🎄 Parte única 🎄

El parabrisas vibraba bajo el peso de la tormenta, una sinfonía de viento y nieve que devoraba el mundo exterior.

Jimin se inclinó hacia adelante, intentando inútilmente distinguir algo en la carretera, pero todo lo que vio fue una extensión blanca interminable.

El reloj de su auto marcaba más de las diez de la noche. Su madre probablemente ya estaría revisando el horno por décima vez, preocupada porque todo estuviera perfecto para la cena navideña. En el fondo, le dolía decepcionarla, pero lo cierto era que no podía controlar el clima, ni el interminable papeleo que le tocó terminar antes de salir de la oficina.

Un suspiro frustrado escapó de sus labios justo cuando el auto comenzó a dar tirones. Miró el tablero; la luz de la gasolina parpadeaba con una intensidad alarmante.

—No, no, no... —murmuró, como si hablarle al vehículo pudiera cambiar algo.

Unos segundos después, el motor se caló y el coche se deslizó hacia un lado de la carretera, hundiéndose en un banco de nieve. Jimin apagó el motor, encendió la calefacción con lo poco que quedaba de energía y apoyó la cabeza contra el volante.

—Genial. Feliz nochebuena, Park Jimin.

El silencio se instaló, roto solo por la ventisca que azotaba contra las ventanas. No había señal en el teléfono, y quedarse ahí toda la noche no era una opción. Sin calefacción, la temperatura bajo cero lo mataría de hipotermia en algunas horas.

Miró a través de la ventanilla una vez más, pero no había ni un alma en kilómetros. De seguro, todos estarían reunidos en sus casas disfrutando de un delicioso festín en compañía de sus familias. Él era la única persona que podía quedarse sin gasolina en medio de la nada.

Justo cuando estaba resignándose a una noche infernal, un zumbido grave llamó su atención. Levantó la cabeza de golpe y a través del espejo lateral vio unas luces que se acercaban. Una máquina quitanieve.

Empujado por la adrenalina de que sería su única oportunidad para regresar a casa y no morir de frío, bajó de su coche y se puso a hacer señas moviendo los brazos, ignorando el temblor de su cuerpo.

La máquina se detuvo a pocos metros, y de ella salió un hombre alto, de hombros anchos, vestido con un abrigo grueso.

—¡Hola! ¡¿Todo bien?! —preguntó desde la distancia.

Jimin negó con la cabeza y apuntó al auto.

—¡Mi coche quedó atascado y estoy sin gasolina! —se esforzó por hacerse entender a través del rugido del viento.

El hombre entonces se aproximó a él y Jimin lo evaluó, descubriendo un rostro amable de mirada cansada.

—No vas a salir de aquí con ese auto, bonito. Está muy enterrado —le dijo el sujeto.

—¿Podrías remolcarlo hasta el siguiente pueblo?

—Olvidé los ganchos de remolque en el trabajo. Lo siento.

Se hizo una pausa incómoda, en la cual Jimin trató de pensar qué podía hacer.

—Escucha, bonito, viene una tormenta de nieve y la temperatura bajará aún más. Sin calefacción no pasarás la noche y los servicios de emergencia no estarán disponibles hasta mañana temprano. Será mejor que vengas conmigo.

Jimin lo miró con sospecha, a lo que el desconocido inmediatamente sacó la billetera del bolsillo trasero de sus pantalones y le enseñó la licencia de manejo.

—Soy Jeon Jungkook y no asesino personas, si es lo que te hace desconfiar. Hace un frío de cojones y no pienso andar por ahí congelándome las pelotas para arrastrar un cuerpo.

—Tienes un punto —Jimin rio ante la broma. No había muchas opciones más que confiar en el atractivo hombre del quitanieves, que lucía decente en su licencia de conducir, a pesar de ser mayor que él.

—¿Qué sugieres, Jungkook? —le preguntó, cruzándose de brazos. Había algo en ese sujeto de cabello oscuro y ojos amables que le tranquilizaba.

—Que vengas conmigo. Mi turno ya terminó y mi casa está cerca; ahí puedes esperar a que pase la tormenta, llamar a alguien y al menos tomar un chocolate caliente frente a la chimenea. Es mejor que helarse el culo aquí afuera.

