D I E C I N U E V E
Me preocupa un poco ver que Gianella y Julián apenas y cruzan palabras en el turno. Cada que veo a alguno noto cómo se dan fugaces vistazos y desvían la atención antes de que el otro lo sienta. Estoy como en medio de un partido de tenis en el que ambos se debaten entre lanzar o no, yo sería la malla incómoda que observa esperando que alguno de el paso.
Al verlos alejados, he considerado apropiado no acercarme a ninguno tampoco y ellos no lo han intentado. Gianella parece ni notar nada y Julián... bueno, él sí me ha mirado pero con odio.
Es incluso más incómodo si tenemos en cuenta que hay pocos clientes y las auras pueden volar libremente por ahí. Para completar la suerte, los tres tenemos hoy turno completo hasta las siete así que nos dan hora de almuerzo y miro a ambos compañeros que se alejan lo más posible, decidiendo hacia qué lado ir. Gia es la mejor opción.
—Oye, ¿Julián te ha dicho algo de mí?
Bien, Gia no fue la mejor opción.
—¿Algo? ¿Como qué? —pregunto distraídamente.
—No sé. Ha estado muy raro, no me ha hablado casi y esta mañana iba a saludarlo y me habló feo. Es como si se hubiera enojado conmigo y no sé por qué.
Refugio mi culpa en el vaso de mi jugo y tomo exageradamente hasta la última gota. Toso un poco y me dejo seducir por el camino fácil que no me hace ver como la mala acá.
—No. Ni idea.
Me iré al infierno por esto.
Desde que mis escapadas del trabajo se hicieron reales, la flojera se ha ido y considero que no descansar en tres semanas o un mes está bien. Y está más que bien cuando el día de descanso es reemplazado por un tiempo bien invertido con Luka. Incluso dar un insulso paseo caminando por la ciclovía es algo mágico si es a su lado. Bueno, casi a su lado porque Mateo está en medio de ambos. Aún me resulta extraño pensar que le gusto al niño, pero si miramos lo celoso que se pone cuando Luka tiene una atención conmigo, es bastante obvio.
Son apenas las doce del día y estamos en algún lugar de la ciudad que jamás había visto. Paulatinamente el día se ha estado oscureciendo pero he intentado ignorarlo solo por el hecho de no irme aunque, ¿a dónde iría? si se supone que estoy trabajando.
Hay lluvias que llegan de a poco, gota a gota e incluso antes de empezar se hacen notar con truenos y vientos fuertes, así como una relación de amigos que terminan enamorados después de años. Y luego están las tormentas que llegan de golpe seco, cambiando drásticamente el clima en un par de segundos, así como Luka en mi vida. Luka es mi tormenta. Es interesante que se me ocurra esa metáfora justo ahora, pero es más que nada porque estaba mirando a Luka hablar cuando el cielo empieza a mojarnos.
Como si fueran hormigas, todas las personas que había en las calles empiezan a correr hacia los extremos bajo techo buscando refugio. Luka no se hace esperar y con cada mano nos agarra para echar a correr bajo el aguacero. Desde... realmente nunca había corrido bajo la lluvia y a pesar de que eso no es bueno, estoy disfrutando en silencio de este momento de libertad. Son cerca de dos calles hasta que logramos resguardarnos bajo un techo amplio de una calle; los tres jadeando, Mateo y Luka haciendo mala cara y yo sonriendo.
—¿De qué te ríes? —pregunta Mateo con un toque de indignación, como si le molestara que yo disfrute de verlo mojado y malhumorado.
—¡De la lluvia! —chillo emocionada. Mateo como buen niño trasparente, hace una mueca de fastidio y de «está loca»—. ¡Vamos, eso fue genial!
Retuerzo mi cabello a un lado de mi cabeza para escurrir las gotas grandes sin borrar mi sonrisa.
—Estoy mojado hasta las medias —rebate Mateo—, eso no fue genial. Es horrible lavarse así.
Cuando libero mi cabello de mis manos y levanto la mirada, encuentro a Luka observándome, pero a diferencia de su hermano, también me sonríe negando con la cabeza como quien presencia a una niña haciendo una travesura y lo encuentra curioso.
—¿Y ahora? —cuestiono alzando mi voz para que sea audible sobre el chapoteo del agua.
—Tienes que secarte un poco —aconseja Luka. Enarco ambas cejas, pero él añade:—. Vamos a mi casa.
Mateo da un respingo de emoción.
