TOMÁS
Escuchó el grito de Mike. Aquel hombre había sufrido lo mismo que él, pero durante muchos años más. Si alguien quería ver muerto a Stern, debía ser él. Quiso decirle que se tranquilizara. Que aquello acabaría pronto. Que todo lo que debía hacer era mover un dedo y aquella pesadilla quedaría atrás. Y estuvo a punto de hacerlo. Pero Michael Parrish no venía sólo.
— ¡El Capitán Stern ha vuelto! — Exclamó alguien. — ¡Detengan a Tomás Rivera! ¡Quiere dispararle! ¡Quiere matar al milagro!
Tomás bajó el arma con celeridad. Era demasiado tarde. Algún partidario de Stern lo había visto, e iba a usar aquello para desprestigiarlo aún más. Miró a Culbert, sin saber qué hacer. Luego a Diana. Ambos estaban petrificados. Benjamin fue el primero en reaccionar. Aunque no como lo esperaba.
— ¡ Capitán, debo arrestarlo por el intento de asesinato del antiguo Capitán Stern! — Le quitó el arma de un tirón. Tomás no entendía qué estaba sucediendo. — ¡Señor Stern, si es que esa es realmente su identidad, debo arrestarlo también, por sospechas de actos de terrorismo, motín y fingir su propia muerte! — Miró hacia la puerta y se dirigió a los oficiales de seguridad que socorrían a los heridos. — ¡Daniels, Keegan, lleven al Capitán a una celda! ¡Rodríguez, Ayala y Márquez, escolten al Señor Stern a otra celda!
Tomás no podía entender lo que estaba sucediendo. Diana tampoco. Intentó defenderlo, pero Culbert la hizo callar. Inesperadamente, la doctora dejó de hablar. Pasó junto a él, apretandole un brazo como única demostración de afecto y le susurró un "Perdoname, nene" mientras se iba a atender a sus pacientes.
¿Por qué lo traicionaban? ¡Justo ellos dos, sus amigos más cercanos? ¡Los únicos que sabían, junto a él, cuál había sido la verdad acerca de la muerte de Stern! Y entonces comprendió. Benjamin había acusado a Stern por motín, algo que había sucedido antes de su muerte. Y también había insinuando que dudaba de su identidad. ¿Sería todo aquello un plan tejido por su Jefe de Seguridad para evitar disturbios en la enfermería? Tenía más sentido que una repentina traición.
Lo miró, buscando algún gesto cómplice, pero sólo encontró un rostro adusto e implacable. Podía ser un plan. O quizás no. Eligió basarse en lo que había conocido a aquel hombre desde que había regresado a la Libertad y lo nombró su Segundo al Mando. Y se dejó arrestar sin resistencia.
Ya en su celda, fue visitado por Culbert. Esperaba una explicación. Y la tuvo.
— Lo siento. No tuve otra opción. Parrish sólo no hubiera sido un problema, pero los demás sí.
— ¡Mike me hubiera quitado el arma para dispararle él mismo! ¿Cómo está?
Culbert negó con la cabeza.
— Igual que nosotros. — Tomás comprendió a qué se refería: confundido, asustado y furioso. —Pero no se separa de su pareja.
— ¿Cómo está Lucas? ¿Y el resto de la tripulación?
— Todavía no tengo el informe de la doctora Mantovani, pero no vi ningún herido irrecuperable. No hay víctimas fatales. — Tomás suspiró aliviado.
— Me alegro de oír eso. ¿Y cómo vamos a seguir ahora?
Culbert se acercó. Bajó la voz al hablar.
— En lo que a tí respecta, permanecerás aquí encerrado hasta que la situación se calme. Hay mucha gente enfadada por los resultados de las elecciones. Piensan que has sido el responsable del hackeo. Y se está corriendo la voz del regreso de Stern. Y que intentaste asesinarlo. Te encierro más por tu propia protección que por lo que puedas hacer. Para peor, las comunicaciones internas se han cortado, así que toda la información se transmite a través de rumores. Y ya sabes lo malo que eso puede ser.
— ¡Mi parte es una porquería, entonces! — Protestó Tomás. — ¿Y por tu parte?
— Por mi parte, Capitán, voy a hacer todo lo que esté a mi alcance y más también para descubrir qué está sucediendo aquí. Para descubrir cómo y por qué ha regresado Stern y detenerlo a él y a quienes decidan aliársele. Y restaurar la tranquilidad de esta tripulación. ¡Sólo así me sentiré confiado para liberarlo! — Tomás estaba por agradecerle por todo lo que estaba por hacer, cuando Culbert volvió a hablar. — Una cosa voy a pedirle, Capitán. Voy a trasladar a Stern a una celda frente a la suya. Mi idea es que intente sacarle algunas respuestas. ¿Cree que pueda hacerlo?
En otras circunstancias habría sonreído. Ahora no podía hacerlo.
— Benjamin, lo único que quiero acá es conseguir respuestas. Es lo que me mantiene cuerdo. Hacé lo que tengas que hacer. ¡Y hacelo bien! ¡Confío en vos!
Culbert se permitió una sonrisa repleta de orgullo.
— ¡Sí, Capitán! ¡Y gracias por su confianza, Señor! — Llegando a la salida se volteó para decirle algo más. — El reloj oficial indica que estamos pasados de la media noche. Sé que las condiciones no son las ideales, pero... ¡Feliz cumpleaños, Señor!
Tomás, que había olvidado completamente la fecha en la que estaba, se sorprendió al oír aquel saludo. Le agradeció con un leve gesto con la cabeza.
Y cuando su Jefe de Seguridad se marchó, se quedó a solas con sus pensamientos. Y tenía muchos de ellos para entretenerse.
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