Jimin lo miró, evaluando la propuesta. Confiar en un extraño no era su idea de seguridad, pero no le quedaba otra opción.

Suspiró, aceptando su destino.

—El chocolate caliente suena tentador. Soy Park Jimin, por cierto.

Jungkook sonrió cuando Jimin le tendió la mano. Se la estrechó y le pareció que ese rubiecito tenía un agarre fuerte. Quién diría, con lo flacucho que lucía a través de su sobretodo.

—Es un placer, Park.

Esperó a que Jimin tomara su maletín y celular del auto y lo guió hasta la máquina quitanieve. Le abrió la puerta y lo ayudó a subir. Luego, se encaramó al asiento del conductor.

Dentro, el calor era un alivio inmediato. Jimin se frotó las manos para hacer circular la sangre por sus dedos, mientras Jungkook arrancaba el vehículo con movimientos eficientes y se incorporaba a la carretera.

—Gracias por esto. No tenía idea de que la tormenta sería tan fuerte.

—Eso pasa cuando no revisas el pronóstico del tiempo, cariño.

Jimin lo miró con el ceño fruncido, pero la curva burlona en los labios de Jungkook le hizo morderse la lengua.

—Perdón si no tomé las suficientes precauciones. Nunca pensé que algo así fuera a pasarme justo en la víspera de Navidad.

Jungkook se mordió el labio inferior para aguantar una sonrisa y Jimin no pudo evitar notar que aquel sujeto no se veía para nada mal de perfil.

—¿Qué hacías aquí tan tarde, de todos modos?

—Iba a casa de mis padres. Cena navideña. Aunque creo que ahora me perderé del festín que estuve esperando durante todo el año.

—Hay peores formas de pasar la Navidad —respondió Jungkook, su tono casual, pero con un destello de provocación que no pasó desapercibido para Jimin.

El silencio cayó de nuevo, aunque esta vez no era incómodo. Había algo en Jeon que hacía que el más joven no pudiera apartar la mirada. Daba gracias que estuviera concentrado en la ruta; de otro modo, lo habría descubierto.

—Entonces, Jungkook el quitanieves, ¿siempre rescatas a hombres varados al costado de la carretera o soy especial?

El otro arqueó una ceja, lanzándole una mirada rápida antes de volverla al frente.

—Definitivamente especial. Aunque no estoy seguro si para bien o para mal.

Jimin se rió, sorprendido por lo fácil que era hablar con él.

—¿Y tú? ¿Por qué trabajas en Navidad?

—Alguien tiene que hacerlo —Jungkook se encogió de hombros—. El camino es un asco en esta época del año y sólo hay un par de quitanieves en el municipio. Además, no tengo una familia esperando por mí ni una cena suculenta, así que el trabajo es lo único que me queda.

La honestidad en sus palabras tocó algo en Jimin.

—Bueno, ahora tienes compañía. Así que técnicamente no estás solo.

Jungkook le lanzó otra mirada, esta vez más larga, antes de sonreír.

—Supongo que tienes razón, bonito.

Cuando llegaron a la casa de Jungkook, Jimin no sabía qué esperar. Tenía una cabaña pequeña pero acogedora, enteramente de madera. Una chimenea de piedra decoraba el living, compuesto por un juego de sillones y una mesa pequeña. La cocina abierta se situaba a un costado, con los electrodomésticos indispensables, y había una barra con tres taburetes. Una escalera de madera llevaba a la primera planta, donde Jimin supuso que debería estar el dormitorio.

—Ponte cómodo —Jungkook le hizo un gesto con la mano para que se sentara en uno de los sillones, mientras encendía la chimenea—. ¿Quieres algo para beber?

—Me has prometido chocolate caliente —le recordó el rubio, acomodándose para recibir el calor de los leños crujiendo por el fuego.

Jungkook desapareció en la cocina, y Jimin se quitó el abrigo, inspeccionando el lugar. Había algo en esa casa que reflejaba a Jungkook: práctica, funcional. No había ninguna decoración que indicara que allí residía alguna mujer.

