. No los asimila y ya no sé qué hacer. A mí se me hace fácil.

—Tú eres un adulto.

—Se me daba fácil a los diez —defiende.

—No todos somos buenos para lo mismo —replico—. Aún así, no debería ponerse así.

—¿Cómo te fue? —Cambia ágilmente el tema.

—Igual que siempre.

—¿Hasta qué horas tienes la libertad condicional? —pregunta.

—Tengo como... —Consulto mi reloj en el celular— unos treinta minutos.

—Suficiente para comer algo.

Si antes me gustaba Luka, ahora mucho más que me trajo al local más delicioso de empanadas del mundo. Y además, queda cerca de mi casa. Es como mi paraíso, ¿Cómo no había venido antes?
La lengua me pica por preguntarle a Luka de la chica de esta tarde pero la prudencia no me ha dejado ponerlo en palabras, aunque puede ser una conversación casual.

Mateo decidió sentarse junto a mí y no junto a Luka; aún tiene su ceño fruncido y sus brazos cruzados; aunque parece que solo está enojado con su hermano. Luka se aleja hasta la caja para pedir y quedamos los dos. Lo codeo para llamar su atención hasta que suelta una risita y levanta el mentón.

—¿Qué pasó, Mateo? Fuiste muy grosero con tu hermano.

—Es que... —Resopla impaciente y se sonroja al mirarme. Saca su cuaderno de una mochila que Luka carga y abre en la página llena de tachones—. Esto es imposible.

—Pero Luka no tiene la culpa, Mateo.

—Pero a él si le salen. A él todo le sale, es como si pudiera hacer todo en el mundo y yo no. No es justo.

Solo es un niño con ese complejo de envidia hacia los hermanos, es dulce y es casi entendible considerando que mamá siempre quiere que yo sea como Angie Beliarna. No es lo mismo, pero casi.
Observo los garabatos y decido omitir comentarios consoladores a Mateo. Bueno... estoy estudiando Pedagogía infantil y debo poder explicar estas cositas a los niños. Puedo intentarlo al menos y si no funciona, decir que tan solo estoy empezando y que por eso no pude.

—Te contaré un secreto —digo, agachándome a su nivel y susurrando. Sus ojos se iluminan y presta suma atención—. Yo jamás aprendí cuál era cuál, pero me sé un truco, ¿Quieres que te lo enseñe?

Estira la mano para sacar su lápiz y me lo tiende con mucha emoción. En realidad sí me los sé pero lo del truco también es cierto. Pongo dos números en una hoja en blanco y pongo en signo en medio, abierto al de la derecha.

—Imagina que el signo es un pico de un ave —empiezo. Él me observa confundido—. El ave siempre se va a comer el número más grande así que el pico debe estar abierto hacia el mayor.

Es un truco bien tonto pero su rostro se alegra como si acabara de descifrar la teoría de las cuerdas. Me sonríe y descubro que comparte esas comillas junto a sus labios que tiene Luka, este niño definitivamente será igual de apuesto a su hermano cuando sea mayor.
Hace el signo con varios números al azar y me pregunta si están bien a lo que asiento dándole una alegría inmensa.

—Debe ser un secreto —susurro en su oído y él asiente efusivamente. Luka llega a nosotros con la bandeja.

—¿Qué hacen?

—¡Ya aprendí los signos! —exclama con orgullo Mateo. Luka enarca su ceja.

—¿Cómo aprendiste?

—Carolina me enseñó. Ella es mágica. Tú ya no eres mi persona favorita en el mundo.

Me río disimuladamente y recibo mi empanada con mucho entusiasmo. Luego de comer una (por que Luka compró dos para Mateo, dos para mí y cuarto para él), Mateo dice que irá al baño y ya que queda tan solo a unos metros, Luka lo deja ir solo. Es mi oportunidad.

—Oye, una chica en BurgerBoy dijo que te conocía. —Su disgusto se plasma en su perfecto rostro.

