TOMÁS
Volvió al puente con Culbert. Mandó llamar a Noelia. La quería allí por si debían repetir la maniobra Pinball. Estudió las lecturas de los sensores externos y de los escaneos de comunicación. No se trataba de una nave. ¡Eran dos! ¡Y una tercera! ¡Y una pequeña flota apareció en los límites de sus lecturas de popa!
— ¡Capitán! ¡Creo que están intentando rodearnos!
Noelia tenía razón. Incluso a la velocidad que estaban viajando, que nunca podrían alcanzarlos, sus perseguidores se las habían arreglado para no perderles el rastro.
— Noe, si cambiamos de rumbo para esquivar a los Canéridos que buscan interceptarnos por proa, ¿qué posibilidades hay de que nos alcancen los que nos están siguiendo?
Noelia estudió su información. Hizo cuentas con sus dedos mientras murmuraba y respondió.
— ¡Está muy difícil! ¡Para maniobrar de forma segura voy a tener que bajar la velocidad! Eso va a acortar nuestra distancia con la flota de la popa y además va a permitir a los que están al frente reagruparse para alcanzarnos en nuestro nuevo rumbo.
Culbert intervino.
— Se que intentas buscar una solución no violenta a este problema, pero me temo que estamos obligados a enfrentarlos sí o sí. Al menos a los que tenemos hacia proa.
Tomás suspiró. Odiaba tener que tomar este tipo de decisiones. Él quería viajar para ayudar y explorar, no para pelear. Pero también sabía por experiencia que no siempre se podía evitar una confrontación. Y que por más que le doliera, la decisión era suya y sólo suya.
— No tenemos otra opción. — Suspiró y con renovadas fuerzas empezó a dar sus órdenes. — ¡Noelia, mantené el rumbo y la velocidad! ¡Señor Culbert, prepare armas! ¡Intente disparar a los motores! ¡En la manera de lo posible quiero evitar matarlos! ¡Pero si no tenemos otra opción, no dude en hacerlo! ¡Enrique, no dejes de transmitirles un saludo pacífico y una advertencia de que no se les ocurra atacarnos! ¡Vamos a apelar a que entren en razón, aunque digan que no es posible! ¡Y mandales un mensaje a los Saledianos para que vengan al puente! Quiero sus consejos y experiencia para lidiar con estos tipos.
Recibió una llamada de la sala de motores. Era Raúl.
— ¡Capitán, los motores están bien, aunque todavía no podemos darles un aumento de potencia! ¡Y hay otro asunto, que francamente no entiendo cómo pudieron olvidar! — Tomás le respondió con una mirada inquisitiva. — ¡Las elecciones! ¡Comienzan en pocos minutos! ¿Desea suspenderlas?
No tenía tiempo para aquello. En verdad no tenía tiempo para aquello. Ni siquiera para pensar una solución. Pero tampoco quería posponerlo más. Necesitaba sacarse el problema de aquel proceso electoral lo antes posible.
— Si te pido que busques en Internet el sistema de voto electrónico más confiable, después le agregues medidas de seguridad adicionales y que actives la interfaz de votación en todas las consolas de trabajo de la nave, ¿en cuánto tiempo se puede hacer?
Raúl lo meditó.
— Si puedo contar con la ayuda de Caz y Antúnez, quince minutos.
— ¡Tenés a Caz y Antúnez, entonces! ¡Sacame este tema de encima, por favor!
El Jefe de Ingeniería asintió y terminó la comunicación. Tomás se dirigió una vez más a Enrique.
— Quique, necesito los altavoces. Quiero darle un mensaje a la tripulación.
Enrique tocó su consola.
— ¡Altavoces listos! — Luego bromeó. — ¡Ojo con hacer campaña, que los demás no vamos a tener la misma oportunidad!
Pero Tomás no entendió que se trataba de una broma. No le cayó bien el comentario. Muchas de las peleas comienzan con un mal entendido.
Se guardó sus emociones y comenzó su discurso:
— Amigos, tenemos dos temas urgentes. Por un lado, estamos siendo rodeados por los Canéridos, una especie muy agresiva que no quiso responder a nuestros mensajes para conversar y dialogar. Ustedes saben que a mí me gustaría hacerle entender a todos que lo único que hay que hacer en la vida es no hacerle mal a los demás, dejar que cada uno viva tranquilo, sin hacerle daño a nadie, pero eso no siempre es posible, así que no nos queda otra opción más que atacar. Por el otro, tenemos que hacer las elecciones para elegir un representante civil. Podría suspenderlas, pero no quiero. Porque es importante que ustedes elijan quién quieren que los represente en la toma de las decisiones que influirán en sus vidas. Y creo que hay candidatos excelentes a los que elegir. Hablo de mis competidores, por supuesto. Cualquiera de ellos son mejores opciones que yo, la verdad. En serio les digo. — Al decir esto último miró a Enrique con un mudo reproche. — Vamos a habilitar una interfaz de voto electrónico para que elijan quién quieren que sea el primer representante civil de esta, nuestra nave Libertad. Elijan con sabiduría.
Indicó con señas a Enrique que finalizara la transmisión. Luego suspiró, algo más aliviado. "Un problema menos", se dijo, "Ahora a preocuparse por la batalla que tenemos por delante".
— ¡Capitán! ¡No vas a creer lo que estoy viendo en este momento! — Noelia sonaba preocupada.
— ¿Más problemas?
— ¡Una bocha! ¡Estoy captando por lo menos veinte naves más acercándose por babor!
Culbert revisó sus datos.
— ¡Hay otra veintena por estribor! ¡Y otra columna de naves comienza a agruparse al frente! ¡Estamos rodeados! ¿Cuáles son sus órdenes?
Tomás analizó la situación. Fueron sólo segundos, pero la adrenalina se lo hizo parecer como minutos.
— ¡Señor Culbert, prepare armas! ¡Apunte a motores y sistemas de armas enemigos, preferentemente! ¡Noelia, quiero que busques cuál es el eslabón más débil del bloqueo que nos están haciendo y te dirijas hacia allá sin bajar la velocidad! ¡No importa si tenemos que alejarnos del límite de la zona de exclusión! ¡Lo importante en este momento es salir de este encierro!
— ¡Sistemas de defensa listos!
— ¡La columna de estribor tiene algunas naves menos! ¡Vamos a desviarnos de la salida, pero al menos vamos a dejarlos atrás!
— Perfecto. ¡A estribor entonces!
Se acercaba la batalla. Tanto afuera como adentro de la nave.
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