C A T O R C E


—¿Serás mi cita para el baile, bella niña? —exclama con una enorme sonrisa el señor Grambell.

Dos veces al año el hogar de San Patricio organiza un evento para recaudar fondos. El pasado fue un bazar, pero en esta ocasión y a causa de que hemos visto a más hijos y nietos presentes en la vida de los abuelitos, harán un baile llamado ‹TimeLess› en donde vendrán las familias que deseen apoyar a la comunidad.
El último baile similar fue hace dos años y el señor Grambell también me invitó, tenía poco más de diecisiete años entonces pero a él lo conozco desde que empecé a venir. El señor Grambell es el hombre más bello de la tierra; es muy gentil y caballeroso, el abuelito perfecto. Llegó acá por voluntad propia hace más de quince años, decidió venir "joven" y desde los sesenta años está acá. Nunca tuvo hijos, así que está solo en el mundo.

Él es una especie de mentor para mí; mucho de lo que soy hoy en día se lo debo a él, desde que lo conocí me habló muy claro, me dijo que no fuera prejuiciosa como toda la sociedad, me enseñó a tolerar las diferencias y a ser igual persona con cualquiera sin importar ninguna condición. El señor Grambell es gay y en el trascurso de los años me ha contado cada etapa de su vida y su orientación sexual ha llevado a que todos sus hermanos lo echaran de la familia, no tuvo una juventud tan feliz pero ahora trata de estar tranquilo. No es fácil: nadie sabe eso más que yo y siempre me siento afortunada de que él hubiera visto en mí ese algo que le dio la confianza de contarme su vida. Especialmente si vemos a mi madre y lo que ella es.

A pesar de todo, Adam Grambell siempre ha sonreído y no ha demostrado sus tristezas a los cuatro vientos. Supe que tuvo un novio en sus veintitantos años del cual se enamoró profundamente pero que luego de él, no pudo conseguir a nadie más que fuera estable y ha estado relativamente solo desde entonces. Por eso llegó a San Patricio. Lo admiro, lo respeto y lo quiero muchísimo. Mamá considera que es bueno tener relación con todos los del hogar pues según ella están desamparados así que le gusta que yo conviva con Adam. Si se enterara que es gay, lo mata y luego a mí.

—Eres la mejor oferta, Adam —respondo a su propuesta con una sonrisa. Su temblorosa mano llega a la mía y esboza una mueca que denota paz y cariño.

—Si hubiera tenido una nieta, hubiera dado todo porque fuera como tú —exclama, palmeando mi mano con la suya.

—Eres como el abuelito que no tuve.

—En realidad, te hubiera adoptado —divaga, mirando al infinito—, si fueras mi nieta implicaría que tu madre o tu padre fueran mis hijos y ellos están... —Mueve su índice en círculos junto a su cabeza en gesto de locura. Me río.

—Es mejor la familia que se escoge, Adam —digo.

Mamá está en algún lado de la otra sala leyendo la Biblia a dos o tres personas; la última vez que vine Adam estaba un poco enfermo y por eso no había podido verlo pero esta vez recién llegué, me dirigí a la esquina donde siempre se sienta a esperar algún contrincante en dominó o ajedréz.

—¿Puedes traerme una copia de tu documento, Carito? —pide luego de unos segundos—. Creo que si nos registramos para el baile como pareja, nos regalan un trozo de pastel.

—Pero me das la mitad del trozo —asevero. Él rueda los ojos y alza los hombros—. Bien, todo para ti. Voy a sacar la copia entonces.

Le informo a mi mamá que estaré en la miscelánea sacando la copia y salgo del Hogar; desde mi cita con Dylan mi madre ha estado más feliz y amable conmigo que de costumbre. Está como debería estar siempre cuando el orgullo le surca el alma. No he sabido más de Dylan y no sé si alegrarme por ello o no; aún no tengo ni idea de qué fue lo que hizo que no me delatara porque sinceramente dudo que haya sido la advertencia de Luka.
Con Luka... hemos hablado todos estos días, hoy es viernes y cada tarde busco un ratico para conversar con él, nada trascendental: simplemente cosas como qué hice en el día, qué hizo él, cómo le fue a él en el trabajo la noche anterior y alguna anécdota de su convivencia con Mateo. Tiene a su hermano con él mientras las vacaciones duran pero Mateo estudia en un internado a las afueras.

Busco mi carnet de identidad y solicito la copia mientras me como unas galletas que compré. Nunca me cansaré de los momentos repentinos y coincidenciales que hacen que el rubio llegue a mi lado.

—Colibrí.

—Hola, Luka —saludo sonriendo al girar y verlo con Mateo de la mano—. Hola, Mateo.

—¿Te llamas Colibrí? —responde Mateo haciendo una mueca extraña.

—No, soy Carolina o Cinthya.