—¡Sí! ¡Te mostraré mi videojuego favorito!
La ventaja de ser un niño es que así como te enojas, así te alegras: instantáneamente y sin problemas.
Me encojo de hombros y Luka sale un poco del techo para buscar un taxi. Mateo se recuesta en mí mientras esperamos y sorprendentemente Luka consigue trasporte en menos de diez minutos. Su casa no es lejos, solo son diez minutos de viaje pero el aguacero no merma.
—Corre tras Mateo hasta aquel techo —dice Luka cuando el taxi para. Él está junto a la ventana contraria así que es el último en bajarse.
Hago lo que dice y sigo a Mateo hasta la entrada del edificio. Tiene unos veinte pisos más o menos y deben ser apartamentos o habitaciones estudiantiles. Luka llega a nosotros, un trueno suena durísimo a lo lejos y Mateo se agarra con fuerza a su hermano. Luka se hace el desentendido y avanza conmigo al lado; gira un poco su cabeza a mí y me susurra muy bajito.
—Le tiene miedo a las tormentas pero no le gusta que nadie lo sepa.
Asiento sintiéndome enternecida por esa bella relación que tienen. Yo hubiera querido tener un hermano mayor que me cuidara así, pero pues... tengo a Kevin.
El elevador sube hasta el piso diecisiete y el viaje de un minuto se hace en silencio.
Los pasillos tienen piso blanco de cerámica, las puertas son color café con su número en el medio, cada tanto hay un bombillo y una ventana al final del corredor que da a la calle. Luka voltea en una esquina y al final de este corredor se detiene frente a la puerta 52 y toca. Pensé que solo estaban los dos pero al parecer alguien más vive allí.
La puerta se abre pero nadie se asoma y Luka y su hermano entran. Me quedo en el umbral esperando a que me inviten a pasar pero Luka sigue derecho. Entonces me cierran la puerta en la cara. Sé que no es el momento, pero solo atino a reírme no sé si por la cerrada o por no saber qué hacer ahora. Escucho la voz de Luka desde adentro.
—¡Le cerraste la puerta en la cara, imbécil! —trona a alguien y abren de nuevo.
¿Por qué me dan ataques de risa en momentos así? Bueno, es mejor reírme que enojarme.
Y es imposible enojarme si sale un chico como Gabriel sin camiseta a recibirme. Podré estar completamente flechada por el rubio pero sigue siendo su amigo sin camiseta el que me abre la puerta, dejándome congelada con su aspecto. Me río, eso es todo. No puedo parar de reírme y Gabriel se ríe también. Intento no mirar fijamente su pecho porque eso es muy descortés pero pues... está muy bueno...
—¿De qué te ríes? —inquiere Gabriel en medio de su regocijo.
—¿De qué te ríes tú?
—De ti.
—¿Qué es tan gracioso? —pregunta Luka llegando a la puerta sin camiseta también. Jesús, esto no puede estar pasando.
Estoy bastante segura de que estoy sonrojada hasta la punta de los pies pero mi buen humor tapa el deslumbramiento de verlo así. Casi hasta puedo ver una luz que lo ilumina oscureciendo así la visión de Gabriel. Es tan atractivo.
—No tengo ni idea —asegura Gabriel en tono bajo acercándose a Luka en confidencia—. Ella está muy loca, ¿de dónde la sacaste?
—De BurgerBoy. —Ambos ríen a mi costa y finalmente puedo controlar la risa. Entonces aparece Mateo también sin camiseta, ¿Será que acá nadie usa camisetas?
Él sí se abre paso entre los dos chicos y me hace entrar halándome la mano. Me arrastra hasta una habitación que asumo es de ellos y brinca de acá a allá hasta que encuentra un disco y lo menea frente a mí.
—¿Qué es eso?
—Un vídeojuego —responde obvio.
Me quito la chaqueta que está empapada quedando en un buso negro que tengo debajo –y que no está taaaan mojado– y paso las mangas por mi cara acabando de secarme lo mejor posible. Me siento en la cama viendo a Mateo poner el disco y conectar alguno cables y Luka aparece en la puerta. Me decido a no voltear a mirarlo hasta que se ponga una camiseta o un suéter o se meta en una bolsa donde verlo no sea una tentación. Agarra algo de algún lugar tras de mí y cuando se sienta a mi lado ya está vestido, gracias al cielo.
—Eres la primera que llega a mi cama incluso antes de que yo la invite —comenta con su tono coqueto haciendo que me abochorne. Me levanto de inmediato.