Quizás debí ser más sutil. Toma un sorbo de su gaseosa y responde con otra pregunta.

—¿Te dijo algo?

Creo que decirle «No, lo escuché por chismosa porque cada parte insulsa de tu vida me interesa» no suena bien.

—No. Solo escuché que dijo tu nombre, ¿La conoces?

Duuh, Cinthya. Obvio la conoce.

—De hace muchos años... —repone a regañadientes. Luego añade en un siseo:—. Es solo una ex novia.

Eso ya es suficiente para que no pregunte más pues esos temas pueden ser muuuyy incómodos. Y más si terminaron mal o algo así; de repente me observa por dos segundos y pone su sonrisa deslumbrante de nuevo.

—¿Cómo le enseñaste a Mateo...?

Su pregunta queda inconclusa cuando desvía la mirada y se levanta. Mateo lo llama desde su posición y él se acerca; ambos se pierden en el baño de hombres y sigo comiendo con tranquilidad.
Hay tres adolescentes en una mesa más allá, no creo que tengan ni quince años y he notado cómo miran a nuestra mesa todo el rato; ahora me observan y murmuran riendo; es mejor no poner atención a eso. Una codea a la otra para que miren tras de mí y cuando volteo veo al frasco de feromonas andante acercarse. Las chicas suspiran viéndolo y me pregunto si me vi igual de pendeja la primera vez que lo vi. De ser así, qué vergüenza.

Luka llega solo.

—¿Todo bien? —Trae su ceño fruncido pero asiente.

—Quería disculparse conmigo por su rabieta de hace un rato —explica—. ¿Qué le hiciste? Lo descompusiste.

—No hice nada... —defiendo ante su tono exagerado.

—Él jamás se disculpa. Aunque por otro lado, jamás hace esas pataletas.

—Solo se sintió mal y ya.


Al llegar a mi casa, está vacía de gente y me permito disfrutar de esa soledad. Hay una nota en la nevera que dice que están en la iglesia en una reunión del grupo de jóvenes en el que Alex está y que volverán luego de las ocho. Eso es maravilloso.

Me explayo en mi sofá y coloco el primer canal que sale en el televisor; en uno de los comerciales anuncian la marcha LGBT que será el otro sábado y que había olvidado por completo. Puedo decirle a Kevin que vayamos, deseo muchísimo ir y él es... bueno, es Kevin y todo le parece bien. Aclaro que no es gay, no que yo sepa al menos. Puedo pedir permiso o enfermarme casualmente para faltar al trabajo y escaparme de nuevo. Definitivamente debo ir.

Son casi las siete y mi celular suena con ese tono que lo identifica. Responder en 0,2 segundos no se hace con cualquiera y todos lo saben. Pero él es... todo lo opuesto a cualquiera.

¿Qué haces, Colibrí?

Disfrutando de mi soledad.
Mis padres están en la iglesia.
¡Aleluya!

O sea que te puedo llamar.

¿Para qué me vas a llamar?

Me da flojera escribir :p

Oh, está bien entonces.

¿Escuchan hasta allá el latido desenfrenado de mi corazón? No creo, pero igual es una locura. Pueden imaginarlo. Suena la llamada de WhatsApp y contesto en medio segundo.

¿Qué hacen?

Mateo decidió tomar una siesta y yo estoy hablando contigo —responde, aunque en su voz está ese tinte de secretismo para no despertar a nadie.

—¿Cómo le acabó de ir con los signos?

Hablando de Mateo... —Desvía el tema—. Le gustas.

—Gracias a Dios. Si no le gustara, estaría perdiendo tiempo estudiando mi carrera —bromeo y escucho su risita. Risita que no dura sino dos segundos.

No, hablo de que le gustas. Realmente le gustas, así como cuando a un chico le gusta una chica.

Todo en mí se sonroja y solo atino a reír nerviosa.

Solo tiene diez años —digo—. Qué va a saber él.