—Mi hermano te dijo Colibrí —objeta. Luka sonríe y yo lo miro ladeando la cabeza en gesto de «¿Ves? Eso está mal.»

—Pero soy Cinthya.

—Me gusta más Carolina. —Su mirada sube extremadamente hasta que dobla su cuello para poder llegar a Luka y para mi sorpresa, lo regaña—. Carolina es bonito, ¿Qué onda con Colibrí? Estás loco.

Apreto los labios guardando la carcajada ante la seriedad del reclamo del niño.

—Sí, ¿Qué onda con eso? —repito. Luka ríe y resopla.

—Colibrí es bonito. Es una de las aves más bellas del mundo.

—Nadie es más bello que Carolina —replica Mateo produciendo ternura en mí. Sin embargo, cuando lo miro, se presura a corregirse—. Me refiero al nombre, tú estás fea.

Bien, no sé qué responder a eso. La amable muchacha me entrega mi copia y antes de que agarre mi documento, Luka lo toma para curiosear.
Es una ley universal que para cualquier carnet de identidad, uno tiene que salir con cara de cólico y mi tarjeta no es la excepción. En mi pobre defensa, fue hace dos años y el señor que la tomó no me avisó contando el uno, dos y tres así que parece que fuera a estornudar. Le arrebato el trozo de plástico de las manos ante su risa estruendosa y mi cara colorada.

—No tengo buen registro fotográfico, ¿de acuerdo? Me veo mejor en persona —defiendo escuetamente saliendo de la miscelánea. Ambos salen conmigo y pregunto—. ¿No iban a comprar algo?

—No —responde Mateo—. Íbamos llegando y Luka te vio y dijo: «Vamos, que allí está Caro».

Me limito a asentir disimulando un suspiro pendejo y entramos. Mateo se suelta de Luka y a pesar de sus advertencias, corre hasta su abuela que estaba hablando con otra abuelita.

—Ese niño no me escucha —se queja Luka de ver que casi arrolla a una enfermera.

—Es un niño, ellos son así.

—¿Para qué sacabas una copia?

—Para inscribirnos a un baile con Adam; es para recaudar fondos y él quiere pastel —explico.

—¿No era Dylan?

—Dylan es un imbécil, no he vuelto a saber de él —espeto y añado para mí misma:—, aún me pregunto por qué no le dijo nada a mi madre.

—¿Y quiénes Adam entonces? ¿Otra de las citas organizadas por tu madre? —dice en tono bromista y exagerado. Me río y opto por mentir un poco.

—No, a él lo conseguí yo solita —presumo, avanzando lentamente hasta Adam—. Es el hombre más amable que pude conseguir sobre la faz de la tierra. Lo conozco desde los once o doce años. Quizás antes.

—Oh. —Llegamos hasta la mesita de dominó y me siento a su lado, Adam levanta la vista hasta Luka y me sonríe a mí.

—Luka, te presento a Adam, mi cita para el baile —digo; ampliando su sonrisa Luka le extiende la mano y mi abuelito favorito la toma—. Adam, él es Luka, un amigo.

—Es un gusto —exclama Luka y Adam asiente devolviendo el gesto amable.

—Carito nunca me presenta a sus amigos —reprocha.

—Claro que sí, conoces a Kevin.

—Solo a él —objeta.

—Bueno, no hay más, ¿a quién te iba a presentar?

Eso en mi mente sonó gracioso, diciéndolo sonó muy triste aunque es la verdad. Pero bueno, ya qué.
Escucho el llamado de una de las enfermeras en mi dirección y cuando la observo, me pide con su mano que vaya.

—Ya vuelvo.

Me levanto y camino hasta ella, no es nada del otro mundo, solo quería que le ayudara a mover una mesita de noche de una habitación a otra; al parecer uno de los abuelitos es quisquilloso y al ser trasladado de habitación exigió que su mesita fuera con él pues esa mesita en específico, está hecha a su gusto y parecer. Aunque todas las mesitas son iguales pero hay que llevarles la corriente.
Vuelvo al salón y Luka sigue con Adam; Adam está de espaldas a mí pero debe estar diciendo algo porque Luka escucha atentamente y con gesto serio y grave asiente. Cuando me nota, recompone la sonrisa y ríe.

—Voy a ver a mi abuela —anuncia una vez me siento con Adam—. Nos vemos después, Colibrí.

—De acuerdo.

No es sino que Luka esté a unos metros para que Adam me sonría pícaramente. Sus ojos me acosan hasta que se hace insoportable y frunzo el entrecejo para mirarlo. Menea sus cejas y me codea para luego apretar una de mis mejillas.

—¿Qué? Solo dilo —exijo, teniendo en mi mente una idea clara de su actitud.

—Ese chico es muy lindo —murmura como un niño pequeño—. Y te gusta, Caro.