—Perdón, lo siento.
Él disfruta de mis incomodidades y se limita a reírse. Adoro su risa.
—Yo no. Soñaba con el momento de verte en mi cama. —Sonríe de lado mostrando seriedad y agacho la vista. Mateo ni se entera.
Ese cosquilleo de emoción se instala cada vez que me dice esas cosas y si bien me encantan, también quisiera gritarle que no lo haga porque mi corazón pendejo se enamora.
—¿Por qué eres así? No me digas esas cosas.
—Es divertido —pronuncia en medio de una carcajada—. Los colores que tomas no están en las gamas normales, colibrí. Son hermosos.
—Deja de hacerlo —refunfuño girando mi cuerpo quedando de espaldas a él. Llega a mí y pasa su brazo por mi hombro.
Todo está bien, todo perfecto, y entonces...
—Quítate ese buso.
—¿Qué? —Mis ojos no caben de su sorpresa y el rubio se ríe.
—Debemos dejar que se seque —aclara. Guardo silencio; se acerca a su armario y saca una chaqueta negra de cremallera. Me la lanza y la agarro en el vuelo—. Ponte eso mientras tanto, si te dejas la tuya aparte de que te puedes enfermar, no se va a secar. Y tú —Llama la atención del rubio pequeño—, vístete o te dará un resfriado también.
El pequeño resopla pero obedece. Me indica dónde está el baño y me cambio mi buso que estaba pegado a mi cuerpo. Me coloco la chaqueta y... me queda apretada, obviamente soy más ancha que Luka y en el busto me faja demasiado. Si fuera otra chica, me quedaría grande como es normal y sería genial, pero no. Ahora me toca salir a ser su burla. Ya qué, igual sea como sea Luka no me ve sino como amiga así que en realidad no importa cómo estoy. Pero a mí sí me importa.
Saliendo del baño me cruzo con Gabriel. Ahora sí deja un beso en mi mejilla y me saluda sonriente.
—¿Cómo estás? —pregunto.
—No me quejo —responde tranquilamente. Él no se ha colocado camiseta—. ¿Qué haces acá?
—Estábamos caminando por ahí y empezó a llover... Eso es todo, no nos íbamos a seguir mojando. ¿Vives acá?
—Sí. El apartamento es de dos habitaciones y pues... Es Luka, así que vivimos juntos hace... hará un año más o menos o dos casi.
—¡Ya estuvo el café! —trona alguien desde la pequeña cocina. No es Luka, esa no es su voz.
—¿Cuántas personas viven acá?
Mateo sale de la habitación y alza su palma a mí mirándome con reproche. Tiene en su otra mano un control y recuerdo que quería que yo jugara con él, sin embargo, antes de que me reclame, Gabriel le habla.
—Ahorita juegan, Mateo. Voy a darle un café para el frío.
Asiento dándole la razón pues no es que me llame mucho la atención jugar. Mateo se fastidia y sin responder se encierra en la habitación. Luka está quien sabe dónde y Gabriel responde a mi pregunta.
—Solo Luka y yo, pero en vacaciones Mateo viene con él y mi novio se queda conmigo.
Me tomo un segundo para asimilar eso. Gabriel es gay, eso explica porqué le agrado tanto. Bueno, no lo explica en realidad pero los chicos lindos nunca son mis amigos. Los feos tampoco ya que entramos en tema.
—Oh.
Gabriel escucha mi escasa respuesta y frena en seco haciendo que me estrelle con él. Gira bruscamente y retrocedo un paso. Miro a ambos lados de la pared con la confusión en mis ojos y el rubor en mis mejillas.
—Sé completamente sincera.
—¿D-de acuerdo? —balbuceo.
—¿Te molesta?
—¿M-me molesta qué?
—Mi novio.
—Yo no lo conozco —contesto un poco intimidada por su actitud. No creo haber dicho nada malo, ¿o sí?
—¿Te molesta que sea gay? —corrige.
Sus ojos negros oscuros infunden algo de miedo en mí. Casi me traspasa con la mirada y el corazón se me acelera.
—Emmm... N-no, claro que no. —Parece relajar su postura pero no su mirada—. ¿T-te molesta que y-yo esté acá?
Se acerca acorrálandome en el estrecho pasillo y trago saliva. Sinceramente, con esa mirada y esa voz de maleante cualquiera dirá lo que sea para no enojarlo. Pero lo que yo digo es cierto.