Cuando Jungkook regresó con una taza y una lata de cerveza, Jimin aceptó gustoso el chocolate. Nada como una buena dosis de dulce para satisfacer su antojo. Compartieron el sillón de tres cuerpos, demasiado cerca uno de otro.

—¿Quieres avisarle a tu familia que estás aquí? —preguntó Jeon, extendiéndole su celular.

—Oh, no te preocupes. Les mandé un mensaje para avisarles cuando estábamos entrando al pueblo.

—Chico listo —le guiñó un ojo, terminando de beberse su cerveza.

—Gracias por no dejarme morir congelado.

—No es nada —Jungkook se acercó más, pasando un brazo tras el respaldo donde se acurrucaba Jimin. Sus piernas se rozaron y el ligero contacto fue el primero que compartieron sus cuerpos.

El calor del ambiente era reconfortante, pero no tanto como la presencia de Jungkook. Hacía que Jimin se sintiera seguro y nervioso al mismo tiempo.

—¿Pasas mucho tiempo aquí? —preguntó, intentando llenar el silencio—. Tienes una casa acogedora.

—Me quedo a veces, cuando no estoy en el bar. No hay mucho que hacer en un pueblo pequeño a dos horas de la ciudad, y estar encerrado con tus pensamientos no es opción. Pero la soledad tiene sus ventajas.

—¿Como cuáles?

Jungkook sonrió, inclinándose hacia él.

—No tienes que preocuparte por responder preguntas curiosas de otra persona, por ejemplo.

—Bien. Entonces no diré más nada —dijo Jimin, ofendido, soltando un puchero.

—Eso sería una lástima. Me gusta oírte hablar.

La confesión, aunque sencilla, hizo que el corazón de Jimin latiera con más fuerza.

—¿Ah, sí?

—Por supuesto. Tu voz es agradable y eres lindo. Me gustas.

Jimin se inclinó hacia él, provocador.

—¿Te gusto más cuando hablo o cuando estoy callado?

La mirada de Jungkook se oscureció, y la tensión entre ellos se volvió palpable.

—Creo que deberíamos averiguarlo.

El beso fue inesperado, pero no por ello menos ardiente. Los labios de Jungkook eran cálidos, firmes, y se movían con tanta experiencia que dejó a Jimin sin aliento.

El calor entre ellos creció rápidamente y no fue culpa del fuego en la chimenea. Las manos de Jungkook, grandes y firmes, exploraron el cuerpo de Jimin con una mezcla de delicadeza y urgencia, deteniéndose en la curvatura de su culo, cubierta por la tela de sus vaqueros.

El rubio se dejó llevar, los dedos enredándose en el cabello azabache de Jungkook mientras sus labios se encontraban en un beso aún más profundo. La sensación era embriagadora, absorbente.

Jungkook lo sujetó de la cintura y lo atrajo sobre su regazo.

—¿Siempre eres así de atrevido? —murmuró Jimin, con la respiración entrecortada, mientras Jungkook dejaba un rastro de besos en su mandíbula hasta llegar a su cuello.

—Solo cuando encuentro algo que realmente me interesa —Jungkook levantó la cabeza para mirarlo, sus ojos oscuros brillando con deseo—. ¿Te molesta?

El más joven sonrió, sus mejillas encendidas no solo por la temperatura de la habitación, sino por la excitación que se acumulaba entre sus piernas al notar la erección del contrario debajo de él.

—Para nada. Me gusta.

La mirada altanera que Jungkook le dio fue devastadora, el desafío escrito en ella. El estómago de Jimin se revolvió con anticipación.

En un movimiento fluido, el azabache lo levantó del sofá, llevándolo con facilidad por las escaleras hacia el dormitorio de la planta alta. Jimin se aferró a él, sorprendido por la fuerza que tenía aquel hombre. Descubrió sólidos músculos palpando a través del abrigo y se mordió el labio, deseando verlos.

Fue depositado suavemente sobre la cama, su cuerpo inclinándose sobre el de Jimin mientras sus ojos recorrían cada rincón de su rostro, como si quisiera memorizarlo.