Me lo dijo hace un rato. Por eso se enojó esta tarde; dijo que no debía decirte Colibrí porque a él no le gusta. Creo que son celos.

—Es un niño —repito—. No puedo gustarle, eso es demente.

No es demente. Cuando yo tenía once, me enamoré de mi maestra de historia. —Su risa me demuestra que está disfrutando de mi vergüenza aunque no me vea.

—Ajá, claro —ironizo. Obviamente lo acaba de inventar—. ¿Y qué hiciste? ¿Pusiste dibujos en la tarea?

No te burles. Eres la primera chica que le gusta y está triste porque dice que eres muy mayor.

Esa frase me enternece el alma pensando en los tiernos ojos de cachorro de Mateo. Pero aún así es raro.

—No puedes hablar en serio.

Y en cuanto a tu pregunta sarcástica, no hice nada. Era una muchacha como de veintiséis años y yo tenía once —confiesa. Mis comisuras se elevan imaginando a un Luka pequeñito y enamorado.

—Eso es muy tierno...

Sin embargo, en un recreo le agarré una nalga casualmente.

Mi sonrisa se cae para dar paso a mis ojos extra abiertos entre vergüenza ajena y sorpresa, poniendo mi mano en la frente y abriendo la boca lo más que puedo.

—¡Dios! No puede ser cierto, ¿qué te pasa?

Es cierto. —Suelta una carcajada—. Era muy bonita.

Me aguanto las ganas de preguntar si era bonita la maestra o su nalga. Dios mío.

—Mateo no va a hacer eso, ¿Cierto? —cuestiono con algo de temor. Otra carcajada de su parte.

No, claro que no. Ya le dije que no podía hacer eso, que si un Greisnar te va a agarrar una nalga, será el mayor.

Bendito sea el cielo que hizo que mi madre no estuviera hoy y que me permitió tener esta conversación por teléfono y no en persona o por mensajes que dejen evidencia porque es el momento más bochornoso de mi vida. Aún cuando eso es casi un halago... pero ¡no! ¿Cómo va a decir eso? Es difícil tener gusto por un chico que le encuentra chistes a todo y más cuando sus chistes me dejan a mí en medio.

—¡Luka!

¿Sabes cuánto pagaría por ver tu sonrojo actual? —Sigue su burla y si no fuera tan encantador, ya le habría colgado hace rato—. En realidad nada porque soy pobre y puedo verlos gratis, pero sí ha de ser muy gracioso.

—¿Te pagan por burlarte de mis vergüenzas?

Ya sería millonario, Colibrí. —Su risa contagiosa termina sacando una en mí—. Es un chiste, claro que no le dije eso. Pero lo de mi maestra es cierto y lo de Mateo también.

Mejor no me hubieras dicho. Ahora me sentiré mal al verlo.

Hay una razón para decírtelo: como buen pacto de hombres que somos, me hizo prometer que no intentaría nada contigo por el honor de los hermanos y algo que vio en un programa sobre la lealtad.

¿Es posible odiar a un niño de diez años por metiche de algo que no existe?

—Oh. Igual y no planeabas intentar nada. El pacto sobraba.

Es decepcionante saber que eso es cierto.

Si supieras lo que planeaba para nosotros —añade con esa voz seria y coqueta que suena hermosa. Mis revoluciones suben a mil, pero bajan de inmediato—. Pero ya qué, pacto de hombres es pacto de hombres.

Es completamente imposible no ilusionarse con un chico que hace ese tipo de chanzas. No es justo y menos para alguien tan inexperta en esas cosas que escucha un doble sentido en todas. Podría decirle que no me diga esas cosas pero... es tan lindo fingir que las dice en serio; la mentira suena tan bella que enriquece más que la verdad.

Y aunque se lo dijera, no dejaría de hacerlo.

Pero creo que odio a Mateo en todo caso.

∞∞∞∞∞∞

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top