El rubor me ataca violentamente pero ya que es Adam no puedo evitar sonreír en confidencia. Es como si cualquier comentario respecto a Luka no fuera a salir de mi boca con nadie porque no tengo con quien hablarlo y entonces llega él que es como mi mejor amigo y al soltarlo así, todo en mi interior se libera. Solo frente a él soy y seré capaz de admitir que muero por enamorarme y de contarle de mis desencantos. Sin embargo, miro a mi alrededor asegurándome de que no hay curiosos de más y al comprobarlo, asiento con una sonrisa que me lastima la cara y cerrando los ojos aguantando un grito.

—¿Soy tan obvia?

—No, Carito —responde—. En realidad lo disimuladas bien, solo fue un tiro ciego pero acerté.

Solo con eso me siento orgullosa de mi misma y de mi control. Sinceramente pensaba que la gente veía los corazones en mis pupilas cuando pensaba en él, pero naahhh, lo disimulo bien.

—Es muy apuesto —susurro con aire soñador—. Y no solo eso, es muy amable y querido; siempre sabe qué decir para levantarme el ánimo... —Un suspiro involuntario inspira el silbido burlón de Adam.

—Ay, mi niña... —Su tono deja claro la emoción a la vez que la compasión. Me adelanto a sus palabras.

—Sé que no le gusto, Adam —musito con resignación—. Pero... mis maripositas no saben eso y además él parece dispuesto a darme su amistad. Con eso me basta.

—Un día dejará de ser suficiente —dice. Su rostro me sonríe con una dulzura propia de un padre—. Debes tener eso en cuenta.

—Aún no llego allá, por ahora me basta.

—¿Cuál es la mejor mascota? —cuestiona. Pierdo el hilo de la conversación y titubeo antes de contestar.

—¿Un perro? —respondo en una pregunta.

—Hay muchas, pero para lo que te voy a decir, sí. Sí es el perro —conviene—. El perro es leal, es querido, es fiel a su amo y es capaz de hacer todo por él y sin embargo, vemos siempre casos en los que la gente abandona a los perritos; ¿Qué pasa con esos perritos? Pasan por lo que llamamos "pena moral" al sentirse traicionados por el ser qué más querían. Muchos logran avanzar, otros, pierden la fe en encontrar futuros amos.

—¿A qué viene eso, Adam?

—Carito, no quiero que te estrelles muy fuerte con la vida —dice—. Recuerda que puedes dar y dar cosas buenas y que lo harás simplemente porque así eres tú: noble y bondadosa, pero eso no implica que el mundo te vaya a devolver lo mismo.

Empiezo a notar por donde van sus palabras y asiento en silencio sin estar segura de que tomaré su consejo.

—Me estás comparando con un perro —reclamo en tono jocoso tratando de no enfocar el tema real.

—Sin querer —musita en una disculpa—, hacía juego con mi metáfora. Te daré el único consejo que creo que te puede servir, hija.

—De acuerdo.

—Siempre ten en mente tu valor y no te menosprecies; debes saber que vales muchísimo por tu gran corazón y nunca te conformes con menos de lo que mereces.

Si algo he tenido presente desde que conocí a Luka es que me va a doler cuando la realidad me golpee, incluso más de lo que dolió con Dylan porque ahora soy mayor y más estable emocionalmente por lo que lo bueno y lo malo se pueden asentar a la perfección dejando huella. Supongo de depende de los acontecimientos el tamaño de esa huella pero por ahora prefiero ignorar las posibilidades.

Ya me siento como si llevara meses trabajando en BurgerBoy, parece que no me meto la pata en nada y ya que llevo varios días y dejé de ser "novedad", Andy ya no anda pisando los talones de mis labores todo el tiempo. Culminando mi tercera semana como adulta que trabaja, ya conozco todos los detalles del local y a todos los empleados. Solo hablo con Gia y con Julián, pero ya sé el nombre de todos. Así como todos saben que soy Cindy.

Acostumbrada o no, el turno del viernes sigue siendo pesado y como mañana igual toca continuar, tengo un afán anormal en llegar a mi cama y caer inconsciente en ella. Ya son las siete y media y estamos recogiendo nuestras cosas para salir. Con Julián... bueno, él ha estado en plan «conozcámonos», pero a veces más de la cuenta y cada vez le he dejado claro la manera en que lo veo pero el chico es insistente. No obstante, es ahora en que rebosa esa copa imaginaria, no la mía, sino la de Gia que al ver nuestra conversación y la manera no sutil de Julián de insinuarse, decide salir dando un portazo que todo el establecimiento nota.

—Debe estar en sus días —apostilla Julián dando una explicación a su comportamiento. Resoplo sin darle respuesta. Me habla de nuevo—. Hey, te traje algo.

