Hubo una vez en donde me quedé paralizada,
Sumisa al viento y a la belleza compleja de la vida,
¿Han sentido que se descolocan ante algo extraordinario?
Que todo se queda en pausa, menos tú, menos tus latidos.

Fue en una tarde en la que se asomaba el verano,
Observé de pronto hacia arriba, sin ninguna pizca de brillo,
Ahí estaban, aquellas singulares hojas medias iluminadas,
En una mezcla de colores que pusieron nervioso a mi acostumbrado gris.

Nunca antes necesité ver ese espectáculo del ocaso,
Pero como el sol se encariñaba con el verdor y creaba,
"Crear" dichosos los que tienen la capacidad del cinco,
Los tonos dorados perfectamente combinados con el cielo.

Me sentí afortunada de ser partícipe de esa obra de arte,
Rara vez siento que encajo del todo en un lugar y ese día lo hice,
Frente a mí, se me proyectaban esos vivos y melancólicos colores,
Y terminaban chocando con los conocidos y apagados de los míos.

Era un trío perfecto, de pronto sentí estar adentro de una pintura,
Donde me saludaba Picasso, donde me animaba Da Vinci,
Y donde me despedía Van Gogh, a pesar de que no era una noche estrellada,
Desde ese día siempre miro hacia arriba, esperando encontrar algo.

Una de esas cosas que te dejan sin aliento, que te hacen preguntar:
¿Qué tan real eres y que tan bueno tienes que ser para merecer lo que ves?
La gente solo supone lo que mis colores le dicen, pero dentro,
Todos somos un río que fluye cuesta abajo con todo lo que admiramos.

La naturaleza y yo somos una, aún así ese día me volvió a enamorar,
Luz y sombras siendo amantes, desvelando que nada es bueno o malo
Y que la belleza no se trata de ver, si no de admirar,
No es darle un sentido, es hacer que este te recorra sin más.

Escrito 6/1/24
Gracias por leer.