—Así que tu idea era aprovecharte de mi inocencia —dijo el rubio, murmurando contra sus labios. Jungkook no podía dejar de contemplarlo, tan sonrojado como lucía debajo suyo.

—En mi defensa, no pareces muy inocente que digamos —hizo su observación, colándose entre sus piernas y quitándose el grueso abrigo junto con la camiseta.

Dejó a la vista un torso bien trabajado, de pectorales inflados y abdominales definidos. Uno de sus brazos estaba completamente tatuado, desde el hombro a la muñeca, el cual deslizó hasta el cuello del rubio y apretó con suavidad.

—Eres justo mi tipo. Si no quieres follar, será mejor que me lo digas ahora antes de llevarlo más lejos.

Satisfecho con el ofrecimiento, Jimin se relamió los labios. Eso era justo lo que necesitaba: aliviarse con un buen acostón.

—Quiero que lo lleves tan lejos como puedas —susurró con lentitud— y lo más profundo que llegues.

Jungkook respondió inclinándose para besarlo de nuevo, esta vez con más calma, explorando cada rincón de su boca mientras sus manos se deslizaban por debajo de la camisa de Jimin, trazando líneas invisibles sobre su piel.

El aire en la habitación parecía cargarse de electricidad mientras ambos se deshacían lentamente del resto de sus prendas, dejando al descubierto piel contra piel.

El azabache se tomó su tiempo, sus labios y manos viajando por cada centímetro del cuerpo delgado debajo del suyo, arrancándole suspiros que resonaban en la cabaña.

Jimin arqueó la espalda, sus dedos hundiéndose en los hombros ajenos cuando sintió besos húmedos en el pecho, descendiendo lentamente por su abdomen. Cada movimiento era medido, intencionado, como si Jungkook quisiera saborear cada sector de su piel.

—Eres tan sensible... Me encanta —murmuró, su voz ronca por el deseo mientras observaba a Jimin retorcerse bajo su toque—. Vas a disfrutar cuando te llene.

—Veo que eres un hombre de palabras y no de acciones...

La risa de Jimin se convirtió rápidamente en un gemido cuando Jungkook descendió aún más, sus labios y lengua trazando un camino de fuego por su cuerpo.

Le alzó las piernas para tener un mejor acceso a su zona vulnerable, donde lamió con suavidad alrededor y escupió para facilitar la lubricación. Un dedo exploratorio se coló entre sus pliegues, haciendo que Jimin exhale un gemido débil.

La intromisión se fue volviendo aceptable cuanto más lo estimulaban. Muy pronto, un dedo se convirtió en dos y luego en tres, que lo penetraban de una forma que lo enloquecía.

Pero lo que más le encantaba, era la boca experta del mayor, que no dejaba de chupar su miembro y acariciarlo con la lengua. El placer que sentía lo obligaba a estrujar las sábanas y arquear el cuerpo, como si se resistiera a dejarse ir.

—Espera, espera —quiso detenerlo estirándole del cabello.

—¿Hice algo mal? —se alarmó Jungkook.

—Para nada. Es que, si voy a acabar, quiero hacerlo alrededor de tu polla.

Jungkook gruñó, encantado. Había estado duro desde hace al menos veinte minutos y la perspectiva de poder liberarse entre esas deliciosas piernas, le hizo acomodar el glande sobre su borde.

Acarició su eje y lo hundió lentamente en Jimin al recibir su mirada aprobadora. Disfrutó de la resistencia inicial, la suavidad del interior y la dulce manera en que le apretaba como si quisiera exprimir hasta la última gota de su semilla.

—Mierda, eres increíble —suspiró, retirándose hasta la punta y volviendo a embestir. La boca del rubio liberó un jadeo, satisfecho con sus movimientos.

—Más profundo —demandó, atrayéndolo para un beso desordenado. Sus lenguas se encontraron entre mordidas y Jungkook no pudo evitar ir más lejos. Le sujetó el cuello mientras lo penetraba de forma ruda, haciendo chocar sus testículos contra la carne húmeda y caliente.

Park puso los ojos en blanco por la estimulación, sintiendo cada penetración impactando en su próstata y el brazo tatuado descansando en su cuello.