—Sé que tus padres son muy religiosos, ¿Segura que no te molesta?
—Y-yo no...
Al tener mis ojos en los suyos no pude ver que Luka llegaba. Lo agarra del hombro y lo mira mal, Gabriel se relaja y exhibe su perfecta sonrisa, casi con complicidad. Luka le da una palmada en la cabeza riendo también.
—¿Qué haces? La vas a asustar.
—Yo no la iba a asustar —replica. Gira a mirarme y pregunta—. ¿Te asustaste, Caro?
Omito responder pululando mis ojos del uno al otro. No me había dado cuenta y estoy bien pegada a la pared mostrando así mi miedo. Siento vergüenza y me separo guardando la compostura. Esta gente está más loca que yo.
Niego con la cabeza a la pregunta de Gabriel y este se ríe perdiéndose en la sala, Luka me sonríe y el temor se disipa. Enderezo la espalda y paso la mano por mi cabello, ya se está secando y por ende está muy despeinado.
—No le hagas caso —musita pasando su brazo por mi cintura para atraerme a la sala. Me es imposible retener el suspiro—. Te queda bien mi chaqueta.
—Me queda muy ajustada.
—Lo sé. A mí ya no me queda, te la di a propósito.
No sé qué contestar a eso pero mi sistema circulatorio sí reacciona. Al menos puedo alardear de mis reflejos sanguíneos.
Un chico alto de cabello oscuro y despeinado llega a nosotros con dos tazas de café. Le da una a Luka y me tiende la otra a mí, cuando me observa puedo ver sus ojos. Tiene los iris más azules y hermosos que he visto en la vida, ni siquiera los de televisión tienen unos azules tan bellos como esos.
—¿Estás bien? —pregunta. Su voz es gruesa y hermosa, su sonrisa también es demasiado bella—. Parece que hubieras visto un fantasma.
Que curioso, yo me imaginaba roja como un tomate. Luka le responde.
—El imbécil de tu novio la acorraló —informa. El chico rueda los ojos como si no fuera la primera vez que pasa—. Asusta a la gente y por eso nunca puedo traer a nadie.
El aludido llega a la escena con su burlona sonrisa. Gabriel coloca su mano en la cintura del chico y le besa la mejilla estirándose un poco porque él es más alto que todos, este a su vez niega con la cabeza y enarca sus cejas como pidiendo una explicación.
—¿Por qué la asustas? Debes ser más sociable.
—Yo no la asusté. —Me mira y yo desvío la mirada—. Bien, lo siento, Caro. No era mi intención, solo quería preguntarte eso para evitar inconvenientes.
—Está bien. —Mi voz no combina con mi necesidad de lucir normal y sale bien aguda. Aclaro la garganta y tomo de mi taza.
—¿Y bien? —inquiere el de ojos bonitos a Gabriel. Este lo observa con inocencia y él aclara—. Preséntame.
—Yo no la traje, ¿Por qué debo presentarla? —replica Gabriel.
Eso podría sonar grosero viniendo de cualquier persona pero Gabriel es de esos a los que el mundo parece valerles cinco así que hacen de todo un chiste. Me agrada. Es como una yo en masculino. Ojalá él me vea igual y podamos ser buenos amigos. Decido intervenir.
—Soy Cinthya, mucho gusto. —Estando en el sofá de tres plazas, llega el chico y se sienta a mi lado dejándome en la mitad.
—Mi nombre es Denny. Perdona a Gabriel, a veces es tan... sobre protector conmigo. —Se acerca y me dice en tono muy bajito—. No es que seas alguien a quien temer pero él piensa que todo el mundo nos va a mirar raro cuando decimos que somos pareja.
—¿Y es así? —pregunto curiosa aún sabiendo la respuesta. Suspira pero una sonrisa resignada cruza su rostro.
—Siempre lo es. Solo hay que lidiar con ello, ¿A ti te molesta? —Su tono es muchísimo más gentil que el que usó su moreno novio y eso hace que ya me agrade.
—No.
—En ese caso, las puertas de esta casa siempre están abiertas para ti, Cinthya —anuncia dulcemente.
—Tú ni siquiera vives acá —ataca Luka—. ¿Por qué le ofreces algo si no vives acá?
No sé si ofenderme porque prácticamente me está negando la entrada pero cuando ambos ríen, los acompaño. Denny se levanta de su lugar y llega hasta Gabriel que había estado en el brazo opuesto del mueble junto al rubio.