Es como tratar de darle una patada a un cachorrito en base a su inocencia. O su estupidez en este caso. Acabo de colocarme mi chaqueta y enfoco mis ojos en él que me extiende una chocolatina gigante. El detalle es muy lindo y su intención es sincera así que no puedo evitar sonreírle en agradecimiento y recibir el dulce.

—Gracias. Eres muy amable.

Salimos de las instalaciones de BurgerBoy camino al paradero; la noche está cerrada totalmente ocultando la luna tras esas nubes espesas que ya están soltando pequeñas gotas al mundo. Julián saca de su maleta una sombrilla y la abre dejándome sin más opción que pegarme a él para caber ambos y no mojarme.
En un impulso de atrevimiento, pasa de nuestro mínimo contacto de brazos a pasarme el suyo por los hombros para acomodarnos mejor bajo la protección de la sombrilla. Nunca he estado en contra de los contactos físicos de esta índole, así tenga confianza o no con una persona, un abrazo no está mal si ambas partes acceden a ello; la diferencia en este caso es que para él puede significar algo más y eso me hace sentir mal de pensar en Gia. ¿Por qué a las chicas buenas siempre las friendzonean? No es justo. Julián también es buena persona, pero aún así...

—Oye, ¿Qué te parece si hacemos algo la otra semana? —propone—. Pensaba ir al museo de Historia. Hay una exposición de martes a jueves sobre la primera guerra mundial, creo que incluso habrá representación actuada.

—No sé... —respondo—, creo que necesito descansar ese día. La semana pasada no lo hice, esta tampoco y aparte de que mamá preguntó que porqué no me habían dado mi día, estoy cansada.

Como si fuese conspiración del universo para cobrarme la escapada de la semana pasada, esta semana sí me cuadraron sin descanso y no pude objetar. Me lo van a pagar como extra pero igual ya van dos semanas sin levantarme tarde y ese cansancio empieza a pasarme factura

—¿Qué harás este fin de semana? —Impertérrito ante mi rechazo, ofrece otra opción.

—Lo de siempre: mañana en la noche quizás vaya al hogar de abuelitos y el domingo a misa en la mañana y en la tarde al albergue.

—Haces mucha obra social —comenta, sonrío—. Eres como un ángel. —Adiós sonrisa.

—Lejos de eso, solo me gusta ayudar.

—Para mí eres un ángel. —Apreto los labios y siento su mirada en mí, mas no me atrevo a responder observándolo así que solo hablo con la vista en el horizonte esperando que mi bus aparezca mágicamente.

—No hagas eso, Julián.

—¿Hacer qué? —pregunta inocente.

—Decir esas cosas; eres mi amigo y te aprecio. No lo conviertas en algo incómodo.

—No me disculparé por ello —replica con tranquilidad—. Me gustas y seguiré diciéndolo así no pase nada entre nosotros.

Maldita sea mi bondad que no me permite mandarlo a volar. Él no tiene la culpa, supongo.
Mirándolo desde otro ángulo, yo podría ser un desencanto de Julián, solo que él no acepta que lo soy y prefiere seguir intentando. No me gusta eso.

—Lo vuelves incómodo —objeto con algo más de brusquedad de la que pretendía.

—¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti?

—Julián... —digo casi en una súplica.

—Que no intentas en lo más mínimo atraerme, pero aún así lo consigues; solamente con tu personalidad. Así de especial eres, Cinthya.

—Dices que soy única porque te rechazo —exclamo para mí misma.

—Digo que no necesitas ningún tipo de adorno para verte bonita y que no fuerzas la belleza como las demás.

Casi veo con un halo divino alrededor al bus que trae el número de mi ruta en un letrero luminoso por sacarme de este incómodo momento. Le hago pare casi lanzándome a la vía y antes de que el conductor abra la puerta, me giro a Julián.

—Deja de hacer eso, Julián. —Trato de ser tajante pero es como pedir una expresión furiosa de un oso perezoso. Es imposible—. Quiero ser tu amiga, no me hagas eso.

—No prometo nada. —Apoya su espalda en el poste cercano y sonríe de lado—. Adiós, Cinthya.

En algún momento de estás casi tres semanas de que hablo con Luka, este instante de apenas minutos en que puedo mensajearlo, se volvió la parte más esperada de mi día. Es la única razón para llegar sonriendo a mi casa.
Él prácticamente conoce mis horarios, la mayoría al menos, y sabe que si alguna vez lo dejo en visto es a causa de que me quitan en Internet. O que me quedé dormida.

Es increíble cómo el significado de unas pocas palabras puede variar dependiendo de quién vengan.

Colibrí, ¿Qué día descansas?
Hagamos algo.

A la mierda el descanso, soy joven y fuerte. Ya tendré tiempo en la vejez para descansar.


∞∞∞∞∞

Este capítulo es un regalito por lo que dice la primera imagen. El domingo tendrán su capítulo normal ♥

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top