—Me encanta así —afirmó, al límite del placer. Su vientre comenzaba a tensarse a medida que el orgasmo se construía.

—Claro que te gusta, bonito. Me aprietas la polla como si quisieras que te embarace.

La mención de esa frase hizo que Jimin estallara de inmediato, soltando hiladas de semen sobre su pálido pecho. Palpitó sin control alrededor de la polla que lo satisfacía, que se tensó y bombeó una impresionante carga hasta lo más interno de Jimin, deseando marcarlo con su esencia.

Siguió chocando contra su culo hasta que no le quedó nada más, hasta que se ablandó en su interior y fue perdiendo la intensidad de las penetraciones. Su corrida se filtró entre ellos, fluyendo hasta manchar las sábanas.

Cuando finalmente colapsaron juntos sobre la cama, ambos jadeantes y ligeramente sudorosos, la tormenta afuera parecía haber perdido su ferocidad. Un cobertor fue su abrigo contra el frío.

Jungkook trazó círculos perezosos en la espalda desnuda de Jimin mientras este descansaba con la cabeza sobre su pecho. Miró por encima de su hombro, buscando la hora en el reloj sobre su mesa de luz.

—Feliz Navidad, Park Jimin —le dijo.

—Maldita sea, ¿ya es Navidad?

—Lo es. Espero hayas disfrutado de tu regalo.

—Oh, claro que no —gruñó el rubio, removiéndose bajo las sábanas para desperezarse—. El regalo que me harás será una buena cena, Jungkook. Muero de hambre.

El azabache se rió, el sonido vibrando en su pecho.

—¿Te gusta el ramen?

—Lo aceptaré por esta noche, pero mañana te llevaré a mi casa a comer algo decente —lo invitó Jimin, palmeándole el pecho—. No puedes vivir a base de pasta. Es terrible para el cuerpo.

—Oh, ¿ya quieres que conozca a tus padres? No sabía que estábamos en ese tipo de relación tan pronto, bebé.

Jimin levantó la cabeza para mirarlo, adivinando por dónde iban las cosas.

Seguro que Jungkook había aprovechado la ocasión de follar sin compromiso y ya no quería tener más nada que ver con él. Lo ayudó, recibió una recompensa por ello y eso era todo.

—Es sólo un almuerzo de cortesía. No te lo tomes tan enserio —agregó rápidamente.

—Es una lástima —dijo Jeon con un tono relajado, mimándolo con suaves caricias sobre su espalda baja.

—¿Por qué?

—Me hubiese gustado seguir el camino tradicional de conocernos más antes de ver a mis suegros. Pero no me molesta saltarnos algunos pasos.

—Jung... kook —Jimin no daba crédito a sus palabras. ¿De verdad ese hombre lucía interesado en presentaciones formales después de compartir pocas palabras y una sesión apasionada? Debía estar loco de remate.

—Me gusta Kook. Puedes llamarme así —sugirió, colocándose su ropa interior. Se inclinó para dejar un beso en la frente de Jimin e incorporarse de la cama.

—¿Dónde vas? —le llegó la pregunta.

—A descongelar algo de pollo y hervir vegetales. Necesitarás energía para aguantarme toda la noche.

Jimin se ruborizó de sólo pensarlo.

—¿Vamos a follar toda la noche?

—Claro que no, tontito —la carcajada de Jungkook reverberó contra las paredes—. Tengo una noche para conocer cada detalle de la vida de mi chico antes de presentarme con sus padres —le guiñó un ojo, para después descender por las escaleras.

Jimin volvió a recostarse en la cama, sonriendo como un adolescente.

Su regalo navideño había llegado cuando menos lo esperaba, manejaba una máquina quitanieves, follaba como un dios y se llamaba Jeon Jungkook. No podría haber deseado nada mejor.

Recibiendo diciembre de la mejor forma que conozco: salseo Kookmin navideño 🎄

Lo estuve preparando durante estos días, después de ver una película de Navidad, y quise traerles un capítulo único porque extraño a nuestros príncipes juntos. Espero lo hayan disfrutado, bellezas! 🥰💕

-Neremet-

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