En algún punto dije que una de las razones por las que creía en el amor era porque lo había visto en contadas ocasiones, y esta es una de esas escasas ocasiones.
Ese juego inocente de miradas que difunden cariño y confianza plenas; el hecho de que Denny llegue y abrace a Gabriel y éste lo rodee por la cintura para darle un lindo beso en los labios. Son solo segundos en que el amor deja de ser un sentimiento y se vuelve una imagen que puedo presenciar. Al menos alcancé a atajar el Awwwww que iba a salir porque eso ya sería incómodo. Ambos se toman las manos y se pierden en la habitación de Luka anunciando en voz alta un desafío a Mateo en el videojuego.
—Aún es difícil para Gabriel —confiesa Luka cuando se oyen las voces de los tres gritando al televisor. Presto más atención—. No me lo dijo hasta hace unos años, justo antes de graduarnos del colegio; ya llevaba casi un año de relación con Denny y nunca me lo dijo.
—No imagino cuán duro debe ser.
—Pensó que cuando yo lo supiera le iba a decir que ya no quería ser su amigo, creyó que ya no iba a querer nada con él y por eso me lo dijo: porque me iba a enterar en algún momento y era mejor antes de cruzar caminos luego de la graduación.
—¿Cómo lo tomaste? —curioseo. Sonríe como cuando se ve un recuerdo en lo más lejano de la mente.
—Supongo que siempre lo sospeché así que no fue traumático. Además, Gabriel es mi hermano, ha estado conmigo desde que éramos unos flacuchos de menos de metro y medio en primaria. Creo que incluso si mañana me dice que va a ser asesino a sueldo, no lo dejaría.
—Si fuera asesino a sueldo tendría más ingresos y podría invitarte a los mejores lugares por guardar el secreto —analizo mirando la mesita de centro.
—¿De dónde sacas esas cosas?
—Yo que sé.
Recargo la espalda totalmente en el mullido sillón y recuesto la cabeza cerrando los ojos. Aparte de los gruñidos de los jugadores en la habitación no hay más ruidos y al ser un piso tan alto el ajetreo de la ciudad se disipa con el viento. En este sillón nuevo para mí, sentada sin hacer nada puedo sentir más calma que la he sentido alguna vez en mi casa.
—¿Qué piensas? —cuestiona luego de unos segundos.
—¿De qué? —Mi estado de tranquilidad no me permite abrir los ojos. La taza del café descansa en mis manos y siento el roce de mi brazo con el de Luka.
—Ahora. ¿Qué piensas ahora? ¿Qué cruza en tu mente justo ahora?
—Nada importante.
—No interesa. Dime. Quiero saber hasta la cosa más insulsa que pienses —murmura.
Quiero pensar que no soy tan tonta por empezar a quererlo tanto a pesar de saber que cada palabra que sale de su boca es mera amabilidad pero es imposible. Cada mínima sílaba que me dedica construye un poco más de cariño.
—Me gusta este sillón —contesto con sinceridad—. Me gusta la falta de ruido que hay y la tranquilidad que se respira. Me agrada mucho Gabriel y su manera de tomar las cosas con gracia al tiempo que defiende a su novio. Mateo es una ternura y me agrada que me tenga en tan buen concepto. Denny parece muy gentil, el café estaba muy sabroso y tú...
Mi derroche de palabras a ojos cerrados se detiene antes de decir alguna confesión que no pienso hacer. Una de mis manos que sostiene la taza es envuelta en otra, la suya. Abro los ojos para mirarlo y me sonríe. Dios, esa sonrisa será mi pase al infierno por el pecado que representa en mis fantasías.
—Continúa —ordena.
—No sé... —susurro siendo presa de la hipnosis de sus iris amielados—. Gracias por traerme, supongo. Posiblemente me evitaste un resfriado grave, o eso espero.
—Estás tan... —Hace una pausa sonriendo, pero con esa mueca de burla que antecede a un sonrojo de mi parte— despeinada.
—Mi cabello es tan genial que tiene su propia personalidad y por eso se acomoda a su antojo, ¿Quién soy yo para decirle que no? —explico con seriedad.
—Te anuncio que te voy a decir algo que te va a sonrojar hasta la médula —expresa. Hago una mueca de dolor físico y emocional.
—¿Hay algo que digas que no me sonroje hasta la médula?
—Touché. —Suelta mi mano y tomo el último sorbo del humeante café—. No imaginas las ganas que tengo de besarte.
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