TOMÁS


 El Hall de entrada estaba listo para ingresar. La compuerta de salida ya había cerrado y se había presurizado el ambiente. Ingresó justo cuando los astronautas estaban comenzando a quitarse los trajes protectores. Se sorprendió, como todos, al ver a los señaleros de cuerpo entero. Caminó hasta ellos, listo para repetir en persona aquel saludo que no le habían devuelto. Después de todo, todavía ni siquiera sabía los nombres de sus invitados.

— Los saludo nuevamente, señaleros. ¿Quiénes son ustedes?

Uno de los caracoles gigantes dirigió un ojo hacia él, mientras con el otro exploraba sus alrededores. Una vez más, no le respondió.

— ¿Por qué no nos movemos? ¿Quieren morir? ¿Quieren que el osado y demente rescate que sus hombres realizaron sea en vano? ¿O es que su especie disfruta de buscar la compañía de extraños antes de morir?

Tomás y Culbert se miraron. El ex agente alzó sus hombros. Tomás llamó al puente desde su comunicador móvil, mientras volvía a observar a aquellos seres de aspecto y carácter tan particular.

— ¡Noelia! ¡Trazá un curso de regreso a la salida de la zona de exclusión y salgamos de acá lo más rápido posible!

La piloto respondió:

— Ya tenía el curso trazado, Capitán! ¡Saliendo a toda máquina! — Tomás estaba por cortar la comunicación cuando ella agregó: — ¡Y ojo, que decir "a toda máquina" significa una bocha de velocidad para esta chica mala!

Tomás no pudo evitar una sonrisa. Era bueno escucharla así, como solía ser. Desde Olimpo que Noelia había estado bastante más seria que de costumbre.

Luego se enfocó en los nuevos huéspedes.

— Estamos yendo a 632.410 unidades astronómicas por hora. En poco tiempo vamos a estar afuera de la zona de peligro. — Sonrió para sus adentros. Tantas horas de jugar a convertir unidades de medida con Florencia habían dado sus frutos. Aquella cifra sonaba mejor que decir tan solo "Diez años luz por hora", aunque probablemente sus invitados no supiesen lo que significaba una Unidad Astronómica. Sin embargo, esto no tranquilizó a los visitantes.

— ¿Y qué tan adentro estamos del límite? ¡Nuestros instrumentos se rompieron antes del accidente!

Tomás recordó el informe de Noelia.

— Trece años luz, aproximadamente.

Las antenas de los señaleros se encogieron. Luego se volvieron a estirar. Estaban aterrados.

— ¡No es tiempo suficiente! ¡No lo lograremos! ¡Estamos perdidos!

Culbert se les acercó. Intentó calmarlos, pero fue inútil. Los Canéridos debían ser un problema en verdad terrible.

— ¡Tenemos armas, en caso de que nos alcancen! ¡Tenemos un arsenal bastante grande, de hecho! Y siempre queda la posibilidad de negociar una tregua, también.

Uno de los alienígenas se acercó a Tomás. En su desesperación se aferró de las solapas de su ropa, empapándolas con las secreciones de su cuerpo y le gritó:

— ¡Ustedes no entienden! ¡Los Canéridos no son una especie inteligente! ¡Al menos no con el tipo de inteligencia de ustedes, o la nuestra! ¡Ellos poseen un tropismo inigualable por los objetos móviles! ¡Cuando encuentran algo que se mueve, todo su ser les ordena perseguirlo, atraparlo y destruirlo! Aquel instinto que comenzó como una herramienta para la caza de su alimento evolucionó en algo más. Creemos que toda su carrera espacial comenzó como respuesta al avistaje de varias naves espaciales orbitando su mundo. Aquello debió encender en su especie el deseo de perseguir dichos objetos, lo que eventualmente se convirtió en una exitosa carrera espacial. ¡Ahora surcan el espacio buscando objetos móviles para saciar sus ansias!

El otro señalero intervino:

— Y tienen otra particularidad. Una vez que ponen sus ojos en una presa, no se detendrán ante nada para alcanzarla. ¡La persiguen hasta su muerte! ¡Y ya se han fijado en nuestra nave!

— ¿Cómo fue que terminaron allí, tan lejos del perímetro de la zona de exclusión? — Preguntó Culbert, intrigado.

— Comenzó como una falla en nuestro sistema de dirección. Nos encontrábamos inspeccionando las boyas perimetrales. Éstas cumplen una doble función: transmitir la advertencia a quienes se acerquen del lado de afuera y emitir una secuencia sonora que daña los cerebros Canéridos del lado interno.

— ¿Cuánto espacio cubren?

Los señaleros cruzaron miradas, intentando recordar la extensión completa del espacio reservado para los Canéridos, pero no parecieron recordar un número específico, así que finalmente dieron un estimativo.

— Comprende al menos ocho o nueve sistemas estelares. Cuando nuestra especie y sus aliados se unieron para formar lo que llamamos el Pueblo Erefi tuvieron que decidir dejar a todos esos mundos apartados de nuestra civilización, ya que estaban peligrosamente cerca del territorio Canérido 

Al terminar esa frase, se hizo un silencio. Tomás imaginó lo que habrían sufrido las especies viviendo en aquellos mundos abandonados a su suerte, con aquellas bestias peligrosas visitando cada tanto sus hogares, en busca de saciar sus ansias de persecución. Tuvo un escalofrío.

— Bien, señores, los llevaremos a sus habitaciones. — Se obligó a decir. No era un momento para demostrar debilidad.

— Gracias, Capitán. — Los señaleros parecían algo más tranquilos. — Y permitame presentarme. Soy el Capitán Buhr y éste es mi primer oficial, Lohr. Representamos a la agencia espacial de nuestro mundo, Saled.

— Encantado. — Tomás atinó a ofrecer su mano para que Buhr la estrechara, pero al ver su consistencia viscosa la retiró e improvisó un saludo que había visto en una de sus series favoritas, mostrando la palma de su mano con los dedos ubicados de cierta forma. Los Saledianos respondieron a su saludo y tuvo que aguantarse la risa.

En el camino recordó preguntarles por el nombre de su astronave:

— Curioso nombre el de su nave. "Artigas". ¿Es por alguien en particular?

Buhr lo miró sin comprender.

— En nuestro idioma, el Artigas es aquel sentimiento que se tiene cuando uno descubre que está a la mitad de la tarea que se encuentra realizando. Simboliza que todo el esfuerzo hecho será igual al que aún queda por hacer. No sé cómo le dicen en su mundo.

— No tenemos ningún concepto similar. Quizás por eso es que el traductor dejó su nombre tal cual es en su idioma original. — Respondió Tomás, algo decepcionado. Le hubiera gustado mucho encontrar alienígenas uruguayos.

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